Uno pensaba que una regla de elemental cortesía y
signo de buena educación era ser amable y considerado con el invitado que uno
lleva a su casa. Sin embargo, a la vista del tratamiento que los actores y
presuntos artistas dispensan a sus invitados debe ser un error o quizás sean
ellos los que desconocen las elementales reglas de la buena educación y
cortesía. Cada vez que tienen ocasión y siempre que sus invitados sean del
Partido Popular, los promotores de la entrega de los premios Goya se comportan
como el anfitrión que invita a cenar a un amigo musulmán y le ofrece un buen
plato de jamón serrano, buen vino y se dedica a insultar y a criticar a Mahoma.
Y así ha vuelto a ser el pasado domingo en la gala
de la entrega de los Premios Goya. El Ministro Wert aguantó como pudo la
perorata de simplezas de algunos de los intervinientes, más preocupados de
estampar su pose política que de realizar la más mínima autocrítica para
conocer las causas de la razón por la cual los consumidores nos decantamos por
los productos cinematográficos extranjeros que por las “obras maestras” de la
farándula patria.
La propia presentadora del evento, Eva Hache, fue
la primera en evidenciar su concepto sobre la buena educación con esa mezcla de
humor escatológico y pretendida naturalidad que tanta gracia hace a algunos,
eso sí, siempre que se trate de dar palos al PP. No se libraron tampoco de las
simplezas de la presentadora ni el Rey, ni su familia. La verdad es que la presentadora
fue poco original y bastante grosera.
El discurso del presidente de la Academia del Cine,
Enrique González Macho, se centró en los recortes, en la subida del IVA y en la
supuesta independencia del Cine Español. Podía haber hablado de los responsables
últimos de los recortes de hoy, de los que durante años han despilfarrado el
dinero público, pero no lo hizo y con ello perdían legitimidad y fuerza sus
críticas. No obstante, cuando una actividad depende para su subsistencia de las
subvenciones públicas parece que las reivindicaciones de independencia son más
bien brindis al sol que un reflejo de la realidad.
Ahora bien la que se llevó la palma al mérito
demagógico fue la ganadora del Goya a la mejor actriz, Candela Peña. La
galardonada dijo: Hace tres años que no
trabajaba. En estos tres años he visto morir a mi padre en un hospital
público donde no había mantas para taparlo y le teníamos que llevar el agua.
En estos tres años ha nacido un hijo de mis entrañas y no sé qué educación
pública la espera. En estos tres años ha visto gente sin trabajo que se mata
por no tener casas. Esta alegría no me la amarga nadie y os pido trabajo. Tengo
un niño que alimentar. Muchos la criticarán por usar la plataforma del premio
como atril político y de ser, por lo tanto, inoportuna, tal vez. Habrá a
quien le parezca perfecto usar esta plataforma pública para pedir trabajo y de
paso para hacer demagogia usando hasta la muerte del propio padre, a mi no. Hoy
ha salido a la palestra el Director del Hospital público catalán, por cierto,
en el que falleció el padre de la actriz negando que en dicho hospital no
hubiese ni mantas ni agua para los enfermos, pero sobre todo poniendo en
conocimiento de todo el mundo que ni la actriz, ni ningún allegado, presentó en
su momento escrito o reclamación alguna denunciando algo tan grave. ¿Quién no
presentaría una queja formal si a un enfermo en un hospital público no se le
proporcionase manta y agua? Hay cosas que, por falsas y exageradas, no se
deberían decir y menos aún cuando se usa la muerte de un ser querido
simplemente para hacer política y de la mala. No cabe ninguna duda de que hay
carencias en la sanidad y, sobre todo, en la sanidad catalana tras el paso del
tripartito por la Generalidad de Cataluña, pero de ahí a lo que denuncia esta
actriz hay un verdadero abismo.
Todos podemos ejercer la crítica política, pero
cuando los miembros del mundo artístico se posicionan colectivamente y siempre
en la misma dirección pierden credibilidad. Ni todos los artistas piensan igual
ni están representados por las voces que siempre se arrogan la exclusividad de
su representación. Pero, lamentablemente, ésa es la imagen que transmiten a la
sociedad española. La beligerancia partidista de este colectivo es manifiesta,
su sectarismo ideológico patente y su incapacidad para ganarse el favor del
público en lo suyo, en la producción artística, también. Quizás necesitarían
menos subvenciones y profundizar más en los males de fondo que atañen a su
profesión en lugar de jugar a la política con minúscula y de hacer de palmeros
de quienes no soportan perder las elecciones frente al Partido Popular.
Santiago de Munck Loyola