Vergüenza e indignación es lo que sienten muchos militantes del Partido Popular de Alicante ante el lamentable y ridículo espectáculo que el Partido está ofreciendo a la ciudadanía a poco más de un mes de la celebración de las elecciones municipales y autonómicas. El cierre de las listas electorales ha destapado toda clase de miserias y rivalidades dignas de un novelón venezolano. El compromiso con la democracia y el electorado, la lealtad al partido y a los militantes, la responsabilidad pública, la dignidad política y la legitimidad de las candidaturas son conceptos que han saltado por los aires. En su lugar han hecho acto de presencia las ambiciones personales, las traiciones personales y políticas y el abuso de poder.
Hasta ocho escisiones se han hecho patentes estos días ofreciendo el peor espectáculo que un partido de gobierno y con aspiraciones a renovarlo puede ofrecer. Benidorm, Torrevieja, Calpe, Villajoyosa, Villena, La Nucia, L’Alfas del Pi y Confrides son los casos más llamativos de este impresentable circo. A ello hay que añadir los retoques impuestos desde Valencia en numerosas listas electorales moviendo candidatos para favorecer así a los afines o la actitud de la alcaldesa de Alicante favoreciendo que la prensa interprete que huye de su número dos en la candidatura municipal o acaparando la cabecera de la lista municipal y la autonómica, lo que algunos interpretan como la búsqueda de un aforamiento, por si acaso. Patético.
Pero lo de Alicante no es una excepción. Junto a casos sonados como el de Álvarez Cascos hay decenas de conflictos por toda la geografía nacional. Paracas en candidaturas, colocación de amiguetes, desplazamientos injustificables de Alcaldes, etc. Y, en medio de todo esto, ¿Qué hacen los militantes del partido con más afiliados de España? Nada, lo de siempre, guardar disciplinadamente silencio y seguir trabajando por un partido y por unos ideales con una lealtad que no se merecen la inmensa mayoría de sus dirigentes.
Parece mentira pero los 700.000 afiliados del Partido Popular no tienen derecho, según los Estatutos, a elegir a sus candidatos. Y cuando la designación de los candidatos se realiza mediante un sistema siempre tutelado y antidemocrático es cuando se producen los mangoneos, las conspiraciones y, en definitiva, el poco edificante espectáculo al que estamos asistiendo. Así no se puede seguir.
Un partido que aspira a regenerar la democracia debe empezar por regenerarse a si mismo. Debe abrir sus estructuras internas a la voluntad de quienes forman parte del mismo. Tiene que terminar con estas camarillas que se perpetúan, se suceden a si mismas y se renuevan fraudulentamente para que todo siga en manos de los mismos. Los liderazgos asentados sobre mecanismos controlados y siempre tutelados no son auténticos liderazgos. Son simples jefaturas sin más carisma que el otorgado por el miedo reverencial a ser excluido de la tarta. Si los militantes populares no reaccionan y no se deciden a cambiar estos Estatutos, dentro de 4 años volveremos a ver lo mismo: el circo de las mezquinas ambiciones volverá a ofrecer nueva función.
Santiago de Munck Loyola
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