Si
hace unos días era José Ciscar el que se veía obligado, a instancias de los
periodistas, a pronunciarse sobre la corrupción y los imputados y entonaba, una
vez más, su falso discurso sobre lo que le preocupaban estos temas, procupación
debida más al desgaste electoral que a una cuestión de principios éticos, ahora
ha sido el Presidente del PPCV y de la Generalitat Valenciana el que ha
entonado su peculiar lamento al respecto. Mal deben andar las encuestas y peor
deben ser las relaciones con la C/ Génova, no en balde, merced a la actuación
de estos dos personajes, el PPCV se ha convertido en motivo de preocupación y
de escándalo en la sede de los populares.
Y
aunque a algunos pueda parecerles que la insistencia desde estas páginas por
denunciar los inmorales comportamientos de algunos dirigentes populares resulta
cansina, no por ello hay que renunciar a ello. Si lo de José Císcar eran
lágrimas de cocodrilo, lo de Alberto Fabra en el Club Siglo XXI ya es de nota.
Dicen que se puede mentir por omisión, ocultando parte de la verdad, o por
acción, es decir, faltando o falseando deliberada e intencionadamente a la
verdad. D. Alberto Fabra ha hecho en su comparecencia las dos cosas a la vez. No
se trata ya de que algunos hechos sean más o menos ciertos o que puedan ser
susceptibles de interpretaciones. De lo que se trata aquí es que el Sr. Fabra
es un auténtico embustero, un descarado mentiroso que no ha tenido empacho
alguno, no ya en ocultar algunos hechos que desmontan su supuesto repudio a la
corrupción, sino de afirmar cosas que son absolutamente falsas y que son muy
fácilmente demostrables.
Este
inconsistente, pusilánime y melifluo Presidente autonómico no se ha limitado en
su intervención a lanzar propuestas como la peregrina idea de resucitar el
famoso “tercio” familiar de los procuradores de las Cortes franquistas, sino
que, además, y hablando de la corrupción en la política de nuestra Comunidad ha
intentado sacar pecho, presentándose como el Mr. Proper levantino de la lucha
contra la corrupción. Ha vuelto a exhibir su permanentemente incumplida,
especialmente en Alicante de la mano de Císcar y JJ Zaplana, línea roja en
virtud de la cual los imputados no ostentarán cargos públicos en la Generalitat
ni cargos orgánicos en el seno de la estructura organizativa del Partido
Popular. Y todo ello bajo la mirada complaciente, nada menos, del otro Zaplana,
el ex presidente de la Generalitat.
Se
le olvidan, oculta, esconde y falsea muchas cosas Alberto Fabra. Para empezar
se le olvida que el problema de la corrupción y del descrédito de la política
va mucho más allá de dónde estén y qué se haga con los imputados, al fin y al
cabo, inocentes mientras no se demuestre lo contrario. La falta de principios,
de criterios y de formación política y jurídica le ha llevado a adoptar una
medida, la de la línea roja, bastante incoherente e incumplida permanentemente.
La corrupción tiene muchas causas, pero una de peso es la falta de democracia
interna en los partidos, entre ellos el PPCV, que propicia la ascensión de los
amiguetes, de los arribistas, de los aprovechados y de los incompetentes a
puestos de responsabilidad que escapan de la elección de las bases y, por
supuesto, de su posterior control. Forma parte de la corrupción financiar al
PPCV a través de asociaciones paralelas como ha venido ocurriendo hasta hace
dos días en Alicante o que las campañas electorales se financien oscuramente a
través de ciertas empresas, como en el 2007 en Alicante, y que se niegue a los
afiliados, como han hecho el Sr. Ciscar y su ayudante JJ Zaplana, el control y
la información de la contabilidad a los afiliados. Forma parte de la corrupción
no cumplir los programas electorales, llenar de personal una RTV autonómica y
tener que cerrarla de malas maneras, construir infraestructuras innecesarias e
inútiles como el aeropuerto de Castellón, hacer licitaciones de 420 millones de
euros de tal manera que sólo se presente un licitador, etc.
Y
forma parte de la corrupción meter en el gobierno, como mano derecha, a la
novia que además está denunciada por "malversación de caudales
públicos" por el uso de
habitaciones de hotel a precios mucho más elevados de los previstos por la ley
de austeridad que dictó el propio presidente Fabra y, presuntamente, en fechas
sin agenda oficial de la Generalitat en aquellas localidades. Y para qué
mencionar las facturas de la compra por 3.000 euros cargadas a la Generalitat.
Pero
si hay una afirmación del Sr. Fabra que permite sin ningún género de dudas
poder calificarle de mentiroso es la de que ningún imputado ostenta con él
cargo orgánico alguno dentro del PP. ¿Cómo se puede tener tanta cara dura? En
estas páginas se ha denunciado repetidamente: en Alicante el Sr. Fabra, de la
mano de Ciscar y Zaplana, ha sustituido la Junta Local del PP de la ciudad a
cuya presidencia no podía aspirar formalmente la Alcaldesa Sonia Castedo por
estar imputada y lo ha hecho por cinco distritos, ahora encabezados por los
concejales de confianza de la Alcaldesa, y se ha inventado un Consejo de Dirección
(que no existe en los Estatutos) para que lo presida Sonia Castedo. Por tanto,
Fabra miente y lo sabe. Y, además, su mentira, su falta de compromiso con la
regeneración y con la honestidad se compadece perfectamente con lo que ha hecho
con los afiliados que reclamábamos precisamente eso, más honradez pública,
regeneración y más democracia interna. Y no se trata de una suposición, sino
que, para colmo, el PPCV así lo ha escrito en el documento de expulsión de los
militantes que propugnábamos unos valores bastante ausentes en las actuaciones
del PPCV. D. Alberto Fabra no es el campeón de la higiene política, ni mucho
menos. Es cómplice, cuando menos, del profundo descrédito de la política en
nuestra comunidad y de la mala imagen que los votantes perciben del PP. Alguien
cuyos actos son los que son, alguien que miente tan descaradamente, alguien que
se deshace de la gente que propugna la regeneración no puede, de ninguna
manera, encabezar ningún proyecto regenerador. No se puede poner a la zorra a
cuidar de las gallinas.
Santiago
de Munck Loyola
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