Sin duda, la noticia política de
la semana ha sido la decisión del líder del PSOE, Pedro Sánchez, de ceder
senadores socialistas a dos formaciones independentistas, Esquerra Republicana
de Cataluña y Democracia y Libertad, la heredera de la corrupta Convergencia
Democrática del Sr. Mas, para que puedan formar grupo parlamentario propio en
el Senado y, con ello, que puedan contar con más tiempo y más dinero para
seguir atacando a la unidad de España. Esta decisión socialista, que debería
marcar un antes y un después en la historia del PSOE, no puede analizarse fuera
del contexto actual en el que nos movemos, un contexto excepcional en el que el
desafío a la soberanía nacional y a la unidad de España es más fuerte que nunca
y en el que la búsqueda de un gobierno estable, tras los resultados de las
elecciones generales del 20 de diciembre, no puede justificar semejantes
trapicheos con los enemigos de España.
Pedro Sánchez y algunos
portavoces socialistas se han apresurado a justificar esta sorprendente
decisión apelando a los antecedentes existentes y a la llamada "cortesía
parlamentaria" que, en realidad, no es otra cosa que un fraude de ley, burlando
el Reglamento de la Cámara Alta para conceder lo que las urnas no han
concedido. Y la desfachatez llega a su cima con la justificación esgrimida por
el número dos socialista, César Luena, cuando vincula esta decisión a los “anhelos
de los españoles”. Pero ¿de dónde ha salido este individuo? ¿cómo se puede
tener tanta cara dura?
El primer y gran reto que tiene
España es la defensa de la soberanía del pueblo español, el fundamento de la
legitimidad de todas sus instituciones democráticas, que está siendo
sistemáticamente atacada por los independentistas poniendo con ello en juego
todo lo demás, recuperación económica incluida. Resulta incomprensible que
partidos políticos como el PSOE no sólo no sean capaces de subordinar sus
políticas partidistas a esa defensa de la soberanía de los españoles, sino que
además colaboren activamente con quienes quieren dinamitarla. Se trata de una
traición en toda regla. No caben los matices.
Y ante esta espuria maniobra socialista
no basta con su denuncia pública como reiteradamente vienen haciendo los
dirigentes del Partido Popular, sino que hay que utilizar o intentar utilizar
todos los medios y mecanismos legales de los que se dispone. El Partido Popular
dispone de una amplia mayoría absoluta en el Senado y puede y debe usarla
porque estamos ante una situación excepcional. Si una interpretación
fraudulenta del reglamento del Senado es la que facilita que los socialistas
consuman esta traición al electorado y a España, refórmese ese mismo Reglamento
para impedir o, en su caso, disolver aquellos Grupos Parlamentarios que se
constituyan con senadores prestados. Es una cuestión de decencia y de voluntad
política que, además, se ajustaría mucho más a los resultados de las urnas que, con las reglas de juego vigentes, no otorgaron a los independentistas la
posibilidad de tener Grupo Parlamentario propio en el Senado.
Los 124 senadores del Partido
Popular tienen la obligación política y patriótica de anunciar e intentar la
reforma del Reglamento del Senado para deshacer la inaceptable decisión de
Pedro Sánchez. No basta con lloriquear ni con rasgarse las vestiduras, hay que
transformar en decisiones políticas lo que es de sentido común y devolver así
al Senado y a los votantes la dignidad que los socialistas les han arrebatado.
Los principios se demuestran con hechos. Y, si no lo hacen, mejor que se
callen.
Santiago de Munck Loyola