Finalmente, el Tribunal Supremo, la Sala del 61, ha dictado una sentencia respaldada por 9 de los 16 magistrados que la componen por la que se impide la presencia de Bildu en las próximas elecciones municipales del 22 de mayo.
En dicha resolución se pone de manifiesto que se considera probado que la coalición de Eusko Alkartasuna y Alternatiba "se ha erigido como un cauce simulado y fraudulento para soslayar la ilegalización judicial del brazo político de ETA y así permitir el acceso de Batasuna/ETA a las instituciones representativas". Igualmente se resalta en la misma que se trata de evitar que los “meros testaferros de ETA” puedan acceder a información como los censos electorales y luego, en condición de electos, tomar posesión de sus cargos y "establecer una línea de gobierno favorecedora de los fines terroristas de ETA".
En definitiva, puro sentido común y absoluta sensatez. Los detractores de esta sentencia esgrimen la posible vulneración de los derechos políticos de Eusko Alkartasuna, un partido legal, pero como bien señala la sentencia:
“Ciertamente, esta anulación se proyecta asimismo sobre la actividad de partidos políticos no ilegalizados, como Eusko alkartasuna y Alternatiba; ahora bien, si así acaece no será más que consecuencia de los propios actos y decisiones de dichos partidos y de la jurídicamente errónea determinación de su estrategia, pues si fueron estos partidos –a través de sus órganos de gobierno- quienes optaron por acudir al proceso electoral junto con Batasuna aun conociendo su ilegalización judicial, e incluso cedieron a Batasuna la mayor parte de las candidaturas y los primeros puestos en ellas, habrán de cargar con las consecuencias de una opción como esa, que no puede encontrar amparo en Derecho.” Es decir, Eusko Alkartasuna, sabía perfectamente a lo que se arriesgaba al coalicionarse con los etarras/batasunos y ha perdido.
Ahora, si los etarras de Bildu recurren, que lo harán, será el Tribunal Constitucional el que deba decir la última palabra, pero deberá hacerlo sobre supuestos jurídicos diferentes al los del Tribunal Supremo.
Con esta sentencia se pone de manifiesto que en nuestra democracia caben todas las opciones políticas democráticas, pueden concurrir a los comicios opciones incluso separatistas pero no pueden hacerlo quienes forman parte de una organización terrorista que, tal y como ya ha sido demostrado, usan las instituciones municipales y sus presupuestos públicos (más de 225 millones de euros anuales) al servicio de esa misma organización terrorista. Durante años los pro-etarras, o etarras a secas, han estado en los ayuntamientos y los han puesto al servicio de la banda terrorista financiando actividades y ejerciendo un estalinista control sobre la población poniendo la diana sobre cualquier vecino no afín.
Diga lo que diga el Sr. Elorza y demás individuos de similar catadura lo cierto es que la presencia de los batasunos en las instituciones democráticas no ha servido para avanzar ni un solo paso hacia la paz en el País Vasco. Y defender el derecho de los batasunos a participar en las elecciones es avalar la estrategia de ETA. Es posible que quienes así piensen no se identifiquen con la violencia etarra pero sí que lo hacen con su estrategia dejando a la democracia desarmada. A los terroristas, ni agua. Y a sus seguidores tampoco. Con la Ley en la mano y con la fortaleza de la superioridad moral que confiere ser el objetivo permanente e indiscriminado de los terroristas. Si quieren participar en las elecciones que entreguen las armas y se disuelvan porque su objetivo, la independencia del País Vasco pueden defenderla y propugnarla perfectamente en las urnas, sin amenazar, sin coaccionar, sin asesinar, sin robar y sin extorsionar a nadie.
Es cierto que en el País Vasco hay un déficit de legitimidad democrática de todas sus instituciones pero sólo es imputable a los violentos que impiden que allí se den las condiciones objetivas que garantizan la existencia de una verdadera democracia.
Sólo toca esperar que el Tribunal Constitucional lo haga bien y defienda nuestra democracia frente a los terroristas y sus jaleadores.
Santiago de Munck Loyola
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