Dice la Wikipedia que una mentira
piadosa es la afirmación falsa proferida
con intención benevolente. Puede tener como objetivo el tratar de hacer más
digerible una verdad tratando de causar el menor daño posible. Y recuerda
que Platón ya se refería a este tipo de mentira en la República. “En política, la mentira noble es asociada
con la falsedad de los gobernantes destinada a preservar la armonía social”.
Habría que objetar que en política ninguna mentira puede ser calificada de “noble”,
por muy elevada que sea su finalidad, porque el político, en democracia, solo
tiene un aval que sustente su legitimidad y ese aval es el valor de su palabra,
su credibilidad.
Estamos comprobando estos días,
con ocasión de la presentación a la opinión pública del proyecto de
presupuestos para el año 2019 del gobierno del PSOE, que tanto los socialistas,
como sus socios podemitas, han elevado la mal llamada “mentira noble” a la
categoría de norma permanente de conducta. La cascada de afirmaciones y
rectificaciones inmediatas, de cifras y correcciones posteriores es alucinante
e impropia de un gobierno de un estado moderno.
A la hora de explicar el proyecto
de presupuestos empezaron por contarnos la mentira global y envolvente: que no
supondrían un aumento de la presión fiscal para quienes menos tienen, que sólo
habría más impuestos para los ricos y las grandes empresas. Socialistas y
podemitas desplegaron todos sus encantos dialécticos para cantar las supuestas
bondades presupuestarias. Sin embargo, a medida que estas cuentas empezaron a
ser analizadas con detenimiento en los medios de comunicación la cruda verdad
empezó a hacerse evidente: todos vamos a pagar más impuestos, no solo los más
ricos o las multinacionales.
Comenzaron vendiendo el paquete
con un reclamo bonito: la subida del salario mínimo hasta los 900 euros. ¿Quién
se atrevería a decir que no a esa propuesta? Pero claro, enseguida se supo que
esa subida salarial que beneficiaría a unos 500.000 contratados conllevaba un
incremento de las cotizaciones, en muchos casos inasumibles, a más de tres
millones de autónomos. Pablo Iglesias salió en tromba en un primer momento para
llamar mentirosos a quienes aseguraban tal subida. Y después ha rectificado,
sin retractarse, afirmando que él no había pactado esa subida con el PSOE.
Ahora sabemos, además, que el proyecto de presupuestos prevé que los
asalariados paguen más de 1.000 millones de euros el año que viene con otra
subida del 10 % de las cotizaciones a la seguridad social.
Ahora bien, donde se llevan la
palma es en el impuestazo al diésel. Aquí el timo fiscal es de libro. Se trata
de una gran mentira de principio a fin que envuelta en “la lucha contra el
cambio climático”, la limpieza del aire de las ciudades y cuantos adornos
ecologistas se quieran esgrimir no es nada más que un estacazo fiscal con un
afán exclusivamente recaudatoria que van a pagar quienes menos tienen. Hoy los
nuevos motores diésel no contaminan más que los de gasolina, emiten menos CO2
que éstos y cada vez dispersan menos partículas contaminantes. Nada más llegar
al gobierno la nueva ministra anunció que los días del diésel estaban contados.
Las consecuencias de aquel anuncio y de su plasmación en el proyecto de
presupuestos socialpodemita ya son visibles con la pérdida de puestos de
trabajo en el sector del automóvil. No cabe más irresponsabilidad. Si hace años
los gobiernos animaban a los consumidores a adquirir vehículos diésel, ahora
nos animan a lo contrario sin grandes explicaciones que lo justifique. Decir
que este proyecto de presupuesto no va a suponer más carga fiscal para los que
menos tienen se desmonta sólo con el impuestazo al diésel. No hace falta ser un
lumbreras para percatarse que quienes se mueven o nos movemos con un diésel lo
hacemos porque es más económico y porque no podemos adquirir otro tipo de
vehículo.
¿Y las justificaciones medioambientales? Pues que son otra gran
mentira. En primer lugar porque si fueren ciertas no habría lugar a
excepciones: el diésel contamina igual o más si en vez de un particular lo usa
una máquina de tren que entra hasta el centro de las ciudades, la maquinaria
agrícola, la de obras, los camiones, las furgonetas, los taxis o las calderas
de calefacción. Y siendo así, el impuesto debería ser igual para todo usuario
independientemente de la actividad en la que se use y no más alto sólo para los
particulares que no pueden permitirse un cambio de vehículo. Y, en segundo
lugar, porque según el proyecto publicado tan solo el 30% de lo que se recaude
con el impuestazo al diésel se va a destinar a fines medioambientales. El 70 %
restante irá a otros nuevos gastos entre los que sin duda se encuentran los más
de 2.200 millones de euros prometidos a los independentistas catalanes a cambio
de su voto.
Estas pinceladas sirven para
evidenciar que la innoble mentira se ha instalado cómodamente en la política
diaria. Pero cuando las mentiras son tan burdas, tan flagrantes y evidentes
resulta difícil no pensar que estos dirigentes políticos nos toman por tontos,
por descerebrados sin capacidad crítica dispuestos a tragarnos cualquier sandez
parida en los gabinetes políticos de comunicación. Si no hay más remedio que
volver a apretarse el cinturón porque estos señores han decidido recortarnos la
cartera, que sea al menos con la verdad por delante. Seguro que dolerá menos.
Santiago de Munck Loyola