Querida Caja:
Llevamos ya muchos años de relación en los que siempre me has escrito tú. Hoy, por primera vez, soy yo el que te envía una carta. Llevamos tantos años juntos que nos conocemos sobradamente. Estos días me están llegando muchas noticias preocupantes sobre tu estado de salud y el de tus familiares. Por eso me he animado a enviarte esta misiva. Desde hace muchos años te has venido ocupando de mis ingresos y de mis recibos. Siempre me has cobrado con una puntualidad germánica todas y cada una de las operaciones en las que podías hacerlo. Nunca me has fallado y jamás te despistaste a la hora de cobrarme tus servicios. Ya sabes, lo mío siempre ha sido más tuyo que mío. Me costó que me prestases dinero para mi primera hipoteca, pero finalmente y con los avales de mis suegros me la diste. Con igual precisión me prestaste dinero para montar mi empresa, aunque te hiciste de rogar un poco más, casi con coquetería. Me surtiste bien: tarjetas, seguros para la casa, para el coche, etc. Todo bien pagado, eso sí, porque gratis, gratis, no es que me hayas dado nada. Bueno, miento, los calendarios y los llaveros no costaban nada. Después vino la crisis, con perdón, y los problemas. Los proveedores empezaron a retrasarse en los pagos de mi modesta empresa, después dejaron de pagar. Yo no podía hacer frente a tantos impagos y tú dejaste de ayudarme, no podías, al parecer. Tuve que cerrar el negocio y me quedé sin ingresos. Luego terminaste por quedarte con mi piso porque no había forma de poder seguir pagando la hipoteca. Pero tú y yo seguimos unidos. Lo mío es ahora tuyo y además te debo una pasta. Mientras ocurría todo esto tus…no sé como llamarlos… tus “gestores” tenían unos sueldos espectaculares, unas comisiones tremendas, viajes por todo el mundo, prestamos a bajo interés, en fin, vivían como “popes”.
Ahora me cuentan que estás mal, que no tienes liquidez, o sea dinero. Y que no sólo estás tú enferma sino que tus parientes también lo están. Dicen que habéis prestado dinero a lo tonto, no como a mí que te tuve que dar toda clase de garantías, y que no os lo devuelven. Se parece algo a mi caso, que no os pagan. Es una faena ¿verdad? Dicen que para curaros os vais a juntar las cajas enfermas. No entiendo mucho de esto pero me parece que así os vais a convertir en una gran caja o banco, pero también enfermo. Parece que los que te han puesto enferma, tus gestores, siguen en sus puestos, cobrando todos una pasta, sacándote todo el jugo. Y parece también que, una vez que te hayas juntado con otras cajas, el Estado os va a dar el dinero que os haga falta para que os curéis.
No sé como te las arreglas, querida caja, pero al final siempre te quedas con lo mío. Cuando me arruiné, ganaste tú, te quedaste con mi dinero. Ahora que la arruinada eres tú, también te quedas con mi dinero porque el Estado te lo va a dar. Y mientras, tus gestores, tus… (perdóname la expresión), tus chulos en sus puestos y llenándose los bolsillos.
Deben ser cosas de las altas finanzas y a mi se me escapan. Yo sólo tengo sentido común, querida caja, no soy un experto financiero y por eso todo esto me suena raro. Menos mal que tú y yo seguiremos unidos bastante tiempo si es que no terminan por hundirte definitivamente o si yo no acabo emigrando.
Hasta pronto, Caja mía.
Fdo.: Un impositor de la Caja.
Santiago de Munck Loyola
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