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viernes, 2 de mayo de 2014
jueves, 1 de mayo de 2014
El Grupo Popular en las Cortes Valencianas: un fracaso anunciado.
Anuncian los medios de
comunicación que nuestra Alcaldesa y Diputada Autonómica, Sonia Castedo, ha
firmado ante notario su renuncia al escaño en las cortes valencianas que ocupaba
en representación de la provincia de Alicante y que dicha renuncia podría ser
presentada en el registro de las cortes el viernes día 2 de mayo. Esta decisión
no obedece a una repentina conversión de índole ética que le haya convencido de
lo políticamente inconveniente que es ocupar dos cargos de responsabilidad sin
poder atenderlos adecuadamente, no. Tampoco obedece esta decisión a una cesión
ante la propagandística e ineficaz línea roja del Presidente Fabra en virtud de
la cual ningún imputado del PP debe ostentar responsabilidades políticas o
cargos políticos en el PP, pues de todos es conocido que los Sres. Ciscar,
presidente provincial popular, su mano derecha, el incompetente JJ Zaplana,
secretario provincial popular, y la propia Sonia Castedo se pasan esa famosa línea
por donde todos sabemos. No en balde Sonia Castedo es ahora la Coordinadora
popular de los mini PPs de la ciudad de Alicante, los “pepelitos” de distrito
en claro desafío a las directrices del Presidente Regional Popular. Esta
decisión obedece más bien a una clara estrategia para dilatar al máximo el
procedimiento judicial en el que está incursa la Alcaldesa de Alicante. La
pluriempleada alcaldesa y plurimputada por el caso Brugal que se está
sustanciando en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana
conseguirá con su renuncia al escaño que el sumario tenga que retornar a los
juzgados ordinarios de Alicante al quedar más aforados en la causa.
Ya en su día, desde estas mismas
páginas, se denunció la forma de elaborar las listas de los candidatos que el
Partido Popular presentaba para la Provincia de Alicante. Al margen del hecho
incuestionable de que el procedimiento de elaboración es profundamente antidemocrático
pues los afiliados populares, como siempre, nada pueden decidir u opinar
respecto a la misma, resaltaba también los criterios utilizados por el “dedazo”
popular entre los que la defensa de los intereses de los ciudadanos alicantinos
brillaba por su ausencia. Del examen de los componentes de aquella lista
resaltaba, en primer lugar, la presencia de alcaldes y alcaldables, es decir,
de personas que deberían simultanear dos cargos públicos, el de su municipio y
el del escaño, con lo que a todas luces no podrían desempeñar con dedicación
plena ninguno de los dos cargos y obviando cualquier referencia a las
incompatibilidades. Destacaba también la presencia en dicha lista de parientes
de políticos populares aportando así una curiosa interpretación del significado
de la defensa de la familia como signo distintivo de la ideología popular,
vamos, puro nepotismo. Y finalmente resaltaba también la presencia en dicha
lista de personas que estaban siendo objeto de investigaciones judiciales, como
el Sr. Alperi o la propia Sonia Castedo, con lo que parecía evidente que se les
quería dotar de cierto blindaje con el aforamiento que su elección
parlamentaria les habría de otorgar. Amiguismo, nepotismo, arbitrariedad,
ausencia de democracia interna y búsqueda de blindajes judiciales primaron
frente a la defensa y representación de los derechos y las necesidades de los
ciudadanos de la Provincia de Alicante. Es tan evidente que sólo la ceguera
partidista puede negar esta realidad: el PP una vez más ha sacrificado los
intereses de Alicante a los intereses de su camarilla dirigente.
De los 55 diputados en las Cortes
Valencianas que obtuvo el Partido Popular en las elecciones autonómicas quedan
54 porque el Sr. Blasco se ha convertido en tránsfuga largándose con su acta de
diputado al grupo mixto generosamente subvencionado gracias al propio grupo
popular. De los 55 diputados iniciales del Partido Popular 18, que se dice
pronto, han tenido que renunciar a su escaño en la mayoría de los casos por
estar salpicados por asuntos judiciales. Y de los 55 diputados populares
iniciales, cinco están procesados o imputados y conservan aún su escaño. ¿No es
esto la constatación de un sonoro fracaso? ¿No es un auténtico fraude a los
votantes?
Esta situación no ha nacido de la
casualidad, no se trata de un simple accidente político. Es el resultado de una
determinada forma de entender la vida política dentro del Partido Popular que
se caracteriza por desarrollarla al margen y de espaldas a la voluntad de sus
afiliados y, por supuesto, de los votantes. Los responsables, los miembros del
Comité Electoral que aprobó estas listas autonómicas, no darán la cara por
supuesto, no dimitirán que es lo que haría cualquier político responsable y
decente. Se pondrán de perfil y esperarán a su oportunidad para obtener su
correspondiente premio si es que aún no lo han recibido por semejante tropelía.
Una vez más, los votantes
alicantinos del centro derecha han sido estafados por el partido mayoritario.
Estos días, andan los populares movilizando a sus cargos públicos y a algunos
militantes para difundir las supuestas bondades de su gestión y las nuevas
promesas electorales de cara a los comicios europeos. Una vez más se acuerdan
de los afiliados, cuyo voto a la hora de hacer las listas ignoran y desprecian
sistemáticamente, para que “vendan” lo buena que es la lista europea impuesta
por el “dedazo” de Rajoy y lo malo que es todo lo demás. Ojalá que mucha gente
no se vuelva a dejar engañar o que el miedo al cambio no les impulse a repetir el
voto aunque sea tapándose la nariz. Ojalá que el votante alicantino de centro
derecha sepa que hay alternativas, que se puede cambiar de siglas sin necesidad
de traicionar ideales y principios.
Santiago de Munck Loyola
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jueves, 24 de abril de 2014
El Reino de Todmir: patrimonio histórico de Alicante y Murcia.
Una cosa es la historia que nos
enseñan en los colegios, la versión oficiosa de nuestra historia y otra muy
distinta la real. Buena prueba de ello es el libro de José María de Mena, Los reinos olvidados de España, en el
que el autor pone el foco de atención sobre la existencia de algunos reinos de
España que la historia que se imparte ignora o que, en el mejor de los casos,
pasa de puntillas sobre ellos. La existencia de reinos como el de Reiyo,
Estella, Sobrarbe, Canarias, Os Guedes o Todmir es para la mayor parte de la gente
una auténtica sorpresa. Por ejemplo, la mayoría recordamos la versión escolar
de la invasión musulmana: el general musulmán Tariq desembarca el frente de unos 7.000 bereberes
en la bahía de Algeciras el año 711, derrota a Don Rodrigo, rey visigodo, en
Guadalete y en poco más de 10 años los musulmanes se habían hecho con toda la
península llegando hasta Francia donde serían expulsados progresivamente tras
ser derrotados en la batalla de Poitiers en el año 732 por Charles Martel.
Mientras, en España, Don Pelayo derrotaría a los musulmanes el año 722 en Covadonga
iniciándose oficialmente la larga reconquista que acabaría en el año 1492 con
la toma de Granada por los Reyes Católicos.
Pero poco o nada se nos cuenta de
la supervivencia de un pequeño reino cristiano en medio de la nueva España
musulmana: el reino de Todmir o Tudmir. Lo cierto es que al margen de los
pequeños focos de resistencia al invasor musulmán en las montañas asturianas o
en la cordillera pirenaica, en el interior de la zona invadida sobrevive desde
el año 711 al 780 un pequeño reino cristiano que se extiende por lo que hoy es
Murcia, buena parte de Alicante y alguna localidad de la provincia de Valencia.
El gobernador cristiano de esta zona Teodomiro, al conocer la derrota de Don
Rodrigo, movilizó un ejército y lo concentró en Orihuela para defender dicho
territorio. Las tropas musulmanas dirigidas por el hijo de Muza, Abdelaziz, se
dirigían desde el sur hacia el norte para conquistar Zaragoza y al encontrarse
con la resistencia de las tropas de Teodomiro decidieron no combatir para poder
continuar hacia su objetivo del norte y, para ello, formalizaron un tratado con
Teodomiro quien, por cuestiones representativas y ante la ausencia de un poder
regio, hubo de asumir las funciones reales pasando a ser el único rey cristiano
en ese momento en la España musulmana. A Teodomiro le sucedería su hijo
Atanagildo y la independencia de este curioso reino cristiano acabaría en torno
al año 780. Además, durante los 69 años de existencia del reino de Todmir su
territorio inicial creció. Formaban parte de este reino en el momento de su
máxima expansión 19 ciudades repartidas en dos comarcas, Murcia y Alicante:
Valentela, Begastro, Lorca, Anaya, Orihuela, Caravaca, Cartagena, Mula, Petrel,
Chibchilla, Águilas, Ferez, Alhama, Aspe, Librilla, Alcantarilla, Isla Grosa,
El Mar menor y el Cabo de Palos.
Así que lo cierto es que mientras
los cristianos se sublevaban en Asturias y se abría oficialmente el período
conocido como la Reconquista, en Alicante, nuestra provincia, y en Murcia
subsistía desde diez años antes un reino cristiano que sobreviviría en medio de
la España musulmana durante casi 70 años. Una notable proeza que
incomprensiblemente no ha sido prácticamente objeto de estudio y de mención en
los libros de texto de las últimas décadas.
El libro de José María de Mena
saca a la luz igualmente la existencia de otros reinos que también han venido
siendo sistemáticamente ignorados en la historia oficial de nuestro país pero
que fueron una realidad viva. Merece la pena leer este libro y comprobar así
hasta qué punto la historia de España no es sólo como nos la cuentan, que hay
otra historia escondida, olvidada o marginada que está ahí y que forma parte,
se quiera o no, de nuestro patrimonio histórico como Nación.
Santiago de Munck Loyola
jueves, 17 de abril de 2014
Alicante sí.
La
provincia de Alicante, nuestra provincia, necesita iniciar un profundo cambio
en su tejido político para conquistar el puesto y el protagonismo que por su
peso le corresponde en el mapa español. Esta necesidad de cambio se deduce
claramente de la constatación de dos circunstancias que objetivamente no pueden
negarse y que están íntimamente ligadas. La primera circunstancia es que
Alicante no recibe ni del Estado ni de la Comunidad Autónoma el trato inversor
que por su población y características merece. Las cifras cantan y demuestran
una realidad más que preocupante. Nuestras actuales circunstancias económicas,
tasa de desempleo o renta media, por ejemplo, son consecuencia directa de años
de desequilibrio inversor, del lastre que supone una administración autonómica
arruinada que asfixia nuestra potencialidad y de la ausencia de políticas y
proyectos nacidos desde Alicante y para Alicante. Somos la cuarta provincia
española más poblada con 1.950.00 habitantes, la quinta en densidad de
población y la tercera provincia española en número de residentes extranjeros
(más del 24 % de la población) de los cuales más de 184.000 son ciudadanos
comunitarios. Y, sin embargo, por poner dos ejemplos, la inversión en infraestructuras
del Estado en la provincia nos situó este año en el puesto 40 y
tradicionalmente somos la provincia que menos inversiones percibe de la
Generalidad Valenciana. Tenemos una tasa de desempleo superior a la media
nacional a pesar de la peculiaridad que supone la población residente
comunitaria, las pensiones medias de los alicantinos son inferiores a la media
nacional y nuestro nivel de bienestar es un 14 % inferior a la media española.
Da la sensación que para muchos Alicante no existe desde una perspectiva
política.
La
segunda circunstancia que exige un profundo cambio es la situación, la
composición y la actuación de su actual tejido político. Son los actuales
actores del sistema político y el propio sistema en si los causantes de que
Alicante esté como está. Es evidente que la fotografía actual de nuestra
provincia se debe a quienes han gobernado sus instituciones durante los últimos
años y a quienes han sido incapaces de promover alternativas creíbles. Todos
los resultados electorales de nuestra provincia de los últimos años señalan que
el electorado alicantino se inclina de forma mayoritaria por opciones de centro
derecha, casi el 60 % de los votantes, y dentro de este espectro político la
fuerza mayoritaria ha venido siendo el Partido Popular. Mientras, la izquierda
se ha mantenido fragmentada (UPyD, PSPV, EU, Compromìs, etc.) y dentro de ella
el partido mayoritario, el PSPV, ha sido incapaz de apaciguar sus disputas
internas y de generar, al menos en la capital, un discurso mínimamente creíble;
en el campo del centro derecha el PPCV ha mantenido una clara hegemonía que,
sin embargo, empezó a quebrarse en los últimos años. De hecho, ya en los
comicios municipales, los partidos independientes nacidos de escisiones del PP
alcanzan la nada despreciable cifra del 10 % de los votos en la provincia.
Grupos y partidos organizados en torno a figuras como Domigo Soler en la Vega
Baja, Miguel Picher en Elche o Gema Amor en Benidorm, por citar solo a algunos,
ponen de manifiesto que el monolitismo popular está terminando un ciclo
político. Orihuela, Elche, Catral, Benidorm, Torrevieja, Albatera,… son algunos
de los municipios en los que este fin de ciclo se está poniendo de manifiesto.
El
centro derecha alicantino no puede seguir monopolizado por un partido incapaz
de combatir la corrupción, enemigo de la regeneración democrática, dirigido por
arribistas, medradores e incompetentes, camarillas de incapaces que han
arruinado esta Comunidad y que no pueden defender los legítimos derechos de los
alicantinos porque son individuos sometidos a condicionantes e hipotecas
exteriores. La manifiesta incompetencia de José Ciscar, la falta de escrúpulos
éticos de su mano derecha José Juan Zaplana y los variopintos clanes y tribus
familiares que desde hace años controlan, monopolizan y manipulan el centro
derecha no pueden, ni quieren apostar por una provincia fuerte y pujante.
Alicante
cuenta con un potencial humano y territorial de primer orden que se encuentra
frenado por una clase política y unas estructuras políticas que la asfixian. La
dependencia política y administrativa de la Generalidad Valenciana es otra losa
sobre el futuro y el progreso de nuestra provincia. Por ello es la hora de la
valentía y de la responsabilidad, de la generosidad y de la altura de miras,
sin complejos y con convicción. Los ciudadanos y los políticos que no tienen
otra hipoteca que la del servicio a sus vecinos, los que creen en Alicante y en
su gente, los que creen en los
principios éticos y políticos que comparte ese 60 % del electorado y los que
creen que no es posible avanzar sin regenerar nuestro sistema político tienen
ante si un importante reto, aparcar diferencias, nominalismos y localismos para
construir una alternativa sólida, un movimiento político de y para la provincia
de Alicante. Hay gente, hay ganas, hay razones y hay, sobre todo, una causa,
Alicante. ¿Por qué no ponerse ya manos a la obra?
Santiago
de Munck Loyola
miércoles, 16 de abril de 2014
Se puede si se quiere.
Si la política nunca ha sido una
actividad especialmente apreciada por la mayoría de los ciudadanos hoy,
desgraciadamente, lo es aún menos. Pocas cosas pueden resultar en nuestros días
menos atractivas para mucha gente que la política. La conducta de buena parte
de la clase política y los malos hábitos y vicios de los partidos y demás
instituciones están en el origen de ello. Se palpa un absoluto desengaño y
hastío hacia la política, los partidos, los políticos y las instituciones.
Existe un hartazgo generalizado y, sin embargo, casi todo el mundo en un
momento u otro del día habla de la situación política de nuestro país y opina
sobre unos u otros. No es infrecuente escuchar frases como “todos son iguales”,
“todo son mentiras” o “para qué molestarse, van a seguir haciendo lo que les dé
la gana”. En los encuentros familiares, en las reuniones de amigos, en la
compra o en el trabajo se escuchan estas frases que, en el fondo, no hacen otra
cosa que expresar una desconfianza profunda hacia la política y sus actores.
Mucha gente no quiere saber nada de la política, pero no puede sustraerse a sus
efectos porque la política está presente, querámoslo o no, en todas las facetas
de nuestra vida.
Y este estado anímico alcanza
incluso a la gente más próxima de quienes aún creemos que la política, con
todos sus defectos e imperfecciones, es una noble tarea por la que merece la
pena luchar. Las advertencias o los consejos en los círculos más próximos se
suceden: “no te esfuerces tanto que las cosas no van a cambiar”, “¿Para qué te
molestas? ¿No has aprendido todavía que todos los partidos son iguales y que no
quieren gente preparada y con iniciativa?”, “¿Para qué te esfuerzas? Sin
padrinos o amigos no vas a llegar a ningún sitio…” Y me resisto a aceptarlo. Me
resisto a tirar lo toalla a pesar de las muchas desilusiones que a lo largo de
más de 30 años de activismo político he sufrido.
Es cierto que el mundo de la
política y todo lo que en ocasiones le rodea no es muchas veces precisamente
ejemplar, pero no es menos cierto que se diferencia muy poco del ambiente que
puede existir en el mundo laboral, empresarial o sindical. El mundo de la
política no es un mundo aislado, no es una burbuja desconectada de la realidad
social, sino que se nutre de ella para lo bueno y para lo malo. Las lealtades
personales cambiantes, la desconfianza, las meteóricas carreras de los
medradores profesionales, las traiciones, el incumplimiento de los compromisos
o de la palabra dada, el amiguismo, el favoritismo o el acoso son algunos de
los comportamientos que, si bien se resaltan mucho cuando hablamos del mundo
político, también están a la orden del día en el mundo de la empresa o en el de
las relaciones personales. Se trata de conductas propias de la condición humana
y sobre todo de conductas íntimamente relacionadas con los valores y principios
rectores de las conductas individuales.
La corrupción, por ejemplo, no es
un mal exclusivo de la política ni de los políticos, sino que se encuentra
presente en todas las esferas de la vida social. Se tiende a magnificar y a
subrayar sus manifestaciones en la política porque, al fin y al cabo, la
política es una esfera pública y porque en un sistema democrático todos los
ciudadanos somos o deberíamos ser los “dueños” de la política y, por tanto,
estamos o deberíamos estar más que legitimados para denunciarla y exigir las responsabilidades
a que hubiere lugar. Los ciudadanos somos los accionistas de una gran empresa
que se llama España y como tales tenemos los mismos derechos y las mismas
obligaciones que el accionariado de una empresa para exigir resultados y
demandar responsabilidades.
Sin embargo, la política no es
mala por si misma, son malos muchos de sus protagonistas y si conservan su
protagonismo es porque la mayoría de los ciudadanos les dejan, por acción o por
omisión. La política es una noble tarea, la única cuya razón de ser es la
transformación pacífica de la sociedad. Es desde la acción política, desde el
compromiso activo, donde el ciudadano puede invertir la situación. La vida
política es patrimonio de todos los ciudadanos. Quejarse, lamentarse o
conformarse dando por sentado que nada puede cambiar no conduce a nada, tan
solo sirve para reforzar la situación de quienes con su conducta manchan
diariamente la vida política. Abstenerse o votar a los de siempre tampoco
servirá para que la política recupere la limpieza y el brillo que debería
tener. Hoy más que nunca los ciudadanos disponemos de formación e información
permanente para poder actuar, para poder influir de forma decisiva en la
transformación de nuestro entorno. No hay sistemas políticos eternos, no hay poderes
infranqueables, no existen partidos políticos imbatibles y los ciudadanos
disponemos de más y mejores instrumentos para que nuestra voluntad sea la que
haga de la política un bien al servicio exclusivamente de las personas. Si
queremos, podemos.
Santiago de Munck Loyola
viernes, 4 de abril de 2014
Regeneración democrática: por sus obras los conoceréis.
El sistema político que padecemos,
la feroz partitocracia, permite que algunos sujetos se permitan ciertos lujos
que en una sociedad plural, viva, responsable y moralmente sana serían
inadmisibles. Ciertos sujetos, cómodamente instalados a dedo en las cúpulas de
los partidos y en las instituciones, se creen que la política es puro teatro y
en consecuencia deambulan por la misma como simples actores interpretando
aleatoriamente cualquier papel que se les encargue, prescindiendo de cualquier
convicción ética y del más mínimo principio moral. Su problema y, por tanto, el
todos los ciudadanos es que la política no es teatro; su problema es que se
nota, y mucho, que están actuando y que detrás de sus palabras y de sus
discursos sólo hay vacío intelectual y oquedad moral; su problema es que sus
actos, sus hechos ponen de relieve su auténtica catadura moral. Como bien dice
el Evangelio de San Mateo “Por sus obras
los conoceréis”.
Viene este reflexión a colación de
la noticia publicada hoy 4 de abril de 2014, en el Diario Información, en la
que se da cuenta de la participación de un consumado actor político, José Juan
Zaplana, Secretario Provincial del PP de Alicante, en una mesa redonda sobre la
regeneración democrática: “El club
Información acogió ayer por la tarde la mesa redonda «Vías para la regeneración
democrática», enmarcadas dentro de las VII Jornadas Católicas y Vida Pública,
organizadas por la
Asociación Católica de Propagandistas y la Universidad CEU
Cardenal Herrera. Intervinieron José Juan Zaplana (PP), Loles Fernández (PSOE),
Silvia Poveda (UPyD) y David Abad (Compromís). Francisco Sánchez moderó el
debate”.
José Juan Zaplana, nada menos, que
representando al PP para hablar sobre regeneración democrática. Increíble, pero
cierto. Desconozco si la
Asociación Católica de Propagandistas y la Universidad CEU
Cardenal Herrera invitó directamente a este sujeto sin conocer su forma de
proceder en torno a la regeneración democrática y los problemas de corrupción.
Es posible que sí le conociesen y que le invitaran precisamente por eso, por
representar todo lo contrario a la regeneración democrática. Puede que
simplemente formulasen una invitación al Partido Popular y que éste le enviase
como su representante más cualificado para hablar sobre el tema o, simplemente,
que este señor se ofreciese con tal de salir en la foto, una de sus obsesiones.
Es igual. Es de suponer que como habitual intérprete secundario y cínico
consumado intentaría aparecer como un defensor a ultranza de la regeneración
democrática, pero sus obras, sus acciones y antecedentes le delatan.
Hay que recordar una vez más que
cuando los tribunales imputaron a la Alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, por cuatro
delitos, el Sr. José Juan Zaplana acudió raudo y veloz a presidir una cena de
homenaje a la misma, algo que dista mucho de lo que implica trabajar por la
regeneración democrática. Hay que recordar que el Sr. Zaplana y su jefe el
Presidente Provincial José Císcar promovieron la expulsión de los afiliados
populares que promovían la regeneración democrática suscribiendo un documento
oficial del Partido Popular de la Comunidad Valenciana ,
redactado por otro pésimo actor, el ex diputado Felipe del Baño, en el que
literalmente se dice: “criticar la política
de la Alcaldesa
de Alicante, Sonia Castedo, (imputada por cuatro delitos) es criticar la política del Partido Popular”
o que “el mero hecho de impulsar una
campaña bajo la regeneración, y apoyar el lema, en comentarios que inducen a
pensar que la corrupción campa a sus anchas en la organización del Partido,
lejos de ser una opinión admisible en el debate democrático, es una falsedad
inadmisible en cualquier foro”.
Hay que recordar que impedir la
democracia interna en un partido político, y los hechos lo demuestran, como
hace el tandem Císcar – Zaplana tiene muy poco que ver con el concepto de
regeneración democrática. Hay que recordar igualmente que vivir de la política
sin haber sabido ganarse la vida fuera de ella tampoco tiene mucho que ver con
la regeneración. Como tampoco lo tiene ocultar a los afiliados del partido que
lo piden el examen las cuentas de las campañas electorales que están bajo
sospecha judicial.
En fin, que constituye una auténtica
decepción y un despropósito digno de una película de Almodóvar que la fuerza
mayoritaria del centro derecha alicantino no cuente entre sus filas con
personas suficientemente capacitadas para poder hablar en público, con
convicción y con una sólida trayectoria ética, sobre la regeneración
democrática y que se envíe a semejante representante. Es un síntoma más de que
el Partido Popular de Alicante no sólo no cree en esta necesaria idea, sino que
además se burla del conjunto de los sufridos ciudadanos designando a un
embajador como éste, perfectamente conocido y retratado por sus obras. Salvando
las distancias ¿se imagina el lector a Bárcenas participando en un coloquio
sobre la transparencia en la contabilidad de los partidos? De pena.
Santiago de Munck Loyola
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