La naturaleza es siempre sorprendente y ofrece una gran variedad de ejemplos de la capacidad de adaptación de las diferentes especies a los continuos cambios del medio para asegurar su supervivencia. Un caso curioso es de las ranas de los bosques de América del Norte. Sobre ellas puede leerse lo siguiente: “La rana del norte de los bosques de América tiene una gran capacidad de supervivencia, para sobrevivir en invierno. Mientras muchas de las especies ralentizan sus funciones corporales al mínimo para poder seguir viviendo sin desgastar la energía necesaria que necesitan para poder sobrevivir en el más crudo de los inviernos. Se podría llegar a afirmar que simplemente estas ranas mueren aunque pueda parecer absurdo, pero no se aleja de la realidad de estos anfibios. Estos dejan de ser "seres vivos" para pasar a ser "Congeladores de Células".
La evolución del ser humano también ha puesto de manifiesto una notable capacidad de adaptación a las circunstancias cambiantes del medio. Y esa capacidad de adaptación, el ser humano la ha transferido a una de sus propias creaciones, las organizaciones humanas. Son éstas entes ficticios, creaciones jurídicas que nacen, crecen y se extinguen guardando una evolución paralela a la de sus creadores. Y entre ellas existen muchas diferencias aunque todas ellas comparte una misma clave: de su capacidad de adaptación depende su supervivencia, su longevidad.
En Rivas-Vaciamadrid existe una de estas organizaciones que llama la atención, como en el caso de la rana de los bosques de América del Norte, por haber adoptado la misma técnica de supervivencia. Podríamos decir que se trata de un partido-rana. Un partido que transita por la vida del bosque político ripense esporádicamente permaneciendo la mayor parte de su vida congelado en despachos del gobierno municipal. Esta especie suele despertar de su frío sueño cada cuatro años, coincidiendo con los períodos electorales. Al calor de la proximidad de las urnas, el partido-rana se va descongelando poco a poco, con cuidado para no quebrarse, sus células recobran paulatinamente la vida y se empieza a activar todo el organismo. Cuatro o cinco meses antes de cada convocatoria electoral municipal, el partido-rana despierta y empieza a moverse. Su instinto de supervivencia le indica que debe hacerse notar para que se note que existe y que es diferente. El partido-rana zapatea, se agita, salta, brinca, se mueve un poco por el bosque y trata de molestar a su anfitrión no mucho, eso sí, porque el partido-rana, cuando vuelva a congelarse, necesitará de nuevo del partido anfitrión para que le dé cobijo y sustento. Pero, cada vez que despierta, el partido-rana tiene que molestar algo, no mucho, pero algo sí para intentar conseguir un hueco, a ser posible, un poco más amplio que el último en el que pasar la siguiente hibernación. Comparte muchos genes políticos con el partido-anfitrión pero éste no incluye entre sus hábitos de supervivencia la congelación plurianual. Pasada la cita con las urnas y una vez conseguido nuevo cobijo y sustento, el partido-rana vuelve a congelarse hasta la siguiente convocatoria.
Es una cuestión de simple supervivencia. La rana americana necesita glucosa para congelar sus células y poder sobrevivir. El partido-rana encuentra la glucosa en el Ayuntamiento, el partido anfitrión se la proporciona y a congelarse otra vez.
Santiago de Munck Loyola
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