Este año se cumplirá el 40
aniversario de la aprobación de la Constitución española. Se puede y se harán
toda clase de valoraciones sobre su desarrollo, su eficacia o su aplicación. Pero
quizás, ante el problema catalán, hay un hecho incontestable: tras cuarenta
años de desarrollo del estado autonómico, diseñado en principio para satisfacer
las aspiraciones territoriales, hoy hay más independentistas en Cataluña que
hace 40 años, hoy existe más riesgo de ruptura de la unidad de España que hace
40 años. La Constitución de 1978 no ha servido para solucionar la tensión
centro-periferia sino que la ha agravado. Y lo ha hecho en calidad y en
cantidad, los nacionalistas se han convertido en independentistas y su número
se ha multiplicado exponencialmente. Cada transferencia competencial sólo ha
servido para alimentar el independentismo. Se equivocan quienes tratan de
explicar el crecimiento del independentismo por una supuesta falta de diálogo
del Gobierno de la Nación o por las supuestas afrentas sufridas por la
sentencia del Tribunal Constitucional anulando algunos artículos del Estatuto
de Autonomía cuyo alcance ignora la inmensa mayoría de los votantes
independentistas. Durante 40 años, los nacionalistas han elaborado y difundido
un discurso basado en el victimismo, han logrado solaparse con Cataluña de modo
que, al final, cualquier crítica a un político nacionalista, por muy torpe o
corrupto que fuera, la vendían como un insulto a Cataluña.
La Constitución de 1978 ha sido y
es el abono para el crecimiento del independentismo. Cada competencia
transferida a la autonomía catalana se ha convertido en un hachazo más para
derribar el tronco de la soberanía del pueblo español. Los nacionalistas del 78
siempre fueron independentistas. No querían la autonomía para buscar y asentar éso
que algunos denominan un nuevo “encaje” de Cataluña con el resto de España,
sino para alcanzar a largo plazo la independencia y, para ello, necesitaban los
instrumentos económicos, legales y, sobre todo, educativos que el Estado de las
autonomías les podía transferir. Durante 40 años los independentistas han
construido un relato histórico falseado que han inoculado al conjunto de la
sociedad catalana sin que se produjera una réplica o reacción por parte del conjunto
de la sociedad española ni, por supuesto, de la clase política más interesada
en la utilización partidista y coyuntural de los instrumentos del Estado. El
denominado “oasis” catalán ha sido una realidad consentida por el conjunto de
la sociedad española, por su clase política y económica y especialmente por los
medios de comunicación. Y las consecuencias están ahí.
Hoy tenemos un gran problema como
Nación. Un problema que ha crecido y se ha agravado gracias a la Constitución
de 1978 y al diseño y desarrollo dela estructura del Estado establecida en la
misma. Hoy, los españoles no poseen los mismos derechos y obligaciones con
independencia del territorio en el que vivan. Hoy, podemos constatar que
mientras los Estados de la Unión Europea han caminado hacia la armonización de
sus legislaciones nuestra Constitución ha seguido exactamente el camino
contrario. No es posible resolver el gran problema que tenemos como Nación sin reconocer
y señalar claramente su origen. Ni el federalismo, ni alcanzar cotas más altas
de autonomía van a solucionar el problema sino todo lo contrario. El
federalismo porque es lo último que desean los independentistas ya que
supondría la igualdad competencial para todas las regiones. Más autonomía
tampoco porque el margen de cesiones es prácticamente inexistente y está
demostrado que solo sirve para alimentar al monstruo.
Mientras tanto, mientras se
mantiene el actual estado autonómico, el monstruo independentista no sólo se
mantiene en Cataluña, sino que se está expandiendo a los territorios limítrofes
que forman parte de esa ensoñación que constituyen los llamados Países
Catalanes. Parte de Aragón, la Comunidad Balear y la Comunidad Valenciana están
ahora mismo cultivando y abonando con los recursos proporcionados por el estado
autonómico al engendro independentista y expansionista catalán.
Es un hecho, una realidad
incontestable que requiere una acción política firme y decidida. Los que
vivimos en la Provincia de Alicante estamos ya sufriendo esta situación, pero
podemos intentar revertirla si, en vez de mirar hacia otro lado, somos capaces
de usar los instrumentos que el estado autonómico tiene a nuestra disposición
pero justamente en la dirección contraria a la que los independentistas han
venido siguiendo. No es imposible. Se puede hacer y se debe hacer.
Fdo. Santiago de Munck Loyola