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viernes, 11 de diciembre de 2015

Votar nulo, una opción razonada y razonable.


Una reciente encuesta realizada por el Instituto DYM arroja unos curiosos resultados sobre la intención de voto considerando la ideología de los entrevistados.  A nueve días de las elecciones generales parte del electorado sigue dudando, sin saber qué hacer o por quién optar.

Según esta encuesta la mayor parte de los indecisos se encuentra entre quienes se consideran de centro. El 53,6% de ellos todavía no manifiesta su voto frente a un 46,4% que sí lo tiene decidido. De éstos, los que ya lo tienen decidido, el 15,2% apuesta por Ciudadanos y el 10,2%, por el PSOE.

Entre los que se definen como de centro-derecha un 66,4 % ya tiene decidido su voto. Parece que lo tienen más claro: un 30,8% para el PP y casi un 20% para Ciudadanos. Y de los que se etiquetan como votantes de derechas, el 65,3% ya tiene claro su próximo voto: el 42,5% se inclina por el PP y un escaso 6,6% por Ciudadanos. Resulta cuando menos llamativo que un partido que se autodefine como de centro izquierda coseche tan buenas expectativas entre los votantes, sobre todo, de centro-derecha. O bien el partido naranja es muy camaleónico o bien buena parte de su electorado carece de escrúpulos ideológicos o programáticos.

Pero, si uno se identifica con posiciones políticas de centro, de centro-derecha o de derechas, si vive en la Provincia de Alicante, si cree en la regeneración política y si además quiere ejercer su voto el próximo 20 de diciembre con coherencia y con responsabilidad, la verdad es que lo tiene bastante difícil porque las ofertas electorales que finalmente concurren son bastante limitadas y adolecen de bastantes defectos y carencias como para poder elegir una de ellas con plena satisfacción. Eliminada de forma arbitraria e injusta la candidatura de Esperanza Ciudadana, la única candidatura alicantinista y regeneradora, algunos nos tenemos que plantear a quién votar en las elecciones generales. No se trata de elegir a unos para evitar que otros ganen, sino de elegir la opción política que por su trayectoria y sus propuestas pueda defender mejor los intereses de los alicantinos desde unos principios ideológicos concretos, los que no comparte la rancia izquierda que ahora gobierna nuestras tierras.

Desde esta perspectiva, es decir, desde la coherencia con determinados principios y valores, la opción de Ciudadanos es plenamente descartable. Su posicionamiento ideológico, sus propuestas fiscales, su intervencionismo, sus tics autoritarios internos y su compadreo con el Gobierno Socialista en una de las Comunidades Autónomas más castigada por la corrupción no son elementos suficientes como para poder compensar los aspectos positivos de su programa, que los tiene. Y este descarte se reafirma, además, si se tiene en cuenta el posicionamiento de los concejales de Ciudadanos a lo largo y ancho de la Provincia de Alicante en la que desgraciadamente este partido se ha nutrido en muchos casos de un aluvión de oportunistas sin escrúpulos.

Por el lado derecho, tampoco parece que VOX sea una opción válida para los ciudadanos comprometidos con Alicante, con la regeneración y con los valores del centro-derecha. En un tiempo record, lo que nació como un proyecto ilusionante al servicio de unos determinados valores se ha convertido en un instrumento de supervivencia personal del prototipo de la casta política, en un experimento fallido en el que la democracia interna agoniza y en un proyecto escorado cada vez más hacia posiciones ultraconservadoras. Un partido en el que sus máximos dirigentes no predican con el ejemplo personal.

Y la última opción a valorar es la que representa el Partido Popular. Dejando al margen consideraciones personales hay una serie de hechos objetivos que no invitan precisamente a votarle. Hacer un repaso de los sistemáticos incumplimientos del programa del año 2011 y de sus propios principios llevaría páginas enteras: el Plan Hidrológico Nacional, la Ley de Memoria Histórica, la regulación del aborto, la bajada de impuestos, la lucha contra el endeudamiento público, la independencia de la Justicia, los recortes de prestaciones públicas, la hoja de ruta de ZP respecto a ETA, etc. La lista de incumplimientos sería tan larga como la lista de casos de corrupción que salpican a cargos públicos del PP. A ello se podría añadir la falta de democracia interna cuyo mejor reflejo es la propia candidatura popular al congreso por la Provincia de Alicante, impuesta desde Madrid y con un paraca a la cabeza, o la candidatura al Senado encabezada por una acaparadora de empleos públicos, como Adela Pedrosa, prototipo de los profesionales de la política en el peor sentido de la expresión. Nada pues invita a otorgar el voto al PP que en nuestra provincia sigue siendo dirigido por los responsables de su hundimiento electoral, por los protectores de los comportamientos políticos más indignos y por los enemigos declarados de la regeneración democrática como son el Sr. Ciscar y su acólito el Sr. JJ Zaplana. Un partido que utiliza los escaños de nuestra provincia, no para defenderla, sino para colocar a sus dirigentes sin sitio en su propia circunscripción electoral, no merece la confianza de los ciudadanos alicantinos ni de centro, ni de centro-derecha, ni de derechas.

Ante este triste panorama, abstenerse no es una solución. Votar en blanco supone que el voto terminará sumando como resto a alguno de los partidos mayoritarios gracias a la denostada ley electoral. No queda, por tanto, otra salida responsable que la del voto nulo para la gente que no es de izquierdas, para los ciudadanos que quieren que nuestra provincia recupere el protagonismo y la importancia que le han robado durante tantos años y para todos cuantos quieren una regeneración profunda del sistema político. Una regeneración desde los valores de la libertad, la democracia, la transparencia, la ejemplaridad, la defensa de la familia, la vida, la defensa del medio ambiente, la solidaridad, la igualdad de derechos entre los españoles y la unidad de España. No queda otra opción sensata y responsable que la del voto nulo. Y un servidor lo hará el próximo 20 de diciembre. No me van a engañar más.

Santiago de Munck Loyola


miércoles, 23 de septiembre de 2015

La hora de Alicante.


Quedan tres meses para la celebración de las próximas elecciones generales que decidirán el futuro de nuestra nación. Todos los partidos están ya sumergidos en los preparativos para esa cita, se suceden los contactos entre distintas fuerzas políticas afines para la constitución de coaliciones o acuerdos y en todos se aprecian movimientos personales para situarse bien en la confección de las listas al Congreso y al Senado.

Serán sin duda unas elecciones cruciales y todas las posibilidades, hoy por hoy, están abiertas. El bipartidismo pasa por uno de los momentos más bajos de su historia. Las nuevas fuerzas emergentes como Ciudadanos o Podemos parece que, si hay que creerse las encuestas, han frenado su ascenso. Izquierda Unida anda mendigando un hueco en las listas de Podemos. UPyD no parece levantar cabeza y Vox no logra recuperarse para rozar  ni siquiera los resultados de las últimas elecciones europeas. Los votantes indecisos y los abstencionistas declarados constituyen, hoy por hoy, la primera fuerza política de España. Y del resultado de las elecciones autonómicas catalanas del próximo 27 de septiembre dependerán también muchas cosas de cara a las elecciones generales.

El centro derecha anda más descompuesto que nunca. El Partido Popular, su principal representante, ha decidido taparse sus vergüenzas envolviéndose en la bandera del miedo a los gritos de “que vienen los rojos” o “nosotros o el caos”. Agitación del miedo, cambios estéticos, nuevas caras pero todo sin acometer realmente su problema principal, la falta de regeneración democrática.

Así las cosas, con ser muy importantes estas elecciones para el conjunto de España, lo son especialmente para la Provincia de Alicante. Una gran parte de los ciudadanos de la Provincia somos conscientes de que tanto el Estado como la Generalidad Valenciana no nos tratan con justicia. La mayoría tiene la sensación de que Alicante recibe menos de lo que le corresponde pero, hasta ahora, hemos sido incapaces de transformar esa sensación de injusticia en una acción política reivindicativa. Unos y otros han usado el maltrato a Alicante como simple arma dialéctica según estuviesen en el gobierno o en la oposición, pero no han sido capaces de plantar cara donde hiciese falta practicando un alicantinismo que rebasase el puro folclore. Solo hay que ver el cinismo de quien era vicepresidente del Consejo de la Generalidad, Sr. Ciscar, al ponerse a enarbolar la defensa de nuestra provincia a la semana de cesar en su cargo.

Por ello, estas elecciones generales representan una oportunidad histórica para nuestra provincia, para practicar el alicantinismo como acción reivindicativa de los derechos y oportunidades que nos han quitado. Los datos y las cifras son incontestables, tenemos peor sanidad, peor educación, peores servicios sociales y peores infraestructuras que la medida española, siendo la quinta provincia por población y por PIB. El Estado y la Generalidad Valenciana tienen una deuda histórica (económica) con nuestra Provincia y cuyo pago debe ser exigido con firmeza.

A pesar de los localismos que tanto pesan en muchos de nuestros pueblos, Esperanza Ciudadana, único partido provincial, ha realizado un llamamiento por escrito a otras fuerzas políticas para construir esa alternativa netamente alicantina que, desde la más absoluta lealtad a España, defienda a nuestros conciudadanos en el parlamento español. Es la hora de la generosidad política, de la amplitud de miras, del compromiso con la gente de nuestra tierra y de superar miedos y recelos. Alicante puede y debe tener voz propia en Madrid. Y sería suicida esperar a que los de siempre, los que deben su sillón a los de arriba, se decidan a defender a todos los alicantinos. Nunca lo han hecho.

Santiago de Munck Loyola


jueves, 13 de noviembre de 2014

La resaca del 9-N.


La resaca del sucedáneo de referéndum del 9-N está dejando a la vista toda clase de reacciones y de actitudes políticas y económicas que no hacen sino abrir aún más la incertidumbre sobre nuestro futuro. Es tal el cúmulo de tensiones que ni siquiera existe unanimidad dentro de los principales partidos políticos y los diferentes bloques ideológicos. En el campo de los independentistas la única coincidencia existente en torno al 9-N radica en valorar lo ocurrido en pasado domingo como un auténtico éxito de participación y en traducirla como el deseo unánime de los catalanes en votar en un auténtico referéndum para lograr la independencia. Su discurso no podía ser otro aunque la realidad sea tozuda y sea un ejercicio de ciencia ficción convertir el hecho de que ni siquiera uno de cada tres catalanes haya acudido a las urnas para reclamar su supuesto derecho a la independencia en una fiesta de participación ciudadana. Si hay algo claro en la sociedad catalana es que el mundo de la política está cada día más lejos del ciudadano porque ni la última reforma del Estatuto que no fue apoyada por más de la mitad de los votantes ni esta llamada a las urnas han logrado movilizar a la mayoría de los ciudadanos de Cataluña que siguen manteniéndose al margen de una clase política empeñada en levantar conflictos, en generar victimismos que justifiquen su propia existencia y, con ello, su modus vivendi. Y, en este mismo campo, al margen de la interesada valoración de esta jornada, la división se manifiesta en la hoja de ruta que hay que abrir a partir del 9-N. Unos apuestan por unas elecciones plebiscitarias y constituyentes para imponer la ruptura mientras que otros se decantan por unas supuestas negociaciones, en realidad imposiciones, con el Gobierno de España para convocar un referéndum legal.

Pero donde más diferencias de opiniones y de estrategias se plantean es en el campo de los no independentistas. Desde posiciones como la de VOX cuya estrategia política parece que pasa exclusivamente por ir presentando querellas a diestro y siniestro, así consiguen algo de notoriedad en los medios de comunicación,  y por pedir el empleo de la fuerza si fuere necesario para impedir la seudovotación, estrategia judicial compartida en parte por UPyD aunque acompañada de un discurso diferente, hasta la actitud del Partido Popular que oscila entre la pasividad y la cobardía disfrazada de prudencia. Hay quien trata de justificar la aparente inacción popular como una forma de respuesta medida y calculada ante unos hechos carentes de soporte legal y, por tanto, de legitimidad. No ha habido un referéndum ilegal, ni una consulta y, por tanto, no hay que responder a lo que no existe, dicen. Pero lo cierto y verdadero es que, pactado o no con Arriolas de por medio, las urnas han salido a la calle, burlando la Ley y las resoluciones del Tribunal Constitucional, que se han utilizado medios públicos para ello y que cuantos han querido han podido participar en este simulacro. Y que ese hecho está suponiendo una fractura interna entre los populares que exigían más firmeza y quienes respaldan la actitud del Presidente del Gobierno. Sea cual fuere el grado de respuesta más adecuado, lo indudable es que una vez más los tres días de silencio del Presidente del Gobierno desde el día 9-N han desorientado a muchos ciudadanos y suponen una actitud inaceptable frente a unos hechos gravísimos. Es evidente que Mariano Rajoy nunca ha sido un líder ni pretende ejercer liderazgo político alguno, algo que resulta imperdonable en una situación tan convulsa como la presente.

Y si hay fractura interna ante esta cuestión en el partido del gobierno también la hay en el partido socialista. Hay destacados líderes socialistas que incluso han manifestado su apoyo a la suave actitud del Presidente del Gobierno. A pesar de ello, el mensaje oficial socialista no puede ser más desconcertante. Las manidas frases del “es hora de la política y no de los tribunales” no por tópicas dejan de ser peligrosas. Si con ello los socialistas quieren decir que ante la vulneración de la ley por los políticos independentistas los tribunales de justicia deben mirar hacia otro lado lo que están subrayando una vez más es que en España hay dos clases de ciudadanos, de una parte, los de la clase política con patente de corso para vulnerar la ley y, de otra, el resto al que nada ni nadie nos libra de responder ante la justicia si infringimos las leyes. Y si con ese mensaje están dando por supuesto que es el propio Gobierno el que maneja la justicia también están dando una sonora patada al Estado de Derecho. La justicia es y debe ser independiente y todos somos o debemos ser iguales ante la Ley, con cargo público o sin él. La aparente equidistancia socialista entre el Gobierno de España y los independentistas catalanes solo sirve para alentar a estos últimos en su desafío no sólo ya al Estado, sino a la propia soberanía del pueblo español que, les guste o no a algunos, existe y es el único depositario de la misma. Si los socialistas insisten en presentar como solución una reforma de la constitución hacia el federalismo se engañan a si mismos e intentan engañar a los ciudadanos. Saben o deberían saber que el federalismo no va a ser aceptado por los independentistas porque entre otras muchas cosas el federalismo supone la igualdad jurídica y competencial entre todas las regiones españolas, los hipotéticos estados federados. Empeñarse en que el Gobierno dialogue con quienes solo pretenden imponer sus propias tesis resulta inútil y absurdo. No se puede dialogar sobre cómo fraccionar o romper la soberanía del pueblo español.

Es cierto que es hora del diálogo, pero también de la Justicia. Pero no parece que los interlocutores existentes estén por la labor. Quizás haya que ir planteándose que el diálogo deba establecerse entre la propia sociedad, con otros agentes capaces de anteponer el interés general a los intereses partidistas pero para ello hace falta que los ciudadanos despertemos, reaccionemos y seamos capaces de enviar a sus casa a toda una clase política tan mezquina como inoperante. Estamos ante un grave problema generado por la clase política que no interesa, al parecer, a la mayoría de los ciudadanos catalanes si medimos ese interés por su afluencia a las urnas, pero que sí preocupa al conjunto de la sociedad española y de cuya solución o agravamiento depende, no nos engañemos, el nivel de bienestar social y económico del conjunto de los españoles. Buena parte de la clase política viene situando de forma prioritaria en su agenda el reparto y la ampliación de sus propias cuotas de poder y no la solución de los graves problemas que afectan a la mayoría de los ciudadanos y no hay ninguna duda de que terminarán pagando por ello.

Santiago de Munck Loyola


jueves, 28 de agosto de 2014

Clase, casta y regeneración política.


Mucho se está usando y escribiendo sobre el concepto de “Casta política” desde que la gente de “Podemos” lo sacase del armario en la extensa y servil red de medios de comunicación que se ha puesto a su servicio. No hay que olvidar que dichos medios tienen propietarios y que, como en todas partes, hay empresarios dispuestos a todo con tal de obtener beneficios, incluso a suicidarse. Y tan de modo está el concepto que sin ir muy lejos, el Secretario General del PSPV, que acumula cuatro cargos entre los que paradójicamente se encuentra el de flamante Secretario del PSOE para la Regeneración Democrática, el Sr. Ximo Puig, ha descalificado recientemente el discurso de esa formación y el uso que hace de la idea de “casta política” calificándolo de viejo y atribuyendo su paternidad intelectual al italiano Gaetano Mosca, añadiendo de paso que "Gaetano Mosca por otra parte fue uno de los intelectuales a los que Mussolini en su momento acudió con frecuencia". Se trata, sin duda, de un fallido intento de vincular ideológicamente a Podemos y a cuantos usan el concepto de casta política con el fascismo. Ni que decir tiene que los “ramalazos” autoritarios y totalitarios de Podemos son más que evidentes, pero hay que tener más rigor a la hora de encuadrar las ideologías. ETA, por ejemplo, no es una banda fascista por mucho que algunos se empeñen, porque ideológicamente está y siempre ha estado en el espectro de las ideologías totalitarias de la izquierda que las hay y muchas.

La casta política es una idea vieja que desde el siglo XIX ha salido a la luz cada vez que en una sociedad política se entraba en una fase de profunda degeneración del sistema y en España se ha venido usando con profusión desde entonces de forma cíclica.

Políticos, clase política, casta política e incluso castuza son expresiones frecuentes en estos tiempos que sobrevuelan los debates políticos, que se emplean como armas arrojadizas y que, en definitiva, se han hecho presentes con fuerza en medio de un amplio rechazo ciudadano hacia todo lo que tenga que ver con la política, como respuesta al grave daño social que la crisis económica ha generado en muchos españoles. La imprevisión de los políticos ante la crisis y la propia gestión de la misma han provocado una profunda desconfianza ciudadana hacia el sistema político que ha entrado también en crisis.

Cada cual usa esos conceptos a su conveniencia e interés, pero no está de más recordar que las generalizaciones no son buenas y que cada uno de esos términos (políticos, clase política, casta política o castuza) es diferente y deberían ser usados con mucho más seriedad de lo que se viene haciendo. Hay quien como Felipe González se ufana de pertenecer a esa “casta política” que protagonizó la transición y quizás debería haber usado mejor el término de “clase política” al referirse al conjunto de políticos protagonistas de aquella época histórica pues, aunque él pertenezca a la “casta política”, no toda aquella clase política terminó transformándose en una casta.

Hace pocos días, ante la celebración de elecciones internas el próximo 20 de septiembre, un miembro de VOX escribió lo siguiente: “El futuro de este partido pasa sin ninguna duda por Santi Abascal. No es casta, tiene la cabeza bien amueblada, ideas claras, sabe expresarlas en el lenguaje que entiende la gente, se sabe rodear bien…”. Nótese la promoción a la defensiva: no es casta. Es evidente que para el defensor de Santiago Abascal como futuro líder de VOX éste no es casta. Sería interesante conocer su idea sobre su concepto de casta, pero a priori parece que dista mucho de la idea que tiene la mayor parte de la gente. Santiago Abascal, actual Secretario General de VOX, tiene 38 años. En 1999, con 23 años  ocupó su primer cargo público como concejal del PP en Llodio (Álava) y desde entonces ha ido saltando de cargo en cargo sin bajarse prácticamente de los presupuestos públicos hasta finales de 2013.

Nadie discute el valor, el sacrificio y el patriotismo de un joven de 23 años para en 1999 atreverse a ser concejal en el País Vasco, ni el suyo ni el de otros tantos miles de personas que allí y en otras partes de España se han jugado la vida por unos nobles ideales, sin que hayan tenido las mismas oportunidades de promoción y protección política gozando de iguales o mayores capacidades que él. Y tampoco se pone en tela de juicio su capacidad o no de liderazgo. Pero los hechos son tozudos por evidentes. Alguien que nunca ha sabido o querido ganarse la vida fuera del paraguas que proporciona un partido político es, se quiera o no, para bien o para mal, miembro de la llamada casta política. Como lo era el anterior Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que salvo un breve paréntesis de tres años como ayudante de cátedra universitaria, desde 1986 se dedicó plenamente a la política, es decir, se desarrolló personal y profesionalmente bajo el paraguas protector de un partido político a diferencia de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Y como ellos muchos otros que resulta ocioso citar ahora. No se trata de juzgar aquí como buena o mala esa circunstancia, sino de subrayar lo que es evidente y de enlazarlo con la coherencia o no de enarbolar un discurso regenerador de la política como el que proclama VOX.

Hablamos de clase política porque muchos políticos han construido un sistema que les privilegia frente a los auténticos soberanos de la democracia, los ciudadanos. La clase política goza de privilegios que todos conocemos: fiscales, retributivos, judiciales, en materia de pensiones, etc. Y dentro de la clase política existe, además, la casta política que a los anteriores privilegios suma unos rasgos específicos como pueden ser la cooptación en el origen de sus cargos, la ausencia de experiencia y de actividades profesionales previas a su dedicación política, su dependencia y protección, en su caso, de las redes partidistas, su profesionalización en la subsistencia política (es distinto un profesional político, un político profesional y un profesional de la política) y en no pocos casos la ausencia de la formación específica que la política y la gestión de las administraciones públicas debería requerir. La regeneración es ya una exigencia social y su desarrollo requiere ideas nuevas y audaces, coherencia política y, sobre todo, políticos que sean conscientes de que su valor y credibilidad política depende de su trayectoria vital y del valor de su palabra que es la que habrán de comprometer para firmar un contrato para el cambio con el ciudadano.

Santiago de Munck Loyola

viernes, 18 de julio de 2014

José Luis González Quirós en Alicante.

17-7-2014








Nota de prensa.

Éxito de la Conferencia sobre la Regeneración Democrática organizada por Esperanza Popular de Alicante.

Cerca de un centenar de personas se dieron cita ayer, 17 de julio, en la Biblioteca del Real Liceo Casino de Alicante para participar en la Conferencia que, bajo el título “Problemas y perspectivas de la Regeneración Democrática”, desarrolló el profesor de filosofía y Presidente en funciones de VOX España, D. José Luis González Quirós.

El acto se inició con la presentación del conferenciante por parte de D. Santiago de Munck Loyola, Presidente de la Asociación Esperanza Popular de Alicante, organizadora de la Conferencia, quien destacó la apuesta de la Asociación por la promoción de los valores regeneracionistas y la necesidad impulsar de la regeneración política dentro de los propios partidos políticos. Agradeció a D. José Luis González Quirós, como dirigente nacional de un partido que defiende y comparte dichos valores, por haberse desplazado a Alicante para cerrar el curso de las actividades de la Asociación con esta conferencia.


D. José Luis González Quirós, tras agradecer esta invitación, desarrolló su intervención matizando su discrepancia con la utilización del término “regeneración” por cuanto puede implicar para algunos cierta noción de reproche a los principales predecesores en el protagonismo de la vida política. A lo largo de su exposición hizo un repaso de los principales males que afectan al desarrollo de la democracia subrayando la imperiosa necesidad de volver a una clara delimitación de la separación de los tres poderes, el legislativo, el ejecutivo y el judicial. 

Subrayó igualmente la necesidad de desarrollar y cultivar una actitud diferente, más comprometida y exigente del ciudadano ante los políticos e hizo una comparación sobre la cultura ciudadana y las costumbres políticas en diferentes países. Concluyó animando a los participantes en el acto a adoptar una actitud exigente y activa ante los políticos y las instituciones. Tras su intervención, se abrió un turno de preguntas en el que varios asistentes plantearon al Sr. Quirós distintas cuestiones sobre la regeneración democrática en España.

lunes, 26 de mayo de 2014

Elecciones europeas: varapalo general.


Cerradas las urnas y finalizado el recuento de los votos, empieza la resaca electoral o la comedia titulada “todos hemos ganado”, aunque en muchos casos la procesión vaya por dentro. Lo cierto es que el análisis de los resultados electorales será muy diferente, incluso contradictorio, según se haga desde las portavocías de los partidos políticos o por los analistas políticos en los medios de comunicación.

Tras una aburrida campaña en la que los problemas reales de Europa y de los propios ciudadanos españoles han estado bastante ausentes se abre un nuevo panorama político según los resultados electorales. Hay que señalar, en primer lugar, que aunque algunos interesadamente pretendan lo contrario no es posible extrapolar estos resultados al ámbito de la política interna. Los resultados de las elecciones europeas son orientativos de ciertas tendencias políticas, de ciertos movimientos en el ámbito doméstico, pero no pueden ser tomados como un reflejo exacto, de un pronóstico certero de lo que hubiera ocurrido o de lo que va a ocurrir en el caso de que se tratase de unas elecciones nacionales, autonómicas o municipales. Conviene, en segundo lugar, hacer un repaso pausado de la serie histórica de los datos electorales en comicios europeos anteriores para poder evaluar en su justo término el significado y la trascendencia de esta votación.

Tradicionalmente, los electores no tenemos conciencia de la verdadera trascendencia e importancia de los comicios europeos. Tenemos la sensación de que Europa nos queda lejos y que, por tanto, no nos jugamos gran cosa en el partido. Y de ahí que la participación sea escasa. Si a ello sumamos que la campaña electoral que los contendientes desarrollan no invita precisamente a la participación y que supone un elemento más de desmovilización electoral, es perfectamente comprensible que el auténtico ganado de estas elecciones europeas sea la abstención. Y el triunfo sin paliativos de la abstención es un auténtico fracaso de todos los partidos que han concurrido, desde Podemos de Pablo Iglesias hasta el PP de Arias Cañete. Juntos no han sido capaces de convencer a los votantes de que hagan uso de su derecho al voto, de que sean actores en el sistema político.

El segundo gran dato que a primera vista observamos es el fuerte castigo que han sufrido los dos gran partidos, el PP y el PSOE, que juntos no llegan a sumar el 50 % de los sufragios cuando antes superaban el 80%. Es un varapalo sin paliativos para el partido del Gobierno y para el partido que se pretendía ser su alternativa, para dos partidos cuyas candidaturas habían sido impuestas a dedo.  El PSOE sigue en caída libre sin ser capaz de rentabilizar su posición de oposición. Tras su desastrosa etapa de gobierno no ha sido capaz de realizar la más mínima autocrítica, no ha procedido a regenerarse y no es capaz de construir un discurso nacional y alternativo. Para colmo se ha empeñado en la campaña en centrarse en un error dialéctico de su adversario, como si el machismo fuese el principal de nuestra sociedad, ratificando con ello lo que era evidente, que la Sra. Valenciano carecía de suficiente talla política para tan alta misión. El voto de la izquierda se ha fragmentado como nunca. El desmoronamiento socialista ha alumbrado y propiciado parte del crecimiento de UPyD, el de IU y el de la extrema izquierda de Podemos, un conglomerado antisistema por la izquierda tan peligroso para la democracia como por la derecha el de Nuevo Amanecer en Grecia.

Y si el varapalo al PSOE ha sido sonado, no lo ha sido menos el que ha recibido el Partido Popular. Hoy mismo, el director de la campaña popular, Carlos Floriano, en declaraciones a un medio de comunicación achacaba este varapalo a que el votante popular o bien no había aceptado o bien no había comprendido la actuación del Gobierno de Mariano Rajoy. Ni una sola frase de autocrítica. Y se equivoca: el votante popular ha comprendido perfectamente el alcance de las medidas de Rajoy y no las acepta porque suponen lisa y llanamente una traición a los principios políticos y al propio programa electoral del Partido Popular. Por ello, la inmensa mayoría de la abstención proviene de las filas del centro derecha español. Mientras la izquierda y la ultraizquierda se han movilizado y ahí están los resultados, el votante de centro derecha en gran medida ha preferido no votar. El PP ha perdido, respecto al año 2009, más de un 16 % de sus votantes y sólo una parte de los mismos ha sido recogida por partidos como UPyD, Ciudadanos o VOX. En concreto y suponiendo que todo el incremento de UPyD provenga del PP, que no es así, estos partidos han recogido el 9,1 % de los votos. Es muy probable que parte del crecimiento de UPyD provenga de antiguos votantes del PP, algo curioso tratándose de un partido de izquierdas, y otra parte de ex votantes socialistas. Y ciudadanos y VOX por su parte han crecido a costa del Partido Popular, eso es indudable, pero no han sabido o no han podido capitalizar eficientemente el desencanto del votante popular, pese al triunfalismo de Ciudadanos que en Cataluña, su feudo, no ha obtenido unos resultados precisamente brillantes.

Debería abrirse ahora un serio período de reflexión y, consecuentemente, de reacción en los partidos políticos, sobre todo, entre los que hasta ahora han venido siendo la base de la estabilidad del sistema político. Si no son capaces de renovarse, de conectar con los problemas reales de los ciudadanos, de ofrecer soluciones, de ser ejemplares, de acabar con la corrupción, de regenerarse y de regenerar el propio sistema democrático serán dinamitados políticamente y con ellos el propio sistema del que se han venido sirviendo impunemente en detrimento del interés general.

Santiago de Munck Loyola


jueves, 15 de mayo de 2014

¿Un Gobierno PP-PSOE?


Las coincidencias y las casualidades no suelen existir en política. Y no debe ser una simple casualidad que importantes políticos de nuestro país, unos en activo y otros en presunto retiro, unos de izquierdas y otros presuntamente de derechas, coincidan en sus declaraciones públicas sobre un asunto de la máxima trascendencia. Con pocos días de diferencia hemos escuchado a diferentes dirigentes políticos hablar sobre la posibilidad de constituir un gobierno de coalición entre el PP y el PSOE condicionado, eso sí, a que el interés de España así lo requiera. El primero en abrir el melón fue el candidato popular al Parlamento europeo, Miguel Arias Cañete. Después lo hizo el ex presidente del Gobierno, Felipe González, en una entrevista en la Secta, perdón La Sexta. Más tarde le tocó el turno al propio Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que además matizó que sería contando con el propio Alfredo Pérez Rubalcaba. Y, después, otros políticos como Rita Barberá, Alcaldesa de Valencia, ha hecho el coro trasladando a los ciudadanos exactamente el mismo mensaje.

Una gran coalición de este tipo es bastante normal en una nación como Alemania cuya cultura política está a años luz de la nuestra y cuya clase política posee un patriotismo y un concepto muy diferente al de nuestros políticos de lo que es el interés nacional. Pero no es el caso español. A lo largo de los últimos treinta años, el interés general de España, el interés nacional ha estado en grave riesgo y un mínimo de sentido de Estado entre nuestra clase política habría conducido necesariamente al acuerdo entre los dos grandes partidos e incluso a la constitución de un gobierno sustentado en una gran coalición. Tras el golpe de estado del 81, tras la matanza del 11-M o al inicio de la profunda recesión económica que padecemos, por citar tres ejemplos evidentes, nuestra clase política habría dado un gran ejemplo y habría mostrado una gran altura de miras y de patriotismo si hubiese sido capaz de aparcar sus mezquinos intereses partidistas y de formar una gobierno sustentado por los dos grandes partidos en beneficio del interés general de España. Pero nunca ha sido así. Ni la sangre de los centenares de víctimas del terrorismo, ni el ataque a nuestras libertades, ni las penurias de millones de españoles ocasionadas por la incapacidad de la propia clase política han sido suficientes para que aflorase un mínimo de generosidad entre nuestros dirigentes políticos. Por ello, estos mensajes, estos “globos sonda” son especialmente extraños y encubren posiblemente una grave situación que nos ocultan.

¿Es necesario un Gobierno PP-PSOE cuando el actual Gobierno se sustenta en una sólida mayoría absoluta? O ¿acaso no es tan sólida? ¿Es casual que Felipe González formule también su propuesta tras haberse reunido con el Rey?

¿A qué obedece, por tanto, esta repentina coincidencia entre PP y PSOE sobre la posibilidad de constituir un Gobierno de coalición entre ellos? Puede haber muchas explicaciones para este repentino cambio de actitud. Dos problemas podrían estar detrás de esta súbita conversión. El primero de ellos es el desafío independentista catalán. Todo parece indicar que los independentistas están dispuestos a llevar su amenaza rupturista hasta el final, confiados, posiblemente, en una actitud meliflua y débil del actual gobierno que se arrugaría ante hechos consumados. En ese hipotético contexto, el PP podría estar buscando el respaldo y la corresponsabilidad de los socialistas para no quedar solo ante el peligro, es decir, para no asumir en solitario las obligaciones y responsabilidades que los españoles le hemos otorgado con una mayoría absoluta. Con los precedentes socialistas en materia territorial (“aprobaré lo que el parlamento catalán decida”) no sería de extrañar que el PP estuviese intentando ponerse la venda ante de recibir otra pedrada del PSOE. Claro que esta explicación quiebra cuando a la idea del gobierno de coalición se suma Felipe González, salvo que vaya ya por libre, ya que la experiencia histórica demuestra que no hay asunto por grave que sea que los socialistas no estén dispuestos a usar con tal de derribar al PP.

El segundo problema que podría estar aglutinando voluntades de socialistas y populares es el proceso de descomposición del sistema político que ha empezado a erosionar a ambos partidos y que está reduciendo notablemente la base electoral de ambos que ha pasado de un 80 % a poco más del 50 % en conjunto. El distanciamiento de su tradicional electorado, junto con el clima de rechazo y la desafección hacia una clase política anclada en sus privilegios y reacia a promover la regeneración democrática del sistema podrían ser la explicación de este repentino ataque de amor entre PP y PSOE. Juntos podrían parapetarse en el corazón de las instituciones y esperar a que amaine una tormenta política que podría acabar como en Italia, arrasando al sistema tradicional de partidos.

En todo caso sea cual fuere la causa, casi con seguridad puede establecerse que no se trata del interés general de España, sino más bien los intereses partidistas que, debidamente envueltos en la bandera, podrían ser presentados como una justificación de altos y nobles ideales. Los votantes de centro derecha han podido constatar como su voto ha sido traicionado estos últimos tres años y como ha sido utilizado para el desarrollo de políticas impropias de una formación política de centro derecha. Y todo parece indicar que so pretexto del interés general, manipulando los sentimientos más sensibles del españolismo, algunos quieren volver a hacerlo, quieren usar esos votos para formar un gobierno con los socialistas sin explicar por qué. Con ello intentarán arrinconar a las nuevas formaciones políticas emergentes que se han levantado para intentar regenerar nuestro sistema político y para poner por delante los programas y principios que nunca debieron ser traicionados. Estas curiosas declaraciones, estas apelaciones a la posibilidad de un gobierno de coalición si es que ponen una cosa en claro para el votante de centro derecha es que la alternativa para que no sigan manipulando y traicionando su voto es dárselo a VOX en las próximas elecciones europeas. No hacerlo podría servir para aplaudir la formación de ese posible gobierno de coalición.

Santiago de Munck Loyola



sábado, 22 de marzo de 2014

Enhorabuena y gracias.


Queridos compañeros:

Quiero en primer lugar felicitar a los candidatos elegidos y, en especial, a nuestro Presidente, Alejo Vidal Cuadras, por su elección como cabeza de lista. Estoy seguro de que todos nos volcaremos para conseguir un sonado éxito en las elecciones europeas.

En segundo lugar quiero agradecer vuestra confianza a todos los que me habéis votado. No he salido elegido entre los diez primeros, pero sigo a vuestra disposición y a la de todos los compañeros del partido para hacer de nuestro proyecto una realidad cada día más sólida.

Y finalmente deseo expresar mi agradecimiento a VOX por esta oportunidad que nos ha brindado a los afiliados de poner en práctica algo tan básico y tan hermoso como la democracia interna y felicitar a los afiliados y a los técnicos que han trabajado para que estas elecciones fueran una realidad en un tiempo récord.

Un abrazo.

Santiago de Munck Loyola. Alicante.


http://santiagodemunck.blogspot.com.es