Para todo aquel que hubiese
ignorado las encuestas del CIS (por cierto, el Sr. Tezanos a estas horas sigue
sin dimitir tras el ridículo y descrédito al que ha sometido al organismo que
dirige) los resultados de las elecciones generales del pasado domingo no habrán
supuesto una gran sorpresa. El PSOE con Pedro Sánchez ganó las elecciones
convocadas por él mismo tras ser incapaz de aglutinar voluntades para lograr su
investidura de candidato y lo hizo perdiendo casi 800.000 votos, tres escaños
en el Congreso y 29 en el Senado con la pérdida, además, de la mayoría absoluta
que gozaba en esta cámara. Todo un logro, sí señor. Un estratega fino el Sr.
Sánchez. 140 millones de euros gastados, más otros 60 millones correspondientes
a las subvenciones a los partidos políticos, para que el Sr. Sánchez pudiera
mejorar los resultados de su partido y poder dormir tranquilo sin tener en el
Consejo de Ministros a los podemitas.
Pero no, todo parece indicar que
el Sr. Sánchez no podrá dormir tranquilo durante una larga temporada si logra
los votos necesarios para su investidura tras haber firmado ayer un acuerdo
para gobernar en coalición con la ultraizquierda de Unidas Podemos, con el Sr.
Iglesias como Vicepresidente del Gobierno de España. Firmado este acuerdo,
socialistas y ultraizquierdistas, tienen que ponerse enseguida manos a la obra
para conseguir los votos necesarios para investir al Sr. Sánchez Castejón.
Iglesias ya se ha puesto a ello y, cómo no, ya ha iniciado contactos con los
golpistas catalanes para buscar su abstención al menos y con los proetarras de
Bildu. Así, repitiendo la misma estrategia que en Navarra podrá el Sr. Sánchez
salir a decir que él no ha pactado con los bilduetarras ni con los
naZindependentistas catalanes.
Parece que de antemano tienen asegurado el voto
de los naZionalistas racistas del PNV a los que les da igual ocho que ochenta,
es decir, a los que siendo una derechona rancia y racista les importa un bledo
el color económico del gobierno de España aunque tenga tintes bolivarianos.
Bueno, no es que les dé igual exactamente, es que cuanto peor sea el gobierno
español mejor para ellos. La ultraizquierda podemita sacudirá el árbol y ellos
recogerán las nueces.
Ha ocurrido lo que algunos
dijimos que iba a ocurrir si el centroderecha no concurría unido a estas
elecciones convocadas en medio de una grave crisis de supervivencia nacional.
El centroderecha constitucionalista volvió a mirarse al ombligo y se presentó
por separado. Y el resultado de tan poco patriótica decisión es que teniendo
más votos que la izquierda, ésta ha ganado en número de escaños.
Según la
proyección de escaños realizada por el Diario ABC de haber articulado
candidaturas únicas en torno a la propuesta de Pablo Casado, España Suma, el
centroderecha habría obtenido mayoría absoluta 177 escaños en el Congreso. Ni
siquiera tuvieron la generosidad ni la altura de miras para presentar
candidaturas únicas al Senado perdiendo la ocasión de hacerse con una mayoría
absoluta en el Senado, imprescindible para poder activar la aplicación del
Artículo 155 de la Constitución. Y esto es
algo que sus votantes ni podemos ni debemos olvidar. Ninguno de los tres
líderes de la derecha ocultó que la situación política española era y es de
extrema gravedad con el independentismo violento en auge e incendiando las
calles y con un gobierno izquierdista débil y acomplejado incapaz de articular
un proyecto de cohesión nacional, pero dos de ellos, Rivera y Abascal, se negaron
en redondo a aceptar la propuesta de Pablo Casado. ¿Es eso patriotismo? Pues
no, por muchas banderas españolas que enarbolen, es simplemente egoísmo
partidista y falta de visión de Estado.
El PP se ha quedado con 88
escaños en el Congreso, Vox con 52, Ciudadanos con 10 y Navarra Suma con 2.
Podrán estar satisfechos, salvo en el caso de Ciudadanos, por aumentar su
representación parlamentaria, pero no porque esos resultados sirvan para
mejorar la situación política de España.
Resulta llamativo que el electorado
haya castigado a Ciudadanos, según los comentaristas políticos más asiduos en
los platós televisivos, por cumplir precisamente su compromiso electoral de
abril, es decir, no facilitar la investidura de Pedro Sánchez y “su banda”.
Quizás la explicación haya que buscarla en el hecho de que la radicalización
del ambiente político no favorece las posiciones moderadas y en el incesante
bombardeo crítico de la Secta y los medios afines por haber facilitado
gobiernos regionales en Madrid, Andalucía, Murcia o Castilla y León.
En todo caso si finalmente el
PSOE y la ultraizquierda podemita logran la investidura del insomne de la
Moncloa el centroderecha dispondrá de un período de quizás un año o dos para,
además de cumplir su obligaciones como oposición, tratar de refundar un espacio
político de cara a las siguientes elecciones, sea bajo la fórmula de
coaliciones electorales, sea bajo unas nuevas siglas unitarias. Creo
sinceramente que la situación crítica de España lo exige. Está en juego la
defensa de la soberanía del pueblo español y, por tanto, la vigencia de la
Constitución y de la unidad de España. El reto merece la pena. Superar
diferencias políticas, personalismos y antiguos rencores es una obligación
patriótica.
Santiago de Munck Loyola
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