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martes, 18 de septiembre de 2012

Se va Esperanza.



Hoy, seguramente, ha sido un gran día de alegría para la izquierda española y, en especial, para la izquierda madrileña. El motivo no puede ser otro que la inesperada dimisión de la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Tal y como recuerdan ahora los comentaristas políticos, deja su cargo quien en diez ocasiones consecutivas y en convocatorias electorales de distinto tipo ha venido ganando a la izquierda de Madrid. Con cada una de sus victorias electorales, cada vez más amplias, Esperanza Aguirre acrecentó el odio exacerbado de sus oponentes políticos. Se marcha la senadora más votada, la primera Presidenta del Senado y la Primera Presidenta de la Comunidad de Madrid. Una auténtica avanzada de la presencia de la mujer en primera línea política, sin cuotas de por medio, sólo con trabajo, con entrega, con dedicación e inteligencia.

Hay quien intenta ver tras su dimisión algo más que los motivos personales que ella ha invocado para justificar su decisión. Se habla de diferencias con el Gobierno del Presidente Rajoy a propósito del caso Bolinaga o con el Ministro Montoro sobre la financiación de la Comunidad de Madrid pero no parece que estas discrepancias puedan ser suficientes para justificar una decisión personal de la envergadura que Esperanza Aguirre ha tomado. Sólo quien ha sufrido una enfermedad como la que ha padecido la Presidenta madrileña es capaz de comprender hasta qué punto su irrupción en la vida de una persona puede modificar la escala de valores por la que cada uno se rige o cambiar las prioridades vitales de un ser humano. Alguien como Esperanza Aguirre cuya trayectoria política se ha caracterizado siempre por la valentía verbal, por decir en cada momento lo que consideraba oportuno, sin mucho miramiento hacia lo políticamente correcto, no parece que se plantee abandonar el poder cuando está además en la cumbre del mismo por desencuentros concretos con sus compañeros de partido en el Gobierno. Todo lo contrario, parece que hay que conceder toda la veracidad del mundo a los motivos personales que ella ha esgrimido para justificar su decisión y uno tiene la sensación de que se trata de una decisión tomada hace mucho tiempo.

Desde el año 1991 hasta el año 2003, tuve el privilegio de poder colaborar con ella en diferentes tareas de partido. Compartimos mesa y mantel en varias ocasiones, recorrimos mercadillos, verbenas populares, visitamos obras, nos reunimos con empresarios y, en algunas ocasiones, mantuvimos diferencias sobre algunos asuntos políticos. Siempre se mostró clara e incluso vehemente a la hora de exponer sus convicciones pero se mostraba dispuesta a escuchar opiniones diferentes. Y sobre todo era y es una excelente compañera de partido, dispuesta a echar una mano cuando era necesario.

Se va de primera línea política una persona con una capacidad de liderazgo indiscutible y con unas profundas convicciones liberales, quizás demasiado liberales para un partido como el Popular que ha aglutinado diferentes corrientes ideológicas del centro y de la derecha española. Se va una Presidenta regional cuyo liderazgo ha trascendido el ámbito geográfico de la Comunidad de Madrid convirtiéndose en un referente ideológico para muchos votantes del centro derecha español que demandan a los demás líderes populares la misma claridad y el mismo rumbo que Esperanza Aguirre ha sabido imprimir al PP de Madrid. Y deja su puesto, sobre todo, una gestora política que deja a la Comunidad de Madrid con las mejores cifras económicas del conjunto de las regiones españolas.

Ojala que su retirada política sea sólo temporal porque el partido Popular no anda sobrado de líderes valientes, coherentes y convencidos, en cualquier circunstancia, de los postulados ideológicos que deben regir la actuación pública de sus cargos. Y si no es temporal, sino definitiva, que le vaya muy bien en su nueva trayectoria vital con su familia, que se lo ha ganado.

Santiago de Munck Loyola

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