A
veces ciertas noticias que son importantes pasan bastante desapercibidas en
medio de la vorágine informativa en la que los ciudadanos nos vemos inmersos.
Estos últimos días por ejemplo hemos presenciado, una vez más, el
funcionamiento implacable de la digitocracia de los grandes partidos. Por la
banda derecha, el divino dedo de Mariano Rajoy ha ungido a su preferido para
presidir el PP andaluz, Juan Manuel Moreno, un señor que por lo visto, como
tantos otros, ha ido maquillando conveniente su curriculum vitae y por la banda
izquierda, Pérez Rubalcaba, con mismo mecanismo digital ha designado a Elena
Valenciano, muy aficionada a hacer novillos cuando era europarlamentaria, para
encabezar la candidatura socialista a Estrasburgo ya que con los años es
posible que haya superado su adición a cobrar sin trabajarse el escaño. Estamos
asistiendo igualmente al cruce de acusaciones entre gobierno y oposición en
torno a la tragedia de los inmigrantes ilegales africanos fallecidos cuando
intentaban entrar a nado en territorio español y a la más que miserable
utilización partidista de los muertos por parte del PSOE aunque esta repugnante
técnica socialista no es nada nueva. Y también es objetos de portadas la falta
de escrúpulos éticos y morales de los socialistas navarros dispuestos a auparse
en el Gobierno Foral gracias a los votos de los herederos de ETA. Nada nuevo
bajo el sol, en realidad.
Pero
entro estas noticias y algunas otras, está pasando bastante desapercibida la
noticia del creciente malestar de muchos dirigentes populares de la Comunidad
Valenciana por la actuación de Alberto Fabra al frente de la Generalidad
Valenciana. Según informan varios medios de comunicación, entre ellos el
confidencial.com, el malestar viene motivado por el nombramiento de Esther
Pastor como Secretaria Autonómica de Organización, Coordinación y
Relaciones Institucionales. ¿Y quién es esta señora cuyo nombramiento tanto
molesta a algunos? Pues según dichos medios es la pareja sentimental de Alberto
Fabra, su colaboradora cuando era Alcalde de Castellón y después Directora
General de la Generalidad. No se trata de una afiliada del Partido Popular y,
según parece, sus méritos profesionales para alcanzar tan alto cargo radican en
su especial relación con el Presidente Fabra y la confianza que en ella tiene
ante su falta de liderazgo y de colaboradores leales en el seno del PPCV. Estas
cosas suelen ocurrir cuando se hereda una organización política, cuando el
liderazgo político es inexistente y cuando la mediocridad política es
encubierta por los cantos de sirena de toda una panda de aduladores y
oportunistas tan prestos al aplauso como a la puñalada trapera.
Los
asuntos sentimentales de nuestros políticos siempre se han mantenido bastante
lejos de los focos periodísticos e incluso han sido analizados con bastante
benevolencia por la mayoría de la opinión pública. Pero cuando el político,
como en este caso ha hecho el Sr. Fabra, confunde su dormitorio con los
despachos oficiales y utiliza la administración pública para colocar a su
“amiga” la cosa cambia. Alberto Fabra ha roto la frontera entre lo público y lo
privado y, por tanto, puede y debe someterse a la crítica de la opinión
pública. De todos es sabido que cuando Fabra habla de líneas rojas carece de
credibilidad porque las aplica según le conviene y lo ha demostrado claramente
en Alicante al consentir que los Sres. Ciscar y JJ Zaplana retorciesen los
Estatutos del PP para inventarse un Consejo de Dirección en el que poder situar
a la Alcaldesa imputada Sonia Castedo y así saltarse la famosa e inexistente
línea roja fabriana. Por cierto, vaya “pasada” de fotos de nuestra Alcaldesa y
de su amigote Enrique Ortiz publicadas
por La Sexta. ¡Qué manera de arrastrar por los suelos la dignidad de nuestra
ciudad!
El
nombramiento de Esther Pastor es impresentable, indigno y humillante para la
inmensa mayoría de los militantes populares. No vamos a hablar ya de señas de
identidad de un partido como el Popular cuyos valores no encuentran mucho
acomodo en determinado tipo de conductas personales sino de principios y
valores éticos básicos e irrenunciables en la actuación de cualquier
representante político y en el uso que se pueda o no hacer de los bienes y
recursos públicos. No son pocos los dirigentes populares en nuestra comunidad
que confundieron la hacienda pública con su bolsillo particular como podemos
ver en las crónicas de los tribunales que ahora los ciudadanos tenemos que
asistir estupefactos a la confusión del colchón con el despacho. No es de
extrañar pues que Alberto Fabra, en su condición de Presidente del PPCV, tolere
o promueva la expulsión de los militantes populares que reclaman ejemplaridad o
la regeneración democrática del partido, tal y como han ejecutado los Sres.
Ciscar y JJ Zaplana, dos personajes cuya palabra vale lo que un duro falso. Una
vez más, la falta de democracia interna del PPCV está en la raíz de estos
escandalosos y repugnantes comportamientos. El nepotismo, la corrupción, el
oportunismo, el despilfarro y la ausencia de ejemplaridad están a la orden del
día y ni los ciudadanos de esta Comunidad ni los militantes populares se
merecen tanta porquería.
Santiago
de Munck Loyola
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