No lo entiendo, sinceramente. Y casi prefiero no entenderlo. Me refiero a la posición que el Gobierno Español y el PSOE está adoptando en relación no sólo a los dramáticos acontecimientos que están teniendo lugar estos días en el Sahara, sino también, desde hace años con todo lo relativo al referéndum de autodeterminación pendiente y a las propias relaciones con el país vecino, Marruecos. Del discurso socialista solidario y comprometido con el pueblo saharaui no queda más que viejas fotos y antiguos textos en las hemerotecas y algún que otro “verso suelto”, pero, sobre todo, queda la sensación de una utilización sin escrúpulos de una noble causa sacrificada por un pragmatismo genuflexo o como pago de favores pasados adeudados al dictador marroquí.
Produce sonrojo escuchar a cargos gubernamentales hablar del régimen de Marruecos como de una democracia. Pero para vergüenza ajena las propias intervenciones de la Ministra de Exteriores española, Trinidad Jiménez, por cierto, según se comenta, vetada como interlocutora por el Gobierno marroquí por su condición femenina y sustituida por el cesado Moratinos en su última visita a Marruecos. Basta escuchar la entrevista realizada por Pedro J. a la Ministra ayer (http://fonoteca.esradio.fm/2010-11-17/entrevista-de-pedro-j-a-trinidad-jimenez-19361.html) para darse cuenta del nivel de representación exterior que tiene España. Lo más sorprendente es que ante las numerosas denuncias de las atrocidades que, al parecer, el Gobierno de Marruecos está llevando a cabo, diga la Ministra que el Gobierno Español no puede condenarlas sin que haya una investigación previa, que el gobierno español está esperando a los resultados de la investigación a realizar ¿por quién? Por el propio gobierno marroquí, es decir, por el denunciado. O es tonta la ministra, o nos toma por tontos a los ciudadanos. Los peores augurios que se cernían sobre la política exterior española cuando la nombraron para el puesto se están cumpliendo de sobra. No tiene ni la capacidad, ni la inteligencia, ni la astucia suficiente para salir del paso y tratar de “salvar los muebles”.
Un gobierno como el nuestro que no es capaz de condenar la muerte violenta de un ciudadano español a manos de la policía marroquí, que no es capaz de defender con firmeza la libertad de información de los medios de comunicación españoles y que consiente que se los difame e insulte por parte del Gobierno de Marruecos sin levantar la más mínima protesta diplomática, que no es capaza de condenar las constantes violaciones de los derechos más elementales de la población saharaui es que no tiene una política exterior digna de tal nombre y, si la tiene, no es suya, es la del vecino.
¿Hay que esperar a que el Gobierno de Marruecos se investigue a si mismo? ¿La defensa de los derechos humanos pasa por que el torturador se investigue a si mismo? ¿Y si el verdugo concluye que lo ha hecho todo bien? ¿Se trata de una nueva doctrina diplomática? ¿Se va a actuar igual cuando Israel vuelva a machacar a flotillas humanitarias? ¿Está de broma la ministra, no?
Es evidente que este Gobierno ha roto con uno de los pilares de la política exterior española que, en relación al Sahara, había sido mantenido, al menos formalmente, inalterable durante los últimos 30 años. Este mismo Gobierno que cuando era oposición reclamaba incesantemente consenso en la política exterior española, va ahora por libre. Seguramente el sátrapa marroquí se está cobrando alguna deuda. Si no es así, no se entiende.
Santiago de Munck Loyola
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