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viernes, 16 de enero de 2015

Los “pucheritos” de Elisa.


La patética reacción de la diputada popular Elisa Díaz González, hija del ex Alcalde popular de Alicante Luis Díaz Alperi, gimoteando ante las cámaras de televisión al tratar de defenderse de las acusaciones de la policía de haberse beneficiado en la compra de su vivienda de dinero procedente del polifacético empresario Enrique Ortiz pone en evidencia el mal de fondo del Partido Popular y de otros partidos políticos que han generado y se nutren de una casta mediocre y parasitaria. El ciudadano normal y corriente espera otro tipo de reacciones de un político ante una situación similar, al menos espera cierta serenidad, firmeza, inteligencia y, sobre todo, unas explicaciones convincentes, pero no un espectáculo semejante. Un político no debe ponerse ante las cámaras si se siente tan afectado como para no poder controlar sus emociones hasta el punto de hacer el ridículo. Y es que estamos hablando de toda una señora diputada, de una representante de los ciudadanos alicantinos con más de seis años de experiencia parlamentaria.
http://www.20minutos.tv/video/hntwERVZ-elisa-diaz-pp-yo-pago-mi-casa/0/


Pero ¿por qué es diputada Elisa Díaz González? ¿Por su reconocido trabajo entre la militancia del Partido Popular? No. ¿Por su acreditada experiencia profesional que ha requerido su incorporación a las Cortes para enriquecer así el debate parlamentario? No. Elisa Díaz González ha llegado a ser diputada en las Cortes Valenciana porque fue incluida a dedo, sin el apoyo de los afiliados populares, en una lista electoral por ser hija de su padre. Ni más, ni menos. 

Es el mismo caso de Tania Sánchez de Izquierda Unida en Rivas-Vaciamadrid o de Andrea Fabra, diputada nacional del PP por Castellón. Tania Sánchez, Diplomada en Educación Social, entró en el Ayuntamiento ripense en 2003, con 24 años, como asesora del Grupo Municipal de Izquierda Unida y de ahí pasó en 2007 a ser incluida en las listas electorales de esa formación. ¿La designaron asesora porque podía realmente asesorar? No. ¿La contrataron por su experiencia profesional o su gran formación? No. Entró sencillamente por ser hija del concejal de Izquierda Unida Raúl Sánchez, uno de los históricos de la izquierda ripense. 

Andrea Fabra, conocida por su fina oratoria parlamentaria (“que se jodan” proclamó refiriéndose a los millones de parados), fue nombrada con 24 años, de forma similar, asesora parlamentaria, nada menos, que del Secretario de Estado de Hacienda y de ahí saltó a dedo a las listas electorales del PP. ¿Por su acreditada experiencia personal? No. ¿Por su brillante currículum?, No. Lo hizo por ser hija del delincuente Carlos Fabra, ex presidente todopoderoso de la Diputación de Castellón y visionario de la aeronáutica sin aviones. ¿Piensa alguien sensatamente que tanto Tania como Andrea estaban en condiciones a sus 24 añitos de andar asesorando a alguien? Tanto el Partido Popular, como Izquierda Unida, como el PSOE y otras formaciones políticas usan nuestro dinero, el de los contribuyentes, para colocar a los familiares y amiguetes en puestos públicos creados al efecto, los disfrazan como asesores, como asistentes o con cualquier ropaje y así mantienen a toda una clientela que forma parte de una casta impresentable. Y ahí están los resultados, una lloriquenado por los pasillos, otra adjudicando contratos a la familia porque no sabía que eso no se podía hacer y otra soltando exabruptos parlamentarios.

El déficit de democracia interna en los partidos políticos permite que logren responsabilidades políticas personas que por méritos propios seguramente nunca serían elegidas por sus compañeros para ello. Y una vez que entran en el circuito político de la mano de papá, de un amigo o de un clan siguen recorriéndolo sin aportar nada sustancial a la dignificación de la vida política. Y pasa lo que pasa, porque del mismo modo que un cargo público debe su puesto al de arriba que lo propuso para la lista y no a los de abajo, a los militantes, no rinde cuentas ante los mismos y no defiende más intereses que los que desde arriba le señalen. Corrupción y falta de democracia interna, falta de control por parte de las bases, suelen ir de la mano en la mayoría de las ocasiones.

Tras el fiasco del mandato de Sonia Castedo que también empezó su carrera política como personal de confianza, es decir, como colocada a dedo en el Ayuntamiento alicantino y que fue designada candidata a la alcaldía en virtud del dedazo superior, tenemos en Alicante un nuevo Alcalde, Miguel Valor. Un sempiterno concejal, también en virtud del dedazo superior, otro miembro de la casta cuya “entronización” se ha realizado sin que los miles de afiliados del PP hayan tenido la oportunidad de manifestarse lo más mínimo. Así no hay regeneración política que valga. Siguen los mismos clanes, las mismas familias políticas, los mismos grupos de presión decidiendo a su capricho el presente y el futuro de la ciudad. Ojalá esta forma de hacer política acabe pronto.

Santiago de Munck Loyola


miércoles, 14 de enero de 2015

Con Sonia y Paco, por la dación en pago y la condonación de la deuda.

Desde el pasado 5 de enero, un matrimonio alicantino, Sonia y Paco con dos niños pequeños, permanecen acampados ante la oficina del BBVA de la Avenida Alfonso el Sabio, junto con los miembros de la Plataforma Stop Desahucios de Alicante, para exigir a esta entidad financiera la condonación de la deuda que les reclama a pesar de haberlos desahuciado y de haberse quedado con su casa y cuya cuantía exacta ha permanecido durante mucho tiempo en el limbo de inexactitudes y ocultaciones del banco a la pareja y a sus representantes.

La vivienda de esta pareja costó 119.000 euros, durante 7 años pagaron sus cuotas hipotecarias por importe total de 40.000 euros. Se quedaron en el paro, como tantos millones de españoles y renegociaron la hipoteca con el banco. Cuando ya no pudieron seguir haciendo frente a los pagos, ofrecieron la dación en pago y el BBVA rechazó esta opción. El banco ejecutó la hipoteca, se quedó con la vivienda por 34.000 euros y los puso en la calle. Después les reclamó una deuda de 105.000 euros y procedió a embargar la pensión de los padres de Sonia que habían sido avalistas en la hipoteca y que constituía prácticamente el único ingreso familiar para la subsistencia de 6 personas.



Se trata de una situación familiar dramática que pone de manifiesto, una vez más, que este Gobierno, al igual que el anterior, ha sido incapaz de prevenir y abordar estas situaciones con una profunda reforma de la legislación hipotecaria desde la perspectiva del interés del ciudadano y no de las entidades financieras. No se debería olvidar que la concesión de hipotecas es un simple negocio de los bancos que, en esencia, implica que ellos valoran y tasan la vivienda y sobre ese valor prestan el dinero. Y en caso de impago, es la vivienda la que garantiza el pago, la que debe responder por ese incumplimiento. Es evidente que siempre la vivienda vale o debería valer más que el dinero prestado y, por tanto, que adquiriendo la propiedad de la misma el banco está 0 debería estar más que saldada la deuda. Sin embargo, durante los últimos años es público y notorio que de una parte los bancos dieron en ocasiones más dinero del necesario realizando para ello tasaciones inmobiliarias por encima del valor del bien a hipotecar. Y de otra, la crisis y la recesión, en gran parte originada por las malas prácticas de las propias entidades financieras, han implicado una bajada importante del valor de los bienes inmobiliarios, de las viviendas. En todo caso, es evidente que la responsabilidad ante una posible pérdida de dinero por la diferencia entre el dinero prestado y el valor actual del bien es del banco, no del cliente, del ciudadano y por tanto tiene que ser la entidad financiera la que soporte la pérdida. Son así los negocios, unas veces se gana y otras se pierde. Lo que no es de recibo es pretender ganar siempre haciendo trampas. Porque por muy legal que sea usar un valor del bien hipotecado, el del momento de la concesión o el del momento presente, según convenga es una trampa moral y ética.

Estamos ante unas prácticas bancarias inadmisibles. Ni este gobierno, ni el anterior, han sido capaces de priorizar el interés del ciudadano. El drama de Sonia y de Paco es el drama familiar de miles de españoles que a la pérdida de la vivienda habitual tienen que sumar la losa de una deuda añadida que hará muy difícil que puedan volver a empezar una nueva vida.

Los ciudadanos tenemos la solución en nuestra mano. Los bancos no son nada sin nosostros, los clientes, al igual que los partidos no son nada sin nosotros, los votantes. Tenemos la obligación ética y política de traducir la indignación que nos provocan hechos como este en actuaciones individuales solidarias y concretas. "Usted, banco, sigue abusando y aplastando a sus clientes, pues no cuente conmigo, me cambio de entidad bancaria". "Usted, gobernante, sigue legislando a favor de los bancos, pues no cuente con mi voto". 

Hay que denunciar el abuso de situación dominante que las entidades bancarias ejercen de modo implacable sin ningún tipo de sensibilidad social y humanitaria. Y hay que denunciar a quienes consienten que las leyes, a pesar de las últimas reformas, sigan estando al servicio de los poderosos y no de los ciudadanos.

Hace falta una profunda reforma de la legislación hipotecaria y de los demás instrumentos legales pertinentes con el fin de establecer como opción al servicio del ciudadano la dación en pago con la consiguiente liquidación de la deuda hipotecaria y la asunción en  exclusiva por parte de las entidades financieras de los riesgos derivados de su mala praxis en las operaciones de tasaciones hipotecarias y de los riesgos de las posibles depreciaciones de los precios del mercado inmobiliario. Y hace falta igualmente, como en otros países de nuestro entorno, el establecimiento de una renta familiar mínima por debajo de la cual no se pueda producir un desahucio aunque el banco adquiera la propiedad de la vivienda tras la ejecución de la hipoteca.

Santiago de Munck Loyola
http://santiagodemunck.blogspot.com.es

viernes, 9 de enero de 2015

Charlie Hebdo: hay que despertar.


El brutal asesinato de doce personas en París cometido por unos fanáticos islamistas ha conmocionado a toda la opinión pública occidental. Diez empleados de la revista satírica “Charlie Hebdo” y dos agentes de policía fueron asesinados ayer fríamente por dos ciudadanos franceses musulmanes de origen argelino. Las imágenes del atentado en las que se puede apreciar la frialdad y precisión de los terroristas al rematar en el suelo a uno de los policías herido han dado la vuelta al mundo. 


Hoy se han celebrado concentraciones de repulsa en las principales ciudades europeas a las que se han sumado cientos de miles de ciudadanos.

Nuestra querida y vieja Europa está enferma, muy enferma. Nuestra sociedad occidental tan satisfecha de si misma padece un serio proceso degenerativo y las reacciones a este brutal atentado son una buena prueba de ello. No me refiero a las reacciones de gentuza como los filoterroristas de Bildu que hoy han impedido en el Parlamento Vasco la aprobación de una declaración de condena pactada entre todos los demás grupos políticos, ni a la reacción de sujetos tan despreciables como Willi Toledo y otros más siempre dispuestos a buscar explicaciones o justificaciones a lo que solo puede merecer la condena y repulsa de cualquier persona decente. No, no me refiero a esos, sino al conjunto de nuestra sociedad. Una sociedad que de forma prácticamente unánime se solidariza con estas víctimas, con sus familias, sus amigos y compañeros de los medios de comunicación, una sociedad que se moviliza para expresar su condena, su rechazo y su dolor ante la brutal muerte de estas doce personas, una sociedad cuyos gobiernos se movilizan para perseguir a los culpables y para prevenir policialmente nuevas posibles acciones de los terroristas musulmanes. Pero se trata de la misma sociedad que prácticamente no se altera por el brutal genocidio que a estas mismas horas están padeciendo las comunidades cristianas en Siria, Irak o Pakistán. Es la misma sociedad que permanece pasiva ante el diario asesinato de decenas de personas, hombres, mujeres y niños, en estos países, la misma sociedad que permite la difusión de los repugnantes videos de esas ejecuciones que los salvajes asesinos graban para enaltecer sus atrocidades cometidas en nombre del Islam y seguir reclutando más asesinos en nuestros países, en nuestras ciudades, en nuestras calles. Porque los tenemos aquí. Les estamos dando todo para que un día nos arrebaten la libertad o la vida. Nos conmocionamos por “nuestros” muertos, por los atentados en “nuestra” casa y, al mismo tiempo, ignoramos a los de “allí”.

Una parte del Islam nos ha declarado la guerra. Pero nuestra querida y vieja Europa está enferma, débil moralmente, instalada en lo políticamente correcto e incapacitada para reconocer el origen del problema y, por tanto, para adoptar las soluciones necesarias para erradicarlo. Poco a poco hemos ido cediendo nuestras conquistas políticas y morales a la presión de quienes, por convicciones religiosas, son enemigos e incompatibles con las libertades y derechos fundamentales que inspiran nuestras sociedades. Hemos abierto nuestras puertas y ni tan siquiera hemos sido capaces de exigir algo tan básico y justo como el principio de reciprocidad. Los islamistas radicales, los yihadistas, son una expresión concreta del Islam. Son musulmanes extremistas para los que todo lo que sea occidental es intrínsecamente perverso. A los europeos nos ha costado siglos alcanzar unos estados más o menos laicos en los que la religión ha sido reconducida al ámbito de la vida privada. Y esa laicidad es inaceptable para gran parte de los musulmanes. 

Es una auténtica paradoja que en la Francia laica por excelencia se introduzcan las prescripciones religiosas islámicas hasta el punto de habilitar piscinas públicas para el uso exclusivo de mujeres, todo ello en nombre de una supuesta multiculturalidad, una errónea concepción de la tolerancia religiosa y una fraudulenta idea de coexistencia que no es otra cosa que cesión y traición a la proclamada laicidad del estado francés.

El Islam es incompatible con los derechos y libertades fundamentales sobre los que se basan nuestras sociedades occidentales y cuanto antes lo reconozcamos, antes podremos seguir progresando como sociedades de ciudadanos libres. Intentar exportar nuestros derechos y libertades o nuestros sistemas democráticos a los países islámicos es una utopía. Tolerar la expansión de sus normas en nuestras sociedades occidentales, un suicidio. Basta leer libros como “las prohibiciones del Islam” de la profesora francesa Anne-Marie Delcambre o como “la fuerza de la razón” de la fallecida periodista italiana Oriana Fallaci para darnos cuenta de ello.

Nuestra sociedad debe despertar. No basta con que nuestros gobiernos activen todas las capacidades policiales preventivas, es preciso que empiecen a establecer rígidos límites a todos cuantos cuestionan los fundamentos más básicos y elementales que nos han permitido construir tras siglos de sufrimiento un espacio tan preciado de libertades individuales y colectivas y que ninguna fe puede poner en cuestión. Aquí no.

Santiago de Munck Loyola


viernes, 2 de enero de 2015

Esperanza Ciudadana, sin complejos.


Dicen que una de las claves del éxito de Podemos es haber cambiado de “eje” de posicionamiento político. Para el líder de esta formación, el juego izquierda-derecha forma parte de la vieja política: "La política entre izquierda y derecha es una estafa". Pretende hacer creer que el debate político no se mueve en la dialéctica izquierda-derecha, sino en la de los de abajo contra los de arriba, en la de ciudadanía contra oligarquía o en la del pueblo contra la casta. Dice, tratando de eludir un posicionamiento en la línea izquierda-derecha, que  “el problema de este país no es la izquierda y la derecha. El problema de este país es que hay una minoría de privilegiados, una oligarquía de sinvergüenzas que está robando a la mayoría”. Lo cierto de este planteamiento es que supone un retorno al concepto marxista más primario de la lucha de clases, los de abajo contra los de arriba, y que puestos a establecer la dialéctica política en un eje vertical elude señalar los diferentes niveles o estratos que en la realidad existen. Dos clases sociales en pugna, la casta contra la no casta, es una interesada simplificación que evita abordar dos problemas de fondo reales: la existencia de un sistema político degenerado que fagocita todo y la confrontación de principios y de valores de vida diferentes que existen y son una realidad cierta.

Es cierto que existen diferentes ejes de posicionamiento político, izquierda-derecha, centro-periferia, religión-secularización,… pero es el primero el que más usamos los ciudadanos quienes examinamos, con más o menos profundidad,  cualquier fenómeno político o electoral y lo etiquetamos. También es cierto que el etiquetado, derecha, centro o izquierda, responde más a prejuicios personales que a criterios realmente objetivos y que en no pocas ocasiones la percepción ciudadana, en la que influye mucho la creada por los medios de comunicación, sobre la ubicación de una determinada fuerza política no se corresponde con los objetivos o la propia ubicación de sus promotores. Vox es un buen ejemplo de ello. Es finalmente la mayoría de la opinión pública la que ubica en el eje derecha-izquierda a un partido político y no suele hacerlo en virtud del Ideario del mismo, sino de sus posicionamientos diarios frente a los problemas políticos, económicos y sociales existentes. Un partido político no es lo que dice ser, no está donde dice estar sino que es lo que la mayoría social percibe y está donde esa misma mayoría le ubica. La coincidencia entre una y otra parte exige enormes dosis de coherencia y de credibilidad, difíciles de encontrar en el espectro político español.

Y en estas lides estamos, como no podía ser de otra forma tratándose de un partido nuevo, en Esperanza Ciudadana. Nos preguntan ¿sois de centro? ¿de centro-derecha? ¿de derechas? Y en el fondo da igual donde pretendamos situar al partido los promotores del mismo porque al final será la gente quien nos sitúe en un lugar u otro del eje derecha-izquierda. Es más, tal y como está el sistema político, resulta difícil pretender desarrollar políticas de derechas o de izquierdas si antes no se procede a reparar el propio sistema, a regenerarlo porque está tan corrompido que, sin su limpieza previa, termina por asimilar a cualquiera que pretenda desarrollar un programa concreto. Y ése es el primer objetivo de un partido joven como Esperanza Ciudadana: limpiar un sistema parasitario como el existente que termina por convertir en “casta” a cualquiera que se incorpore al mismo sin tener claro que es el propio sistema el que impide ir hacia la derecha o a hacia la izquierda. Es algo tan sencillo y a la vez tan complicado como volver a los fundamentos de la democracia, como devolver la política al ciudadano. Y el segundo gran objetivo de Esperanza Ciudadana es reivindicar para la Provincia de Alicante el peso político y presupuestario que le corresponde, acabar con la permanente discriminación que viene sufriendo gobierne quien gobierne en Valencia o en Madrid.

Esperanza Ciudadana tiene, y eso es inevitable, un Ideario concreto, y en consecuencia defiende unos principios y valores que cada cual podrá etiquetar como quiera. Cuando Esperanza Ciudadana enarbola la defensa de las libertades y derechos individuales y colectivos, de la familia como fundamento de la sociedad, de la soberanía nacional y de la unidad de España o promueve la reforma profunda de la organización territorial del estado o la defensa de la Provincia de Alicante frente a las políticas discriminatorias de la Generalidad Valenciana y del Estado habrá quien la etiquete como partido de derechas. Y cuando Esperanza Ciudadana propugna la eliminación de toda clase de privilegios de la clase política, la absoluta ejemplaridad y austeridad de los servidores públicos, el fin de los desahucios de los domicilios familiares, la dación en pago, la recuperación de las prestaciones sociales recortadas, la persecución implacable de la corrupción o la participación ciudadana en la toma de decisiones más allá de las citas electorales habrá quien le arranque esa etiqueta.

En Esperanza Ciudadana estamos confluyendo ciudadanos con distinta procedencia ideológica y con distintas sensibilidades, liberales, conservadores, socialcristianos, pero que compartimos no sólo nuestro desencanto y nuestro hartazgo tanto de partidos como de políticas del y para el sistema, sino también un profundo deseo de cambio. Compartimos el amor por nuestra Patria, por nuestra tierra y por ello queremos que la política sea un instrumento de transformación de la realidad al servicio del ciudadano, de las personas y no al servicio de los grupos de intereses que controlan partidos, sindicatos o medios de comunicación. Según la clasificación corriente un partido con una profunda vocación transformadora y con un fuerte compromiso social no sería un partido de derechas. Pero es evidente que, utilizando el eje tradicional derecha-izquierda, el Partido Esperanza Ciudadana no es un partido de izquierdas, que es un partido de derechas por los valores que lo inspiran y que su ubicación exacta en ese segmento será consecuencia de su discurso concreto ante cada problema concreto.

Nuestra prioridad como partido es ofrecer respuestas, nuestras propuestas, a los problemas que nos aquejan a los ciudadanos. Y hacerlo con claridad, sin medias tintas, hablando claro y sin complejos y así lo vamos a hacer. Los retos que tiene planteados nuestra sociedad, nuestra Provincia exigen propuestas y decisiones claras. Somos conscientes de que será muy difícil hacerse oír, pero no por ello vamos a desistir. En la medida que las propuestas y soluciones a los problemas concretos y los programas de Esperanza Ciudadana lleguen a los ciudadanos será posible entonces etiquetar a este nuevo partido con más o menos acierto, pero no es esa nuestra preocupación. 

Nuestro objetivo es consolidar una alternativa de cambio profundo, pragmática, realista y alejada de cuentos populistas trasnochados. El antiguo proverbio chino, recordado en su día por Felipe González, está hoy vigente más que nunca: “Da igual el color del gato, lo importante es que cace ratones”. Hoy, además de ratones han proliferado las ratas y Esperanza Ciudadana quiere y puede cazarlas.


Santiago de Munck Loyola
http://santiagodemunck.blogspot.com.es