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miércoles, 12 de agosto de 2020

Fuera caretas: El auténtico rostro podemita.

Aparecieron como un movimiento político fresco, renovador, alejado del estereotipo partidista imperante. Su discurso parecía conectar con gran parte de la gente, cansada de las consecuencias de la crisis económica, decían lo que mucha gente deseaba escuchar, hablaban de limpiar las instituciones, de priorizar la solución de los problemas de las personas, de acabar con los privilegios de la clase política a la que identificaban como una “casta” alejada de las penurias de los ciudadanos, anteponían cubrir las necesidades sociales al pago de la deuda externa, hablaban de vivienda, de renta universal, de igualdad, de los desahucios, de la dación en pago, de la limitación de salarios de los políticos, del medio ambiente y de todo aquello que supusiera una ruptura, un cambio de modelo centrado en la solución de los problemas reales de la gente.

 

Llegaron repartiendo estopa. Nadie se libraba ni en su vida pública ni privada del látigo fustigador y presuntamente regenerador de los podemitas. Invadieron las tertulias políticas y siguieron repartiendo a diestro y siniestro: que los sueldos públicos de los políticos eran escandalosos, que ellos los habían limitado en sus estatutos, que era impresentable que Ana Botella fuera Alcaldesa por “ser esposa de”, que era un escándalo que un ministro se comprara un ático en un barrio exclusivo por 1 millón de euros, que un imputado debería dimitir inmediatamente y que ellos así lo disponían en los estatutos podemitas, que la Caja B del PP era repugnante, que con los de la cal viva ni a la esquina, que los escraches eran magníficos, un jarabe democrático,… En definitiva, Podemos se presentaba como una fuerza profundamente democrática, moralista, virtuosa, ejemplificadora de la vida política y que, en consecuencia, se permitían el lujo de dar lecciones urbi et orbi.

 

Sonaba bien, quizás demasiado bien para ser verdad. En 2014 se constituyeron en partido político y empezaron a cosechar éxitos electorales. Podemos se fue situando en las diferentes instituciones representativas y simultáneamente se fue organizando como partido político estableciendo distintas alianzas con muchos movimientos sociales absorbiéndolos en la mayoría de los casos. En este proceso se creó una alianza desigual con Izquierda Unida de modo que los dirigentes comunistas de Podemos cuya carrera política en el ámbito de la izquierda tradicional no había prosperado consiguieron colocar a IU en una posición de absoluta subordinación. Los comunistas con pedigrí pasaron a ser los monaguillos de los neocomunistas, de los chavistas podemitas, de la nueva ultraizquierda.

 

¿Y qué queda de todo aquello? Pues si algo puede expresar a la perfección lo que hoy significa Unidas Podemos es el refrán “consejos vendo que para mí no tengo”. Porque después de tanta lección de ética a los demás, después de tanto exhibir hasta sus propios estatutos como ejemplo de democracia y regeneración, después de tanto discurso bien intencionado lo que los hechos ponen encima de la mesa es una gigantesca estafa política y una podredumbre moral y ética difícilmente defendible. Y ello es así porque quienes se han permitido el lujo de censurar a los demás, de presumir de una supuesta superioridad ética, moral y política han demostrado con sus acciones no sólo estar hechos de la misma pasta, sino incluso peor.

 

Su discurso presuntamente bienintencionado, buenista, solidario, interclasista, regenerador e igualitario ha dado paso a una agenda política revanchista, antidemocrática, excluyente y guerracivilista. Unidas Podemos ha pasado sin soltarse la coleta de censurar a la mujer de Aznar por ser Alcaldesa de Madrid, atribuyéndolo no a sus propios méritos sino a su condición de “ser esposa de”, a modificar la estructura nada menos que del Gobierno de España para crear un Ministerio de Igualdad en el que colocar como Ministra a la pareja sentimental del macho alfa, el hipermercado líder Pablo Iglesias, Ministra cuya experiencia laboral se limitaba a haber trabajado unos meses como cajera. El Sr. Iglesias y su “consorte” ministerial han pasado de censurar la compra de un ático al ex Ministro De Guindos y de afirmar que si llegaban al poder no se moverían de su barrio a adquirir un “casoplón” en una privilegiada zona cercana a Madrid en condiciones hipotecarias inalcanzables para el común de los mortales. De prometer la limitación de sueldos públicos a modificar los Estatutos de su partido para aumentar notablemente sus ingresos. 


Echenique tan solo quince días después de que el TSJA ratificara su condena por tener sin contrato y pagar en negro a su asistente personal criticaba con tanta dureza como desparpajo la precariedad laboral que sufren los repartidores. Han pasado de reprobar en el Congreso en varias ocasiones a la ex Ministra socialista Mª Dolores Delgado por su vinculación con las cloacas del Estado (léase el comisario Villarejo) a aplaudir su nombramiento como Fiscal General del Estado, de presumir de feminismo a querer “azotar hasta que sangre a Mariló Montero”, de promover el impago de la deuda de España a aceptar las políticas del Banco Europeo, de promover los escraches a denunciar a los que los practican contra ellos,
de sumarse a una moción de censura justificada por una sentencia sobre la financiación ilegal del PP a estar imputados como partido por corrupción, de presentarse como campeones de la transparencia a lanzar ataques contra los periodistas que informan sobre sus asuntos turbios, de presentarse como un partido plural y participativo a depurar sin contemplaciones a los disidentes. 


En fin, la lista de la praxis podemita absolutamente contraria a sus discursos es interminable. La verdadera cara de la ultraizquierda española es la cara de sus actos, no la de su propaganda. Y, desgraciadamente, es la cara de la mitad del Gobierno de España.

 

Santiago de Munck Loyola

martes, 11 de agosto de 2020

El cuarto poder.


 

Hoy en día los ciudadanos tenemos a nuestro alcance medios de sobra para estar bien informados, para contrastar adecuadamente cualquier noticia y podernos formar una opinión sobre cualquier asunto de una manera más o menos objetiva. Cualquier hecho, cualquier noticia la podemos analizar y contrastar, comparar las fuentes, estudiar sus antecedentes y todo ello contribuye a acercarnos a la verdad. Sin embargo, ello exige que mantengamos una actitud activa y crítica ante cualquier información. Hoy tenemos a nuestro alcance multitud de medio de comunicación que nos informan, desinforman o nos “comunican” posiciones ideológicas disfrazándolas de “informaciones”. Entre ellos resulta difícil encontrar informaciones objetivas. Somos receptores pasivos de sus comunicaciones y es frecuente la tendencia a aceptar como verdades hechos debidamente maquillados por los comunicadores.

 

Los medios de comunicación en su gran mayoría tienden a informar resaltando determinados hechos, relegando o incluso ignorando otros y, por si fuera poco, a envolverlos en el papel de los comentaristas “políticos” para que el hecho o la noticia la asimilemos convenientemente. La falta de conciencia del ciudadano medio sobre este papel que juegan los medios de comunicación le impide informarse mejor, contrastar la información y formar su propio criterio. Las grandes empresas de comunicación no desarrollan tareas realmente informativas sino que, además de vender ocio y entretenimiento, conforman la conciencia social y, en gran medida, la anestesian. Y la izquierda es muy consciente de ello, como lo ha sido siempre sobre la importancia de su presencia en el campo de la educación.

 

Por ello resulta hasta paradójico que disponiendo más que nunca de medios en Internet para contrastar y comparar las informaciones prevalezca la actitud pasiva del ciudadano medio y se extienda una conciencia colectiva de conformidad y sumisión social ante determinados hechos que en otras épocas no muy lejanas habrían supuesto verdaderas convulsiones sociales.

 

La izquierda que siempre se ha erigido en defensora de la idea de la libertad hace tiempo que la ha abandonado o, mejor dicho, la ha manipulado a su conveniencia. La libertad del individuo ha sido sustituida por una supuesta libertad colectiva cuando lo cierto es que sin la primera la segunda no pasa de ser una ficción. Hoy las libertades individuales más básicas están en peligro, desde la libertad de expresión pasando por la libertad educativa hasta la religiosa. Se está imponiendo un modelo social a través de los medios de comunicación en el que todo lo que no se adecúe a los cánones de lo política y colectivamente correcto queda proscrito. El lenguaje, la vestimenta, el pensamiento, la familia, la educación, la sexualidad, el medio ambiente, la economía o el patriotismo están siendo sometidos a un proceso de estandarización, de colectivismo excluyente de cualquier interpretación discrepante.

 

Pretender que alguien lleva a sus hijos a la escuela para que básicamente adquieran conocimientos es retrógrado. Se les lleva principalmente para socializarlos y para formarlos en los valores que los políticos decidan y la adquisición de conocimientos es secundaria. Pretender usar el español de acuerdo a las reglas gramaticales es machista y heteropatriarcal. Discrepar de la ideología de género es poco menos que una herejía laica. El llamado pin parental es una fascistada mientras que el lavado cerebral estatal mola mogollón. Reivindicar la prisión permanente revisable para determinados delitos otro tanto de lo mismo. La lista puede ser interminable.

 

No puede haber otra causa que el papel que juegan muchos medios de comunicación para explicar que una sociedad tan sensible como para movilizarse y pedir la dimisión de todo un Gobierno por el sacrificio del perro Excalibur en la crisis del Ébola no responda ahora, con casi 50.000 personas muertas, en la misma proporción al menos, que una sociedad tan exigente con la titulación post universitaria de Casado sea tan indolente con una tesis doctoral fraudulenta, que una sociedad tan escandalizada por la Gürtel no lo esté por el caso de los ERES, los cursos de formación o la fortuna de los Pujol, una sociedad que acepte la desigualdad ante la ley en función del sexo de la víctima o que esa misma sociedad permita que se discrimine a los niños huérfanos otorgando pensiones mayores a aquellos cuya orfandad se deba a la violencia de “género”.

 

Los ciudadanos debemos ser conscientes de que el llamado “cuarto poder”, los medios de comunicación, ha ido cambiando de papel durante las últimas décadas. El cuarto poder ha ido progresivamente transformando sus funciones en la misma medida que su influencia se ha agrandado con las nuevas tecnologías. Ha pasado de ser un agente fiscalizador de la gestión pública,  de ser una correa de transmisión entre los ciudadanos y las clases dirigentes y de ser un instrumento de información a convertirse en un verdadero instrumento de modelaje de la conciencia colectiva, dictando incluso la agenda informativa y formativa social. La información, objetiva y plural, ha desaparecido prácticamente siendo sustituida por la formación de las conciencias. El cuarto poder se ha convertido en el principal poder de nuestra sociedad y solo en la medida en que los ciudadanos seamos plenamente conscientes de ello conservaremos la oportunidad de preservar nuestra libertad de conciencia y de pensamiento, es decir, de ser libres y de actuar, mientras nos dejen, con libertad. Y esta tarea no es nada sencilla.

 

Santiago de Munck Loyola

 

miércoles, 5 de agosto de 2020

Objetivo: liquidar el régimen del 78 y a su impulsor.

La marcha de España, sea temporal o no, de D. Juan Carlos I parece que ha dejado insatisfechos a muchos de los actores políticos que venían pidiendo desde hace tiempo un gesto o una decisión al respecto por parte de la Casa Real. Que se sientan satisfechos o no los políticos o los locuaces comentaristas televisivos debería traernos al pairo a los sufridos ciudadanos. Y en medio de esta cascada informativa y de tanto carroñero tendremos que hacer un paréntesis para procesar, analizar y desmenuzar todas las informaciones con las que a diario nos bombardean.

 

Durante décadas los medios de comunicación españoles mantuvieron un pacto de silencio no escrito en torno a las actividades privadas de Don Juan Carlos. Parece evidente que la conducta privada del Monarca no era precisamente ejemplar y los rumores sobre esa conducta, que en otras Monarquías europeas se habrían traducido en verdaderos escándalos, aquí no pasaron de la categoría de comentarios y de chismes vistos por mucha gente hasta con cierta simpatía o complicidad. Es hace dos años cuando el ambiente cambia, cuando un medio de comunicación (OK Diario) publica parte de las grabaciones de unas conversaciones de llamémosla la Corina al ex comisario y presunto delincuente, Villarejo. Y no conviene olvidar que esta “señora” hizo esas escandalosas declaraciones sabiendo que estaba siendo grabada. Abierta la espita, se acabó la inmunidad informativa para Don Juan Carlos y el goteo de noticias no ha cesado aunque parece que lo único probado hasta ahora es que Don Juan Carlos recibió regalos y donaciones que no declaró en España y que usó cuentas en paraísos fiscales. Algo que es inadmisible para un Jefe de Estado y éso es algo que todos los ciudadanos que cumplimos con Hacienda y que además no poseemos cuentas en paraísos fiscales podemos y debemos reprobar y condenar. Pero no es ése el caso de quienes se financian con el dinero de Irán o de la narcodictadura venezolana, de quienes camuflan sus ingresos a través de sociedades para eludir impuestos, de quienes contratan a asistentes personales y no les dan de alta en la seguridad social, de quienes han metido la mano en las cajas públicas malversando los fondos destinados a los parados o a la formación, de quienes se han forrado con el 3%, de quienes los han encubierto extendiendo banderas independentistas o de quienes, bajo cualquier fórmula, nos han convertido en rehenes de la corrupción. Todos ésos son ahora los menos indicados para hablar, para criticar o para exigir nada. Todos ésos, y todos sabemos quienes son, carecen de legitimidad para pedir ejemplaridad o para exigir responsabilidades.

 

Sin embargo, no lo hacen y seguramente porque les importa muy poco el fondo del asunto. Ellos están a otra cosa desde hace tiempo. Ellos están en liquidar el régimen de la transición. Un régimen fundado en la reconciliación de los españoles que no aceptan de ningún modo. Llevan años reinventando el pasado, reabriendo heridas, fomentando odios y tratando de sustituir la reconciliación nacional por la memoria supuestamente histórica. Separatistas, chorizos del 3%, herederos de la mafia etarra, comunistas y populistas van de la mano para liquidar todo rastro de la transición y el asunto de Don Juan Carlos les viene de perlas. Cada cual tiene su objetivo: romper la unidad de España, liquidar el régimen del 78, instaurar un régimen populista o acabar con las libertades “burguesas” y, siendo aliados coyunturales, han descubierto la clave de bóveda cuya destrucción les permitiría alcanzar sus objetivos, la Monarquía parlamentaria que ha proporcionado a los españoles la etapa más larga de progreso y libertad nunca antes alcanzada en España.

 

En este régimen nacido en 1978 es perfectamente legítimo ser republicano y promover a través de sus mecanismos constitucionales la sustitución de la forma de la jefatura del Estado pasando de Monarquía a República. Pero seguramente los planes de estos aliados no pasan por seguir los mecanismos constitucionales, como no los siguieron cuando los separatistas intentaron su “golpe de estado” a través de un simulacro de referéndum y contaron con la complacencia de comunistas y populistas.

 

Por todo ello, hay que estar muy atentos, hay que analizar cada noticia, hay que identificar bien quién, qué y por qué denuncia, hay que buscar la finalidad real de cada movimiento político. No nos dejemos engañar porque los que hablan ahora de la promoción de la ejemplaridad como motivo de sus críticas a la conducta D. Juan Carlos, en el fondo, les importa un bledo el concepto de ejemplaridad y no hay más que examinar sus propias conductas.

 

Pero sobre todo hay que recordar, hay que hacer un balance histórico de los últimos 40 años que no pueden ser borrados por estos escándalos. ¿Don Juan Carlos abrió las puertas a la democracia? ¿La impulsó? ¿Cumplió con sus funciones constitucionales? ¿Hizo cumplir en última instancia la Constitución? ¿Nos representó con dignidad en el extranjero? ¿Amplió el prestigio de nuestra Nación? ¿Bajo su reinado España alcanzó las más altas cotas de prosperidad, de paz y de libertad? Pues eso. 


Deberá responder ante la Justicia si ha lugar a ello, pero no por eso se puede borrar ni su legado histórico ni mucho menos deslegitimar la actual Jefatura del Estado. Felipe VI está cumpliendo meticulosamente las funciones que la Constitución le encomiendan y los errores de su padre ni se heredan, ni la genética le descalifica para hacerle abdicar como pretenden algunos podemitas y el catanazi Torra. Y si no que le pregunten por la herencia genética al propio Pablo Iglesias.

 

Santiago de Munck Loyola

https://santiagodemunck.blogspot.com

 

 

 

 

viernes, 24 de julio de 2020

Don Juan Carlos I, Rey de España.


Al conocer el constante goteo de noticias y comentarios sobre el Rey Juan Carlos I, sus manejos económicos y su amiga Corinna, la falsa princesa y peculiar “empresaria”, surgen inevitablemente sentimientos contradictorios para la mayoría de los españoles. Pocas veces, además, se ha hecho más evidente el viejo dicho de hacer leña del árbol caído, un deporte nacional, y, entiéndase por caído, el hecho de que ya no sea el Jefe del Estado sin entrar en otras cuestiones. La lista de nuevos leñadores es impresionante y se nutre de muchos periodistas cortesanos, comentaristas antes juancarlistas y políticos oportunistas tan escasos de principios como de luces intelectuales. Algunos hasta parecen sorprendidos con el hecho de que el Rey Juan Carlos I tenga una más o menos cuantiosa fortuna o de que reciba o haya recibido regalos de los monarcas árabes cuando lo cierto es que ya en los años 90 algunas informaciones, pocas es cierto, se hacían eco de préstamos o donaciones de Kuwait y de negocios de amigos del Rey en torno a las torres Kio.

Al día de hoy, parece conveniente situar las informaciones en sus justos términos y no sacar conclusiones precipitadas ni dar por cierto todo lo que se lee o escucha. Y ello, porque hay un contexto político evidente. Tenemos un gobierno formado por socialistas y comunistas y una parte de él tiene como objetivo prioritario derribar la monarquía parlamentaria. Y, como es evidente, van a usar todos sus terminales mediáticos para explotar este asunto y erosionar al actual Jefe del Estado, el Rey Felipe VI, cuya conducta constitucional está siendo impecable.
Ayer mismo el vicepresidente segundo del gobierno, el Sr. Iglesias, afirmaba que vamos hacia una “república plurinacional”. En este contexto es dónde hay que analizar cada noticia y cada comentario. 

Hay que destacar que la mayor parte de las informaciones o más bien afirmaciones provienen de grabaciones de la Sra. Corinna quien se dió “a conocer en los salones y eventos de la jet set europea, presentándose como princesa. Alega dedicarse a los negocios y mantiene una intensa vida social.

Es la directora general de Boss & Co. Gunmakers, una armería fundada en Londres en 2000 y es cofundadora de “Auténticos” una fundación dedicada a sensibilizar contra las redes de banqueo de dinero, cárteles de la droga, paramilitares y el trabajo infantil” (no se ría el lector, por favor, la descripción está publicada en Wikipedia). ¿Y a quién le hizo todas esas escandalosas declaraciones la falsa princesa Corinna? Al comisario Villarejo, un policía que está en prisión en espera de juicio, protagonista de varios escándalos de espionaje, amigo del exjuez Baltasar Garzón y la exministra de justicia reprobada por el Congreso y actual Fiscal General del Estado, Mª Dolores Delgado, miembro según Pablo Iglesias de las “cloacas del Estado", en fin, una joyita de mucho cuidado que, cuando la mierda que airea les afecta carece de toda credibilidad para los políticos y periodistas izquierdistas y para quienes se convierte en una fuente fidedigna cuando las heces aireadas atañen a la derecha o, como en este caso, al Rey Juan Carlos I o a la institución monárquica. Por todo ello, cualquier persona con un mínimo de sensatez y objetividad tiene que poner en cuarentena cualquier información.

Y si hay algo que cualquier ciudadano comprometido con los valores y derechos establecidos en nuestra Constitución debe hacer, especialmente si se trata de un político, es respetar la presunción de inocencia que vale para todos los españoles sea cual fuere su posición social. A muchos se les ve el plumero de lejos, sobre todo a los políticos que ya se han apresurado a pedir la retirada del nombre del Rey Juan Carlos I de Avenidas, Calles, parques o de cualquier edificio público. A los pancatalanistas de Compromis les ha faltado tiempo para exigir la retirada de un busto en el Ayuntamiento de Alicante.
Y para qué mencionar a tanto imbécil que en las redes sociales exige que Don Juan Carlos devuelva a los españoles el dinero que dicen ha recibido fuera. ¿A quien tiene que devolver esos supuestos bienes? ¿A los jeques árabes que dicen que se lo regalaron? ¿Cómo es posible que atribuyan los 65 millones de euros de los que se habla a comisiones recibidas por el AVE a la Meca cuando las informaciones sitúan ese regalo 6 años antes de que se formalizara dicho contrato? 

Parece más que evidente que la vida privada del Rey Juan Carlos I no ha sido ejemplar. Y entre otros muchos aspectos el hecho de que pudiera tener dinero en paraísos fiscales no lo es, como no lo eran sus cacerías y su tren de vida en plena crisis económica. Pero no existe ni coherencia ni legitimidad alguna para que esa crítica y ese reproche social lo traten de instrumentalizar quienes han recibido regalos económicos de Irán o de Venezuela utilizando igualmente cuentas en paraísos fiscales.

Pero lo que sí es evidente es que el reinado de D. Juan Carlos I ha sido la mayor etapa de libertad y prosperidad para los españoles de los últimos siglos. Es un hecho que no puede ser borrado que D. Juan Carlos hizo posible una transición pacífica de la dictadura a la democracia admirada y estudiada en innumerables cátedras universitarias de todo el mundo. Es un hecho innegable que en 1981 un golpe de estado no triunfó por su decisiva intervención. Y es un hecho innegable que durante su reinado España ha alcanzado las mayores cotas de bienestar social de su historia. Y es por ello, por todo ello, por lo que se le han rendido honores y reconocimiento público y no por su vida privada, no por ser buen marido, padre, amante o administrador de su patrimonio. Si se demuestra que en el ámbito de su vida privada ha infringido las leyes, deberá responder por ello si nuestra legislación lo permite. Pero de ahí a tratar de borrar su legado político hay un verdadero abismo que, con una nueva memoria histórica ad hoc, parece ser el objetivo de tanto inconsciente, advenedizo y miserable que pulula en los medios de comunicación y en la política.

No se puede borrar el papel histórico y constitucional de D. Juan Carlos y menos aún intentar espuriamente imputar responsabilidades al Rey Felipe VI que, aunque no les guste a los podemitas y a sus conmilitones socialistas, está desarrollando su tarea de forma constitucionalmente impecable. Que la pareja del Sr. Iglesias, la Ministra Montero  vea "muy difícil" separar de la institución monárquica "los casos de corrupción, algunos presuntos y otros contrastados, de la familia Borbón" no deja de ser una generalización y una apelación a la genética impropia de alguien que debería contar con la suficiente formación intelectual para formar parte del gobierno de España. ¿Son ahora los hijos responsables de los errores de los padres? ¿Hablamos entonces de los ancestros del Sr. Iglesias?

La Monarquía española es hoy más que nunca absolutamente necesaria para garantizar los derechos y libertades de los españoles. Y lo es no sólo porque durante los últimos 45 años ha demostrado su valía para construir una sociedad democrática y próspera, sino porque, además, la alternativa encarnada por personajes de la talla moral y política del Sr. Iglesias o del Sr. Sánchez Castejón es realmente pavorosa.

Santiago de Munck Loyola








viernes, 29 de mayo de 2020

El farsante de Galapagar.

La coherencia es posiblemente la cualidad que mejor puede medir la calidad de una persona y, en especial, de un político. La concordancia entre lo que uno dice y luego hace, entre lo que se predica y lo que se ejecuta, entre los principios que se enarbolan y el modo de vida es el mejor reflejo de honestidad personal. Una persona coherente es, al menos, una persona honesta intelectualmente. Pero, cuando se da la circunstancia contraria, es decir, que se hace todo lo contrario a lo que se dice, cuando no existe coherencia tampoco hay honestidad con uno mismo y cuando un político carece de honestidad personal, difícilmente podrá ser honesto con la sociedad a la que dice servir. Más bien se servirá de ella.

Pablo Iglesias, actual Vicepresidente del Gobierno de España, es un buen ejemplo de incoherencia y de falta de honestidad. Sus bonitas frases y proclamas que durante años ha venido desgranando con diarreica intensidad a través de tertulias televisivas o mítines no tienen nada que ver con lo que luego él hace. Cuando se habla tanto y de todo se deja un extenso rastro que permite a cualquier persona con un mínimo de objetividad y de sentido común hacer un retrato bastante exacto de la catadura moral del personaje, de su absoluta falta de coherencia y de honestidad intelectual. Hay algunos pasajes verdaderamente memorables que así lo evidencian aunque sorprendentemente para una parte del electorado no suponen un obstáculo para seguir prestando su voto a semejante caradura.

Allá por el año 2014, en un programa de la Sexta, Pablo Iglesias dijo que “Ana Botella representa todo lo contrario de lo que han representado las mujeres valientes a lo largo de la historia”, encarna ser "esposa de""nombrada por", “sin preparación...Una mujer cuya única fuerza viene de ser esposa de su marido y de los amigos de su marido”. Y se quedó tan ancho, el pollo. Ana Botella, licenciada en Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, funcionaria del Cuerpo de Técnicos de Administración Civil del Estado desde 1977 trabajando en el Ministerio del Interior, el Gobierno Civil de Logroño, el Ministerio de Obras Públicas, la Delegación de Hacienda de Valladolid y el Ministerio de Hacienda, hasta 2003 cuando es elegida Concejala del Ayuntamiento de Madrid, llegando a ser la primera Alcaldesa de la Capital en 2011, resulta que para el macarra bolivariano de Pablo Iglesias no tenía preparación. 

Trayectoria profesional y política que nada tiene que ver con la de la pareja sentimental del Sr. Iglesias, Irene Montero, quien se licenció en 2011 en Psicología y que entre 2010 y 2011 trabajó unos meses como dependienta en la cadena de electrodomésticos Saturn 10. Trayectoria y curriculum que como todo el mundo sabe son más que suficientes para que se haya convertido en Ministra del Gobierno de España en 2020 sin que se pueda atribuir tal circunstancia a ser "esposa de""nombrada por", “sin preparación...Una mujer cuya única fuerza viene de ser esposa de su marido y de los amigos de su marido”.

Allá por el año 2012, el Ministro de Economía del Partido Popular Luis de Guindos se compró un ático por 600.000 €. Don Pablo Iglesias, entregado por entonces a demonizar a lo que él calificaba como casta, escribió el siguiente “tuit” “¿Entregarías la política económica del país a quien se gasta 600.000€ en un ático de lujo?” Tres años después en 2015, en el programa de TV de Ana Rosa el moralista sin moral predicaba lo siguiente “A mí me parece más peligroso el rollo de aislar a alguien. Este rollo de los políticos que viven en Somosaguas, que viven en chalets, que no saben lo que es coger el transporte público o el precio de un café”.

En un mitin celebrado el 17 del mismo año el reverendo laico Iglesias llamaba a sentirse “orgulloso de mirar a los ojos a la gente de tu piso, que ven que sigues viviendo en el mismo sitio”, añadiendo que cuando no se te olvida de dónde vienes, cuando estás orgulloso de haber crecido en un barrio, de mirar a los ojos de la gente de tu piso, que ven que sigues viviendo en el mismo sitio, y saludas al panadero, al que vende el periódico, y comprendes muy bien el significado de la palabra patria..." Pero, he aquí que en 2018 se vio obligado a abandonar, no ya Vallecas que ya lo había hecho antes, sino Rivas-Vaciamadrid para trasladarse a morar en Galapagar donde se había visto obligado a adquirir por 660.000 € una casa de 268 m2 sobre una parcela de 2.000 m2 y casa de invitados. ¿La razón? Pues la necesidad de desarrollar su proyecto vital y criar a sus vástagos en un entorno diferente a Vallecas o Rivas. Pero que nadie piense mal, no fue por vicio, fue una decisión obligada por las circunstancias que le ha supuesto una profunda depresión al no poder seguir saludando a diario al panadero o al vendedor de periódicos de toda la vida.

Son tan solo dos circunstancias las aquí descritas que sirven perfectamente para ejemplificar el nivel de coherencia y de honestidad del nuevo mesías del materialismo histórico aunque también serviría mucho analizar su comportamiento respecto a las retribuciones de los políticos y sobre determinados comportamientos de “la casta” que tan bien ha asimilado el sujeto. Nada mejor que terminar estas líneas que con el refranero ay algunas citas interesantes:

“Del dicho al hecho hay un trecho”.  
“El infierno está empedrado de buenas intenciones”. 
“Obras son amores, que no buenas razones”. 
“Las voluntades débiles se traducen en discursos; las fuertes, en actos.” (Gustave Le Bon) “La palabra tiene que estar de acuerdo con la conciencia y el discurso con el ejemplo.” (Miguel Ángel Revilla). 
“Cuanto mejor es el orador, peor es el hombre.” (Karl Liebknecht).
“Es más fácil luchar por unos principios que vivir de acuerdo con ellos.” (Alfred Adler). 
“En la vida no puedes decir una cosa y hacer otra, los niños aprenden mucho más viendo que escuchando tus palabras.” (Andy García). 
“Sin coherencia no hay ninguna fuerza moral”. (Robert Owen)

Santiago de Munck Loyola