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viernes, 17 de octubre de 2014

De las tarjetas black a la Convención del PP en Benidorm.


La verdad es que esta semana que se acaba no ha tenido desperdicio informativo políticamente hablando o ha tenido en exceso, según se mire. Día tras día, vamos conociendo el alegre uso que los consejeros de Bankia, antes Caja Madrid, le fueron dando a esas tarjetas negras, black u opacas, que tan famosas se han hecho, hasta echar humo. Nunca ha habido una muestra mayor de consenso entre la clase político-sindical-empresarial española que la demostrada con el manejo de estas tarjetas. Desde el PP hasta IU, pasando por el PSOE, UGT, CCOO y los representantes de los empresarios, nadie, excepto 3 de los 86 consejeros, se ha librado del abuso de las tarjetas. Las diferencias ideológicas o sociales no han impedido que los señores consejeros coincidiesen en sacar dinero de los cajeros, en pagar comilonas, comprar joyas, pagar viajes, lencería, muebles o el dentista con las mágicas tarjetas; parece que tampoco ha impedido que los señores consejeros coincidiesen en no declarar esos gastos como pagos en especie en sus declaraciones del IRPF ni que coincidan ahora en no saber explicar muy bien en concepto de qué se beneficiaban del uso de las tarjetas. Tanto consenso emociona. Ya no hay dos Españas como antes, una roja y otra azul. Ahora hay dos Españas diferentes, una que trinca y otra que es esquilmada.

Pero la España de la picaresca, de los trincones y sinvergüenzas no se agota en el descubrimiento ahora de las fechorías de estos consejeros de Cajamadrid, ni se agota con el descubrimiento de las andanzas del histórico dirigente del sindicato minero SOMA-UGT de Asturias, José Ángel Fernández Villa, al que la Fiscalía Anticorrupción investiga desde hace más de un año por haber ocultado a la Hacienda Pública 1,4 millones de euros, ni se agota con los demás casos de corrupción abiertos desde hace meses o años. Y no se agota, porque aunque diga el Ministro del interior que no hay una corrupción generalizada y que sólo estamos ante la coincidencia del afloramiento de casos del pasado, lo cierto es que también hemos conocido las andanzas del pequeño “Nicolás”.
Francisco Nicolás Gómez Iglesias de 20 años, estudiante de Derecho en el Centro Universitario de Estudios Financieros (CUNEF) de Madrid, está acusado de los delitos de estafa, usurpación de función pública y falsedad. Según la Policía, cobró 25.000 euros por la venta de un falso informe del CNI. Hemos visto con estupor la colección de fotos de este presunto farsante que ha llegado a codearse hasta con el Rey utilizando los resortes y técnicas que al abrigo del poder funcionan en una sociedad corrompida. ¿Que el pequeño Nicolás se ha hecho pasar por lo que no era? Sí ¿y qué? ¿No tenemos a un Secretario de Estado de la Seguridad Social, Tomás Burgos, que durante tres legislaturas se atribuyó la titulación de Licenciado en Medicina sin serlo? Y ahí sigue, nombrado por Rajoy y sin inmutarse. Y es que la España de la picaresca, de los trincones y sinvergüenzas no se acaba con una determinada generación, sino que se reproduce y, al parecer, con retoños precoces.

Y para acabar esta semana en la que políticamente tanto se ha puesto de manifiesto la necesidad de acabar con la picaresca con las prácticas deleznables que están reventando la confianza del ciudadano en el sistema político, nos encontramos con la, cuando menos, peculiar Convención del Partido Popular de Alicante. Con el fin de intentar levantar los decaídos ánimos de sus huestes ante las negras perspectivas electorales y acosados por un desolador panorama judicial, los populares alicantinos se han dado cita en Benidorm este fin de semana en una llamada Convención, es decir, un montaje caro, con muchos figurantes, en el que el guión está escrito y en el que el debate de las bases no existe. ¿El contenido? Dos pinceladas de supuesto programa y un sucedáneo de regeneración y de renovación. En realidad más de lo mismo. Es imposible, por mucha Convención mitinera que se organice (pagada por los contribuyentes), que sin democracia interna, sin debate entre los afiliados y bajo la batuta de los responsables políticos, cuando no protectores, de numerosos casos de corrupción, los Sres. José Ciscar y José Juan Zaplana, pueda construirse un mensaje sincero de regeneración democrática.

Hablan de renovar candidaturas pero sin que los afiliados puedan votar, es decir, más “dedazo”. Tratan de engañar a la ciudadanía con propuestas como la aprobada para que en los ayuntamientos en los que el PP gobierne puedan presentarse al Pleno las iniciativas populares suscritas al menos por el 15% del censo electoral, cuando eso ya está aprobado en la vigente Ley de Bases del Régimen Local. Pero no hablan de los errores cometidos, no piden perdón a la sociedad alicantina por el deterioro constante de la imagen de nuestra provincia y, sobre todo, de su capital, no explican qué hay de cierto en los informes de la UDEF que señalan al propio Sr. Ciscar, por ejemplo, como pagador con dinero negro a la trama Gürtel o cómo financiaron las últimas elecciones municipales. ¿Cómo van a promover la regeneración los responsables directos de la degeneración de la política alicantina? Lo tienen francamente difícil porque tienen tanta credibilidad como el pequeño Nicolás.

Santiago de Munck Loyola


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