Decididamente
hay que rendirse a la evidencia, nuestra clase política, sea del color que sea,
es muy especial. Sigue instalada en sus privilegios y pase lo que pase en el
país no está dispuesta a modificar sus costumbres, ni siquiera por el “qué
dirán”. Es evidente que no todos nuestros representantes políticos son iguales
pero muy pocos se atreven a disentir y a expresarlo públicamente cuando se
toman algunas decisiones, aunque no las compartan, no sea que por ello dejen de
“salir en la foto”.
Mientras
se habla de los recortes también en las becas Erasmus, del cierre de
televisiones ruinosas, del cobro de medicamentos hasta en los hospitales, de la
desnutrición de muchos niños en Cataluña, de los centenares de niños que acuden
al colegio sin desayunar por falta de recursos o de la desaparición de cientos
de plazas asistenciales, nuestros políticos siguen a lo suyo, como si no pasase
nada y éso de apretarse el cinturón no fuera con ellos. Cuando se trata de dar
ejemplo poco importa el color, coinciden en no darlo los que arruinaron al país
y quienes para salvarlo están arruinando a las familias.
Ayer,
sin ir más lejos, el Congreso de los Diputados escenificó como nunca lo
anterior. Sus señorías dejaron claro que padecemos una casta política
privilegiada, derrochadora e insolidaria. El Partido Popular, una vez más,
rechazó la propuesta presentada por UPyD para suprimir en los Presupuestos
Generales de 2014 la partida de 350.000 euros para los servicios de traducción
de lenguas cooficiales en los Plenos del Senado. Para que nos entendamos, que
el Partido Popular con el beneplácito de todos los grupos se opuso a dejar de
gastar 350.000 euros en pinganillos para los caprichosos e inútiles senadores.
¿La excusa? Que como está así regulado en el Reglamento del Senado el Congreso
tiene la obligación de dejar intacta esa partida. Vamos, que como el PSOE fue
el autor de semejante despilfarro y estupidez, el PP que ahora tiene mayoría
absoluta para poder cambiarlo no lo hace. ¿Puro seguidismo? ¿La habitual
cobardía popular? ¿“Maricomplejines” en estado puro? ¿No estará pasando lo
mismo con la hoja de ruta de Zapatero respecto al terrorismo? No cabe la más
mínima duda de que más de un diputado popular o socialista no compartirá ese
rechazo pero en éste, como en tantos otros asuntos, se callarán y acatarán lo
que les manden a la hora de pulsar el botón de votaciones. Y tampoco cabe la
más mínima duda de que los dirigentes populares saben perfectamente que
decisiones como éstas molestan profundamente a sus votantes pero una vez más es
evidente que la opinión de los mismos, hoy por hoy y dada la lejanía electoral,
les importa un pimiento. Ellos a lo suyo.
Y
es que tiene su miga que el sentido común, la lógica y la decencia política
sigan ausentes de las instituciones. Tiene lo suyo empecinarse en mantener un
guiño zapateril inútil y costoso a los independentistas que lo único que
pretenden es la voladura de España a la que por negarle le niegan incluso el
uso normal de su idioma, del idioma común hablado por más de 400 millones de
personas, en una de las cámaras depositaria de la soberanía popular, el Senado.
La Constitución no puede ser más clara. En su Artículo 3.1 señala que “el
castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen
el deber de conocerla y el derecho a usarla”. Y que se sepa, el Senado es una
institución del Estado, aunque no sepamos muy bien para qué sirve, no de las
Comunidades Autónomas en las que, además del castellano, pueden ser cooficiales
las demás lenguas propias. Y que se sepa también los senadores, aunque a
algunos les pese, siguen siendo ciudadanos españoles y, por tanto, también
tiene el deber de conocer la lengua castellana. Y si no la conocen pues a su
casa, que ya está bien de burlas, desprecios y humillaciones hacia todo lo que
sea español. Todos sabemos que todos los senadores hablan y entienden
perfectamente el castellano, entonces ¿a qué viene lo del pinganillo, lo de
tener que usar traductores para traducir una lengua que conocen sobradamente?
¿Por qué entonces hay que seguir tirando a la basura todos los años 350.000
euros?
Las cuentas públicas no están para pagar los caprichos de nadie, por muy
senadores que sean y ésto no es otra cosa que un capricho indecente que no
tiene, además, ningún efecto político para buscar acercamientos hacia quienes
sólo quieren alejarse. Lo de los pinganillos, se mire por donde se mire, no
sólo es una payasada que provoca risas más allá de nuestras fronteras, sino
que, además, es un auténtico insulto y desprecio hacia los sufridos ciudadanos
que ven, día a día, cómo sus recursos disminuyen y sus dificultades crecen.
¿Qué clase de políticos tenemos que son capaces de tirar así 350.000 euros al
año mientras hay miles de ciudadanos, a los que presuntamente representan,
pasando hambre? Sencillamente no tienen vergüenza y se están burlando de los
ciudadanos y de lo español. Perdóneme el lector, pero ¡que les den!
Santiago
de Munck Loyola