Durante décadas hemos convivido con la idea, hábilmente cultivada, de que la izquierda era prácticamente sinónimo de libertad. Daba igual que medio mundo estuviese oprimido por regímenes comunistas y que fuera evidente que allí dónde triunfaba la izquierda más ortodoxa, los partidos comunistas, se suprimía la democracia parlamentaria y se acababa con las libertades individuales. Cierto es que en la Europa occidental la izquierda, sobre todo después de la segunda guerra mundial, ha ido evolucionando y ha asumido planteamientos liberales en cuanto a la organización y funcionamiento de la sociedad democrática. En España, no fue hasta la transición cuando el PSOE abandonó el marxismo, concepción ideológica incompatible con las libertades individuales, y el PCE asumió la estrategia eurocomunista, un disfraz aparentemente respetuoso con la democracia parlamentaria y las libertades individuales. Sin entrar a fondo en la evolución de la izquierda española, más lenta que la europea, lo cierto es que el mensaje y la imagen que transmitía era y sigue siendo que izquierda y libertades eran prácticamente lo mismo y todo ello ignorando evidencias históricas no muy lejanas que ponían de manifiesto otra cosa muy distinta.
No hace muchos años todavía tuvimos la ocasión de leer, no sin asombro, un manifiesto firmado por ilustres miembros del subvencionado mundo de la farándula en el que se denunciaba al Gobierno de Aznar como un peligro para las libertades. Ni más, ni menos.
Es cierto que la izquierda española ha cambiado, aunque aún no ha abjurado de su pasado y de su trayectoria liberticida. Pero también resulta evidente que sigue padeciendo ciertos ramalazos de autoritarismo y de desconfianza hacia la libertad individual. Son constantes esos “tics” en la acción del gobierno socialista y saltan permanentemente a la vista, aunque guarden silencio los habituales “pancarteros” de hace unos años.
La nueva Ley antitabaco es una buena muestra de esa tendencia liberticida de los socialistas, por más que justifiquen sus medidas con diferentes excusas. La reciente reducción de los límites de velocidad también lo es. Justifican esta decisión diciéndonos que se trata de impulsar el ahorro de los ciudadanos, es decir, de imponer un ahorro de combustible a los particulares. Luego añaden que con esta medida se salvan vidas o que se reduce la contaminación, pero la primera justificación utilizada fue la del ahorro. Recuerda mucho aquel lema del “aunque usted pueda, España no puede”. Y digo yo ¿no sería mejor que se preocuparan nuestros gobernantes de ahorrar en los recursos públicos que administran? ¿No somos ya mayorcitos los ciudadanos para decidir en qué queremos ahorrar y en qué no?
Ayer, el Secretario de Estado de Economía, D. José Manuel Campa dio buena muestra de ese desfasado paternalismo y de esa querencia a reducir el ámbito de la libertad individual. El Sr. Campa piensa que la tasa de ahorro de los españoles, en torno al 18 % de la renta disponible, es excesiva y que si gastásemos dos puntos más y redujéramos así el ahorro mejoraría el PIB. Para colmo, afirma que las familias españolas son ricas porque tienen patrimonio. Es decir que por el hecho de tener vivienda en propiedad, con su inevitable hipoteca, las familias españolas son ricas. Puede que sea así, pero gracias a él y a su gobierno cada vez menos ricas y si no que pregunte a alguna de las 250.000 familias cuya hipoteca ha sido ejecutada en 2010. Bueno, para él lo importante es que los españoles tenemos que gastar más, pero no en gasolina (ahí han decidido que hay que ahorrar), ni en tabaco, ni en hamburguesas, ni en segundas residencias (turismo de sol y playa, nada de nada). Así que lo mejor es esperar a que este benevolente gobierno nos haga la lista de la compra, a que nos diga con más concreción en qué debemos gastar el dinero.
Es evidente que si hay más ahorro es por que hay cada vez más desconfianza y más incertidumbre. No hace ninguna falta que el Gobierno marque el ritmo del consumo y del gasto a los ciudadanos. Con toda seguridad, el día que el Sr. Campa y sus compañeros de Gobierno se marchen cambiarán las cosas. Eso sí, lo que parece que va a tardar mucho en cambiar es esa tendencia de la izquierda española a cercenar la libertad de los ciudadanos. Su falso paternalismo nace de una profunda desconfianza en los valores y las capacidades del individuo. Y eso tiene difícil remedio.
Santiago de Munck Loyola
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