Si hay algo que ha marcado decisivamente la política local en Rivas-Vaciamdrid durante la década de los 90 ha sido la incineradora de Valdemingómez del vecino Ayuntamiento de Madrid. La incineradora fue durante años el tema prioritario de la agenda política local y un arma arrojadiza de la izquierda ripense utilizada sin ningún tipo de escrúpulos. Conviene hacer algo de memoria para comprender el alcance y significado de la instrumentalización irracional que la izquierda local hizo del tema.
A finales de los 80, el Ayuntamiento de Madrid, gobernado por Barranco (PSOE) con el apoyo de IU, acordó, a propuesta del concejal socialista Tinas, construir una incineradora en Valdemingómez a unos 5 Km. de Rivas-Vaciamadrid. Se trataba en realidad de una planta de tratamiento y separación de residuos sólidos urbanos en la que una vez seleccionados los materiales reciclables, se fabricaba compost con los residuos orgánicos y se incineraban los materiales no reutilizables para generar energía eléctrica. Sin embargo, el 1989 se produjo un cambio de gobierno en el Ayuntamiento de Madrid como consecuencia de una moción de censura y la alcaldía fue ocupada por el CDS con el apoyo del PP. En 1991, Álvarez del Manzano alcanzó la Alcaldía y Esperanza Aguirre fue nombrada concejala de medio ambiente.
Una vez desalojada del poder, la izquierda renegó de su propuesta y convirtió el proyecto de la incineradora en una propuesta maldita que había que suprimir a cualquier precio. La súbita conversión de la izquierda al ecologismo fue especialmente significativa en Rivas donde la bandera contra la incineradora se izó con especial virulencia. Durante años se desataron feroces campañas contra el proyecto, se bombardeó permanentemente a la población asustándola con toda clase de males que produciría la incineradora e identificando permanentemente al PP con la incineradora. La izquierda ripense no escatimó medios para trasladar el mensaje de que incineradora era igual a contaminación, cáncer, muerte y PP. Entre 1991 y 1995 se sucedieron los escritos, manifiestos y movilizaciones. El mensaje era No a la incineradora, No al PP. El Ayuntamiento, gobernado por IU y PSOE llegó a emplear fondos públicos para fletar autobuses para llevar a los niños según salían de clase (sin la autorización de sus padres, por supuesto) a manifestaciones en Madrid. En alarde de ausencia absoluta de ética y moral, en algún colegio se llegó a organizar representaciones teatrales para explicar los efectos perversos de la incineración: al escenario subían niños vestidos de negro que representaban a las dioxinas y los furanos y en el traje figuraban dos letras, PP. A la entrada del municipio se plantaron decenas de cruces blancas. Parecía un cementerio de guerra. Por cierto, una noche, varios afiliados del PP fuimos a las cruces y sobre cada una de ellas fuimos poniendo nombres: Roldán, Vera, Barrionuevo, Felipe González, Filesa, etc. A los pocos días las cruces desaparecieron.
Dada la situación permanente de crispación organicé una reunión entre Esperanza Aguirre y varios miembros de la Plataforma Anti Incineradora. En esa reunión, el Ayuntamiento de Madrid propuso:
1.- Que el Ayuntamiento de Rivas nombrara inspectores técnicos para vigilar permanentemente el funcionamiento de la planta con cargo al presupuesto de Madrid.
2.- Que la energía eléctrica que produjese la Planta fuera para Rivas, para los vecinos, rebajando sus recibos por consumo eléctrico.
3.- Que los puestos de trabajo que generase fueran para los vecinos de Rivas.
4.- Crear una barrera vegetal de varios kilómetros cuadrados entre la Planta y Rivas.
Todas las propuestas fueron rechazadas de plano. Eso sí, algunos familiares de dirigentes de IU terminaron trabajando misteriosamente en la Planta.
Era tal el clima de crispación y odio generado por la izquierda de Rivas que el día que se inauguró la primera sede del PP en la localidad varias decenas de vecinos trataron de impedir la inauguración, en un claro ejemplo de sus convicciones democráticas.
En medio de ese ambiente llegaron las elecciones municipales de 1995 y pese a todo lo anterior el Partido Popular pasó de 2 a 6 concejales, los mismos que IU, y se quedó a tan solo 89 votos de ser el partido más votado de la localidad.
Fausto Fernández fue elegido, con los únicos votos de sus concejales, Alcalde y decidió intentar prescindir de sus antiguos socios, el PSOE. A los pocos meses, llegó la primera prueba de fuego, la aprobación del presupuesto municipal para 1996. Fausto Fernández y su primo, Pepe Masa, actual Alcalde, negociaron conmigo, con el PP, esos presupuestos y para conseguir la abstención de PP pactaron una serie de enmiendas y aceptaron, sorprendentemente, la propuesta del PP de que el Ayuntamiento no incluyera en sus partidas ni un duro para financiar actividades contra la incineradora. Y esos presupuestos se aprobaron con 6 votos a favor (IU), 6 abstenciones (PP) y 5 votos en contra (PSOE).
Esa fue la más clara demostración sobre la sinceridad y convencimiento de los dirigentes de IU sobre la supuesta maldad de la incineradora. O no se creían lo que durante años habían venido diciendo sobre la incineradora o vendieron la salud de los ripenses por un plato de lentejas.
Santiago de Munck Loyola
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