Si una cosa ha dejado muy clara
Artur Mas es su propia incompetencia como político. De una parte, ha demostrado
su incompetencia para gobernar su autonomía en una situación económica
desastrosa heredada del tripartito hasta el punto de adelantar dos años el fin
de su mandato. Y, de otra, ha demostrado largamente su incompetencia como
estratega a la vista de los pésimos resultados electorales que ha alcanzado.
Trató de encubrir su incapacidad para lidiar con la crisis sacando a pasear el
estandarte independentista y convocó elecciones autonómicas solicitando de los
votantes una “mayoría excepcional”, es decir absoluta, para poner en marcha su
proyecto secesionista y lo hizo en términos plebiscitarios.
Los resultados de esta doble
incompetencia, como gestor y estratega, son evidentes:
1º Artur Mas ha conseguido que su
partido pierda 12 escaños en el Parlamento catalán, de 62 a 50. Es decir, el logro de
este “brillante” estratega ha sido perder un 20 % de representación
parlamentaria.
2º Con su envite independentista,
Artur Mas ha logrado que la representación parlamentaria de los partidos
independentistas se reduzca en dos escaños pasando de 74 escaños a 72.
3º Ha conseguido radicalizar la
posición del electorado independentista al propiciar un importante incremento
de los radicales de ERC que pasan de 10 a 21 escaños y la aparición de la CUP con
tres escaños, lo que contribuirá a dificultar la gobernabilidad y la
estabilidad de la región.
4º Artur Mas ha logrado igualmente
proyectar una imagen internacional negativa tanto para Cataluña como para el
resto de España, transmitiendo una sensación de inestabilidad política sin
precedentes lo que, sin ninguna duda, supone una pérdida de confianza de las
instituciones internacionales y de los inversores extranjeros.
5º Ha hecho que el debate
electoral sobre los graves problemas económicos y sociales que aquejan a
Cataluña quede relegado a un segundo plano en beneficio del debate secesionista
y en perjuicio del contraste electoral de diferentes opciones para resolver los
graves problemas que diariamente afectan a los ciudadanos.
6º Ha dejado a Cataluña sin la
aprobación de un Presupuesto para el próximo año cuya elaboración por el nuevo
Gobierno que haya de constituirse tras estas elecciones se demorará muchos
meses, precisamente cuando es más necesario que nunca comparecer ante las
instituciones europeas con unas cuentas públicas rigurosas que avalen la
recepción de fondos y ayudas para intentar salir de la crisis.
Éstos son algunos de los
resultados obtenidos por la cobarde apuesta soberanista del Sr. Mas. En
definitiva, no gobernar, no tomar decisiones solventes para solucionar los
graves problemas de los ciudadanos a cambio de una aventura que se ha saldado
con un estrepitoso fracaso electoral. Los sueños y los deseos no han podido con
la dura realidad de la que intentaba evadirse el Sr. Mas. También ha conseguido
poner sobre el tapete el espinoso asunto de la corrupción política, ésa que, de
creer a la subvencionada prensa catalanista, no existe en el llamado “paraíso
catalán”. Parece incomprensible que distintos informes policiales elaborados
hace ya dos años en los que se alude a supuestas cuentas bancarias de
dirigentes nacionalistas en paraísos fiscales no hayan salido a la luz hasta
ahora. Es cierto que su filtración en estos momento ha respondido seguramente a intereses
electorales, pero no lo es menos que resulta cuando menos curioso, sobre todo
en un país como el nuestro en el que se filtran continuamente diligencias judiciales
declaradas secretas, que hayan permanecido ocultos durante tanto tiempo. ¿A qué
se debe este sigilo? ¿A que cuando se investiga a determinados políticos por
supuestas irregularidades fiscales existe un mayor celo y sigilo que cuando se
trata de ciudadanos normales? ¿No comunica la policía sus sospechas a los
inspectores fiscales cuando se trata de políticos? ¿Hacienda no actúa con el
mismo celo que con cualquier ciudadano cuando el sospechoso es un político? Se
trata en todo caso de un grave asunto que no puede quedar en el anecdotario de
una campaña electoral. Hacen falta luz y taquígrafos para que los ciudadanos
sepamos la verdad. Tenemos derecho a conocer si se ha tratado de una simple
sucia maniobra electoral o si, en realidad, existe una auténtica olla podrida,
escondida durante tiempo por cierta prensa y determinados políticos, de la que
se nutren partidos y dirigentes catalanes.
Como en todo proceso electoral, siempre hay consuelo para todos. Los socialistas aparentan cierto alivio por no
haber perdido tantos escaños como pronosticaban las encuestas. Perder casi un
30 % de su representación parlamentaria y cosechar el peor resultado electoral de su historia es todo un éxito para algunos pensando
que podía haber sido mayor la pérdida. Los populares catalanes satisfechos
también porque, a pesar del desgaste producido por las duras medidas
presupuestarias del Gobierno de la Nación,
han aumentado en un escaño su representación aunque ello signifique que
no hayan alcanzado aún el porcentaje que en 1995 alcanzó Alejo Vidal Cuadras,
el 13,1 %. Hay un dato curioso: en las generales del 2011, el PP obtuvo el 20,7
% de los votos en Cataluña (Ciudadanos no presentó candidaturas). Ahora, el PP
ha obtenido el 12,99 % y Ciudadanos el 7,6 % de los votos. La suma de ambos
porcentajes es casi idéntica al obtenido por el PP en solitario en las
generales. En medio de tanta autocomplacencia popular no estaría de más que
alguna cabeza pensante analizase este dato y realizase algún tipo de
autocrítica para corregir o modular internamente determinados criterios porque
hay un hecho evidente: más de un tercio del electorado popular en Cataluña no
vota al PP en las autonómicas y prefiere hacerlo a un partido que no tiene
complejo alguno respecto a su españolidad y a la crítica al actual sistema
autonómico.
Ahora se abre un período mucho
más difícil y posiblemente convulso que el terminado el pasado domingo. Ahora
podremos comprobar cuales son las nuevas prioridades de la clase política
catalana, si dan prioridad a la resolución de los graves problemas sociales y
económicos de los ciudadanos o, por el contrario, la prioridad es otorgada a
las metas secesionistas e identitarias. Es decir, si los políticos están con la
gente o con su justificación existencial.
Santiago de Munck Loyola