Desde hace décadas, gobernando la
izquierda o la derecha en el Estado o en la Generalidad valenciana, lo cierto,
y así lo indican todos los datos económicos, es que la Provincia de Alicante ha
sido discriminada en todos los presupuestos, recibiendo menos de lo que le
correspondía por su población y sus necesidades. La Provincia de Alicante ha
venido siendo tratada como una provincia de segunda clase y ello ha sido
especialmente significativo en el ámbito de las competencias de la Generalidad
Valenciana. En los últimos 20 años la diferencia entre la renta media de los
alicantinos y los valencianos se ha agrandado en perjuicio de los primeros. Hoy
los alicantinos son más pobres respecto a los valencianos que hace 20 años. Es
evidente que si una institución regional como la Generalidad Valenciana no
logra disminuir las diferencias del nivel de vida entre los habitantes de sus
territorios, sino que, al contrario, las agranda, es una institución fracasada.
Sin ir muy lejos, hace tan sólo unos días el Consejo de la Generalidad redujo a
la mitad el presupuesto del programa de Desarrollo Rural LEADER para la
agricultura destinado a la provincia de Alicante, un tijeretazo de tres
millones de euros menos para nuestra provincia.
A esta intolerable discriminación
a la que incomprensiblemente están acostumbrados los políticos alicantinos hay
que añadir ahora dos nuevas políticas de la Generalidad que ponen en peligro la
propia identidad de la Provincia de Alicante. El tripartito que gobierna la
Generalidad Valenciana compuesto por un partido socialista anémico e
ideológicamente desnortado, por los “nacionalistas” de Compromis y los
populistas-podemitas de València en Comú ha puesto en marcha, al amparo del
extraño Pacto del Botánico, dos procesos claramente perjudiciales para nuestra
Provincia que se suman a la discriminación económica de siempre.
De una parte, el tripartito de
Valencia ha iniciado un procedimiento de centralización política para despojar
de competencias a las Diputaciones Provinciales en determinadas áreas como se
ha visto recientemente en el ámbito de la política turística, uno de los
motores de nuestra provincia. Con ello, ponen claramente de manifiesto su
aversión a todo lo que suene descentralización y alejan de los alicantinos la
capacidad de toma de decisiones en sectores claves para nuestra provincia.
Quieren y lo están haciendo que determinadas decisiones se tomen en Valencia y
no en Alicante excusándose en la necesidad de coordinar ciertas políticas. Si eso
fuera cierto, si tan importante es coordinar las políticas sobre turismo, por
ejemplo, ¿Por qué no transfieren las competencias sobre turismo al Estado?
De otra parte, la nueva política
de la Generalidad que pone en peligro la propia identidad de la Provincia de
Alicante viene marcada por el sesgo catalanista que mantiene la propia
composición del tripartito y al que no son ajenas algunas decisiones. Este
sesgo catalanista no es sólo debido a Compromís o a la versión valenciana de
Podemos, sino al propio PSPV con el presidente Puig al frente, responsable en
última instancia del gobierno tripartito. Él es quien ha nombrado consejero de
Educación a Vicente Marzà defensor de los llamados Países Catalanes y para
quien “los Países Catalanes son una
realidad más allá de lo que pinta el Estado...no solo cultural sino
políticamente, y deberían serlo en un futuro todavía más” o para quien la
Costa Blanca no es otra cosa que las playas del sur de los países catalanes. Marzà, de la mano de los socialistas, está
poniendo en marcha la inmersión lingüística en valenciano de modo que en el
próximo curso alcanzará al 65% de las nuevas líneas. No es posible obviar que
Vicente Marzà pertenece a la entidad Escuela Valenciana, una entidad
subvencionada por la Generalidad de Cataluña, galardonada por su defensa del
catalán y por su apoyo al referéndum independentista de Mas. Al tiempo que impulsan la inmersión lingüística eliminan los
conciertos con la enseñanza privada sin ser capaces tan siquiera de ofertar las
correspondientes plazas públicas.
Y tenemos el caso del Consejero
de Transparencia Manuel Alcaraz para quien
“un País Valenciano aislado es una utopía y sería una traición a su propia
esencia. Si el País Valenciano quiere salvaguardar su personalidad ha de ser
preservándose fiel a su catalanidad básica”. Defiende la “catalanidad” de Valencia y califica a
España de “superestructura coercitiva”.
No hay que olvidar además que este tripartito que también gobierna la
Diputación de Valencia otorgó recientemente una subvención de 17.000 euros a la “Institució per al Foment de les Arts, Les
Ciències i la Cultura”, ACPV, una
entidad supuestamente cultural que promueve en la Comunidad Valenciana las tesis
de los “países catalanes”.
Este es el contexto en el que el
progreso, el bienestar y la propia identidad cultural de nuestra Provincia se
hacen insostenibles. El PP ni está ni se le espera salvo voces aisladas. Es
hora de plantar cara, de reclamar instrumentos legales de gobierno que
defiendan el derecho y la capacidad de los alicantinos de decidir por si mismos
en aquellas cuestiones que constitucionalmente les pueden competer. Alicante no
es Valencia y mucho menos Cataluña.
Santiago de Munck Loyola