Hace seis años empecé a esquiar. Como mis hijos son unos incondicionales de la montaña y del esquí, decidimos pasar las Navidades en la estación de “La Molina”. Junto a Pablo, Luz y Marcos, mis nietos, me inscribí en un curso de iniciación al esquí. Pasamos mucho frío, me torcí un tobillo, pero disfruté de la montaña, del aire libre y del deporte como hacía mucho tiempo. Y me enganché. Y lo hice de tal forma que cada quince días nos íbamos a Sierra Nevada a esquiar. Allí, tras algunas clases particulares, empecé a disfrutar de las pistas rojas y después de las negras. Si algo tiene de especial la estación de Sierra Nevada es el sol. Un sol fuerte, limpio y deslumbrante que hace olvidar el intenso frío que, en ocasiones, podría desalentar la práctica del esquí. Y cuando el mal tiempo impide esquiar se puede disfrutar, en poco tiempo, de los tesoros y la belleza de una ciudad como Granada, de un paseo por las playas de Motril o por los encalados pueblos de la Sierra.
Cuando empezamos a frecuentar la Estación de Sierra Nevada, hace cinco años, muchos fines de semana o en Navidades estaba colapsada. Era muy difícil encontrar un hueco para aparcar en sus calles o una mesa para comer en la plaza de Pradollano. En muchas ocasiones había que esperar más de una hora para poder coger el telecabina para poder subir a las pistas y una vez arriba la mayor parte de los remontes se encontraban colapsados con esperas medias superiores a los veinte minutos. En los restaurantes de las pistas siempre había mucha gente y nadie se libraba de guardar cola durante bastante tiempo para poder tomar un simple café.
Ahora, el panorama es muy distinto. Desde hace casi dos años, no hay problemas de aparcamiento, no hay colas ni para tomar los telecabinas, ni para comprar los forfaits, ni para conseguir una mesa para comer. La crisis se ve, se palpa. El esquí es un deporte caro, eso es evidente y la crisis se lo está llevando por delante.
Sin embargo, llama mucho la atención la falta de capacidad de adaptación de los responsables de la Estación para afrontar una situación económica tan difícil como la que estamos viviendo. La Estación de Sierra Nevada es, casi con seguridad, la estación más cara de España. Dada su ubicación es, fuera de Andalucía, el destino más cercano para los esquiadores de Alicante y Murcia. Pero, en las actuales circunstancias, son cada vez más los deportistas de estas provincias que optan por destinos más lejanos. ¿La razón? Los exagerados precios de Sierra Nevada. Parece que los responsables de la Estación, amarrados a la ventaja de su ubicación, no están dispuestos a mejorar sus tarifas para competir con otras ofertas más atractivas. ¿El resultado? La Estación medio vacía. Prefieren mantener unos precios altos aún a costa de perder usuarios. Puede que las cuentas les salgan, a pesar de esta pérdida de usuarios, rentables, pero a quienes no beneficia es a hosteleros y comerciantes de la zona.
Al día de hoy es fácil encontrar ofertas de esquí en Andorra, Pirineos y Alpes franceses que incluyen alojamiento, desayuno y forfait para seis días por menos de 190 euros, mientras que en Sierra Nevada sólo el forfait de seis días cuesta ya 230 euros. Súmese a esa cantidad el alojamiento y desayuno y será muy fácil deducir la falta absoluta de competitividad de Sierra Nevada. Por tres horas más de viaje no son pocos los que se animan a ir a Andorra donde, además, se puede disfrutar de muchos más kilómetros esquiables. Precios altos y pocos usuarios podrán salvar la cuenta de resultados de Cetursa, empresa explotadora de la estación, pero no así la de los cientos de comerciantes y hosteleros del lugar. Están matando la gallina de los huevos de oro como en tantos otros sectores turísticos de nuestro país. Y, lo peor de todo, es que lo está haciendo una sociedad pública dependiente de la Junta de Andalucía. La Estación de Sierra Nevada está mal gestionada, se mire por donde se mire, y no hay más que hablar con los residentes para comprobarlo.
Santiago de Munck Loyola
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