Día
a día, vamos conociendo el progreso de la causa judicial abierta por el llamado
“caso del Instituto Nóos” con el Sr. Urdangarin y su socio, el Sr. Torres, como
principales protagonistas del mismo. Hoy se ha hecho público un extenso auto
judicial en el que se impone a los mismos una fianza civil de 8,1 millones de
euros, una de las más altas impuestas en nuestra historia judicial. Queda mucho
tramo por recorrer en este proceso y en los que, con seguridad, se derivarán
del mismo. Sin embargo, hace tiempo ya que para una gran parte de la población
y de los medios de comunicación más sensacionalistas la sentencia está dictada.
Pos su posición, el Sr. Urdangarin, hace tiempo que se ha convertido en cualquier
conversación en el gran aprovechado, en el gran chorizo de España.
El
hecho de que sea el yerno del Rey da mucho morbo a cualquier noticia respecto a
este asunto. Se han aireado los correos que al parecer se cruzaba con su socio,
conversaciones privadas, noticias relativas a la presencia en esta trama de la
Amiga” del Rey (la acompañante del Monarca en su triste cacería africana y en
algún que otro viaje oficial costeado por los contribuyentes), insinuaciones
sobre la actitud del propio Monarca o incluso la posible evasión fiscal de unos
cuantos cientos de miles de euros (una gota de agua en este océano de cuentas
suizas y corrupciones varias). Pero tratándose de su parentesco, todo es
desmenuzado, interpretado, comentado y, a veces, manipulado. Urdangarin se ha
ganado seguramente a pulso su situación y su socio por su parte trata de salvar
el pellejo tratando de salpicar a todo el que pueda y cuanto más alto mejor.
Una
cosa parece estar clara: Urdangarin aprovechó sus relaciones para obtener unos
ingresos que de otro modo no le permitirían llevar el tren de vida que su
posición, al parecer, le exigía. Tal y
como se dice en el auto del juzgado utilizó el Instituto Nóos como mero "paraguas de bondad y de ayuda al
prójimo para desviarse fondos públicos" y que Urdangarin y Torres se
pusieron de acuerdo para rentabilizar ante entidades privadas e instituciones
públicas la "influencia" que se derivaba del "parentesco"
del duque de Palma con la Casa Real. O sea, un fresco de tomo y lomo, un
aprovechado como pocos.
Pero también se desprende del citado Auto algo
quizás mucho más importante: que los gobiernos de Valencia y Baleares
vulneraron el procedimiento administrativo para otorgar el dinero al duque de
Palma y dispensarle así un trato de favor, de "vestir el santo con expedientes administrativos nulos de pleno
derecho para adjudicar el dinero público a Urdangarin tras acordar verbalmente
los contratos con él". El problema no nace de que Urdangarin fuera un
espabilado que puso precio a unos servicios profesionales basados en sus
parentescos políticos, sino de quienes estaban dispuestos a comprar esos
servicios con el dinero de los contribuyentes. Ni Urdangarin, ni su socio han
forzado ninguna caja fuerte, no han metido la mano en ninguna caja pública. Lo
que hicieron fue poner precio a sus influencias y otros las compraron, metiendo
para ello la mano sobre el dinero público. Son los políticos de turno los que
compraron las relaciones y los servicios de estos pájaros. A Urdangarin nos lo
tenemos que “comer” los españoles, como nos tenemos que “comer” a cualquiera
que pase a formar parte de la Casa Real, aunque haya sido republicano, mientras
no se cambien las leyes vigentes. Y como ahora, a diferencia de lo que ocurría
en otros tiempos, los príncipes se casan con quien quieren y no con quien deben,
pues resulta que si los nuevos miembros de la familia real no pertenecen a la rica
aristocracia se “buscan” la vida para tratar de mantener el estatus que piensan
que han de conservar sus consortes. Y así nos luce el pelo.
Pero a los que han comprado los servicios de
Urdangarin y de su socio, los que han metido la mano en la caja para comprar
humo y oropeles, a esos no nos los tenemos que “comer”. A ésos los hemos
elegido en las urnas para muchas cosas, entre otras, para administrar bien
nuestro dinero y lo han malgastado miserablemente. Y lamentablemente, ésos, hoy
por hoy, no están siendo noticia. Los titulares se los lleva Urdangarin pero no
los verdaderos responsables del expolio, los que han traicionado la confianza
de los ciudadanos, los que han comprado y pagado esta opereta. Los verdaderos
responsables son los componentes de esa ristra de mediocres politicuchos
deslumbrados por el falso brillo del duque consorte y de las regias puertas que
suponían podía abrirles, esa caterva de incompetentes ávidos de fotos, de
relaciones ilustres, doctores en debilidades humanas como la codicia, el
esnobismo, la hipocresía, los engaños y la holgazanería intelectual. Políticos
idóneos para ser protagonistas de la
feria de las vanidades de Thackeray para
los que Urdangarin ha caído del cielo siendo un eficaz suministrador de
remedios para sus complejos. Son ellos los que hoy deberían acaparar los
titulares en primer lugar porque son ellos, y pronto conoceremos todos sus
nombres, los que nos han traicionado.
Santiago
de Munck Loyola