En los distintos informes que
evalúan los resultados de los sistemas educativos de los diferentes países
existe una coincidencia generalizada: los datos relativos a España no son
buenos, ni mucho menos. Según la mayor parte de estos informes la situación del
sistema educativo español es francamente mejorable. En los últimos diez años, hemos
aumentado el número de personas que alcanzaron un título de bachiller o
universitario, pero mas del 47% de la población entre 25 y 64 años sólo cuenta
con la educación obligatoria o menos, lo que nos aleja mucho de la media de los
países desarrollados. En cuanto a competencias de los alumnos, España ocupa el
puesto 18 entre los 25 países comunitarios evaluados en PISA 2009 y el fracaso
escolar afecta a 28 alumnos de cada 100. Otro dato preocupante es que un 24 por
ciento de jóvenes de entre 15 y 29 años ni estudia ni trabaja. Contamos con el
mayor índice de Europa de desempleo entre los jóvenes, el 25 % de la población
activa, consecuencia directa de la peor formación de nuestros jóvenes respecto
a los europeos, a menor formación más desempleo.
Y no se trata de que en España se
invierta menos en educación que nuestros vecinos europeos. No, ahí no parece
radicar el problema a pesar de las reiteradas mentiras de la izquierda. Según
estos mismos informes, España invierte por alumno un 6% por encima de la media
de la OCDE y un
7% por encima de la media de la Unión
Europea. Nuestra ratio de alumnos por profesor es inferior a
la media europea. Y nuestros alumnos “padecen” también más horas de clase que
la mayor parte de los alumnos europeos. En resumen, en España gastamos más
dinero en educación que nuestros vecinos, empleamos más recursos humanos que
los demás, invertimos más tiempo lectivo que la media europea y obtenemos unos
resultados pésimos que nos sitúan en el furgón de cola en cuanto a
conocimientos y equidad del alumnado. No hay que ser un lince para deducir que
esta situación es consecuencia directa de las leyes educativas que durante
décadas ha venido imponiendo la izquierda española, partidos y sindicatos. Y
tampoco hay que ser un genio para deducir que no es posible seguir sosteniendo
este modelo educativo y que anclarse en el inmovilismo conduce directamente al
suicidio educativo.
Si este es el panorama, la cerril
actitud del PSOE y sus satélites empecinados en el “no se toca” solo puede ser
comprendida desde el deseo y el objetivo de seguir primando el adoctrinamiento
ideológico sobre cualquier otra consideración. La reforma avanzada por el Ministro
Wert apunta hacia posibles soluciones a los graves problemas que la izquierda
ha generado en nuestro sistema educativo, pero lo hace de forma tímida y sin
llegar a cumplir todos los compromisos recogidos en el Programa Electoral del
Partido Popular que obtuvo el respaldo mayoritario de la sociedad española hace
año y medio.
Y como era de esperar al
inmovilismo y conformismo de la izquierda española, radicalmente contraria a
criterios de excelencia, de libertad o de competitividad, se suma la tragicómica
oposición de los nacionalistas quienes llegan a calificar de “atentado” el
hecho de que se habilite un sistema para que cualquier niño pueda estudiar en
español en cualquier parte de España. Algo tan simple y tan elemental como eso,
impensable en cualquier otro país de nuestro entorno, es rechazado
visceralmente por estos antidemócratas separatistas que, una y otra vez, se
niegan a cumplir las reiteradas decisiones judiciales amparando ese elemental derecho.
Hoy los hechos demuestran que fue un error romper la unidad educativa en todo
el territorio nacional al transferir las competencias educativas a las
Comunidades Autónomas como lo fue también transferir competencias en sanidad o
romper la unidad de mercado. El principio constitucional de igualdad entre los
españoles quedó desvirtuado y en la práctica supone que los españoles gozamos
de diferentes derechos en función del territorio de residencia haciendo que,
progresivamente, vayamos perdiendo cohesión social frente a una Europa que
avanza en la dirección contraria.
Eso sí, los socialistas se van a
servir una vez más de las autonomías para tratar de frenar o paliar las
reformas educativas del Partido Popular, respaldadas por la mayoría electoral,
y así lo han anunciado en Andalucía, por ejemplo. O en Asturias donde los
socialistas ya se han puesto manos a la obra y para mejorar la calidad de la
educación ya han adoptado una importantísima medida que seguramente causará
admiración en toda Europa: ya no habrá vacaciones de Navidad ni de Semana
Santa, pasarán a llamarse vacaciones de diciembre o de invierno y vacaciones
del 2º trimestre. Todo un acierto que a buen seguro redundará en el rendimiento
académico de los alumnos.
Santiago de Munck Loyola
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