No es nuevo. Desde hace mucho tiempo, tanto los medios de comunicación como buena parte de la clase política ha venido blanqueando el racismo subyacente tanto en el nacionalismo vasco, como en el catalán, mientras que rápidamente se etiqueta de racista o de xenófobo a cualquier partido político español de derechas sin ninguna base doctrinal o de identificación ideológica explícita. Y ello es así hasta el punto de promover, como hemos visto recientemente, “cordones sanitarios” hacia partidos políticos concretos como en el caso de Vox.
Sin embargo, si uno se toma la molestia de analizar, aunque sea someramente, textos y declaraciones de algunos dirigentes nacionalistas e independentistas se dará cuenta de que apestan a racismo. El ejemplo más claro lo tenemos en el PNV. Es cierto que si se lee sus Estatutos o documentos como la Declaración por su primer centenario ellos mismo han eliminado cualquier rastro del pensamiento (y soy generoso utilizando esta palabra) del fundador del PNV, Sabino Arana. Veamos algunos de sus textos:
“Gran numero de ellos (los españoles) parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que el gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada solo revela idiotismo y brutalidad”.
“El roce de nuestro pueblo con el español causa inmediata y necesariamente en nuestra raza ignorancia y extravío de inteligencia, debilidad y corrupción de corazón”.
“La fisionomía del bizkaino es inteligente y noble; la del español inexpresiva y adusta. El bizkaino es nervudo y ágil; el español es flojo y torpe. El bizkaino es inteligente y hábil para toda clase de trabajos; el español es corto de inteligencia y carece de maña para los trabajos más sencillos. Preguntadselo a cualquier contratista de obras, y sabréis que un bizkaino hace en igual tiempo tanto como tres maketos juntos”.
"Oídle hablar a un bizkaino, y escuchareis la más eufórica, moral y culta de las lenguas; oidle a un español, y si solo le oís rebuznar, podéis estar satisfechos, pues el asno no profiere voces indecentes ni blasfemias”.
“Etnográficamente hay diferencia entre ser español y ser euskeriano, la raza euskeriana es sustancialmente distinta a la raza española”.
“El bizkaino es de andar apuesto y varonil; el español o no sabe andar, o si es apuesto, es tipo femenino”.
Y entre los partidos independentistas catalanes el racismo y el supremacismo está presente y empapa e impulsa sus objetivos desde la derecha a la izquierda. No hace mucho, la diputada de Junts per Cat, Anna Erra manifestó la necesidad de “concienciar a los catalanes autóctonos” para que abandonen la “costumbre” de “hablar en castellano a cualquier persona que por su aspecto físico o por su nombre no parece catalana”. Racismo puro. Y la propia Generalidad de Cataluña promovió una campaña con el lema No me cambies la lengua con el fin de “concienciar a los catalanohablantes para que no cambien de lengua cuando creen, ya sea por el acento o por los rasgos físicos, que su interlocutor no ha nacido en Cataluña”.
Uno no termina de entender que los promotores de cordones sanitarios en España, políticos y aplaudidores de los medios de comunicación, no hayan propugnado nunca levantar uno contra los racistas y supremacistas independentistas, salvo por su necesidad de sacrificar la ética por un puñado de votos en el Congreso. Racistas como Puigdemont no tienen escrúpulo alguno en recibir la ayuda de gentuza como el belga Mark Demesmaeker, de la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), partido que colaboró con los nazis en la Segunda Guerra Mundial y que es la formación política que más se ha comprometido con Puigdemont ayudándole a establecerse en Bélgica.
El racismo está presente, muy presente en la vida política española. Es la gasolina de la mayoría de los partidos independentistas y si de verdad se cree en los derechos humanos y en la supremacía de la ética en las relaciones políticas es necesario un drástico cambio en las relaciones interpartidistas y sociales. El racismo debe ser condenado con hechos y aislado social y políticamente. Todo lo que no sea así es pura hipocresía.
Santiago de Munck Loyola
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