No es que hubiese demasiadas expectativas en torno al debate
entre el aspirante a Presidente, Pedro Sánchez, y el Presidente en funciones, Mariano
Rajoy pero los ecos del mismo no son precisamente edificantes. Ni el moderador,
ni el formato del debate contribuyeron a que se desarrollase de una forma
constructiva. ¿Qué ha quedado tras el debate? Sobre todo, de un lado, los
insultos, la mala educación y la negra visión de España del aspirante Pedro
Sánchez. Y, del otro, la falta de reflejos, “la linde” de la economía y la aparente
ausencia de ilusión y de capacidad de ilusionar del Presidente en funciones,
Mariano Rajoy.
Lo peor del debate fueron las continuas interrupciones sobre
todo de Pedro Sánchez que vinieron a subrayar su falta de estilo y su mala
educación. No se trataba del ardor juvenil de un contendiente, sino de simple y
puro “macarrismo político” como bien ha dicho la vicepresidenta del Gobierno,
Soraya Sáenz de Santamaría. Ha sido el empleo de una estrategia dialéctica
premeditada, perfectamente calculada que no ha considerado el imprescindible
respeto a los espectadores. Resulta cansado y tedioso tratar de escuchar los
argumentos de una persona si su interlocutor le está interrumpiendo a cada
momento y no de le deja acabar ninguna frase. Se ha devaluado tanto la política
con las apariciones de los políticos en cualquier programa de variedades que el
Sr. Sánchez debió de confundir el debate con las tertulias de “Sálvame”. No se
trata ya de una falta de respeto al adversario político, sino, sobre todo, de
una falta de respeto a los ciudadanos que estamos presenciando el debate.
España no se merece a un Presidente con tan poca educación y tan bajo perfil
intelectual.
Tampoco parece que se merezca a un Presidente incapaz de
rebatir con agilidad las continuas falsedades esgrimidas por su oponente,
incapaz de explicar la diferencia entre un rescate a España, como el padecido
por nuestros vecinos portugueses o por los griegos, y un rescate a parte de la
banca. Mariano Rajoy fue fiel a lo que ha venido haciendo a lo largo de la
legislatura, seguir “la linde” de la economía y olvidarse de que también existe
“la política”. Parece como si su capacidad de gobernar fuera limitada, o la
economía o la política, pero no las dos cosas a la vez. Si algo ha distanciado
al Partido Popular de muchos de sus votantes a lo largo de estos cuatro años no
ha sido sólo el tener que aplicar duras recetas económicas en contra de todo lo
prometido para tratar de arreglar los destrozos del Sr. Zapatero, sino “los
Bolinaga”, la reforma de la legislación sobre el aborto, el Plan Hidrológico
Nacional, la Memoria Histórica o el mantenimiento del estatus autonómico, amén
de la corrupción en todos los niveles. La falta de ejemplaridad de la clase política
se ha reflejado especialmente en líderes populares por simple cuestión de
número ya que nunca un partido político había ostentado tanto poder como el PP
hasta mayo de este año.
En definitiva, hemos presenciado un debate malo, poco
constructivo, sin propuestas novedosas, sin críticas constructivas y con poco
nivel. Pasará a la historia como el debate del insulto y del “y tú más”. No sólo estará muy contenta Susana Díaz por el
resultado, como apuntaba Pablo Casado, sino que lo más preocupante es que
también estarán muy contentos el Sr. Iglesias y el Sr. Rivera. Es muy probable
que este haya sido el último debate del bipartidismo, pero también es muy
posible que haya sido el preludio de una venidera inestabilidad gubernamental y
de la legislatura más corta de nuestra democracia.
Santiago de Munck Loyola