El Principito de Saint-Exupéry es un pequeño libro por el que desfilan numerosos personajes cada uno de los cuales nos transmite la visión del autor, a través de muchas metáforas, sobre grandes cuestiones que siempre han inquietado a la humanidad: la vanidad, la apatía, la avaricia, el poder, etc. Uno de ellos es el extravagante Rey de uno de los planetas que visita el Principito. Es la autoridad que quiere ser obedecida por el simple hecho de ser quien es. El principito ante el monarca sin súbditos defiende la idea del poder basado en la razón y en la justicia. Le hace saber que solo obedecerá órdenes sensatas.
Y es que en muchas ocasiones, nuestros políticos, nuestros gobernantes se parecen a este rey solitario. Piensan que con legislar pueden modificar automáticamente la realidad, cambiar hechos históricos que son los que son e, incluso, modificar el idioma a golpe de ley.
El Congreso de los Diputados acaba de hacer una de las suyas. La Comisión de Política Territorial del Congreso de los Diputados ha aprobado ayer miércoles la denominación oficial en euskera de las tres provincias vascas, que pasarán a llamarse Araba/Álava, Gipuzkoa y Bizkaia, suprimiendo su denominación oficial en español. Es decir, que según el Congreso ya no se escribe en español Guipúzcoa, sino Gipuzcoa. Ya que la fonética del español no la han podido cambiar, de momento, es de suponer que habrá que pronunciar “Jipuzcoa”. No es la primera vez. Ya con la Constitución de 1978 decidieron en su Artículo 3.1 establecieron que el castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. Y un servidor sigue utilizando la expresión “español” para referirse a su idioma por varias razones: primero, porque nunca he estudiado castellano, sino lengua española tal y como acredita el libro de escolaridad y, segundo, porque el Diccionario de la RAE define como español a la lengua común de España y de muchas naciones de América, hablada también como propia en otras partes del mundo. Así que, aunque les moleste, me precio de hablar español.
Después empezaron el baile de nombres: La Coruña, Lérida, Gerona, Islas Baleares, Comunidad Valenciana, Ibiza, Orense, por ejemplo, perdieron su denominación oficial en español para pasar a ser A Coruña, Lleida, Girona, Illes Balears, Comunitat Valenciana, Eivissa, Ourense. En definitiva, que cuando estamos hablando en español y nos referimos a uno de estos lugares tenemos que usar la denominación de los mismos en su idioma regional porque así lo han decidido los políticos por razones políticas, no lingüísticas, ni gramaticales.
¿Tiene lógica? Parece que no, por lo menos para un servidor. Y del mismo modo que no digo New York para referirme a Nueva York, ni London para referirme a Londres, sigo diciendo La Coruña o Ibiza, diga lo que diga el Congreso de los Diputados o el mismo Rey.
Al igual que el Principito sólo pienso obedecer órdenes sensatas porque uno ya está crecidito para hacer caso de tanta estupidez.
Santiago de Munck Loyola
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