Explicando el lema de campaña del
Partido Popular “A favor” sus portavoces insistían en que el mensaje que
quieren trasladar, entre otras cosas, es que el voto debe ejercerse pensando en
lo que se quiere, en aquello en lo que uno está a favor y no por rechazo, por
ir a la contra. Algo muy lógico y encomiable, pero ahí es donde uno empieza a
encontrar precisamente dificultades para votar al Partido Popular.
Para alguien que cree firmemente
en la necesidad de abordar una profunda regeneración dentro de los partidos
políticos la verdad es que, en Alicante además, no hay muchos argumentos a
favor de votar al Partido Popular. Lo cierto es que al margen de buenas
intenciones y de declaraciones más o menos regeneracionistas de la Presidenta Regional
del PPCV poca ha cambiado dentro del PP de Alicante. Siguen mandando los mismos
que mandaron cortar las cabezas de quienes hace tres años exigimos públicamente
la regeneración del partido y el apartamiento de los imputados mientras los que
hoy aparecen como supuestos regeneracionistas guardaban sepulcral silencio. Y
cuando el tiempo nos ha dado la razón, cuando ahora todos se suben al carro de
la regeneración no se ha producido ni la más leve autocrítica, ni se ha pedido
públicamente perdón por aquella cacicada. Pero, al margen de lo anterior, el PP
sigue con los mismos Estatutos, el afiliado no cuenta para nada, los candidatos
se siguen poniendo a dedo y sólo cuatro iluminados elaboran el programa electoral.
Por tanto, el PP sigue sin ofrecer ni el más mínimo gesto, ni el más mínimo
argumento a favor de la regeneración.
Y para alguien que cree
sinceramente en la defensa de la provincia de Alicante frente a la
discriminación que sufre nuestra Provincia por parte del Estado y de la Generalidad
Valenciana tampoco es que aparezcan muchos argumentos a favor
del PP. El PP y sobre todo el alicantino sigue controlado por quienes desde la Generalidad
Valenciana practicaban no hace mucho esa discriminación
económica y ahora se encuentran amordazados por su pasado para denunciar la
actual discriminación. Y son los mismos quienes guardan silencio mientras el
estado, gobernado por el PP, sigue `practicando esa discriminación que Alicante
no se merece.
El Partido Popular, además, ha
incumplido sistemáticamente su programa electoral desde el año 2011: ha sido
continuista en la política antiterrorista, ha aplicado soluciones
socialdemócratas retrasando o ralentizando la salida de la crisis, no ha sido
capaz de ofrecer un modelo nacional de gestión y distribución del agua, no ha
defendido el derecho a la vida como prometió, no ha acabado con las
duplicidades con las autonomías o, por citar un ejemplo más, ha estrujado a la
clase media con una presión fiscal que no se alcanzó ni con el incompetente de
Zapatero.
Pocos son pues los argumentos que
el Partido Popular ofrece para votar a su favor. Paradójicamente son sus
rivales políticos los que sí ofrecen razones más que suficientes para votar al
Partido Popular, aunque sea teniéndose que tapar la nariz. La última encuesta
del CIS que abre la posibilidad a que el Sr. Pablo Iglesias pueda llegar a ser
Presidente del Gobierno o a formar parte del mismo es más que suficiente como
para replantearse la necesidad de votar y el sentido del voto. Y no, no se
trata del voto del miedo, sino del sentido común, el voto en contra de unas
políticas caducas, fracasadas y revanchistas.
Si uno está a favor de aumentar
el peso de la sociedad frente al estado, a favor de la unidad de España frente
a su progresivo desmantelamiento, a favor de la generación de riqueza y de la
iniciativa personal frente al subsidio desmotivador, a favor de una judicatura
independiente y no depurada ideológicamente, a favor de la libertad de
expresión frente al control estatal de los medios de comunicación, a favor de
una reducción progresiva de la presión fiscal a las clases medias y menos
favorecidas frente a su desbocado incremento, a favor de la libertad de y en la
educación frente a los que pregonan su uso para enfrentar a los hijos con los
valores paternos, a favor de la profesionalización de las administraciones
públicas y en contra de las purgas ideológicas y las colocaciones para afines y
familiares, entonces no queda más remedio que votar, aunque sea dolorosamente,
al Partido Popular.
A la luz de las encuestas, de la
experiencia en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas del último año y a la
vista de los programas-catálogos y de los programas incumplidos, lo cierto es
que el 26 de junio nos estemos jugando algo mucho más importante que un simple
cambio de gobierno o un cambio de políticas. Lo más probable es que nos estemos
jugando el modelo de sociedad y de sistema político para mucho tiempo. Y, por
ello, el voto, cada voto, deberá ser muy reflexivo. Con echar un vistazo a lo
que se puede avecinar se encuentran muchos argumentos, muchas razones para
votar al Partido Popular si uno cree en los principios y valores del centro
derecha. No, el PP no nos ofrece a muchos razones a su favor. Que no se
engañen, que no sigan en la nube, que no se trata, ni tan siquiera, de un voto de confianza al Partido Popular, las razones “a favor” de votar al PP nos las
proporcionan sus rivales políticos. Así de duro y de simple.
Santiago de Munck Loyola