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jueves, 18 de octubre de 2012
miércoles, 17 de octubre de 2012
Manifiesto por la regeneración interna. Candidatura “Esperanza Popular”.
Los afiliados del Partido Popular
de Alicante que respaldamos este documento creemos firmemente en los principios
políticos básicos que inspiran los Estatutos del Partido Popular y que se
sustentan en la participación, en la información, en el debate y en la
democracia interna. No nos resignamos a una forma de hacer política de partido
de espaldas a los afiliados, ni podemos seguir aceptando un modelo caduco que
aleja al Partido Popular de la ciudad de Alicante de la militancia y de los
ciudadanos.
En este sentido rechazamos en
primer lugar la decisión de la Junta Provincial de Alicante de suprimir la Junta Local de la
ciudad de Alicante y de dividir al partido local en distritos por vulnerar,
entre otras cosas, los Estatutos Nacionales del Partido Popular. Se trata de
una decisión tomada de espaldas a los afiliados, de una decisión que supone
rebajar de categoría a los afiliados alicantinos en relación a los de las
localidades vecinas y de una decisión que obedece claramente a intereses
particulares y a intrigas de salón. Con ella desaparece el peso que al PP de la
ciudad de Alicante le corresponde y un instrumento global de interlocución
social y política en la ciudad.
Entendemos que el afiliado es el
único titular de derechos y obligaciones y que deben tener una concreción real
en el funcionamiento diario de nuestra organización local mucho más allá de su
simple enunciado estatutario. La realidad de los últimos años ha venido consagrando
un modelo de funcionamiento interno muy alejado de los principios básicos que
toda militancia política conlleva. Es una realidad incontestable que los
afiliados alicantinos hemos sido mantenidos al margen de la vida política
interna de la organización local y que tan sólo hemos sido convocados para
asistir a actos electorales, para desarrollar labores de apoderamiento e
intervención en mesas electorales y, en contadas ocasiones y de forma
restrictiva, para acudir a procesos electorales internos. Durante los últimos
años, los afiliados no hemos contado con cauces internos para participar en la
elaboración de los programas electorales o de las candidaturas que nos
representan en las instituciones municipales; no hemos contado tampoco con los
instrumentos internos para aportar propuestas y sugerencias que pudieran servir
para mejorar los distintos barrios de la ciudad o los diferentes sectores que
configuran el tejido económico y social de Alicante. En definitiva, la
organización local alicantina ha sido un gueto en el que el protagonista no era
el afiliado, sino diferentes clanes que se han apropiado de los derechos
políticos de los afiliados, únicos sujetos de derechos y obligaciones según
nuestros estatutos.
Queremos una organización local
viva, dinámica y fuerte, no diez organizaciones débiles y fraccionadas. Una
organización local capaz de impulsar las políticas y programas del Partido
Popular allí donde haya representantes institucionales de la ciudad de
Alicante. Una organización capaz de exigir que sus representantes en las
instituciones públicas rindan cuenta periódicamente ante los afiliados del
Partido y recojan de ellos cuantas iniciativas sirvan al conjunto de la
sociedad alicantina. Una organización local capaz de hacer realidad los
principios de austeridad, honestidad y eficacia en la gestión pública y de
apartar de su seno a cuantos vulneren dichos principios.
Pretendemos que el Partido
Popular de la Ciudad
de Alicante alcance en el seno del Partido Provincial el peso que cuantitativa
y cualitativamente le pertenece y que no siga sirviendo de simple cuota de
poder y de intercambio entre unos y otros. Queremos una organización local respetada
por la Dirección Provincial ,
con la misma autonomía que las demás juntas locales, en la que los afiliados de
Alicante sostengan a la sede provincial en la misma proporción que los demás
afiliados y por ello propugnamos que el Partido Popular de la Ciudad de Alicante cuente
con una sede propia, a pie de calle, que sea un lugar de encuentro entre los
afiliados y un punto de contacto permanente con los ciudadanos.
En definitiva apostamos por una
organización local fuerte, con la autonomía que le pertenece, asentada en los
principios de democracia interna, participación, transparencia y ejemplaridad,
capaz de ofrecer a los ciudadanos de Alicante una nueva forma de hacer
política, un proyecto de ciudad ilusionante y una gestión impecable de las
instituciones públicas.
Por todo ello, compareceremos en
las urnas en las próximas elecciones internas a través de la candidatura
“Esperanza Popular”, una candidatura cohesionada, renovada e integradora, sin
padrinazgos ni tutelas, una candidatura nacida de la militancia y al servicio
de todos los alicantinos.
En Alicante, a dieciséis de octubre de 2012.
domingo, 14 de octubre de 2012
Se han “cepillado” al PP de la Ciudad de Alicante.
Lo que algunos periodistas habían vaticinado, incluso un
servidor desde estas modestas páginas, se ha cumplido: la Dirección Provincial
de Alicante ha suprimido la Junta Local de Alicante del Partido Popular y ha
anunciado que la ciudad será dividida en diez o doce distritos. Habrá elecciones en breve para elegir a los Presidente Locales excepto en la Ciudad de Alicante. Se trata de una
decisión tomada sin contar para nada con los miles de afiliados de la ciudad de
Alicante a los que, una vez más, se ha ignorado y despreciado. Al parecer, los
populares alicantinos no tenemos ni p… idea de lo que nos conviene, pero para
eso están los señores de fuera, para decirnos lo que más nos conviene. ¡Menos
mal! No se trata de una decisión baladí, ni por sus causas, ni por sus
consecuencias, todo lo contrario. Se trata de un golpe de mano que va a tener
gravísimas consecuencias, no sólo para los afiliados del PP, sino también para
la propia ciudad.
Los comentaristas políticos, que ya venían elucubrando
sobre esta posibilidad, manejaban muchas hipótesis para explicar las causas de
una decisión cómo ésta. Algunos apuntaban que, dada la falta de autoridad
política del Presidente Císcar para imponer el código ético a la Alcaldesa de
Alicante y ante la posibilidad de que ésta se postulase como candidata a la
Presidencia del PP de la Ciudad o que promoviese a su delfín, Carlos Castillo,
se podría apostar desde la Provincial por suprimir la Junta Local de la Ciudad
y así impedir que la Alcaldesa o su pupilo presentasen su candidatura. Otros
especulaban sobre la idea de la necesidad del Presidente Provincial de impedir
que en la Ciudad de Alicante se presentasen varias candidaturas a la
Presidencia Local ya que existe cierta alergia a los procesos democráticos
internos competidos. Por último, hay quien apuntaba a que un liderazgo fuerte
en la Ciudad de Alicante sería una sombra intolerable para el Presidente
Provincial y su equipo, por lo que iban a apostar por dividir a la ciudad y
suprimir “manu militari” la Junta Local de Alicante. Lo cierto es que, sea cual
sea de estas tres razones la que se esconde tras este “golpe”, son los
afiliados populares de la ciudad de Alicante los que vamos a pagar las miserias
de unos u otros y a los que se nos rebaja de categoría, de forma injusta y
discriminatoria, frente a los demás afiliados de la Provincia.
Durante años hemos soportado que nuestra Junta Local,
debidamente anestesiada por la Dirección Provincial, no funcionase, que no
fuéramos tenidos en cuenta, ni consultados para elaborar el Programa Electoral,
o para confeccionar las candidaturas municipales o para ser informados de
cualquier asunto de interés. Hemos pagado nuestra cuota, sin que nadie nos
rinda jamás cuentas sobre el destino de la misma, sosteniendo los gastos de la
Provincial, hemos sido convocados para ser interventores y apoderados en las
elecciones, para rellenar mítines o cenas y punto. Y, ahora, a poco más de un
mes de iniciar nuestro proceso democrático interno en el que podíamos elegir
una nueva dirección local y para el que algunos habíamos empezado a construir una
candidatura regeneradora, democrática y participativa, a la vista de la misma,
la Dirección Provincial decide que no, que la Ciudad de Alicante no puede tener
una Junta Local como la de Elche, por ejemplo, y que a los populares
alicantinos lo que nos conviene es dividirnos en distritos y perder la
identidad y el referente de gran ciudad que Alicante conlleva.
Y para esta turbia maniobra, se acogen al Art. 14.3 de los
Estatutos Provinciales que señalan que “En
los municipios cuyo número de habitantes o afiliados así lo exija, podrán
constituirse Juntas de Distrito por acuerdo del Comité Ejecutivo Provincial”. Claro,
que no queda más remedio que preguntarse ¿por qué en Alicante y no en Elche
también? ¿Por qué se nos rebaja de categoría a los afiliados de la ciudad de
Alicante? Poco importa, al parecer, que el Artículo 19.3 de los Estatutos
Nacionales del Partido Popular señale que “el
Partido Popular, a través de sus estructuras territoriales, procurará su
presencia permanente en todos los municipios mediante la creación y potenciación de las Juntas Locales”.
¡Curiosa forma de potenciar a la
Junta Local de la Ciudad de Alicante! ¡Cepillándosela! La posibilidad de
constituir Juntas de Distrito, también recogida en los Estatutos Nacionales en
su Artículo 20.5, no es excluyente ni incompatible con la existencia de las
Juntas Locales cuya potenciación es un mandato estatutario nacional, se trata,
como cualquiera puede entender, de un instrumento de ayuda y descentralización
para aquellas Juntas Locales muy grandes. Si no fuera así, sobraría el Artículo
19.3 de los Estatutos Nacionales del PP.
Diez o doce Juntas de Distrito del PP en la Ciudad de
Alicante y la inexistencia de una Junta Local
de la ciudad tendrá varias consecuencias:
1º La ciudad de Alicante carecerá de peso y entidad propia
en el conjunto del Partido Popular de la Provincia de Alicante.
2º Los afiliados populares de Alicante estarán
discriminados respecto a los afiliados populares de otras grandes ciudades de
la Provincia.
3º No existirá una única voz popular en la ciudad de
Alicante.
Es evidente que la inexistencia de una organización
popular para toda la ciudad de Alicante imposibilitará la elaboración de las
políticas del Partido Popular para el conjunto de la ciudad. ¿O acaso piensan
en la Provincial usurpar ese papel a los afiliados de la ciudad? ¿Habrá diez o
doces voces populares según el barrio? No tiene sentido. La ciudad de Alicante
necesita un Partido Popular fuerte, capaz de desarrollar un proyecto de ciudad
global, único y de sacarla de su actual atonía y ausencia de liderazgo.
Desde la candidatura “Esperanza Popular” es lo que
estábamos construyendo: un proyecto regenerador de la política interna del
partido, un proyecto nacido desde la militancia, no desde las moquetas
oficiales, un proyecto basado en la participación, en el debate y en la
democracia interna, un proyecto capaz de imponer el Código Ético a todos sus
cargos públicos y de impulsar las políticas necesarias para volver a situar a
Alicante en el lugar que se merece. Y en la Dirección Provincial tenían
conocimiento de ello. Lucharemos ahora para que cumplan con los Estatutos
Nacionales y para que potencien nuestra Junta Local, la Junta de nuestra
Ciudad, para que nos la devuelvan. Y si no lo conseguimos, la candidatura “Esperanza
Popular” se presentará en todos los distritos, con un mismo programa para toda
la Ciudad.
Si a los afiliados de Alicante nos hubiesen contado hace
tres meses en el Congreso provincial que se iban a cargar nuestra organización
local, a lo mejor no habríamos votado a quienes votamos. Hay cosas que no se
deberían ocultar. Hacerlo dice muy poco en favor de quien lo hace.
Santiago de Munck Loyola
miércoles, 10 de octubre de 2012
¿Desafección hacia la clase política? No, puro rechazo.
Parece
ser que últimamente los dirigentes del Partido Popular y del PSOE han empezado
a detectar lo que algunos llaman la “desafección” de una gran parte de los
ciudadanos hacia la clase política y que, en consecuencia, van a estudiar el
asunto para intentar corregirlo. O sea, que han tardado pero empiezan a notar
algo que para cualquiera era evidente: que muchos ciudadanos están
profundamente “cabreados” con la clase política. Y fieles a su proverbial
sentido de Estado los dirigentes de los partidos mayoritarios han empezado por
done siempre, por culparse mutuamente del progresivo rechazo que la clase
política genera en la gente. Sólo falta que para completar sus costumbres el
anunciado estudio conjunto de medidas para abordar el problema se haga mediante
la constitución de una comisión parlamentaria a 600 € de dietas por asistente.
Ya lo decía Napoleón, “si se quiere que un asunto no prospere, forme una
comisión de estudio”. Y tan felices.
Una
vez más, parece que la clase política no se da cuenta del verdadero alcance del
problema que puede suponer el creciente rechazo que provoca en los ciudadanos y
que es incapaz de aprender de la experiencia italiana en los años 90 que supuso
el derrumbamiento electoral de los partidos tradicionales o de otras
experiencias en las que los populismos han barrido partidos e instituciones.
Nuestra
sociedad se ha empobrecido enormemente y los continuos recortes provocan un
profundo malestar y un rechazo cada vez más generalizado. Los españoles pagamos
hoy las consecuencias de la mala gestión de la clase política mientras que ésta
sigue inalterable instalada en sus privilegios. Es la clase política la que ha dispuesto
la construcción de aeropuertos vacíos, de autopistas que nadie usa o de
edificios e instalaciones insostenibles y lo ha hecho sin tener el dinero
necesario para ello, pidiéndolo prestado. Ahora, no sólo hay que devolver ese
dinero sino que, además, hay que pagar unos intereses anuales que se comen el
presupuesto público. La mala gestión de la clase política la sufrimos todos los
ciudadanos y, sobre todo, los que cuentan con menos recursos.
Es
normal que la mala gestión de los políticos provoque un mayor distanciamiento
de los ciudadanos hacia ellos, pero no es sólo eso. Es que, además, nuestra
clase política no ha hecho la más mínima autocrítica. Aquí nadie ha tenido la
honestidad intelectual de reconocer los errores y de pedir, en consecuencia,
perdón a los ciudadanos. O culpan al adversario de los problemas o, en algunos
casos, se envuelven en la bandera regional para ocultar su profundo fracaso y
engatusar a su opinión pública con quimeras antihistóricas. Y no contentos con
ello, nuestra clase política, salvo honrosas excepciones, sigue instalada en un
mundo de auténticos privilegios que suponen un agravio y un insulto permanente
hacia sus víctimas, los sufridos ciudadanos. Es francamente improbable que sin
un verdadero ejercicio de autocrítica nuestra clase política sea capaz de
corregir su rumbo.
Son
muchas las cosas que deben cambiar para intentar recuperar la confianza y la
credibilidad del conjunto de los ciudadanos. Y lo primero que tendrían que
asumir es que sin ejemplaridad sobra todo lo demás. Ante millones de ciudadanos
asfixiados por subidas de impuestos, por el desempleo o por recortes en
servicios esenciales es imprescindible que la clase política ofrezca un ejemplo
de sacrificio y de austeridad y debe hacerlo, además, porque ella es la
causante de nuestros males.
¿Sobran
políticos? Es probable, pero no es ése el único problema. ¿Podemos gastarnos
350 millones de euros al año en sostener los Parlamentos Autonómicos? Puede que
no. Son preguntas cuyas respuestas requieren un estudio mucho más profundo y
cuya solución sólo puede pasar por un amplio consenso político y social. Sin
embargo, hay otros aspectos más inmediatos que sí podrían suponer un gran paso
hacia la ejemplaridad de la clase política. Es el caso de las retribuciones con
dinero público. Hay que terminar de una vez con los abusos. En un país
arruinado las administraciones públicas no pueden seguir pagando salarios por encima
de los 70.000 € que cobra el Presidente del Gobierno. Es también el caso de los
privilegios fiscales de los parlamentarios ¿por qué no tributan en el IRPF como
cualquier ciudadano? ¿No conocen la diferencia entre inmunidad parlamentaria e
impunidad? Es igualmente el asunto de las pensiones. Mientras que a los
ciudadanos se nos endurecen los requisitos y períodos para cobrar una
determinada pensión ¿por qué hay que consentir que nuestros parlamentarios
puedan cobrar la pensión máxima con sólo 11 años cotizados? ¿Por qué no se
someten al régimen general? Es el régimen de incompatibilidades, por ejemplo,
que permite que parlamentarios y políticos cobren con cargo al erario público
dos o más retribuciones disfrazas como indemnizaciones, pensiones o salarios. Nuestros
parlamentarios cobran sus sueldos íntegros y, sin embargo, simultanean su
actividad parlamentaria con dedicaciones privadas. Pues no, en las actuales
circunstancias no se lo pueden permitir. Les pagamos un sueldo íntegro para que
se dediquen exclusivamente a su labor y si no les parece suficiente que
renuncien al escaño. Es el caso de los coches oficiales, de los viajes gratis
total, de los consejos de administración, de los teléfonos gratuitos, de las
dietas por alojamiento teniendo casa propia en la capital, los taxis a cargo de
los contribuyentes,… La lista de privilegios prescindibles sería muy extensa y
si no la recortan, como nos recortan nuestros sueldos y prestaciones, el
rechazo hacia la clase política seguirá creciendo. Y del rechazo a la expulsión
hay muy poquito.
Necesitamos
una clase política ejemplar y ésta no lo es. Una clase política que haga su
trabajo, que cobre por él, que no se beneficie de aquello que no pueden
disfrutar los ciudadanos, que, en definitiva, tenga la autoridad moral y la
legitimidad de ejercicio suficiente como para poder pedirnos sacrificios a
todos.
Santiago
de Munck Loyola
martes, 9 de octubre de 2012
Sobre la Alcaldesa de Alicante: un análisis demoledor.
El
pasado domingo, 7 de octubre, el Diario El Mundo, bajo el titular “La última Alcaldesa en aferrarse al cargo”
publicó un demoledor artículo de Héctor Fernández que plantea no pocas
interrogantes y deja perplejo a cualquier afiliado del Partido Popular sobre
los oscuros “manejos” que se producen en su interior. El artículo en cuestión
empieza así: “Sonia Castedo se ha
convertido en una piedra en el zapato de José Ciscar, Alberto Fabra y María
Dolores de Cospedal. O lo que es lo mismo, de todas las estructuras del PP,
desde la provincial hasta la nacional pasando por la autonómica. Su negativa a
dimitir como primera edil de Alicante después de la imputación de tres graves
delitos, tráfico de influencias, cohecho y revelación de información
privilegiada, y de que tenga la ciudad paralizada a la espera de su horizonte
panal, se ha planteado como un pulso a las diferentes cúpulas del partido que
en otros casos han enseñado ya la puerta de salida a los imputados”.
Poco
más adelante continúa afirmando que “Alberto
Fabra ha sido inflexible con altos cargos de la Generalitat dependientes
directamente de él, como es el caso del cese inmediato del ex secretario
autonómico de Turismo, Luis Lobón, por su imputación en el caso Noós… Por eso,
lo que muchos en el partido se preguntan es ¿por qué Castedo se le resiste?”
El
articulista ofrece cuatro razones para explicar esa resistencia de la Alcaldesa
de Alicante:
“1º Maneja los tiempos del Partido en vez de que
sea al revés. Castedo, pese a sus
errores mediáticos, está siendo habilidosa en el manejo de los tiempos. Ha
conseguido que solo haya un interlocutor, el Presidente provincial del PP, José
Ciscar, entre el Presidente Regional y ella. Y le ha arrancado el compromiso de
protegerla mientras no haya nuevas decisiones judiciales. Ciscar está dispuesto
a aplazar la Asamblea del PP de Alicante lo máximo para permitirle presentarse
en el supuesto de que se archive la causa. En caso contrario, o promociona a su
delfín, Carlos Castillo, como Presidente local o dividirá el partido en
distritos para que no haya ningún contrapoder a la estructura provincial…
2º
Juega con el miedo del PP a una escisión en Alicante…. Además, ha
extendido la amenaza que si se le obliga a dimitir podría presentarse en 2015
como independiente y arrebatar la Alcaldía al PP…
3º El
PPCV y la Generalitat tienen sus propios problemas…. Gürtel,
Noós y Cooperación…
4º Se
ha convertido con el paso de los años en la “líder” de los críticos con Fabra
en la Provincia.
Para
concluir su análisis, el articulista ofrece una última explicación para la
numantina resistencia de la Alcaldesa:
Sin
ninguna salida fuera de la política.
“No se va porque no tiene donde irse”
dicen sus compañeros. Y es que Castedo no tiene profesión fuera de la política.
… A esto se añade que durante este año ha intentado colocar a su marido
desempleado (Arturo Soto “Turi”, de profesión transportista) en la Diputación,
sin éxito.”
De
todas estas razones expuestas en este periódico no se puede admitir ninguna con
el peso suficiente para explicar, no la esperada resistencia de la Alcaldesa a
presentar su dimisión, sino la falta de un pronunciamiento claro y contundente,
de un gesto inequívoco de reprobación por parte del Presidente Regional y del
Presidente Provincial. Si se diese por válida la primera razón, el manejo de
los tiempos, deberían sonar todas las alarmas en el Partido Popular ya que sólo
cabría preguntarse qué fuerza oculta la Alcaldesa, qué arma tan poderosa
esconde como para doblegar al Presidente Provincial y obtener de él su
protección hasta el punto de condicionar el calendario para la elección de un
nuevo Presidente Local de Alicante, para imponer en su caso al delfín de Sonia
Castedo, Carlos Castillo, (más de lo mismo) o para dividir a la ciudad en
distritos agraviándola, una vez más, en relación a la ciudad de Elche, por
ejemplo. Cualquiera de estas tres opciones sería no sólo una muestra de
debilidad de la Dirección Provincial sino, además, un claro desprecio a los
derechos de los afiliados de la Ciudad de Alicante a los que se demostraría que
nada ha cambiado tras el Congreso Provincial, que sobreviven hábitos caducos y
podridos en la forma de hacer política.
Es
muy poco probable que alguien pueda tener miedo a una hipotética escisión del
PP Alicantino liderada por alguien imputado y que hasta el día de hoy ha
demostrado una clara incapacidad para liderar un proyecto de ciudad y cuyo
estilo político se aleja cada día más de las exigencias morales que el servicio
público impone. Las convocatorias electorales están llenas de cadáveres
políticos de muchos que un día se creyeron por encima de las siglas de su
partido y que llegaron a creerse valores políticos “per se”.
Es
evidente que su perfil profesional o, mejor dicho, su incapacidad para ganarse
la vida fuera de la sombra del poder condiciona enormemente el paso de la
dimisión en la Alcaldesa de Alicante. Pero ni esa, ni ninguna de las otras
razones pueden servir de excusa para que la Dirección Provincial adopte una
postura pública clara y tajante, salvo que haya algo más que esconder. Si la
política del Presidente Fabra es “aparcar” a los imputados, la Alcaldesa de
Alicante no puede ser una excepción. Si no quiere dimitir como Alcaldesa
(podría conservar su asiento de concejal hasta que se diluciden las causas
penales contra ella y volver al primer asiento en el caso de que salga limpia),
la Dirección Provincial tiene la obligación moral, ética y política de pedir su
dimisión y, en su caso, de ordenar una moción de censura a los concejales
populares. Más vale una vez colorado que ciento amarillo. Todo lo que no pase
por ahí son paños calientes inaceptables para cuantos propugnamos
transparencia, honestidad, democracia interna y participación en el seno del
Partido Popular.
No
es de extrañar que con la pasividad de muchos, los silencios de algunos y la
trayectoria de unos pocos, hoy mismo, algunas encuestas (http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/10/08/valencia/1349726507_027630.html)
pronostiquen un vuelco electoral en la Comunidad Valenciana anunciando una
próxima mayoría de izquierdas. Y seguramente así será si no se actúa de forma
ejemplar, si no se recupera la sintonía con los ciudadanos cansados de una
clase política, responsable de la crisis, y enrocada en su mundo de privilegios
y conspiraciones. La izquierda valenciana está encontrando a sus mejores
aliados en los Alperi, Castedo, Blasco, etc. y algunos no nos vamos a resignar
a ello (https://www.facebook.com/pages/Foro-Plataforma-Popular-de-Alicante/142778659189545?fref=ts).
Santiago
de Munck Loyola
lunes, 8 de octubre de 2012
Mi calle.
“Todos tenemos un banco, un árbol, una
calle en la que hemos mecido nuestros sueños” decía el estribillo de una canción que ganó el Festival de Eurovisión
allá por los años setenta. En mi caso es cierto. A mediados del año 1963
nuestros padres trasladaron el domicilio familiar de Colmenar Viejo a Madrid,
en el distrito de Chamartín. Nuestra casa era un adosado con garaje y dos
plantas. La calle en la que estaba situado se llamaba, curiosamente, Plaza de
los Castaños. Ni se trataba de una plaza ni había castaños en las proximidades.
Era una calle corta, con árboles a ambos lados de la misma, las anchas aceras
tenían parte del suelo con tierra. Había sólo seis viviendas a un lado de la
calle y al otro la parte trasera de la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora
compuesta por los despachos parroquiales, las viviendas de los sacerdotes y del
sacristán y la entrada a un gran patio de arena de la Parroquia en el que los
chavales del barrio jugaban al fútbol hasta que a finales de los años ochenta
un párroco, D. Jesús Pérez de Miguel, decidió que era más productivo para la
obra de Dios dedicarlo a aparcamiento para vehículos que al esparcimiento de la
chiquillería del barrio.
Con
el paso de los años, la calle perdería su denominación de plaza y pasaría a ser
la prolongación de la Calle Gabriel y Galán. En una calle tan corta, con seis
viviendas, vivíamos más de 20 chavales por lo que pronto se convirtió en un
lugar de juegos y de encuentro para muchos niños del barrio. Desde pequeño casi
el peor castigo que uno podía recibir era no bajar a la calle mientras esta
rebosaba de vida. En las zonas de tierra construíamos larguísimas carreteras
para hacer carreras con cochecitos o para jugar con las chapas. El Tour, el
Giro o la Vuelta a España se reproducían año tras año con resultados muy
diferentes a los oficiales. Había quien se preparaba chapas de verdadero lujo:
el fondo con la foto de un ciclista recortada de un cromo y sobre ella un trozo
de cristal bien redondeado tras horas de lijado contra el bordillo de granito y
sellado con jabón. Las partidas de canicas también constituían todo un evento
social. Canicas de cristal con llamativos colores dentro o de barro cocido se ponían
a veces en juego y solían terminar en la bolsita de tela del ganador.
Durante
los primeros años, solían pasar ovejas que eran conducidas a pastar a lo que
años más tarde sería el Parque de Berlin. La calle se convertía todos los
veranos en una improvisada pista de tenis. Había tan poca circulación que
extendíamos una cuerda de una acera a otra y jugábamos partido tras partido.
Fue aquella calle para muchos de nosotros la pista de aprendizaje para montar
en bicicleta o en patinete. Una BH para nueve hermanos no da para mucho pero
hacíamos turnos o, al menos, lo intentábamos. También, la suave pendiente que
había en el inicio de la calle sirvió para las primeras prácticas con los
patines. Los nuestros tenían ruedas metálicas y hacían un ruido tremendo. Poco
después aparecieron los de lujo: patines con ruedas de goma que se deslizaban
silenciosamente.
Con
el tiempo instalaron un banco de madera y se convirtió en el lugar de encuentro
para muchos chavales del barrio. En verano la calle se llenaba sobre todo al
atardecer hasta bien entrada la noche. Hacíamos un paréntesis para la cena y, a
veces, ni siquiera éso ya que nos bajábamos el bocadillo. La calle se llenaba
de distintos grupos formados según la edad: los pequeños, los medianos y los
mayores. A veces, según el juego o la actividad los grupos se entremezclaban.
Se jugaba al churro, al palo envenenado, al escondite inglés o a la correa. En
ocasiones, alguien llevaba una guitarra y cantábamos canción tras canción. Los
primeros cigarrillos, los primeros flechazos, los primeros celos o los primeros
desengaños de muchos nacieron en aquella calle. Desde los quince hasta los diecinueve
años, más o menos, esta calle fue mi club, un punto de encuentro obligado con
amigos. Fue también la sede de mi Grupo Scout cuyo local estaba en el sótano de
la Parroquia. Era algo más que una simple calle, un lugar de juegos, de
fiestas, de verbenas Scouts cada mes de junio. Punto de partida y de llegada de
excursiones y campamentos. En aquel banco, bajo aquellos árboles y en aquella
calle se mecieron mis sueños, disfruté de mi familia y abracé recuerdos inolvidables.
Santiago
de Munck Loyola
jueves, 4 de octubre de 2012
Los empleados públicos chivos expiatorios.
Parece
que en esta crisis los empleados públicos se han convertido en una especie de
chivo expiatorio al que inmolar sobre el altar de los recortes. Es como si todo
gobierno que se precie tuviera la necesidad o la obligación de propinar a este
colectivo un pescozón para general deleite de la opinión pública. ¿Que los
políticos han despilfarrado y han malgastado el dinero de los contribuyentes?
Pues nada, siempre se empieza por congelar o recortar las retribuciones de los
empleados públicos. Eso sí, de forma previa es preciso contar con la atmósfera
adecuada y ningún ambiente más propicio para ello que el existente con más de
cinco millones de parados en el que calan perfectamente toda clase de mensajes:
que sobran muchos empleados públicos, que no trabajan lo exigible, que se lo
llevan crudo, que tienen mucho absentismo laboral o que tienen asegurado de por
vida el puesto de trabajo. Una vez se ha predispuesto adecuadamente a la
opinión pública se produce el cíclico hachazo que generalmente es recibido con
alborozo y satisfacción de muchos.
Es
evidente que la imagen de los empleados públicos no se encuentra en esta época
en sus mejores momentos. Es muy posible que a ello también haya contribuido la
irresponsabilidad o la cara dura de algunos empleados públicos. Es cierto que
existen en algunos ámbitos determinados abusos, pero si es así los responsables
son los mandos, generalmente los políticos, que no han puesto remedio a estas
situaciones, bien porque no han querido o bien porque no han sabido. A buenas
horas un empresario permitiría que, día tras día, sus empleados llegasen dos
horas tarde a trabajar como ocurre en algunos juzgados, por poner un ejemplo, o
que sus trabajadores se llevasen a casa para uso particular materiales de la
empresa, como ocurre en algunos hospitales o centros de salud, por poner otra
ejemplo. A ningún buen empresario tampoco se le ocurriría poner a dirigir una
fábrica o una tienda a personas sin la más mínima preparación por el simple
hecho de pertenecer al mismo club de fútbol y, sin embargo, estamos hartos de
ver cómo el simple hecho de poseer un determinado carnet político o la simple
amistad sirve para ostentar máximas responsabilidades en muchos ámbitos
públicos. Parece pues que existe una evidente responsabilidad en el
consentimiento de determinados abusos por parte de algunos empleados públicos,
abusos que en todo caso se producen por culpa o negligencia de la clase
política y cuya difusión mancha la imagen del conjunto de servidores públicos.
Y si a ello se añade la irracional pretensión de algunos políticos de
identificar la gestión privada como paradigma de todas las bondades entonces
podremos hacernos una clara idea de que detrás de esta mala imagen existe algún
interés oculto.
Pese a todo, la realidad de la función
pública es mucho más compleja de lo que evidencian las simplificaciones
interesadas que circulan por ahí. Los empleados públicos también pueden perder
sus puestos de trabajo, claro que sí. Con más o menos dificultad según su
carácter funcionarial o laboral, pero pueden perderlo en determinadas
ocasiones. Esa justificación de que son unos privilegiados por tener un puesto
de trabajo para toda la vida y que por tanto no pasa gran cosa porque se les
recorte el sueldo es falsa. Parece increíble, que el patrón de patronos, el Sr.
Rosell, afectado por algún tipo de fobia funcionarial, pidiese hace unos meses
sacrificios a los empleados públicos justificándolo precisamente "como
tributo a los que no tienen un contrato para toda la vida" y en
compensación por las "ventajas y beneficios". Afirmaba pomposamente
que "no es el momento de la queja constante, sino de la
responsabilidad constante". Y se quedó tan ancho mientras sigue
percibiendo subvenciones que pagamos todos. Pues bien, desde 1982 a 2007, sin contar los sablazos
del Sr. Zapatero y los últimos del Sr. Rajoy, los empleados públicos han
perdido más del 42 % de su poder adquisitivo. ¿Más sacrificios?
Y forman parte de esta función pública a
la que hay que seguir recortando para regocijo del personal los Policías, los Guardias
Civiles o los soldados que nos protegen y a veces a costa de su propia vida,
los bomberos y agentes forestales que mueren cada año en los pavorosos
incendios que nos asolan cada verano, las trabajadores sociales que se ven
desbordados para atender a los cientos de miles de personas arruinadas por la
gestión de los políticos, el personal sanitario en cuyas manos ponemos nuestras
propias vidas, el personal docente al que confiamos a nuestros hijos, las miles
de personas que mantienes habitables nuestras calles o todos aquellos que nos
resuelven la complicada burocracia que nos imponen unos dirigentes políticos
incapaces de construir una sociedad más racional, por citar algunos ejemplos.
No, los empleados públicos no son una cuerpo informe y abstracto idóneo para
cualquier ocurrencia presupuestaria.
Hay quien dice que sobran, como mínimo,
500.000 empleados públicos en España. No lo sé. Puede que sea así pero una cosa
es indudable: si queremos recibir unas prestaciones públicas de calidad, los
empleados públicos son imprescindibles y deben ser tratados justamente. Es
evidente que existen sectores no esenciales, en concurrencia desleal con el
sector privado y además permanentemente deficitarios que podrían ser perfectamente
prescindibles sin que se resientan los pilares básicos de una sociedad moderna,
es decir, la sanidad, la educación y la atención social. Pero da la casualidad
de que es precisamente en aquellos sectores no esenciales donde los Partidos Políticos han
encontrado un auténtico filón para colocar a sus huestes prescindiendo, además,
de los principios para el acceso a la función pública. Hay quien prefiere, por
ejemplo, recortar el personal sanitario de su Comunidad Autónoma antes que
cerrar las seudoembajdas abiertas por medio mundo en las que familiares y
amigotes encuentran una colocación a medida. Un ejemplo perfecto de lo que no
se debe hacer.
Santiago de Munck Loyola
lunes, 1 de octubre de 2012
¿Castedo y Alperi con o contra Fabra?
Se quiera o no reconocer hoy se ha
producido un agravamiento de la situación política de la Alcaldesa de Alicante,
Sonia Castedo, y de su antecesor, Luis Díaz Alperi, ambos, además, diputados
alicantinos en las Cortes Valencianas. El juez instructor del caso Brugal en el
Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana los ha citado como
imputados por su supuesta implicación en el caso Brugal, que investiga
supuestos amaños en el Plan General de Ordenación Urbana de Alicante en favor
del empresario Enrique Ortiz. La Alcaldesa y su antecesor deberán declarar por
los supuestos delitos de revelación de información privilegiada facilitada por
autoridad, tráfico de influencias y cohecho.
La imputación de los dos políticos
populares supone el ascenso de un peldaño más en la escalera judicial. Es
evidente que una imputación no supone lesión alguna del principio de presunción
de inocencia, pero es incuestionable que implica consecuencias en el ámbito de
la responsabilidad política. En todo caso, la imputación de ambos
parlamentarios autonómicos y, en especial, de la Alcaldesa es una losa más para
la imagen del Partido Popular de Alicante, para la agónica vida interna del
partido en la ciudad y para la errática política municipal del consistorio
alicantino.
Esta lamentable situación se añade a
otros hechos que en los últimos tiempos han propiciado una más que cuestionable
política municipal y que han puesto en entredicho la imagen y las políticas de
regeneración impulsadas por el Presidente Fabra.
Retrocediendo en el tiempo hay que
recordar la irresponsabilidad y la desmedida ambición que suponía ser candidata
simultáneamente a la Alcaldía de una ciudad tan importante como Alicante, que
requería una dedicación exclusiva, y a un escaño en las Cortes Valencianas. Y
los hechos han confirmado lo desafortunado de esa elección. Después de las
pasadas elecciones, los alicantinos supimos que no todos los concejales
mayoritariamente elegidos por los ciudadanos iban a ostentar responsabilidades.
La Alcaldesa usaba su cargo político para defenestrar a los compañeros no
adictos a esas rocambolescas “familias” que se habían organizado en el seno del
Partido Popular. Daba igual lo que los ciudadanos hubiesen votado.
Más tarde, en el mes de marzo, los
medios de comunicación se hicieron eco de la curiosa forma en que el
Ayuntamiento de Alicante entendía el objetivo de austeridad del Partido
Popular: 47 cargos de confianza en una Corporación de 29 concejales, más de 1,4
millones de euros anuales, algo escandaloso. Y para más abundamiento que el
Grupo Municipal Popular, con 18 concejales, contaba con 37 asesores y
administrativos (personal de confianza). Un poco más tarde otra vez los medios
de comunicación se hacían eco también de curiosos casos de nepotismo en el
Ayuntamiento de la ciudad. Un Diario nacional denunciaba que “Ortiz tiene en nómina al cuñado de Castedo
y a los hijos del técnico que le da contratos” y que “trabajaban para la empresa de limpieza de
la ciudad, la adjudicación más cara de
Alicante”. Igualmente
dicho Diario añadía: “Más
casos: dos hijas de Alperi, parientes de concejales y el marido de la portavoz” con el
siguiente subtítulo “el
PP evita reaccionar contra los brotes de nepotismo en Alicante”. La noticia denunciaba
que la empresa adjudicataria de la recogida de basuras y limpieza viaria,
Inusa, mantenía en plantilla al cuñado de la Alcaldesa de Alicante, Sonia
Castedo, y a los dos hijos del técnico encargado de contratar este servicio en
el año 2000, Víctor López,…los tres forman parte de los 600 empleados de Inusa
y cobran más de 24.000 euros al año. Más adelante, el periódico añadía que “la primera edil tampoco ha negado nunca que
se haya valido de sus influencias para emplear a gente… Castedo agregó
desafiante: lo he hecho porque forma parte de mi trabajo como Alcaldesa, y lo
voy a seguir haciendo”. Bajo el titular sobre las hijas de Alperi, el
redactor de la noticia detallaba además los casos relativos a contrataciones no
sólo de las hijas del exalcalde, sino también de la hija y de la sobrina del
Concejal Miguel Valor, en puestos de confianza, o el caso del marido de la
Portavoz Popular Marta García- Romeu.
El pasado mes de julio, un periódico
denunciaba que la Alcaldesa de Alicante cobraba un extra de 584 € mensuales por
liderar en las Cortes Valencianas la Comisión de Seguridad Nuclear a la que no
asistía. Y nadie desmintió esa noticia. Y, finalmente, el pasado mes de
septiembre se conoció el escrito del abogado defensor de la Alcaldesa tratando
de justificar el injustificable, baboso y esperpéntico tono de las
conversaciones entre toda una Sra. Alcaldesa y un empresario, entre Sonia
Castedo y Enrique Ortiz. Para ello el Sr. Letrado acudía nada menos que a la
semántica para intentar explicar, sin conseguirlo, que amañar un Plan General
no es lo mismo que apañarlo. Sobran los comentarios.
Llueve sobre mojado. No se trata de
un hecho aislado, sino de una forma de actuar, de una manera de hacer política
poco estética y bastante alejada de los principios éticos que postula el
Partido Popular. Sin prejuzgar culpabilidades, hoy no queda más remedio que
citar al Presidente Fabra quien el pasado mes de abril manifestó que era
necesario "aparcar" a las
personas imputadas de la dirección de los partidos políticos para "retomar la confianza de los ciudadanos
y marcar "una línea muy clara de lo que tiene que ser el servicio a los
ciudadanos, la transparencia y, sobre todo, la responsabilidad". Hoy,
los dos nuevos imputados tienen una ocasión de oro para demostrar o no su sintonía
con el Presidente de la Generalidad Valenciana.
Santiago de Munck Loyola
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domingo, 30 de septiembre de 2012
El PSOE tiene un problema y los demás también.
El secretario de Organización del PSOE, Óscar
López, el que no recordaba en campaña las tres razones por las que se debía
votar al PSOE, afirmó hace un par de días que su partido "no está de
acuerdo con el derecho a decidir", concepto incluido el jueves en una
resolución impulsada por el PSC en el Parlamento catalán y que no prosperó. La
que sí prosperó fue la resolución independentista de CiU con la abstención de
los socialistas catalanes.
Según el Sr. López "la posición de los
socialistas de Cataluña es una posición que defiende la legalidad, la
Constitución y que en España decidimos todos juntos". Debe ser por eso que
los socialistas se han abstenido ante la resolución independentista del Sr. Mas.
Auténticos malabares y toda clase de filigranas políticas están haciendo estos
días los socialistas para tratar de explicar a los ciudadanos la posición de
sus correligionarios en Cataluña.
Por su parte, el ex Presidente socialista extremeño
se ha descolgado con una pintoresca propuesta: ha exigido a Cataluña que si se
independiza devuelva a las 150.000 personas que "fueron sustraídas"
de la comunidad, "más sus hijos y sus nietos". "El 'president'
nos tendría que devolver antes lo que se llevó hace 30 o 40 años. No me refiero
a las riquezas materiales, sino a seres humanos", ha escrito en su blog. Y
se ha quedado tan ancho confirmando con ello lo que muchos sospechábamos que cualquiera puede llegar a presidir una
Comunidad Autónoma.
Más al sur, el vicesecretario general del PSOE de
Andalucía, Mario Jiménez, aseguró que “no entendía la posición del PSC en
relación con la abstención sobre la convocatoria del referéndum aprobado por el
Parlamento catalán”. Según él, “lo ocurrido en el Parlamento de Cataluña es una
huida muy peligrosa y un mensaje que no es de recibo en el momento que estamos
viviendo y en el que está atravesando nuestro país”. El número dos del PSOE
andaluz reclamó además una posición de los socialistas catalanes “más clara y
más contundente en defensa de Cataluña, de España y de la Constitución” o sea,
pedir peras al olmo. Esta petición responde, a todas luces, a la falacia
permanentemente instalada en seno del PSOE de que sus colegas catalanes
comparten criterios constitucionales. Sólo se engaña a si mismo quien desea
permanecer en la ignorancia: el Estatuto catalán fue una muestra inequívoca de
que los socialistas catalanes, con la bendición de Zapatero, no compartían los
principios de cohesión territorial que tanto ha proclamado el PSOE.
Y como para tapar estas vergüenzas propias no hay
nada mejor que intentar señalar las ajenas, aunque para ello haya que
inventárselas, el Sr. Rubalcaba, patriota donde los haya, y dispuesto a cerrar
filas con el Gobierno de España ante un desafío independentista como éste se ha
apresurado a equiparar la defensa de la Constitución que hace Rajoy con el
desafío independentista de Mas. Para Rubalcaba, Mas es un irresponsable por
promover la confrontación y Rajoy es otro irresponsable por defender la
Constitución. ¡Toma ya!
Hay que recordar de paso que gracias a Rubalcaba y
a Zapatero el Gobierno de España dispone de un instrumento menos para poner en
su sitio a Mas. Fue el PSOE el que en 2005
anuló la ley que tipificaba como delito la convocatoria ilegal de
referendos, aprobada por Aznar para parar los pies a Ibarretxe.
Hoy el PSOE tiene un problema y, además, grave. Ha
dejado de ser un partido de ámbito nacional y sus principios no están
representados en Cataluña. Los socialistas catalanes son un partido diferente al
PSOE y como tal decidirá su propio rumbo. Pero si el PSOE se queda cojo en
Cataluña es España la que tiene un problema añadido.
El desafío independentista constituye un gravísimo
problema para todos los españoles y su solución no puede ser responsabilidad
exclusiva del Gobierno, sino de todos los partidos, de todas las entidades y de
todos los ciudadanos que creen en la Constitución y en la igualdad entre todos
los ciudadanos. Y toda nuestra clase política ha sido y es la responsable de la
actual situación: por haber diseñado un inadecuado modelo territorial en la
Constitución y no haber tenido la valentía política para perfeccionarlo, por
haber cedido siempre a las pretensiones de los independentistas, camuflados de
nacionalistas a secas, por mantener un sistema electoral que prima a los
independentistas, por haber cedido la educación para que fueran cultivando
durante décadas sentimientos antiespañoles sustentados en manipulaciones de la
historia, por ceder tributos a cambio de votos o por hablar catalán en la
intimidad para lo mismo, por vender toda una herencia histórica a cambio de
míseras y coyunturales cuotas de poder. El PSOE tiene un problema y el PP y
Cataluña y España. Un enorme problema para el que nuestra clase política no
parece estar preparada.
Santiago de Munck Loyola
jueves, 27 de septiembre de 2012
Recortes para todos o para nadie: por una Ley sobre Retribuciones Públicas.
Uno corre el riesgo de
que le llamen pesado por insistir, desde estas páginas, en la necesidad de que
el Gobierno tome ciertas medidas para ayudar a salir de la crisis, pero la
coincidencia en la publicación de algunas noticias no deja otra alternativa. Es
el caso de la propuesta desde aquí formulada de aprobar una Ley sobre
Retribuciones Públicas. Es cierto que una Ley como ésta sólo constituiría una
gota en el inmenso vaso de la crisis y del gasto público, pero sería, sin
ninguna duda, una Ley ejemplarizante y absolutamente solidaria con unos
ciudadanos hartos de recortes y cada vez más distanciados de los únicos
culpables de la situación actual, la clase política española sin distinción de
siglas o colores. Y no hay más que echar un vistazo a la calle estos días para
comprobar ese distanciamiento. Que una gran parte de la sociedad no se movilice
puede que sea porque no se identifique con los convocantes o con los métodos
elegidos para manifestar la repulsa por esta situación, pero el “cabreo” está
ahí.
El pasado mes de agosto,
el Ministro de Economía, el inefable De Guindos, declaraba que existía poco
margen para más recortes. Hoy, hemos desayunado con la noticia de que 3.000.000
de españoles van a perder, por tercer año consecutivo, parte de su poder
adquisitivo porque el Gobierno vuelve a congelar los salarios de los empleados
públicos, espoleando con ello la caída del consumo y generando con ello más
paro y gasto social. Es decir, que lo que se ahorra con la congelación se lo va
a tener que gastar en prestaciones sociales. Es lo que se dice “desnudar a un
santo para vestir a otro”.
Y ayer, sin ir más lejos,
se hicieron públicos los salarios del presidente y del vicepresidente de la
Comisión Nacional del Mercado de Valores, la CNMV, y que alcanzaron en el
último ejercicio los 149.325 euros al año cada uno, el doble de lo que se le
asigna al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Los otros dos consejeros que
tuvieron una remuneración anual completa, Luis Pedroche, destituido como
director de la Agencia Tributaria en 2008, y Ana Isabel Fernández, persona
vinculada al antiguo presidente y al PSOE, se metieron al bolsillo 129.604
euros cada uno. Por su parte, los 21 directivos del regulador que trabajaron
todo el año cobraron una nómina media de 132.300 euros.
La Comisión Nacional del
Mercado de Valores (CNMV) es un organismo dependiente de la Secretaría de
Estado de Economía y Apoyo a la Empresa del Ministerio de Economía y
Competitividad, fundado en 1988, encargado de la supervisión de los mercados de
valores en España. Es decir, que los jefes de los directivos de este organismo
público son el Ministro de Economía y el Presidente del Gobierno. ¿Tiene alguna
lógica que los empleados ganen el doble que los Jefes? ¿Ocurre algo similar en
el ámbito de la empresa privada? ¿Es lógico o decente que se recorte el sueldo
a un empleado público mileurista mientras que estos “servidores públicos” gozan
de semejantes salarios? Habría quien lo vea bien alegando que desempeñan
puestos de gran responsabilidad. ¡Ya! ¿Y no tiene más responsabilidad el
Presidente del Gobierno? ¿Y un cirujano de la Seguridad Social?
Pues bien, al igual que
estos señores de la CNMV hay en España miles de Directivos con retribuciones
pagadas por los contribuyentes que superan en mucho las del Jefe de todos, las
del Presidente del Gobierno. Esta situación ni es lógica, ni es decente. Aquí
tiene el Sr. De Guindos un excelente margen para recortes, aunque en muchos
casos tenga que recortar a sus amigos.
¿Y cómo puede hacerlo?
Pues aquí tiene una propuesta: aprobando una Ley sobre Retribuciones con origen
en Fondos Públicos. Tendría que ser una Ley de ámbito estatal. Una Ley
aplicable a todas las administraciones públicas, a las empresas públicas y a
las empresas privadas y entidades financieras que se beneficien de cualquier
ayuda pública directa o indirecta sea cual sea su forma. Se trataría de una Ley
que estableciese en los casos citados los límites salariales a percibir bajo
cualquier forma y cuyo tope se estableciese en función de la retribución del
Presidente del Gobierno. Con ella podría impedirse que un Alcalde o un
Presidente de una Comunidad Autónoma cobre más que el Presidente del Gobierno,
se podría impedir que los directivos de entidades financieras que reciben
ayudas públicas, dinero de los contribuyentes, sigan cobrando los sueldos
astronómicos que están percibiendo. Y al que no le interese que se vaya al
sector privado que siempre habrá candidatos a sucederle y seguramente con más
méritos si en lugar de las afinidades políticas o las amistades se usa el
mérito profesional y la capacidad para realizar tales nombramientos. Ya está
bien de exprimir al contribuyente mientras algunos se van de rositas con el
dinero de todos, el que nos detraen de las nóminas y los impuestos. Si no hay
ejemplaridad, habrá que pensar en romper la baraja.
Santiago de Munck Loyola
domingo, 23 de septiembre de 2012
¿Quién le pondrá el cascabel al estado de las Autonomías?
Buena la ha liado el
Presidente de la Generalidad catalana, el Sr. Mas, con su apuesta
independentista, que no “soberanista” (no existe en el Diccionario de la RAE)
por mucho que con esa denominación la intenten dulcificar periodistas y
políticos ignorantes. No es la primera ni la segunda vez que un dirigente
catalán apuesta por un Estado catalán. Ya lo hizo el 14 de abril de 1931 Francesc
Macià quien se dirigió a la multitud proclamando en nombre del pueblo de
Cataluña, "L'Estat Català, que amb
tota la cordialitat procurarem intergrar a la Federació de Repúbliques
Ibèriques”. Ya lo hizo de nuevo el 6 de octubre de 1934 Lluís Companys
quien proclamó el "l'Estat Català de
la República Federal Espanyola", proclamación que se saldó con 46
muertos y 3.000 encarcelados.
Es la vieja estrategia
de siempre: ante la incapacidad propia para solucionar los problemas se inventa
un enemigo exterior al que culpar de todos los males. El Sr. Mas y sus
conmilitones, incapaces de adoptar las medidas necesarias para resolver el
grave problema económico y social derivado del inmenso agujero heredado del
tripartito, han encontrado al culpable: el resto de los españoles que les
expoliamos fiscalmente y los hundimos en la miseria. No es nuevo. Llevan años
hablando de una supuesta balanza fiscal siempre desfavorable para Cataluña,
llevan años calentando el ambiente, fomentando un sentimiento antiespañol que
les servía para exigir cada vez más financiación. Poco importa que reputados
economistas demuestren la falacia de esa supuesta balanza fiscal desfavorable
para los catalanes: una mentira mil veces repetida termina por convertirse en
una verdad para quien no quiere analizar otras perspectivas. Argumentan que
como contribuyen a la caja común con más dinero que el resto de los españoles
tienen, no sólo derecho a recibir más, sino a separarse para gestionarlo ellos
solos. Declaraba hoy en un diario nacional el ex Presidente de las Cortes, Sr.
Bono, que cuando pagar más impuestos implica exigir más nos encontramos ante
una metástasis en el estado. De aceptarse esta tesis independentista y
trasladándola del ámbito de los territorios al de las clases sociales, habría
que deducir que quienes más impuestos pagan, más deben recibir del estado. Y éso
es algo que choca frontalmente con la solidaridad y la redistribución de la
riqueza, características esenciales de todo estado social y democrático de
derecho.
Y en este contexto
¿dónde está el límite? ¿Quién decide cual es el ámbito de decisión? ¿Quién es
el pueblo soberano? ¿El pueblo español? ¿El pueblo catalán? ¿El pueblo
barcelonés? Nos dicen que tras una manifestación de un millón de personas
pidiendo la independencia es el pueblo catalán el que ha hablado. ¿Y los seis
millones de catalanes que no se han manifestado? ¿No cuentan?
Hoy, no son pocos los
ciudadanos y los analistas políticos y económicos que coinciden en que nuestro
estado autonómico es en su formulación actual absolutamente inviable. La crisis
económica lo ha puesto de manifiesto de una forma desgarradora. Hasta no hace
mucho hemos venido cerrando los ojos ante una realidad evidente: el estado
autonómico estaba rompiendo la igualdad de derechos y de oportunidades de los
ciudadanos. El estado autonómico ha ido levantando poco a poco muchas barreras
entre los españoles: en educación, en sanidad, en el mercado, en el derecho de
propiedad, etc. Barreras que imperceptiblemente iban dificultando hasta la
movilidad de los ciudadanos. Lo que en la transición se nos vendió como un acercamiento
de la toma de decisiones hacia los administrados se ha ido convirtiendo en un
complejo laberinto legislativo, en un complicado entramado de instituciones más
al servicio de la clase política que de los intereses de los ciudadanos.
Empezamos a verlo gracias a la crisis y otros, desde fuera, también lo ven. En
un reciente artículo, Stefanie Claudia Müller, corresponsal alemana en Madrid y
economista, escribía: España … “no puede permitirse por más tiempo este
nivel de corrupción, y menos aún a 17 regiones funcionando como estados
independientes, con todos los organismos multiplicados por 17, desde 17
servicios meteorológicos a 17 defensores del pueblo, con 200 embajadas, 50
canales de TV regionales en pérdida, 30.000 coches oficiales o 4.000 empresas
públicas que emplean a 520.000 personas, creadas específicamente para ocultar
deuda y colocar a familiares y amigos sin control ni fiscalización alguna. En
conjunto, unos 120.000 millones, equivalentes al 11,4% del PIB, se despilfarran
anualmente en un sistema de nepotismo, corrupción y falta de transparencia.”
No parece pues que los
problemas sociales y económicos que pesan sobre el conjunto de los ciudadanos
puedan resolverse con más autonomía o con la independencia en el caso de
Cataluña. No podemos sostener el actual estado autonómico y eso lo ve y lo sabe
cualquiera. Es inviable económicamente y terminará por serlo social y
políticamente si no se aborda su reforma inmediata. Es evidente que los últimos
interesados en reformar la configuración del estado son los miembros de la
clase política, los partidos políticos que han encontrado en el actual estado
autonómico un inmenso coto en el que instalar y extender sus inmensas
maquinarias burocráticas y en el que realizar su insaciable afán ocupador. Nos proponen
ahora fórmulas federales cuando es evidente que a los nacionalistas no les
interesan porque supondrían una igualdad entre territorios inasumible para
ellos. Nos hablan de los derechos de los territorios y olvidan los derechos de
las personas. Nos levantan barreras territoriales cada vez más costosas
mientras que Europa transita por el camino contrario. Y mientras, los
ciudadanos seguimos pagando los delirios de grandeza de tanto iluminado y de
tanto cobarde.
Santiago de Munck
Loyola
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