El Mundo 30-10-2012
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martes, 30 de octubre de 2012
domingo, 28 de octubre de 2012
Las personas importan, no las banderas.
La historia está repleta de ejemplos de
gobernantes que, ante su propia necesidad de supervivencia, han sabido dirigir
la atención de sus conciudadanos hacia metas o enemigos imaginarios desviando
así la atención de la realidad más próxima y que más les podría perjudicar. Hoy
casi todos estamos pendientes del capote independentista que el Sr. Mas está
agitando con cierta soltura y nos fijamos en las estrafalarias afirmaciones de
su entorno: que si los aviones españoles les amenazan, que si Cervantes y
Cristóbal Colón eran catalanes, que si Cataluña perdió 600 años de
“autogobierno”… No importa la majadería que suelten, todos entramos al trapo.
Es cierto que hay muchos catalanes,
inducidos o convencidos, que sienten que la independencia es su sueño, pero
también es cierto que la independencia o no de Cataluña no es el principal
problema que ensombrece la vida de millones de catalanes. El Sr. Mas y su
partido heredaron una administración arruinada por el tripartito pero ha sido
incapaz de poner remedio a dicha herencia y los problemas no han hecho otra
cosa que crecer.
Los datos están ahí y no se trata de
frías estadísticas sino que detrás de cada número hay personas sufriendo,
auténticos dramas familiares que no van a encontrar remedio con el simple
debate sobre la independencia. Durante el tercer trimestre de 2012 el paro ha
subido en Cataluña en 18.000 personas más, alcanzando un total de 840.000
desempleados, es decir, el 22,56%. Simultáneamente, en el conjunto de España,
el paro ha subido en 85.000 personas, un 1,5% más que el trimestre anterior,
hasta situarse el número total de desempleados en 5.778.100, el 25,02%. Mientras discutimos sobre la
independencia, Cataluña es una de las comunidades en las que mayores incrementos
de parados se han dado en el último año, un 13,26 % más que en el tercer
trimestre del año pasado.
En este contexto político, económico y
social, en Cataluña el 57% de los ciudadanos lo tienen crudo para llegar a fin
de mes, el 39% de las familias no pueden permitirse ni una semana de vacaciones
al año y el 12,7% no puede siquiera poner la calefacción. Mientras se inflaman
los sentimientos independentistas y se emplea mucho dinero en ello, el número
de las familias que viven de alquiler se ha disparado en cinco años (del 14% al
24%). Mientras el Sr. Mas prometía hoy que en una Cataluña independiente
bajaría los impuestos resulta que hoy uno de cada tres catalanes está bajo el
umbral de la pobreza, más de 2.200.000 pobres. Claro que habrá quién rápidamente
argumentará que eso es porque Cataluña entrega al Estado mucho más de lo que
recibe y no le importará lo más mínimo que según los últimos datos oficiales es
la Comunidad de Madrid la que más dinero ingresa a las arcas del estado,
recibiendo a cambio mucho menos que las demás o que Cataluña, por ejemplo.
Muchos economistas han rebatido una y
otra vez el manido argumento de la balanza fiscal desfavorable para Cataluña,
pero les da igual. Lo de la solidaridad, principio básico en todo estado
moderno y rector de la construcción europea, no cuenta para ellos, para los que
siendo incapaces de resolver los problemas de la sanidad, la educación, las
pensiones o la simple convivencia, buscan en la independencia la tapadera de su
ineptitud. Pues gracias a esa solidaridad tan denostada por los
independentistas es por la que en Cataluña o en el País Vasco se pueden seguir
pagando las pensiones desde el año 2010. Son los excedentes de cotización a la
Seguridad Social de Canarias, Madrid y Baleares los que pagan en este momento
el déficit que arrojan las pensiones en Cataluña y el País Vasco entre otras
regiones de España. Según estos datos, durante 2010, la aportación total de
Cataluña a la Seguridad Social fue de18.422 millones de euros, pero sus
pensiones costaron 18.842 millones. El desfase se acentuó en 2011, el último
ejercicio cerrado, cuando los ingresos por cotizaciones de Cataluña ascendieron
a 18.373 millones y los gastos en pensiones fueron de 19.541 millones.
Pueden seguir agitando el referéndum o
la bandera de la independencia pero lo cierto es que mientras tanto los
recortes sanitarios han disparado un 42,1% las listas de espera el último año
en Cataluña, debido al primer ajuste presupuestario de la historia en este
ámbito con un recorte del 10% en sanidad. Y son los ciudadanos, no los
políticos, quienes lo pagan. Los políticos siguen en su mundo virtual,
dedicando millones de euros a la promoción del independentismo, a sus pseudo
embajadas donde sus familiares y amigos están al abrigo del desempleo y de los
recortes, alejados del umbral de la pobreza que cada día se hace más grande
para el resto.
Ahora más que nunca es cuando se puede
medir la talla de cada uno y qué prioridades son las que rigen sus actos. ¿Las
personas o las banderas? Cuando el barco hace agua en medio de una tremenda
tormenta, pretender salvarse abandonándolo en un bote salvavidas en lugar de
contribuir a cerrar las vías de agua y de achicar arrimando el hombro, es
posiblemente un tremendo error. Un error que dice muy poco de quienes lo
intentan.
Santiago de Munck Loyola
viernes, 26 de octubre de 2012
¿Miedo o alergia a las urnas en Alicante?
Durante años la mayor parte de los afiliados y
simpatizantes del Partido Popular de la Ciudad de Alicante hemos asistido
atónitos a las peleas entre diferentes grupos y clanes del partido agrupados en
torno a determinadas personalidades. No se trataba de rivalidades o diferencias
en torno a unas u otras ideas políticas, a debates ideológicos sino a
personalismos egoístas con todas las consecuencias que ello conlleva. ¡Quítate
tú para ponerme yo y, de paso, a los míos! Y “los que no están conmigo están contra mí”, obligando con ello a
muchos afiliados a tomar partido, a ponerse una etiqueta con tal de tener
cobijo en una determinada facción. El espectáculo indigno y bochornoso se
completó, no hace mucho, con espectaculares cambios de chaqueta y de lealtades
de algunos dirigentes locales. Es cierto que un árbol fuerte y grande puede ser
arrancado por un vendaval y por eso algunos han preferido siempre ser simples
juncos para inclinarse en la dirección del viento dominante.
Ni una palabra, ni una idea, ni un solo debate ideológico
durante años. En muchos lugares, al alcanzar el poder, el Partido Popular se ha
ido transformando paulatinamente pasando de ser un Partido de fuerte y abnegada
militancia a un partido dominado por los cuadros, por el cuerpo de
“profesionales” de la política. A ello hay que añadir un curioso y
significativo proceso de absorción de “medradores”, de gente que no habiendo
nunca militado en el Partido, y habiéndolo hecho a veces en otros, se ha ido incorporando
o ha sido invitada a incorporarse y la generosidad del Partido ha sido tal que
han terminado ocupando cargos públicos pasando por delante de la vieja
militancia, e incluso dando lecciones sobre lo que debería ser el PP, a pesar
de una evidente carencia de capacitación profesional y política. Y todos
conocemos muchos casos con nombres y apellidos.
Lo cierto es que estos procesos han sido posibles porque
mientras se han venido sucediendo los triunfos electorales pocos se han
atrevido a cuestionar unos métodos bastantes alejados de lo que se supone debe
ser un partido en el que impere la democracia interna real, no sólo la formal,
un partido basado en la voluntad exclusiva del afiliado, y no de los cuadros, y
un partido sustentado en el debate interno, la participación y la información.
En cualquier partido político, los mediocres, los inseguros, los líderes
apadrinados desde arriba y los “medradores” siempre temen a la democracia
interna y al debate porque sus vergüenzas podrían quedar al descubierto.
El Partido Popular de la ciudad de Alicante ha sido
durante los últimos años un claro ejemplo de lo que no debe ser un partido
político realmente democrático y al servicio del afiliado y de los ciudadanos.
Ha sido un partido con una existencia nominal, sobre el papel, con muchos
supuestos afiliados que le otorgaban un teórico peso que se compadecía poco con
la realidad pero que servía perfectamente al reparto de cuotas de poder entre
las distintas familias y clanes que lo dominaban, mejor dicho, que lo dominan.
Los afiliados no eran convocados salvo para votar, en pocas ocasiones, listas
en papeletas previamente marcadas, para cubrir las mesas electorales como
apoderados o interventores o para asistir a cenas o mítines. En años no han
sido convocados a una sola reunión ni para participar en el programa electoral,
ni para hablar del PGOU, ni para tratar cualquier tema sobre la ciudad.
Participación nula, información nula, debate nada de nada. El Partido
gobernante de la ciudad no tiene ni sede propia ni, tan siquiera, una mísera
página web para comunicarse con los ciudadanos o los afiliados. Algo increíble,
pero absolutamente cierto.
Muchos pensábamos que con el cambio producido con la
elección de José Ciscar como Presidente Provincial el panorama iba a cambiar.
De sus palabras en el Congreso Provincial se desprendía un deseo de cambio
profundo que, entre otras cosas, iba a suponer la devolución de la palabra a
los únicos depositarios de la soberanía dentro del partido, los afiliados. Y le
votamos. Sin embargo, parece que aquello fue un espejismo. La decisión de su
Equipo de suprimir la Junta Local del PP de la ciudad de Alicante es una vuelta
al pasado, a unos hábitos que pensábamos que iban a ser desterrados. Pese a
algunas declaraciones a los medios de comunicación intentando suavizar el
alcance de esta decisión lo cierto es que:
1º Se suprime la Junta Local del PP de Alicante, es decir,
que el PP de la ciudad deja de existir como tal
al copiar el modelo de la ciudad de Madrid.
2º Se crean diez o doce Juntas de Distrito del PP con lo
que el Partido Popular de la Ciudad no tendrá una única voz frente a la
sociedad alicantina.
3º Se baja de categoría a los afiliados de la ciudad en
comparación con localidades como la de Elche en la que incluso sería más
adecuada la división en distritos dada su configuración territorial.
4º Se hace sin contar, una vez más, con la opinión de los
afiliados.
Y ¿por qué han tomado semejante decisión? ¿Porque hay
muchos afiliados? ¿Porque hay muchos habitantes? No, no es por eso y lo
sabemos todos. Se toma esta decisión porque el Presidente Provincial no ha
encontrado el candidato a Presidente de la Junta Local del PP de Alicante a su
medida o si lo ha encontrado no tiene la seguridad de que pueda ganar. Y éso es
escandaloso por la sencilla razón de que desde una perspectiva democrática a
los únicos que debe preocupar encontrar al candidato idóneo es a los afiliados,
no al Comité Ejecutivo Provincial. La democracia va de abajo a arriba, no a la
inversa y eso lo sabemos los que militamos en el PP de toda la vida. Son los
afiliados los que deben elegir un Presidente para el PP de la ciudad de
Alicante y no el Presidente Provincial. ¿Tan difícil es de entender? Creo que
para cualquier demócrata no lo es.
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https://www.facebook.com/pages/Foro-Plataforma-Popular-de-Alicante/142778659189545?fref=ts |
La supresión del PP de la ciudad de Alicante y su
sustitución por Juntas de Distrito es una burda maniobra para controlar, una
vez más, al PP de Alicante que estaba empezando a despertar. Que no intenten
engañarnos. En los Estatutos Provinciales aprobados en el último Congreso se
aprobó un artículos que preveía la posibilidad, no la obligación de crear distritos
pero ese artículo es una simple transcripción de los Estatutos Nacionales del
PP y, desde luego, nadie en aquel Congreso anunció su intención de “cepillarse”
al PP de Alicante. O se mintió entonces o se improvisa ahora. En Política nunca
hay nada definitivo y cuando se comete un error es mejor rectificar cuanto
antes. ¿Por qué no dejan que los afiliados de la ciudad decidamos lo que
queremos para nuestro partido? ¿Por qué tienen tanto miedo a las urnas?
Sinceramente, un servidor no lo entiende.
Santiago de Munck Loyola
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jueves, 25 de octubre de 2012
lunes, 22 de octubre de 2012
Galicia y País Vasco han hablado.
Tras
dos semanas de campaña electoral y varios meses de tediosa precampaña, las
urnas han hablado por fin en dos regiones históricas españolas: Galicia y en el
País Vasco. Y lo han hecho con resultados muy diferentes. Es hora de balance,
de análisis y de consecuencias y es muy probable que los que provengan de los
dirigentes políticos difieran mucho de los que los ciudadanos y los analistas
políticos vamos a hacer. Si en algo van a coincidir los primeros, sobre todo
aquellos que han empeorado sus resultados, es en no hacer la más mínima
autocrítica y en culpar a factores externos de los malos resultados obtenidos.
En
Galicia ha ganado el Partido Popular, encabezado por Núñez Feijó, revalidando
y, lo que era más difícil, ampliando su mayoría absoluta. Mal hicieron los
socialistas al insistir a lo largo de la campaña en que votar al PP era
reforzar la política de austeridad del Gobierno de España, en convertir en
definitiva las elecciones autonómicas gallegas en un auténtico test de la
política nacional en lugar de centrarse en los problemas, las necesidades y la
situación de Galicia. A la falta de liderazgo del candidato socialista se ha
unido la ruinosa herencia del zapaterismo administrada por el Sr. Rubalcaba,
una pesada losa que ha terminado por hundir al desfondado PSG. El tiro les ha
salido por la culata y el tanto Feijó, como Rajoy, han salidos reforzados de
estos comicios gallegos.
Conviene tomar nota, además, de la fuerte irrupción
del nacionalista gallego, Sr. Beiras, que con algún que otro exabrupto de más,
ha sabido capitalizar buena parte del descontento social y de los vientos
independentistas que en esta época tan fuerte arrecian en diferentes regiones
españolas. Y también es conveniente subrayar el segundo fracaso del Sr. Mario Conde con unos ridículos resultados. La abstención ha sido ligeramente superior que en 2009, un 0,8 %
más, algo insignificante aunque, como era de esperar, al Secretario de
Organización, Óscar López, le parezca el dato más preocupante de estos
comicios. Con tan sesudo análisis de tan alto jerarca socialista no es de
extrañar que el PSOE coseche lo que cosecha. Por último, hay que resaltar que
Núñez Feijó es quizás el único gobernante que en la actual época de recortes y
restricciones no sólo gana, sino que amplía su mayoría. Algo debe estar
haciendo bien y más de uno, en vez de envolverse en la bandera regional,
debería tomar nota.
Y
en el País Vasco tenemos la otra cara de la moneda de la jornada electoral. El
partido ganador, al igual que en las últimas autonómicas vascas, vuelve a ser
el PNV aunque en esta ocasión pierde tres escaños. Los partidos
constitucionalistas se llevan un batacazo, el PSOE, responsable del Gobierno
vasco y del adelanto e estas elecciones, pierde nada menos que nueve escaños y
el Partido Popular, su socio hasta hace unos meses, pierde tres pasando de
trece a diez. El Sr. Basagoiti, en su comparecencia tras conocer los
resultados, no ha hecho, como era de esperar, ninguna autocrítica y debería
hacerla, al menos, en los próximos días porque estos resultados son malos para
el PP vasco y confirman el progresivo distanciamiento que su particular
liderazgo ha ido generando en torno al núcleo de dirigentes históricos
populares y de importantes bolsas tradicionales de votos del Partido popular
vasco. Pero lo más preocupante es que los verdaderos vencedores de estos
comicios son los representantes de ETA, Bildu, que logra entrar en la cámara
vasca con nada menos que 21 escaños, convirtiéndose así en la segunda fuerza
política de la cámara de Vitoria, algo que habrá que agradecer, entre otros, a
los miembros del Tribunal Constitucional. Con ello, los nacionalistas, la suma
de PNV y Bildu, supone los dos tercios de la cámara vasca. Se abre ahora un
período político cuando menos inquietante y preocupante para quienes defienden
la convivencia pacífica, la desaparición definitiva de ETA y la tolerancia y
respeto en el País Vasco. Hoy, sin ir más lejos, se ha podido ver claramente,
cuando el Lendakari iba a votar, cómo se las gastan los energúmenos de Bildu y
su respeto por el acto más importante en toda democracia, el ejercicio del voto
en libertad y sin coacciones. Es posible que el PNV encuentre en Bildu el
aliado imprescindible si decide situar prioritariamente en la agenda política
el tema de la independencia. Pero, si no es así, no conviene olvidar que PNV y
Bildu son enemigos ideológicos y que los puntos de encuentro en los temas
sociales y políticos del día a día son muy escasos.
En
todo caso, hoy ha vuelto a ser la fiesta de la democracia en estas dos regiones
españolas y habrá que confiar en que próximamente se vayan despejando dudas e
incertidumbres y que se haga en el mejor sentido posible para la sociedad
española en su conjunto.
Santiago
de Munck Loyola
jueves, 18 de octubre de 2012
miércoles, 17 de octubre de 2012
Manifiesto por la regeneración interna. Candidatura “Esperanza Popular”.
Los afiliados del Partido Popular
de Alicante que respaldamos este documento creemos firmemente en los principios
políticos básicos que inspiran los Estatutos del Partido Popular y que se
sustentan en la participación, en la información, en el debate y en la
democracia interna. No nos resignamos a una forma de hacer política de partido
de espaldas a los afiliados, ni podemos seguir aceptando un modelo caduco que
aleja al Partido Popular de la ciudad de Alicante de la militancia y de los
ciudadanos.
En este sentido rechazamos en
primer lugar la decisión de la Junta Provincial de Alicante de suprimir la Junta Local de la
ciudad de Alicante y de dividir al partido local en distritos por vulnerar,
entre otras cosas, los Estatutos Nacionales del Partido Popular. Se trata de
una decisión tomada de espaldas a los afiliados, de una decisión que supone
rebajar de categoría a los afiliados alicantinos en relación a los de las
localidades vecinas y de una decisión que obedece claramente a intereses
particulares y a intrigas de salón. Con ella desaparece el peso que al PP de la
ciudad de Alicante le corresponde y un instrumento global de interlocución
social y política en la ciudad.
Entendemos que el afiliado es el
único titular de derechos y obligaciones y que deben tener una concreción real
en el funcionamiento diario de nuestra organización local mucho más allá de su
simple enunciado estatutario. La realidad de los últimos años ha venido consagrando
un modelo de funcionamiento interno muy alejado de los principios básicos que
toda militancia política conlleva. Es una realidad incontestable que los
afiliados alicantinos hemos sido mantenidos al margen de la vida política
interna de la organización local y que tan sólo hemos sido convocados para
asistir a actos electorales, para desarrollar labores de apoderamiento e
intervención en mesas electorales y, en contadas ocasiones y de forma
restrictiva, para acudir a procesos electorales internos. Durante los últimos
años, los afiliados no hemos contado con cauces internos para participar en la
elaboración de los programas electorales o de las candidaturas que nos
representan en las instituciones municipales; no hemos contado tampoco con los
instrumentos internos para aportar propuestas y sugerencias que pudieran servir
para mejorar los distintos barrios de la ciudad o los diferentes sectores que
configuran el tejido económico y social de Alicante. En definitiva, la
organización local alicantina ha sido un gueto en el que el protagonista no era
el afiliado, sino diferentes clanes que se han apropiado de los derechos
políticos de los afiliados, únicos sujetos de derechos y obligaciones según
nuestros estatutos.
Queremos una organización local
viva, dinámica y fuerte, no diez organizaciones débiles y fraccionadas. Una
organización local capaz de impulsar las políticas y programas del Partido
Popular allí donde haya representantes institucionales de la ciudad de
Alicante. Una organización capaz de exigir que sus representantes en las
instituciones públicas rindan cuenta periódicamente ante los afiliados del
Partido y recojan de ellos cuantas iniciativas sirvan al conjunto de la
sociedad alicantina. Una organización local capaz de hacer realidad los
principios de austeridad, honestidad y eficacia en la gestión pública y de
apartar de su seno a cuantos vulneren dichos principios.
Pretendemos que el Partido
Popular de la Ciudad
de Alicante alcance en el seno del Partido Provincial el peso que cuantitativa
y cualitativamente le pertenece y que no siga sirviendo de simple cuota de
poder y de intercambio entre unos y otros. Queremos una organización local respetada
por la Dirección Provincial ,
con la misma autonomía que las demás juntas locales, en la que los afiliados de
Alicante sostengan a la sede provincial en la misma proporción que los demás
afiliados y por ello propugnamos que el Partido Popular de la Ciudad de Alicante cuente
con una sede propia, a pie de calle, que sea un lugar de encuentro entre los
afiliados y un punto de contacto permanente con los ciudadanos.
En definitiva apostamos por una
organización local fuerte, con la autonomía que le pertenece, asentada en los
principios de democracia interna, participación, transparencia y ejemplaridad,
capaz de ofrecer a los ciudadanos de Alicante una nueva forma de hacer
política, un proyecto de ciudad ilusionante y una gestión impecable de las
instituciones públicas.
Por todo ello, compareceremos en
las urnas en las próximas elecciones internas a través de la candidatura
“Esperanza Popular”, una candidatura cohesionada, renovada e integradora, sin
padrinazgos ni tutelas, una candidatura nacida de la militancia y al servicio
de todos los alicantinos.
En Alicante, a dieciséis de octubre de 2012.
domingo, 14 de octubre de 2012
Se han “cepillado” al PP de la Ciudad de Alicante.
Lo que algunos periodistas habían vaticinado, incluso un
servidor desde estas modestas páginas, se ha cumplido: la Dirección Provincial
de Alicante ha suprimido la Junta Local de Alicante del Partido Popular y ha
anunciado que la ciudad será dividida en diez o doce distritos. Habrá elecciones en breve para elegir a los Presidente Locales excepto en la Ciudad de Alicante. Se trata de una
decisión tomada sin contar para nada con los miles de afiliados de la ciudad de
Alicante a los que, una vez más, se ha ignorado y despreciado. Al parecer, los
populares alicantinos no tenemos ni p… idea de lo que nos conviene, pero para
eso están los señores de fuera, para decirnos lo que más nos conviene. ¡Menos
mal! No se trata de una decisión baladí, ni por sus causas, ni por sus
consecuencias, todo lo contrario. Se trata de un golpe de mano que va a tener
gravísimas consecuencias, no sólo para los afiliados del PP, sino también para
la propia ciudad.
Los comentaristas políticos, que ya venían elucubrando
sobre esta posibilidad, manejaban muchas hipótesis para explicar las causas de
una decisión cómo ésta. Algunos apuntaban que, dada la falta de autoridad
política del Presidente Císcar para imponer el código ético a la Alcaldesa de
Alicante y ante la posibilidad de que ésta se postulase como candidata a la
Presidencia del PP de la Ciudad o que promoviese a su delfín, Carlos Castillo,
se podría apostar desde la Provincial por suprimir la Junta Local de la Ciudad
y así impedir que la Alcaldesa o su pupilo presentasen su candidatura. Otros
especulaban sobre la idea de la necesidad del Presidente Provincial de impedir
que en la Ciudad de Alicante se presentasen varias candidaturas a la
Presidencia Local ya que existe cierta alergia a los procesos democráticos
internos competidos. Por último, hay quien apuntaba a que un liderazgo fuerte
en la Ciudad de Alicante sería una sombra intolerable para el Presidente
Provincial y su equipo, por lo que iban a apostar por dividir a la ciudad y
suprimir “manu militari” la Junta Local de Alicante. Lo cierto es que, sea cual
sea de estas tres razones la que se esconde tras este “golpe”, son los
afiliados populares de la ciudad de Alicante los que vamos a pagar las miserias
de unos u otros y a los que se nos rebaja de categoría, de forma injusta y
discriminatoria, frente a los demás afiliados de la Provincia.
Durante años hemos soportado que nuestra Junta Local,
debidamente anestesiada por la Dirección Provincial, no funcionase, que no
fuéramos tenidos en cuenta, ni consultados para elaborar el Programa Electoral,
o para confeccionar las candidaturas municipales o para ser informados de
cualquier asunto de interés. Hemos pagado nuestra cuota, sin que nadie nos
rinda jamás cuentas sobre el destino de la misma, sosteniendo los gastos de la
Provincial, hemos sido convocados para ser interventores y apoderados en las
elecciones, para rellenar mítines o cenas y punto. Y, ahora, a poco más de un
mes de iniciar nuestro proceso democrático interno en el que podíamos elegir
una nueva dirección local y para el que algunos habíamos empezado a construir una
candidatura regeneradora, democrática y participativa, a la vista de la misma,
la Dirección Provincial decide que no, que la Ciudad de Alicante no puede tener
una Junta Local como la de Elche, por ejemplo, y que a los populares
alicantinos lo que nos conviene es dividirnos en distritos y perder la
identidad y el referente de gran ciudad que Alicante conlleva.
Y para esta turbia maniobra, se acogen al Art. 14.3 de los
Estatutos Provinciales que señalan que “En
los municipios cuyo número de habitantes o afiliados así lo exija, podrán
constituirse Juntas de Distrito por acuerdo del Comité Ejecutivo Provincial”. Claro,
que no queda más remedio que preguntarse ¿por qué en Alicante y no en Elche
también? ¿Por qué se nos rebaja de categoría a los afiliados de la ciudad de
Alicante? Poco importa, al parecer, que el Artículo 19.3 de los Estatutos
Nacionales del Partido Popular señale que “el
Partido Popular, a través de sus estructuras territoriales, procurará su
presencia permanente en todos los municipios mediante la creación y potenciación de las Juntas Locales”.
¡Curiosa forma de potenciar a la
Junta Local de la Ciudad de Alicante! ¡Cepillándosela! La posibilidad de
constituir Juntas de Distrito, también recogida en los Estatutos Nacionales en
su Artículo 20.5, no es excluyente ni incompatible con la existencia de las
Juntas Locales cuya potenciación es un mandato estatutario nacional, se trata,
como cualquiera puede entender, de un instrumento de ayuda y descentralización
para aquellas Juntas Locales muy grandes. Si no fuera así, sobraría el Artículo
19.3 de los Estatutos Nacionales del PP.
Diez o doce Juntas de Distrito del PP en la Ciudad de
Alicante y la inexistencia de una Junta Local
de la ciudad tendrá varias consecuencias:
1º La ciudad de Alicante carecerá de peso y entidad propia
en el conjunto del Partido Popular de la Provincia de Alicante.
2º Los afiliados populares de Alicante estarán
discriminados respecto a los afiliados populares de otras grandes ciudades de
la Provincia.
3º No existirá una única voz popular en la ciudad de
Alicante.
Es evidente que la inexistencia de una organización
popular para toda la ciudad de Alicante imposibilitará la elaboración de las
políticas del Partido Popular para el conjunto de la ciudad. ¿O acaso piensan
en la Provincial usurpar ese papel a los afiliados de la ciudad? ¿Habrá diez o
doces voces populares según el barrio? No tiene sentido. La ciudad de Alicante
necesita un Partido Popular fuerte, capaz de desarrollar un proyecto de ciudad
global, único y de sacarla de su actual atonía y ausencia de liderazgo.
Desde la candidatura “Esperanza Popular” es lo que
estábamos construyendo: un proyecto regenerador de la política interna del
partido, un proyecto nacido desde la militancia, no desde las moquetas
oficiales, un proyecto basado en la participación, en el debate y en la
democracia interna, un proyecto capaz de imponer el Código Ético a todos sus
cargos públicos y de impulsar las políticas necesarias para volver a situar a
Alicante en el lugar que se merece. Y en la Dirección Provincial tenían
conocimiento de ello. Lucharemos ahora para que cumplan con los Estatutos
Nacionales y para que potencien nuestra Junta Local, la Junta de nuestra
Ciudad, para que nos la devuelvan. Y si no lo conseguimos, la candidatura “Esperanza
Popular” se presentará en todos los distritos, con un mismo programa para toda
la Ciudad.
Si a los afiliados de Alicante nos hubiesen contado hace
tres meses en el Congreso provincial que se iban a cargar nuestra organización
local, a lo mejor no habríamos votado a quienes votamos. Hay cosas que no se
deberían ocultar. Hacerlo dice muy poco en favor de quien lo hace.
Santiago de Munck Loyola
miércoles, 10 de octubre de 2012
¿Desafección hacia la clase política? No, puro rechazo.
Parece
ser que últimamente los dirigentes del Partido Popular y del PSOE han empezado
a detectar lo que algunos llaman la “desafección” de una gran parte de los
ciudadanos hacia la clase política y que, en consecuencia, van a estudiar el
asunto para intentar corregirlo. O sea, que han tardado pero empiezan a notar
algo que para cualquiera era evidente: que muchos ciudadanos están
profundamente “cabreados” con la clase política. Y fieles a su proverbial
sentido de Estado los dirigentes de los partidos mayoritarios han empezado por
done siempre, por culparse mutuamente del progresivo rechazo que la clase
política genera en la gente. Sólo falta que para completar sus costumbres el
anunciado estudio conjunto de medidas para abordar el problema se haga mediante
la constitución de una comisión parlamentaria a 600 € de dietas por asistente.
Ya lo decía Napoleón, “si se quiere que un asunto no prospere, forme una
comisión de estudio”. Y tan felices.
Una
vez más, parece que la clase política no se da cuenta del verdadero alcance del
problema que puede suponer el creciente rechazo que provoca en los ciudadanos y
que es incapaz de aprender de la experiencia italiana en los años 90 que supuso
el derrumbamiento electoral de los partidos tradicionales o de otras
experiencias en las que los populismos han barrido partidos e instituciones.
Nuestra
sociedad se ha empobrecido enormemente y los continuos recortes provocan un
profundo malestar y un rechazo cada vez más generalizado. Los españoles pagamos
hoy las consecuencias de la mala gestión de la clase política mientras que ésta
sigue inalterable instalada en sus privilegios. Es la clase política la que ha dispuesto
la construcción de aeropuertos vacíos, de autopistas que nadie usa o de
edificios e instalaciones insostenibles y lo ha hecho sin tener el dinero
necesario para ello, pidiéndolo prestado. Ahora, no sólo hay que devolver ese
dinero sino que, además, hay que pagar unos intereses anuales que se comen el
presupuesto público. La mala gestión de la clase política la sufrimos todos los
ciudadanos y, sobre todo, los que cuentan con menos recursos.
Es
normal que la mala gestión de los políticos provoque un mayor distanciamiento
de los ciudadanos hacia ellos, pero no es sólo eso. Es que, además, nuestra
clase política no ha hecho la más mínima autocrítica. Aquí nadie ha tenido la
honestidad intelectual de reconocer los errores y de pedir, en consecuencia,
perdón a los ciudadanos. O culpan al adversario de los problemas o, en algunos
casos, se envuelven en la bandera regional para ocultar su profundo fracaso y
engatusar a su opinión pública con quimeras antihistóricas. Y no contentos con
ello, nuestra clase política, salvo honrosas excepciones, sigue instalada en un
mundo de auténticos privilegios que suponen un agravio y un insulto permanente
hacia sus víctimas, los sufridos ciudadanos. Es francamente improbable que sin
un verdadero ejercicio de autocrítica nuestra clase política sea capaz de
corregir su rumbo.
Son
muchas las cosas que deben cambiar para intentar recuperar la confianza y la
credibilidad del conjunto de los ciudadanos. Y lo primero que tendrían que
asumir es que sin ejemplaridad sobra todo lo demás. Ante millones de ciudadanos
asfixiados por subidas de impuestos, por el desempleo o por recortes en
servicios esenciales es imprescindible que la clase política ofrezca un ejemplo
de sacrificio y de austeridad y debe hacerlo, además, porque ella es la
causante de nuestros males.
¿Sobran
políticos? Es probable, pero no es ése el único problema. ¿Podemos gastarnos
350 millones de euros al año en sostener los Parlamentos Autonómicos? Puede que
no. Son preguntas cuyas respuestas requieren un estudio mucho más profundo y
cuya solución sólo puede pasar por un amplio consenso político y social. Sin
embargo, hay otros aspectos más inmediatos que sí podrían suponer un gran paso
hacia la ejemplaridad de la clase política. Es el caso de las retribuciones con
dinero público. Hay que terminar de una vez con los abusos. En un país
arruinado las administraciones públicas no pueden seguir pagando salarios por encima
de los 70.000 € que cobra el Presidente del Gobierno. Es también el caso de los
privilegios fiscales de los parlamentarios ¿por qué no tributan en el IRPF como
cualquier ciudadano? ¿No conocen la diferencia entre inmunidad parlamentaria e
impunidad? Es igualmente el asunto de las pensiones. Mientras que a los
ciudadanos se nos endurecen los requisitos y períodos para cobrar una
determinada pensión ¿por qué hay que consentir que nuestros parlamentarios
puedan cobrar la pensión máxima con sólo 11 años cotizados? ¿Por qué no se
someten al régimen general? Es el régimen de incompatibilidades, por ejemplo,
que permite que parlamentarios y políticos cobren con cargo al erario público
dos o más retribuciones disfrazas como indemnizaciones, pensiones o salarios. Nuestros
parlamentarios cobran sus sueldos íntegros y, sin embargo, simultanean su
actividad parlamentaria con dedicaciones privadas. Pues no, en las actuales
circunstancias no se lo pueden permitir. Les pagamos un sueldo íntegro para que
se dediquen exclusivamente a su labor y si no les parece suficiente que
renuncien al escaño. Es el caso de los coches oficiales, de los viajes gratis
total, de los consejos de administración, de los teléfonos gratuitos, de las
dietas por alojamiento teniendo casa propia en la capital, los taxis a cargo de
los contribuyentes,… La lista de privilegios prescindibles sería muy extensa y
si no la recortan, como nos recortan nuestros sueldos y prestaciones, el
rechazo hacia la clase política seguirá creciendo. Y del rechazo a la expulsión
hay muy poquito.
Necesitamos
una clase política ejemplar y ésta no lo es. Una clase política que haga su
trabajo, que cobre por él, que no se beneficie de aquello que no pueden
disfrutar los ciudadanos, que, en definitiva, tenga la autoridad moral y la
legitimidad de ejercicio suficiente como para poder pedirnos sacrificios a
todos.
Santiago
de Munck Loyola
martes, 9 de octubre de 2012
Sobre la Alcaldesa de Alicante: un análisis demoledor.
El
pasado domingo, 7 de octubre, el Diario El Mundo, bajo el titular “La última Alcaldesa en aferrarse al cargo”
publicó un demoledor artículo de Héctor Fernández que plantea no pocas
interrogantes y deja perplejo a cualquier afiliado del Partido Popular sobre
los oscuros “manejos” que se producen en su interior. El artículo en cuestión
empieza así: “Sonia Castedo se ha
convertido en una piedra en el zapato de José Ciscar, Alberto Fabra y María
Dolores de Cospedal. O lo que es lo mismo, de todas las estructuras del PP,
desde la provincial hasta la nacional pasando por la autonómica. Su negativa a
dimitir como primera edil de Alicante después de la imputación de tres graves
delitos, tráfico de influencias, cohecho y revelación de información
privilegiada, y de que tenga la ciudad paralizada a la espera de su horizonte
panal, se ha planteado como un pulso a las diferentes cúpulas del partido que
en otros casos han enseñado ya la puerta de salida a los imputados”.
Poco
más adelante continúa afirmando que “Alberto
Fabra ha sido inflexible con altos cargos de la Generalitat dependientes
directamente de él, como es el caso del cese inmediato del ex secretario
autonómico de Turismo, Luis Lobón, por su imputación en el caso Noós… Por eso,
lo que muchos en el partido se preguntan es ¿por qué Castedo se le resiste?”
El
articulista ofrece cuatro razones para explicar esa resistencia de la Alcaldesa
de Alicante:
“1º Maneja los tiempos del Partido en vez de que
sea al revés. Castedo, pese a sus
errores mediáticos, está siendo habilidosa en el manejo de los tiempos. Ha
conseguido que solo haya un interlocutor, el Presidente provincial del PP, José
Ciscar, entre el Presidente Regional y ella. Y le ha arrancado el compromiso de
protegerla mientras no haya nuevas decisiones judiciales. Ciscar está dispuesto
a aplazar la Asamblea del PP de Alicante lo máximo para permitirle presentarse
en el supuesto de que se archive la causa. En caso contrario, o promociona a su
delfín, Carlos Castillo, como Presidente local o dividirá el partido en
distritos para que no haya ningún contrapoder a la estructura provincial…
2º
Juega con el miedo del PP a una escisión en Alicante…. Además, ha
extendido la amenaza que si se le obliga a dimitir podría presentarse en 2015
como independiente y arrebatar la Alcaldía al PP…
3º El
PPCV y la Generalitat tienen sus propios problemas…. Gürtel,
Noós y Cooperación…
4º Se
ha convertido con el paso de los años en la “líder” de los críticos con Fabra
en la Provincia.
Para
concluir su análisis, el articulista ofrece una última explicación para la
numantina resistencia de la Alcaldesa:
Sin
ninguna salida fuera de la política.
“No se va porque no tiene donde irse”
dicen sus compañeros. Y es que Castedo no tiene profesión fuera de la política.
… A esto se añade que durante este año ha intentado colocar a su marido
desempleado (Arturo Soto “Turi”, de profesión transportista) en la Diputación,
sin éxito.”
De
todas estas razones expuestas en este periódico no se puede admitir ninguna con
el peso suficiente para explicar, no la esperada resistencia de la Alcaldesa a
presentar su dimisión, sino la falta de un pronunciamiento claro y contundente,
de un gesto inequívoco de reprobación por parte del Presidente Regional y del
Presidente Provincial. Si se diese por válida la primera razón, el manejo de
los tiempos, deberían sonar todas las alarmas en el Partido Popular ya que sólo
cabría preguntarse qué fuerza oculta la Alcaldesa, qué arma tan poderosa
esconde como para doblegar al Presidente Provincial y obtener de él su
protección hasta el punto de condicionar el calendario para la elección de un
nuevo Presidente Local de Alicante, para imponer en su caso al delfín de Sonia
Castedo, Carlos Castillo, (más de lo mismo) o para dividir a la ciudad en
distritos agraviándola, una vez más, en relación a la ciudad de Elche, por
ejemplo. Cualquiera de estas tres opciones sería no sólo una muestra de
debilidad de la Dirección Provincial sino, además, un claro desprecio a los
derechos de los afiliados de la Ciudad de Alicante a los que se demostraría que
nada ha cambiado tras el Congreso Provincial, que sobreviven hábitos caducos y
podridos en la forma de hacer política.
Es
muy poco probable que alguien pueda tener miedo a una hipotética escisión del
PP Alicantino liderada por alguien imputado y que hasta el día de hoy ha
demostrado una clara incapacidad para liderar un proyecto de ciudad y cuyo
estilo político se aleja cada día más de las exigencias morales que el servicio
público impone. Las convocatorias electorales están llenas de cadáveres
políticos de muchos que un día se creyeron por encima de las siglas de su
partido y que llegaron a creerse valores políticos “per se”.
Es
evidente que su perfil profesional o, mejor dicho, su incapacidad para ganarse
la vida fuera de la sombra del poder condiciona enormemente el paso de la
dimisión en la Alcaldesa de Alicante. Pero ni esa, ni ninguna de las otras
razones pueden servir de excusa para que la Dirección Provincial adopte una
postura pública clara y tajante, salvo que haya algo más que esconder. Si la
política del Presidente Fabra es “aparcar” a los imputados, la Alcaldesa de
Alicante no puede ser una excepción. Si no quiere dimitir como Alcaldesa
(podría conservar su asiento de concejal hasta que se diluciden las causas
penales contra ella y volver al primer asiento en el caso de que salga limpia),
la Dirección Provincial tiene la obligación moral, ética y política de pedir su
dimisión y, en su caso, de ordenar una moción de censura a los concejales
populares. Más vale una vez colorado que ciento amarillo. Todo lo que no pase
por ahí son paños calientes inaceptables para cuantos propugnamos
transparencia, honestidad, democracia interna y participación en el seno del
Partido Popular.
No
es de extrañar que con la pasividad de muchos, los silencios de algunos y la
trayectoria de unos pocos, hoy mismo, algunas encuestas (http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/10/08/valencia/1349726507_027630.html)
pronostiquen un vuelco electoral en la Comunidad Valenciana anunciando una
próxima mayoría de izquierdas. Y seguramente así será si no se actúa de forma
ejemplar, si no se recupera la sintonía con los ciudadanos cansados de una
clase política, responsable de la crisis, y enrocada en su mundo de privilegios
y conspiraciones. La izquierda valenciana está encontrando a sus mejores
aliados en los Alperi, Castedo, Blasco, etc. y algunos no nos vamos a resignar
a ello (https://www.facebook.com/pages/Foro-Plataforma-Popular-de-Alicante/142778659189545?fref=ts).
Santiago
de Munck Loyola
lunes, 8 de octubre de 2012
Mi calle.
“Todos tenemos un banco, un árbol, una
calle en la que hemos mecido nuestros sueños” decía el estribillo de una canción que ganó el Festival de Eurovisión
allá por los años setenta. En mi caso es cierto. A mediados del año 1963
nuestros padres trasladaron el domicilio familiar de Colmenar Viejo a Madrid,
en el distrito de Chamartín. Nuestra casa era un adosado con garaje y dos
plantas. La calle en la que estaba situado se llamaba, curiosamente, Plaza de
los Castaños. Ni se trataba de una plaza ni había castaños en las proximidades.
Era una calle corta, con árboles a ambos lados de la misma, las anchas aceras
tenían parte del suelo con tierra. Había sólo seis viviendas a un lado de la
calle y al otro la parte trasera de la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora
compuesta por los despachos parroquiales, las viviendas de los sacerdotes y del
sacristán y la entrada a un gran patio de arena de la Parroquia en el que los
chavales del barrio jugaban al fútbol hasta que a finales de los años ochenta
un párroco, D. Jesús Pérez de Miguel, decidió que era más productivo para la
obra de Dios dedicarlo a aparcamiento para vehículos que al esparcimiento de la
chiquillería del barrio.
Con
el paso de los años, la calle perdería su denominación de plaza y pasaría a ser
la prolongación de la Calle Gabriel y Galán. En una calle tan corta, con seis
viviendas, vivíamos más de 20 chavales por lo que pronto se convirtió en un
lugar de juegos y de encuentro para muchos niños del barrio. Desde pequeño casi
el peor castigo que uno podía recibir era no bajar a la calle mientras esta
rebosaba de vida. En las zonas de tierra construíamos larguísimas carreteras
para hacer carreras con cochecitos o para jugar con las chapas. El Tour, el
Giro o la Vuelta a España se reproducían año tras año con resultados muy
diferentes a los oficiales. Había quien se preparaba chapas de verdadero lujo:
el fondo con la foto de un ciclista recortada de un cromo y sobre ella un trozo
de cristal bien redondeado tras horas de lijado contra el bordillo de granito y
sellado con jabón. Las partidas de canicas también constituían todo un evento
social. Canicas de cristal con llamativos colores dentro o de barro cocido se ponían
a veces en juego y solían terminar en la bolsita de tela del ganador.
Durante
los primeros años, solían pasar ovejas que eran conducidas a pastar a lo que
años más tarde sería el Parque de Berlin. La calle se convertía todos los
veranos en una improvisada pista de tenis. Había tan poca circulación que
extendíamos una cuerda de una acera a otra y jugábamos partido tras partido.
Fue aquella calle para muchos de nosotros la pista de aprendizaje para montar
en bicicleta o en patinete. Una BH para nueve hermanos no da para mucho pero
hacíamos turnos o, al menos, lo intentábamos. También, la suave pendiente que
había en el inicio de la calle sirvió para las primeras prácticas con los
patines. Los nuestros tenían ruedas metálicas y hacían un ruido tremendo. Poco
después aparecieron los de lujo: patines con ruedas de goma que se deslizaban
silenciosamente.
Con
el tiempo instalaron un banco de madera y se convirtió en el lugar de encuentro
para muchos chavales del barrio. En verano la calle se llenaba sobre todo al
atardecer hasta bien entrada la noche. Hacíamos un paréntesis para la cena y, a
veces, ni siquiera éso ya que nos bajábamos el bocadillo. La calle se llenaba
de distintos grupos formados según la edad: los pequeños, los medianos y los
mayores. A veces, según el juego o la actividad los grupos se entremezclaban.
Se jugaba al churro, al palo envenenado, al escondite inglés o a la correa. En
ocasiones, alguien llevaba una guitarra y cantábamos canción tras canción. Los
primeros cigarrillos, los primeros flechazos, los primeros celos o los primeros
desengaños de muchos nacieron en aquella calle. Desde los quince hasta los diecinueve
años, más o menos, esta calle fue mi club, un punto de encuentro obligado con
amigos. Fue también la sede de mi Grupo Scout cuyo local estaba en el sótano de
la Parroquia. Era algo más que una simple calle, un lugar de juegos, de
fiestas, de verbenas Scouts cada mes de junio. Punto de partida y de llegada de
excursiones y campamentos. En aquel banco, bajo aquellos árboles y en aquella
calle se mecieron mis sueños, disfruté de mi familia y abracé recuerdos inolvidables.
Santiago
de Munck Loyola
jueves, 4 de octubre de 2012
Los empleados públicos chivos expiatorios.
Parece
que en esta crisis los empleados públicos se han convertido en una especie de
chivo expiatorio al que inmolar sobre el altar de los recortes. Es como si todo
gobierno que se precie tuviera la necesidad o la obligación de propinar a este
colectivo un pescozón para general deleite de la opinión pública. ¿Que los
políticos han despilfarrado y han malgastado el dinero de los contribuyentes?
Pues nada, siempre se empieza por congelar o recortar las retribuciones de los
empleados públicos. Eso sí, de forma previa es preciso contar con la atmósfera
adecuada y ningún ambiente más propicio para ello que el existente con más de
cinco millones de parados en el que calan perfectamente toda clase de mensajes:
que sobran muchos empleados públicos, que no trabajan lo exigible, que se lo
llevan crudo, que tienen mucho absentismo laboral o que tienen asegurado de por
vida el puesto de trabajo. Una vez se ha predispuesto adecuadamente a la
opinión pública se produce el cíclico hachazo que generalmente es recibido con
alborozo y satisfacción de muchos.
Es
evidente que la imagen de los empleados públicos no se encuentra en esta época
en sus mejores momentos. Es muy posible que a ello también haya contribuido la
irresponsabilidad o la cara dura de algunos empleados públicos. Es cierto que
existen en algunos ámbitos determinados abusos, pero si es así los responsables
son los mandos, generalmente los políticos, que no han puesto remedio a estas
situaciones, bien porque no han querido o bien porque no han sabido. A buenas
horas un empresario permitiría que, día tras día, sus empleados llegasen dos
horas tarde a trabajar como ocurre en algunos juzgados, por poner un ejemplo, o
que sus trabajadores se llevasen a casa para uso particular materiales de la
empresa, como ocurre en algunos hospitales o centros de salud, por poner otra
ejemplo. A ningún buen empresario tampoco se le ocurriría poner a dirigir una
fábrica o una tienda a personas sin la más mínima preparación por el simple
hecho de pertenecer al mismo club de fútbol y, sin embargo, estamos hartos de
ver cómo el simple hecho de poseer un determinado carnet político o la simple
amistad sirve para ostentar máximas responsabilidades en muchos ámbitos
públicos. Parece pues que existe una evidente responsabilidad en el
consentimiento de determinados abusos por parte de algunos empleados públicos,
abusos que en todo caso se producen por culpa o negligencia de la clase
política y cuya difusión mancha la imagen del conjunto de servidores públicos.
Y si a ello se añade la irracional pretensión de algunos políticos de
identificar la gestión privada como paradigma de todas las bondades entonces
podremos hacernos una clara idea de que detrás de esta mala imagen existe algún
interés oculto.
Pese a todo, la realidad de la función
pública es mucho más compleja de lo que evidencian las simplificaciones
interesadas que circulan por ahí. Los empleados públicos también pueden perder
sus puestos de trabajo, claro que sí. Con más o menos dificultad según su
carácter funcionarial o laboral, pero pueden perderlo en determinadas
ocasiones. Esa justificación de que son unos privilegiados por tener un puesto
de trabajo para toda la vida y que por tanto no pasa gran cosa porque se les
recorte el sueldo es falsa. Parece increíble, que el patrón de patronos, el Sr.
Rosell, afectado por algún tipo de fobia funcionarial, pidiese hace unos meses
sacrificios a los empleados públicos justificándolo precisamente "como
tributo a los que no tienen un contrato para toda la vida" y en
compensación por las "ventajas y beneficios". Afirmaba pomposamente
que "no es el momento de la queja constante, sino de la
responsabilidad constante". Y se quedó tan ancho mientras sigue
percibiendo subvenciones que pagamos todos. Pues bien, desde 1982 a 2007, sin contar los sablazos
del Sr. Zapatero y los últimos del Sr. Rajoy, los empleados públicos han
perdido más del 42 % de su poder adquisitivo. ¿Más sacrificios?
Y forman parte de esta función pública a
la que hay que seguir recortando para regocijo del personal los Policías, los Guardias
Civiles o los soldados que nos protegen y a veces a costa de su propia vida,
los bomberos y agentes forestales que mueren cada año en los pavorosos
incendios que nos asolan cada verano, las trabajadores sociales que se ven
desbordados para atender a los cientos de miles de personas arruinadas por la
gestión de los políticos, el personal sanitario en cuyas manos ponemos nuestras
propias vidas, el personal docente al que confiamos a nuestros hijos, las miles
de personas que mantienes habitables nuestras calles o todos aquellos que nos
resuelven la complicada burocracia que nos imponen unos dirigentes políticos
incapaces de construir una sociedad más racional, por citar algunos ejemplos.
No, los empleados públicos no son una cuerpo informe y abstracto idóneo para
cualquier ocurrencia presupuestaria.
Hay quien dice que sobran, como mínimo,
500.000 empleados públicos en España. No lo sé. Puede que sea así pero una cosa
es indudable: si queremos recibir unas prestaciones públicas de calidad, los
empleados públicos son imprescindibles y deben ser tratados justamente. Es
evidente que existen sectores no esenciales, en concurrencia desleal con el
sector privado y además permanentemente deficitarios que podrían ser perfectamente
prescindibles sin que se resientan los pilares básicos de una sociedad moderna,
es decir, la sanidad, la educación y la atención social. Pero da la casualidad
de que es precisamente en aquellos sectores no esenciales donde los Partidos Políticos han
encontrado un auténtico filón para colocar a sus huestes prescindiendo, además,
de los principios para el acceso a la función pública. Hay quien prefiere, por
ejemplo, recortar el personal sanitario de su Comunidad Autónoma antes que
cerrar las seudoembajdas abiertas por medio mundo en las que familiares y
amigotes encuentran una colocación a medida. Un ejemplo perfecto de lo que no
se debe hacer.
Santiago de Munck Loyola
lunes, 1 de octubre de 2012
¿Castedo y Alperi con o contra Fabra?
Se quiera o no reconocer hoy se ha
producido un agravamiento de la situación política de la Alcaldesa de Alicante,
Sonia Castedo, y de su antecesor, Luis Díaz Alperi, ambos, además, diputados
alicantinos en las Cortes Valencianas. El juez instructor del caso Brugal en el
Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana los ha citado como
imputados por su supuesta implicación en el caso Brugal, que investiga
supuestos amaños en el Plan General de Ordenación Urbana de Alicante en favor
del empresario Enrique Ortiz. La Alcaldesa y su antecesor deberán declarar por
los supuestos delitos de revelación de información privilegiada facilitada por
autoridad, tráfico de influencias y cohecho.
La imputación de los dos políticos
populares supone el ascenso de un peldaño más en la escalera judicial. Es
evidente que una imputación no supone lesión alguna del principio de presunción
de inocencia, pero es incuestionable que implica consecuencias en el ámbito de
la responsabilidad política. En todo caso, la imputación de ambos
parlamentarios autonómicos y, en especial, de la Alcaldesa es una losa más para
la imagen del Partido Popular de Alicante, para la agónica vida interna del
partido en la ciudad y para la errática política municipal del consistorio
alicantino.
Esta lamentable situación se añade a
otros hechos que en los últimos tiempos han propiciado una más que cuestionable
política municipal y que han puesto en entredicho la imagen y las políticas de
regeneración impulsadas por el Presidente Fabra.
Retrocediendo en el tiempo hay que
recordar la irresponsabilidad y la desmedida ambición que suponía ser candidata
simultáneamente a la Alcaldía de una ciudad tan importante como Alicante, que
requería una dedicación exclusiva, y a un escaño en las Cortes Valencianas. Y
los hechos han confirmado lo desafortunado de esa elección. Después de las
pasadas elecciones, los alicantinos supimos que no todos los concejales
mayoritariamente elegidos por los ciudadanos iban a ostentar responsabilidades.
La Alcaldesa usaba su cargo político para defenestrar a los compañeros no
adictos a esas rocambolescas “familias” que se habían organizado en el seno del
Partido Popular. Daba igual lo que los ciudadanos hubiesen votado.
Más tarde, en el mes de marzo, los
medios de comunicación se hicieron eco de la curiosa forma en que el
Ayuntamiento de Alicante entendía el objetivo de austeridad del Partido
Popular: 47 cargos de confianza en una Corporación de 29 concejales, más de 1,4
millones de euros anuales, algo escandaloso. Y para más abundamiento que el
Grupo Municipal Popular, con 18 concejales, contaba con 37 asesores y
administrativos (personal de confianza). Un poco más tarde otra vez los medios
de comunicación se hacían eco también de curiosos casos de nepotismo en el
Ayuntamiento de la ciudad. Un Diario nacional denunciaba que “Ortiz tiene en nómina al cuñado de Castedo
y a los hijos del técnico que le da contratos” y que “trabajaban para la empresa de limpieza de
la ciudad, la adjudicación más cara de
Alicante”. Igualmente
dicho Diario añadía: “Más
casos: dos hijas de Alperi, parientes de concejales y el marido de la portavoz” con el
siguiente subtítulo “el
PP evita reaccionar contra los brotes de nepotismo en Alicante”. La noticia denunciaba
que la empresa adjudicataria de la recogida de basuras y limpieza viaria,
Inusa, mantenía en plantilla al cuñado de la Alcaldesa de Alicante, Sonia
Castedo, y a los dos hijos del técnico encargado de contratar este servicio en
el año 2000, Víctor López,…los tres forman parte de los 600 empleados de Inusa
y cobran más de 24.000 euros al año. Más adelante, el periódico añadía que “la primera edil tampoco ha negado nunca que
se haya valido de sus influencias para emplear a gente… Castedo agregó
desafiante: lo he hecho porque forma parte de mi trabajo como Alcaldesa, y lo
voy a seguir haciendo”. Bajo el titular sobre las hijas de Alperi, el
redactor de la noticia detallaba además los casos relativos a contrataciones no
sólo de las hijas del exalcalde, sino también de la hija y de la sobrina del
Concejal Miguel Valor, en puestos de confianza, o el caso del marido de la
Portavoz Popular Marta García- Romeu.
El pasado mes de julio, un periódico
denunciaba que la Alcaldesa de Alicante cobraba un extra de 584 € mensuales por
liderar en las Cortes Valencianas la Comisión de Seguridad Nuclear a la que no
asistía. Y nadie desmintió esa noticia. Y, finalmente, el pasado mes de
septiembre se conoció el escrito del abogado defensor de la Alcaldesa tratando
de justificar el injustificable, baboso y esperpéntico tono de las
conversaciones entre toda una Sra. Alcaldesa y un empresario, entre Sonia
Castedo y Enrique Ortiz. Para ello el Sr. Letrado acudía nada menos que a la
semántica para intentar explicar, sin conseguirlo, que amañar un Plan General
no es lo mismo que apañarlo. Sobran los comentarios.
Llueve sobre mojado. No se trata de
un hecho aislado, sino de una forma de actuar, de una manera de hacer política
poco estética y bastante alejada de los principios éticos que postula el
Partido Popular. Sin prejuzgar culpabilidades, hoy no queda más remedio que
citar al Presidente Fabra quien el pasado mes de abril manifestó que era
necesario "aparcar" a las
personas imputadas de la dirección de los partidos políticos para "retomar la confianza de los ciudadanos
y marcar "una línea muy clara de lo que tiene que ser el servicio a los
ciudadanos, la transparencia y, sobre todo, la responsabilidad". Hoy,
los dos nuevos imputados tienen una ocasión de oro para demostrar o no su sintonía
con el Presidente de la Generalidad Valenciana.
Santiago de Munck Loyola
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