Derechas e izquierdas andan
revueltas y nerviosas ante los resultados que, encuesta tras encuesta, se
otorgan a Podemos. Y encuestas las hay para todos los gustos pero todas
coinciden en un incremento espectacular de la intención de votos de esta nueva
formación política de rancio trasfondo ideológico. Son muchos los factores que
influyen en este crecimiento electoral: la indignación ciudadana ante la
corrupción, ante los recortes, el desempleo, el aumento de la desigualdad
social, la falta de ejemplaridad de la mayor parte de la clase política, los
incumplimientos programáticos, la falta de buenas perspectivas, etc. Ante un
panorama económico, político y social desolador cualquier discurso que cuente
con apoyos mediáticos, que no esté lastrado por un pasado de gestión criticable
y que ofrezca soluciones por muy utópicas o irrealizables que sean tiene
grandes posibilidades de calar entre los ciudadanos.
Es evidente que el mensaje de
Podemos ha calado en la izquierda y que se va a producir un nuevo reparto de la
tarta electoral con importantes cambios. Lo que no es tan evidente es que este
mensaje haya calado en el votante de centro derecha aunque una pequeña parte
del mismo, la menos ideológica, esté dispuesta a asumirlo y a otorgar su voto
como una forma de castigo. Pero ¿qué pasa con los votantes que no son de
izquierdas? Es curioso. El Partido Popular se derrumba en las encuestas y lleva
camino de superar el record de la
UCD en 1982 pero sus dirigentes no aciertan a salir del
asombro o del escepticismo y se muestran incapaces de reorientar su discurso y,
sobre todo, su política. ¿Por qué? Pues porque están desconectados de la
realidad de la calles y son incapaces de realizar lo que debería ser un
requisito previo, una profunda autocrítica.
Hay que señalar que el Partido
Popular, como instrumento político, como maquinaria electoral, parte en
desventaja respeto a muchas otras formaciones políticas. Es una gigantesca
maquinaria política piramidal, carente de vida política interior, en la que las
bases, lejos de ser la fuente del poder interno, son un simple instrumento al
servicio de la estructura de poder. Lejos de aprovechar la conexión social que
supone disponer de cientos de miles de afiliados y de enriquecer y actualizar
permanentemente el debate interno, las propuestas políticas y los mensajes del
partido, las bases no cuentan para nada en la estructura del Partido Popular. Y
eso se nota. Las políticas que se han desarrollado no responden ni al programa
comprometido con los electores, ni a las aspiraciones de la militancia por lo
que el distanciamiento entre Partido y votante es cada día mayor.
Muchos de los votantes de centro
derecha no van a repetir su voto al Partido Popular y se van a abstener en los
próximos comicios y otros, los menos, se van a decantar por otras formaciones
como Ciudadanos o UPyD fundamentalmente. Es la respuesta a los incumplimientos
electorales, a la falta de ejemplaridad de buena parte de la clase política y
al continuo goteo de casos de corrupción que no pueden sino abochornar hasta al
más leal incondicional.
Si al mayor incremento de la
presión fiscal sobre la clase media, si al permanente empobrecimiento de la
misma, si a los continuos recortes en educación, en sanidad o prestaciones
sociales, si a los incumplimientos en materia de protección a la vida y a la
familia, si al continuismo en la política antiterrorista o en materia
autonómica, si a la falta de ejemplaridad, si a la ausencia de una política
informativa inteligente sumamos además la continua aparición de casos de corrupción
con relevantes dirigentes populares implicados y la ausencia de una respuesta
clara, definida y contundente por parte del Partido Popular no es de extrañar
que las encuestas vayan por donde van. No se puede pasar, como si nada, de
hablar de “casos aislados” al “pedir perdón” por haber nombrado a los corruptos
en puestos de responsabilidad política. No se puede pasar del “vamos a hacer un
pacto anticorrupción” al “y tú más” sin que de ello se deriven consecuencias
políticas. Porque todo ello, lo único que transmite es la sensación de ausencia
de convicciones profundas y, por tanto, de una clara determinación para acabar
con esta lacra. La falta de democracia interna es la que obliga a Rajoy a pedir
perdón por haber promovido políticamente a determinadas personas, es la
evidencia de que no son los militantes populares los que se han equivocado al
elegir a un Fabra, a un Granados, a un Blasco o a una Castedo sino que son los
más altos dirigentes los que se han equivocado. En política, cuando alguien se
equivoca y de esta manera, no sólo se pide perdón sino que, además, se dimite.
No tiene ningún sentido que para
intentar acabar con la corrupción haya que proponer pacto alguno. Es como si
para perseguir la pederastia hiciese falta pactar con la oposición. La
corrupción se persigue con la ley en la mano y mecanismos legales ya existen
aunque falten medios para hacer más rápida y efectiva la justicia. El problema
no está en la persecución y castigo de la corrupción, el problema está en la
prevención, en la adopción de medidas que impidan o dificulten la aparición de
nuevos casos. La prevención pasa por dos ejes fundamentales, de una parte, la
eliminación de la discrecionalidad del político en determinados procedimientos
ejecutivos y, de otra, el incremento de los mecanismos democráticos de
selección y control en la vida interna de los partidos. Y en este segundo eje la
clave está en la selección y el posterior control democrático de quienes
ostentan cargos públicos de responsabilidad, es decir, en los mecanismos de
selección interna de los partidos para proveer los cargos públicos. Algo que,
por el momento, el Partido Popular no está dispuesto a tocar. Un partido que
usa el “dedazo” para confeccionar sus listas electorales, para estructurar su
organización y sus congresos está desconectado de sus bases y, por tanto, de la
ciudadanía y mal puede así prevenir la aparición de fenómenos de corrupción
entre sus filas.
Si algo deben tener claro los
votantes del Partido Popular y especialmente en Alicante y en la Comunidad Valenciana
es que con sus actuales dirigentes no hay futuro posible porque son los
auténticos responsables, por acción o por omisión, del sucio panorama que nos
rodea. ¿Quiénes son los responsables de la confección de las listas electorales
a las Cortes Valencianas plagadas de imputados y procesados? ¿Ha dimitido
alguien por la evidente chapuza que fueron esas listas? Nadie. Siguen al frente
del partido los mismos, los que están desmotivando al votante y dejando el
campo libre a la izquierda. Son los mismos los que ya han dado por perdida la
batalla y están más preocupados buscándose puertas giratorias que en dar la
cara, en dar un paso al frente y reconstruir una opción política de centro
derecha digna de los cientos de miles de ciudadanos que en nuestra Comunidad no
quieren aventuras políticas. Ante un Partido Popular autocomplaciente,
desconectado de la realidad, en proceso de descomposición y sin talante
ganador, el votante de centro derecha no puede, ni debe sumirse en el pesimismo.
Hay otras opciones dispuestas a recoger el testigo, hay alternativas y en Alicante
se llama Esperanza Ciudadana.
Santiago de Munck Loyola
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