Se acaba de celebrar, con más
pena que gloria, al menos en Alicante, la festividad de la Comunidad
Valenciana. Tanto los preparativos de la festividad, como su propio desarrollo no han estado
exentos de polémica. Era la primera vez que se desarrollaba bajo la presidencia
del tripartito que gobierna la Generalidad Valenciana y esta circunstancia no
es posible desmarcarla de algunos gestos y actitudes del nuevo gobierno que caracterizan
claramente su perfil identitario. Gestos y actitudes sectarias entre las que
está el deseo manifestado por algunos de modificar la letra del Himno regional
(al parecer molesta lo de “ofrendar nuevas glorias a España”), la puesta en
cuestión de la educación en castellano, el traslado en Alicante del monumento
al soldado, la supresión de la interpretación del Himno de España en determinadas
festividades, la eliminación del tradicional Te Deum en los actos oficiales del
9 de octubre o la eliminación de la bandera de España en las fiestas de algunas
localidades gobernadas ahora por miembros del tripartito. La propia publicidad
institucional de la Generalidad Valenciana sobre la propia fiesta del 9 de
octubre se ha realizado casi exclusivamente en valenciano, manifestando así un desprecio absoluto de este gobierno
tripartito hacia los ciudadanos castellano-parlantes, ampliamente mayoritarios
en la Provincia de Alicante, al menos.
Esta fiesta oficial no parece que
cuente en nuestra provincia con mucho fervor popular y su arraigo es
prácticamente nulo. Lo cierto es que el 9 de octubre se conmemora la entrada del
Rey Jaime I en la ciudad de Valencia en 1238. Este acontecimiento histórico de
carácter localista fue elevado incomprensiblemente a la categoría de
celebración oficial e institucional para toda la comunidad autónoma y el origen
de esta decisión se encuentra en el Plenario de Parlamentarios que en 1976 proclamó
el 9 de octubre como Día Nacional del País Valenciano, nada menos, y que más
tarde fue ratificado con la puesta en marcha de la Comunidad Autónoma.
No está de más recordar que si el
9 de octubre de 1238 las tropas cristianas, en este caso del Reino de Aragón,
tomaron la ciudad de Valencia, el 4 de diciembre de 1248 (festividad de Santa
Bárbara), diez años después, las tropas cristianas, en este caso del Reino de
Castilla, dirigidas por el infante Alfonso, futuro Alfonso X el Sabio, tomaron
la ciudad de Alicante. Y ello fue así
porque Alicante pertenecía a la zona de expansión castellana en virtud del Tratado
suscrito en 1179 entre Alfonso VII de Castilla y Alfonso II de Aragón que había
fijado la frontera meridional de Aragón en la línea que une Biar, Castalla,
Jijona y Calpe.
Si el aniversario de la toma de
la ciudad de Valencia se convirtió en la fiesta oficial de toda la Comunidad
Valenciana por criterios exclusivamente políticos, nada debería impedir que por
motivos también políticos, la defensa de Alicante y la reivindicación de su
singularidad e identidad, se conmemore por todo lo alto el 4 de diciembre el
aniversario de la toma de Alicante por las tropas cristianas, un hecho
histórico más trascendente e importante para los alicantinos que la toma de
Valencia. La defensa de los intereses de la Provincia de Alicante, la lucha
contra su discriminación por parte de la Generalidad Valenciana y la exigencia
del puesto que le corresponde pasa también por la recuperación de su memoria y
de sus propis símbolos de identidad.
Santiago de Munck Loyola