La baja de militancia en el Partido Popular de Francisco Álvarez Cascos no es una buena noticia para los populares, como no lo fueron en su día las bajas de militantes tan significativos como José Ortega Lara o de María San Gil. Es muy posible que al amparo de las encuestas tan favorables para el Partido Popular la mayoría de los afiliados y de los dirigentes de la formación política no le den la más mínima importancia a este hecho, como parece ponerse manifiesto con el escueto comunicado emitido al respecto.
Sin embargo, el hecho que tras 34 años de militancia todo un exsecretario general se vea en la necesidad de tomar una decisión tan seria debería mover a la reflexión a los militantes populares. Es muy posible que Francisco Álvarez Cascos haya cometido muchos errores de bulto a la hora de plantear su candidatura para encabezar el cartel electoral del Partido Popular en el Principado de Asturias, al igual que es cierto que Cascos ha sido víctima de un procedimiento estatutario para la designación de candidatos que él mismo refrendó y utilizó durante años, un procedimiento de designación en el que la voluntad de los afiliados es permanentemente ignorada por los órganos de decisión del Partido. Hay quienes justifican el método de designación sobre la base de una especie de democracia delegada: los militantes eligen al dirigente del Partido y éste, en virtud del mandato recibido, designa a los candidatos o se designa, en su caso, a si mismo. Pero no es lo mismo un Congreso Regional para elegir a los rectores del Partido para el día a día que elegir a quien deba representarlo en las instituciones, aunque en la mayoría de las veces coincidan los elegidos. Y es evidente que cuando se plantean distintas candidaturas, cuando las circunstancias que concurren hacen difícil conocer el sentir de la mayoría es preciso, si se quiere hacer realidad el principio constitucional relativo al funcionamiento democrático interno de los Partidos, acudir a la fórmula del Congreso extraordinario o a la fórmula de las primarias que ha utilizado el PSOE. El caso asturiano es sumamente complejo en el ámbito del Partido Popular, a la existencia de numerosas fracciones y personalismos había que sumar el impacto de la personalidad de Cascos y su proyección pública que, se quiera o no, era la que en las encuestas realizadas aseguraba la mayoría absoluta para el Partido Popular, ahora en entredicho por la decisión personal de Mariano Rajoy. Y haber mantenido una herida abierta durante tantos meses no parece la mejor estrategia para afrontar unos comicios autonómicos y locales.
Prescindir de la opinión y voluntad de los afiliados no es un signo de fortaleza en el liderazgo, sino todo lo contrario. La toma de decisiones de aparente fortaleza al abrigo de encuestas favorables constituye un signo más de debilidad que se traducirá, sin ningún género de dudas, y así lo podremos ver en una mayor indefinición programática. No “mojarse”, no comprometerse, no explicar demasiado serán consignas que se acentuarán en los mensajes a medida que nos aproximemos a las elecciones generales. El Partido Popular va a ganar “por descarte” por lo que no será necesario transmitir un plan de acción demasiado detallado a los electores.
En todo caso, insisto en que la marcha de personas relevantes no es un buen camino. Los que llevamos muchos años en el Partido Popular hemos visto cómo a medida que los vientos electorales se tornaban favorables, muchos de los que nos combatían se incorporaban a nuestras filas y han venido ocupando puestos relevantes. Ocurrió en 1982 con el trasvase de cuadros de la UCD hacia Alianza Popular. Volvió a ocurrir en 1996 y está ocurriendo de nuevo. Sumar siempre es positivo, pero prescindir de quienes han sido referentes políticos de la organización, de quienes han trabajado de forma ejemplar para la misma con el fin de dejar paso a los recién llegados o exhibir una presunta renovación no lo es, (por cierto, resulta muy llamativo que los que llaman a la renovación nunca se sienten aludidos por la misma). Porque de bien nacidos es ser agradecidos.
Santiago de Munck Loyola
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