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domingo, 15 de abril de 2018

Pocos libres de pecado.


El presunto Master de Cristina de Cristina Cifuentes y el escándalo mediático perfectamente orquestado en torno al mismo están sirviendo para destapar, aunque sea con desigual intensidad, otros asuntos aún más escandalosos. No es santo de mi devoción Cristina Cifuentes y si ha mentido en torno a las condiciones en que obtuvo el master de marras debe dimitir porque el político no solo ha de contar con la legitimidad de origen que otorgan las urnas, sino también con la legitimidad de ejercicio que se mantiene, entre otras cosas, con el valor de su palabra, el principal referente ético en la política democrática. Pero dicho esto, es evidente que el tratamiento mediático aplicado a Cristina Cifuentes y las repercusiones políticas partidistas son absolutamente desproporcionadas si se comparan con las que se aplican en los casos de muchos otros políticos.


Durante los últimos días se ha desatado un auténtico frenesí para cambiar el curriculum vitae de muchos políticos españoles y se han vuelto a destapar numerosos casos que ya fueron noticia, sin consecuencias, en el pasado. Es una epidemia que afecta a buena parte de la casta política. Padecemos una clase política bastante mediocre, unos dirigentes políticos acomplejados, incapaces de presentarse ante la sociedad tal cual son, con las virtudes, méritos o defectos que les adornan o ensombrecen. 

Son depredadores, parásitos del presupuesto público que para acceder el mismo necesitan mimetizarse con el entorno, disfrazarse con títulos o méritos inexistentes que les faciliten el acceso a la casta y, en consecuencia, al botín. Se empieza mintiendo con la titulación, diciendo que eres por ejemplo ingeniero industrial y se termina por robar la hucha de los huérfanos de la Guardia Civil. 

Políticos de todos los colores han vestido su desnudez curricular con falsos méritos: Carlos Puigdemont, Pilar Rahola, Ada Colau, Joana Ortega, Guerrero, Oriol Junqueras, Leyre Pajín, Gregorio Rojo, Celestino Corbacho, José Montilla, Elena Valenciano, Paxti López, Trinidad Jiménez, Bernat Soria, Pepe Blanco, José Luis Corcuera, Javier Rojo, José Manuel Franco (y éste encima firma la moción de censura contra Cifuentes), Toni Cantó, Juan Merlo de Podemos, Javier Viondi de IU, Arsenio Fernández de Mesa, Tomás Burgos, Juan Manuel Moreno, Joaquín Ramírez, ex presidente del PP de Málaga, Gema Igual, alcaldesa de Santander y así una interminable lista. 

Parece que en unas estructuras partidistas como las que padecemos la capacidad y el mérito solo se miden por la apariencia, por la “titulitis” y no por una acreditada trayectoria de trabajo, de dedicación, de despliegue vital de principios éticos y políticos. Las cúpulas de la casta olvidan que los conocimientos no se acreditan sólo por titulaciones específicas y que la experiencia vital no se puede sustituir por la capacidad genuflexa de los individuos.

El caso Cifuentes ha puesto de manifiesto no sólo la proclividad de una gran parte de los dirigentes políticos de nuestro país a mentir sin rubor alguno dado que les sale gratis, no solo la doble vara de medir, la hipocresía, el sectarismo y la manipulación de muchos medios de comunicación dispuestos a linchar solo y exclusivamente a quienes no se sitúan en su órbita ideológica, sino también de los partidos políticos dispuestos a mociones de censura como en este caso mientras sostienen a gobiernos y partidos responsables de tramas corruptas como las desarrolladas en  Andalucía donde se ha llevado a cabo el mayor caso de latrocinio de dinero público.

Por último y no menos importante, el caso Cifuentes ha destapado un auténtico chiringuito universitario, y no es el único existente, en una universidad pública. No es de extrañar que ninguna universidad española se encuentre entre las 200 mejores del mundo. Padecemos un sistema público universitario en el que al amparo de una supuesta autonomía universitaria y de una consentida promoción endogámica han florecido toda clase de cutres negocios, tráficos de influencias y politiqueos partidistas, relegando a un segundo plano la excelencia, el saber y la investigación en claro perjuicio de los alumnos.

Cifuentes debería dimitir si se confirma que ha mentido a los ciudadanos sobre cómo obtuvo su master, pero con ella deberían dimitir todos los políticos que han igualmente mentido en el curriculum vitae. Son inadmisibles esas falsedades, sobre todo, porque ponen de manifiesto que todo les vale con tal de tener acceso al dinero público.

Santiago de Munck Loyola

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