Una reciente encuesta realizada
por el Instituto DYM arroja unos curiosos resultados sobre la intención de voto
considerando la ideología de los entrevistados.
A nueve días de las elecciones generales parte del electorado sigue
dudando, sin saber qué hacer o por quién optar.
Según esta encuesta la mayor
parte de los indecisos se encuentra entre quienes se consideran de centro. El
53,6% de ellos todavía no manifiesta su voto frente a un 46,4% que sí lo tiene
decidido. De éstos, los que ya lo tienen decidido, el 15,2% apuesta por Ciudadanos y el 10,2%, por el PSOE.
Entre los que se definen como de
centro-derecha un 66,4 % ya tiene decidido su voto. Parece que lo tienen más
claro: un 30,8% para el PP y casi un 20% para Ciudadanos. Y de los que se
etiquetan como votantes de derechas, el 65,3% ya tiene claro su próximo voto:
el 42,5% se inclina por el PP y un escaso 6,6% por Ciudadanos. Resulta cuando
menos llamativo que un partido que se autodefine como de centro izquierda
coseche tan buenas expectativas entre los votantes, sobre todo, de centro-derecha.
O bien el partido naranja es muy camaleónico o bien buena parte de su electorado
carece de escrúpulos ideológicos o programáticos.
Pero, si uno se identifica con
posiciones políticas de centro, de centro-derecha o de derechas, si vive en la Provincia de Alicante,
si cree en la regeneración política y si además quiere ejercer su voto el
próximo 20 de diciembre con coherencia y con responsabilidad, la verdad es que
lo tiene bastante difícil porque las ofertas electorales que finalmente
concurren son bastante limitadas y adolecen de bastantes defectos y carencias
como para poder elegir una de ellas con plena satisfacción. Eliminada de forma
arbitraria e injusta la candidatura de Esperanza Ciudadana, la única
candidatura alicantinista y regeneradora, algunos nos tenemos que plantear a
quién votar en las elecciones generales. No se trata de elegir a unos para
evitar que otros ganen, sino de elegir la opción política que por su
trayectoria y sus propuestas pueda defender mejor los intereses de los alicantinos
desde unos principios ideológicos concretos, los que no comparte la rancia
izquierda que ahora gobierna nuestras tierras.
Desde esta perspectiva, es decir,
desde la coherencia con determinados principios y valores, la opción de
Ciudadanos es plenamente descartable. Su posicionamiento ideológico, sus
propuestas fiscales, su intervencionismo, sus tics autoritarios internos y su
compadreo con el Gobierno Socialista en una de las Comunidades Autónomas más
castigada por la corrupción no son elementos suficientes como para poder compensar
los aspectos positivos de su programa, que los tiene. Y este descarte se
reafirma, además, si se tiene en cuenta el posicionamiento de los concejales de
Ciudadanos a lo largo y ancho de la Provincia de Alicante en la que
desgraciadamente este partido se ha nutrido en muchos casos de un aluvión de
oportunistas sin escrúpulos.
Por el lado derecho, tampoco
parece que VOX sea una opción válida para los ciudadanos comprometidos con
Alicante, con la regeneración y con los valores del centro-derecha. En un
tiempo record, lo que nació como un proyecto ilusionante al servicio de unos
determinados valores se ha convertido en un instrumento de supervivencia
personal del prototipo de la casta política, en un experimento fallido en el
que la democracia interna agoniza y en un proyecto escorado cada vez más hacia
posiciones ultraconservadoras. Un partido en el que sus máximos dirigentes no
predican con el ejemplo personal.
Y la última opción a valorar es
la que representa el Partido Popular. Dejando al margen consideraciones
personales hay una serie de hechos objetivos que no invitan precisamente a
votarle. Hacer un repaso de los sistemáticos incumplimientos del programa del
año 2011 y de sus propios principios llevaría páginas enteras: el Plan
Hidrológico Nacional, la Ley de Memoria Histórica, la regulación del aborto, la
bajada de impuestos, la lucha contra el endeudamiento público, la independencia
de la Justicia, los recortes de prestaciones públicas, la hoja de ruta de ZP
respecto a ETA, etc. La lista de incumplimientos sería tan larga como la lista
de casos de corrupción que salpican a cargos públicos del PP. A ello se podría
añadir la falta de democracia interna cuyo mejor reflejo es la propia
candidatura popular al congreso por la Provincia de Alicante, impuesta desde
Madrid y con un paraca a la cabeza, o la candidatura al Senado encabezada por
una acaparadora de empleos públicos, como Adela Pedrosa, prototipo de los
profesionales de la política en el peor sentido de la expresión. Nada pues
invita a otorgar el voto al PP que en nuestra provincia sigue siendo dirigido
por los responsables de su hundimiento electoral, por los protectores de los comportamientos
políticos más indignos y por los enemigos declarados de la regeneración
democrática como son el Sr. Ciscar y su acólito el Sr. JJ Zaplana. Un partido
que utiliza los escaños de nuestra provincia, no para defenderla, sino para
colocar a sus dirigentes sin sitio en su propia circunscripción electoral, no
merece la confianza de los ciudadanos alicantinos ni de centro, ni de
centro-derecha, ni de derechas.
Ante este triste panorama,
abstenerse no es una solución. Votar en blanco supone que el voto terminará
sumando como resto a alguno de los partidos mayoritarios gracias a la denostada
ley electoral. No queda, por tanto, otra salida responsable que la del voto
nulo para la gente que no es de izquierdas, para los ciudadanos que quieren que
nuestra provincia recupere el protagonismo y la importancia que le han robado
durante tantos años y para todos cuantos quieren una regeneración profunda del
sistema político. Una regeneración desde los valores de la libertad, la
democracia, la transparencia, la ejemplaridad, la defensa de la familia, la
vida, la defensa del medio ambiente, la solidaridad, la igualdad de derechos
entre los españoles y la unidad de España. No queda otra opción sensata y
responsable que la del voto nulo. Y un servidor lo hará el próximo 20 de
diciembre. No me van a engañar más.
Santiago de Munck Loyola