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domingo, 7 de junio de 2015

La hora de la reconstrucción.


Tras los resultados electorales del pasado 24 de mayo se empiezan a hacer públicos diferentes estudios que tratan de explicar qué es lo que realmente ha sucedido, cómo y por qué se ha producido este vuelco electoral. Uno de los primeros en aparecer ha sido un estudio publicado en el Diario ABC que trata de explicar dónde han ido a parar los votos de 1.500.000 de españoles que han dejado de votar al Partido Popular. Según apunta este diario la formación encabezada por Mariano Rajoy ha pasado de casi 8,5 millones de votos y 26.500 concejales a seis millones de votantes y 22.750 ediles. En porcentajes, el PP se ha dejado más de diez puntos: el 37,54 por ciento de los votantes españoles que apostaron por estas siglas en 2011 se quedaron el domingo en un 27,05 por cien de los sufragios. Según ABC “el resultado final apunta a que los votos perdidos por el PP que no han ido a parar a Ciudadanos han acabado nutriendo a la izquierda, rentabilizados por Podemos, bien porque una parte del electorado de centro que en su día confió en el PP ha virado hacia opciones de izquierdas, bien porque se han tornado en abstención”.

Sin embargo, más escandaloso es el resultado en la Comunidad Valenciana. De 1.211.000 votos obtenidos en 2011, el PP pasa a 653.000 votos en 2015, casi la mitad de sus votos perdidos, lo que en porcentajes supone pasar del 48,61 % al 26,25 %. De estos 558.000 votos perdidos parece que Ciudadanos recoge algo más de la mitad, 306.000 votos. Y algo parecido ha ocurrido en la Provincia de Alicante donde el PP pasa de 405.000 votos en 2011, a 223.000 en 2015, pescando C’s 114.000 votos. Todo parece indicar que el crecimiento electoral de Ciudadanos no se debe únicamente al trasvase de votos populares, sino también y considerando el derrumbe de UPyD, a la captación de votos del partido de Rosa Díez.

En resumen, prácticamente la mitad de los antiguos votantes del PP le ha retirado su confianza en la Comunidad Valenciana y en concreto en la Provincia de Alicante. Y casi la mitad de esos votos fugados ha ido a parar a un partido de centro izquierda, Ciudadanos, mientras que otra buena parte, casi la mitad, se ha refugiado en la abstención.

No puede ser más desolador el panorama electoral para el votante de centro derecha, al menos en nuestra provincia. Tiene ante sí un Partido Popular que además de haberle traicionado sistemáticamente y de haber gobernado a caballo entre la incompetencia y la inmundicia, no es capaz de iniciar un profundo cambio de estructuras y de proyecto. Siguen los mismos, sin asumir responsabilidades y con una única misión: encontrar un salvavidas personal en medio del naufragio. Y tiene ante sí pequeños proyectos políticos, unos incapaces de traspasar el dique mediático y otros incapaces de desprenderse de sus ataduras localistas para embarcarse en una gran tarea como es construir un proyecto alicantino moderno y anclado en los principios y valores abandonados por los populares.

Y, sin embargo, hay madera, hay leña con la que encender un buen fuego. Hay cerca de 100.000 alicantinos que han abandonado al PP y que se han abstenido y seguramente habrá más votantes populares que, vista la pusilánime reacción de sus dirigentes provinciales, terminarán por abandonarlo también.

No es hora de lamentos; no es hora de levantar miedos frente a quienes legítimamente han ganado las elecciones; no es hora de azuzar odios ni discordias. Es la hora de la generosidad, del trabajo, de la imaginación y de la política con mayúsculas. Es hora de construir entre todos un proyecto liberal, moderado, regenerador y alicantinista que ofrezca soluciones a los ciudadanos y que sepa exigir y conseguir lo que a esta tierra pertenece. Un proyecto político que no dependa de los despachos de Madrid, ni de Valencia o de Barcelona como en estos días vemos en relación a los pactos poselectorales. Es hora de ponerse manos a la obra y de converger voluntades, porque si no dentro de cinco meses los alicantinos seguiremos sin una representación genuina en las Cortes Generales.

Santiago de Munck Loyola


domingo, 31 de mayo de 2015

Alicante merece otro cambio más.


Que el Delegado del Gobierno de España en la Comunidad Valenciana, Serafín Castellanos,  sea detenido por la policía es, sin duda, un hecho extraordinario y, sin embargo, parece que los ciudadanos nos lo hemos tomado como una noticia más en este incesante goteo de escándalos derivados de la corrupción en nuestra Comunidad. Es tan larga la cadena de casos de corrupción y de escándalos propiciados por el PPCV que nos parece extraño el día en que no salta uno nuevo y muchos nos preguntamos quién será el siguiente. De la corrupción y de la forma en que la ha abordado el Partido Popular se acuerda ahora el Presidente del Gobierno y del PP, Mariano Rajoy, al reconocer casi una semana después del varapalo del 24 de mayo  algunos de los errores que han podido influir en el mismo. Algunos prebostes populares aún andan hablando de errores de comunicación, de mala venta política, de la prensa enemiga,… pero siguen siendo incapaces de encontrar el verdadero mal de fondo, el origen de la corrupción y de la desafección ciudadana. 

Hace ahora un año, con ocasión del resultado de las elecciones europeas señalé en estas páginas lo siguiente: La fuga de estos 500.000 votantes es mérito también y ganado a pulso por Alberto Fabra, un líder artificial y sin palabra, por Serafín Castellano, por Javier Moliner, por Alfonso Rus, la personificación de la sutileza política y el pluriempleo, por José Ciscar y su acólito, JJ Zaplana, el dúo protector de imputados, y por la larga ristra, hasta 127, de cargos públicos populares imputados en diferentes casos de corrupción. Esos son los responsables del varapalo electoral levantino y, con seguridad, ninguno de ellos tendrá la decencia de dimitir. Este castigo electoral no es casual. Su origen está en la política de un PPCV escasamente democrático, controlado por rancias camarillas, en el que el afiliado no cuenta para nada y en el que la democracia interna no existe, lo que ha producido, como era de esperar, una delirante política que ha arruinado a la Comunidad Valenciana y un cúmulo de casos de corrupción a los que nadie ha sido capaz de poner freno.

Y este análisis es hoy plenamente vigente. El Partido Popular está en una situación muy delicada. Los culpables son en primer lugar toda esta larga lista de aprovechados, los Bárcenas, Granados, Ruses, Ratos, Fabras, Alperis, Ripolles y demás, en segundo lugar los consentidores e impotentes Rajoys, Cospedales, Císcares, Zaplanas y muchos otros miembros de la estructura popular, en tercer esa propia estructura estatutaria construida al servicio de esta casta y, por último, la propia militancia popular sumisa, obediente y acrítica, cómplice con su silencio y su fervor claquero. De ahí la enorme dificultad para que se produzca una auténtica regeneración de un partido tan importante para la estabilidad de nuestras instituciones. No hay que ir muy lejos para darse cuenta de que la regeneración del PP es una misión casi imposible. Basta tener en cuenta que en Alicante, por ejemplo, se ofrece para liderar esa regeneración Luis Barcala, un concejal estrecho colaborador de Sonia Castedo, cómplice político de la nefasta gestión y cómplice con su silencio de la persecución a los regeneradores del PP o basta considerar que José Ciscar, máximo responsable del desastre electoral, protector de imputados y un pésimo gestor que tanto ha perjudicado a nuestra Provincia desde Valencia, se postule ahora para liderar la Diputación, sin asumir responsabilidad alguna, o para liderar el PPCV.

El votante de centro derecha de Alicante debería ir asumiendo ya que el Partido Popular hace tiempo que no le representa, que su gestión no se corresponde con sus valores y principios y que está controlado por una mafia endogámica al servicio de intereses particulares y no de los generales. Debería asumir que en esas condiciones y con unos estatutos que impiden a las bases dirigir y controlar a sus dirigentes no hay regeneración posible del mismo. Los que están ya han demostrado su complicidad con los que han tenido que salir por la puerta de la justicia. Con ellos no se puede contar. Es una causa perdida.

Por eso, hoy más que nunca, se hace imprescindible abrir un proceso de convergencia y de encuentro entre todos aquellos que piensan que Alicante necesita una opción política capaz de representar los valores y principios del centro derecha, una opción política regeneradora, plenamente democrática, enraizada en los problemas y necesidades de la gente, sin hipotecas con Madrid, Valencia o Barcelona para defender a esta provincia, capaz de levantar una alternativa sólida frente a una izquierda radicalizada y populista y dispuesta a sacrificar los localismos y los personalismos por un proyecto superior, alicantino y español. No es una tarea fácil, ni mucho menos. Es una tarea ambiciosa y compleja que requiere mucha generosidad y altura de miras, que exige muchas cesiones y esfuerzos pero que es imprescindible para ofrecer a los alicantinos una opción limpia, decente y con futuro.

Santiago de Munck Loyola


domingo, 13 de julio de 2014

Ingredientes para una alternativa real en el centro derecha.


La irrupción mediática y electoral del fenómeno político de “Podemos” parece que trae de cabeza a más de uno. Periodistas, comentaristas, tertulianos, políticos y ciudadanos de a pie llevan semanas hablando de este movimiento y, en especial, de su líder, el Sr. Iglesias. Unos andan asustados, otros desorientados y los más sorprendidos por su irrupción en la escena política y sobre todo por sus posibilidades futuras. ¿Será flor de primavera? ¿Representará un cambio de ciclo y de estructura en la configuración de la izquierda? ¿Llegará a ser un peligro para la estabilidad del sistema democrático?  Hay opiniones para todos los gustos y en todos los niveles.

Es muy probable que los resultados electorales de las pasadas elecciones de mayo representen un anticipo de profundos cambios en la distribución de las fuerzas políticas que hasta hora han venido dominando el terreno político. En el campo de la izquierda parece que es indudable que ese anticipo de cambios se va a consolidar porque, de una parte, Izquierda Unida ya está moviéndose para tratar de acomodarse a la presencia política de “Podemos” y, de otra, el PSOE, instalado en un proceso de renovación de liderazgos, parece que no se sustrae a su influencia y tampoco termina de enderezar una tendencia electoral a la baja.

Distinto es el panorama en el campo del centro y de la derecha española en el que sigue la preponderancia electoral del Partido Popular aunque significativamente mermada como consecuencia del desencanto, traducido en abstención, de una buena parte de sus tradicionales votantes. Pero el hecho de que varios millones de votantes populares se hayan quedado en su casa puede significar también que en este territorio se produzcan importantes cambios en los próximos meses. Es evidente que alternativas regeneracionistas como Ciudadanos o VOX aún no han conseguido captar a los abstencionistas a la vista de los resultados electorales de mayo, pero ello no significa que no puedan conseguirlo en los próximos meses y más aún cuando se acercan unos procesos electorales como los del año que viene. Es evidente que el PP va a levantar la bandera del miedo, del voto útil, del supuesto bastión frente a la llegada al poder, que no nos engañemos va a llegar en muchos sitios, de una izquierda fragmentada pero radicalizada por la influencia de “Podemos”.

En medio de este panorama y ante estas poco halagüeñas perspectivas, generadas por la política y los incumplimientos del propio Partido Popular, no es infrecuente escuchar entre quienes se han sentido defraudados voces con cierta resignación ante la ausencia de un líder o líderes, fuera del campo popular, que puedan levantar la resistencia y generar una alternativa de centro derecha decente, capaz de frenar el previsible avance de esta izquierda radicalizada y de movilizar a un electorado desencantado. Esas voces, en no pocas ocasiones, se resignan a volver a votar al PP aunque sea con la nariz tapada, como un mal menor siempre preferible a la caja de Pandora de la izquierda ante la ausencia de un líder carismático.

Sin embargo, hay que destacar dos consideraciones: un líder carismático suele atraer sobre si la atención del votante y no sobre los principios, los programas y los equipos y la segunda consideración a tener en cuenta es que los líderes carismáticos construyen imágenes y mensajes sugestivos que terminan por asfixiar la racionalidad, la adhesión a las ideas y la crítica alrededor de ellos mismos. El votante de centro derecha no ha necesitado de esos liderazgos para construir una mayoría electoral, sino que lo ha hecho habitualmente en torno a un proyecto político concreto. Nadie en su sano juicio puede calificar a Mariano Rajoy de líder carismático y, sin embargo, el PP goza, hoy por hoy, de las mayores cotas de poder territorial de su historia.

Pues bien, vista la traición del PP a su electorado, el centro derecha lo último que necesita son salvadores de la Patria, soflamas grandilocuentes o divisiones partidarias tras jefecillos tan huecos como “sobrados”. La alternativa a un partido hegemónico en pleno proceso de descomposición cuya práctica diaria se opone sistemáticamente a sus principios debería pasar seguramente por un proyecto regenerador, fiel a sus raíces ideológicas, moderno, democrático y que se ocupe fundamentalmente de los problemas de la gente y no del “coco” de la izquierda ofreciendo ante todo soluciones concretas y medidas racionales para la vida diaria del ciudadano. La alternativa pasa seguramente por un proyecto político liderado por personas coherentes con lo que propugnan, tanto en su esfera profesional como familiar, por equipos cualificados con experiencia contrastada en la vida “civil” y no por mini caudillos “rebotados” y ávidos del culto a la personalidad. La alternativa pasa por un proyecto que se ocupe de los problemas y de sus soluciones para los barrios o los municipios, para los jóvenes, los desempleados o los jubilados, en definitiva para todos los que han perdido la confianza, no sólo en un determinado partido, sino en un sistema que los ha dejado tirados sin misericordia.

No parece que sea la hora ni de los grandilocuentes discursos, ni de los alardes patrióticos, ni de las banderías personales, sino más bien de arremangarse y de ponerse a trabajar en la solución de los problemas más básicos de los ciudadanos. Y, además, hay que hacerlo con grandeza de miras y con generosidad, abriendo puertas, sumando voluntades y no restando, construyendo una gran coalición de ciudadanos, colectivos y grupos dispuestos a regenerar el sistema para volverlo a poner donde debe estar, en su sitio que no puede ser otro que el de servir al conjunto de la ciudadanía y no a los poderosos. Principios, proyecto, equipos y cercanía son, con toda seguridad, los únicos ingredientes necesarios para que una alternativa de centro derecha sea viable. El votante de centro derecha nunca ha necesitado un “coletas” de turno, un líder prefabricado ni mediático para generar un proyecto político sólido porque ha sabido apostar por los contenidos y no por el continente, por las ideas y no por las soflamas, por los equipos y no por los ídolos.


Santiago de Munck Loyola
http://santiagodemunck.blogspot.com.es

martes, 27 de mayo de 2014

Elecciones europeas: un varapalo especial en el Levante.


El varapalo que los resultados electorales han supuesto para la clase política española y, en especial, para los dirigentes de los dos grandes partidos políticos empieza a tener consecuencias. Los primeros en reaccionar y en asumir las responsabilidades por los resultados electorales han sido los socialistas cuyo líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, ha convocado un congreso extraordinario de su partido y ha adelantado el proceso de primarias. Lo ha hecho incluso reconociendo, por primera vez y en contra del discurso que ha venido manteniendo, que el fracaso socialista como alternativa es consecuencia en gran parte de los daños producidos a muchos españoles durante la etapa de gobierno de su partido. Y esta actitud es, sin lugar a dudas, un buen comienzo para intentar reconstruir una alternativa política sólida y creíble de cara al futuro.

Muy diferente es, sin embargo, la actitud del otro gran castigado por los resultados electorales, el Partido Popular. Da la sensación de que el hecho de haber ganado es más que suficiente para intentar minimizar la realidad de una victoria que ha supuesto la pérdida de 8 escaños sobre 24 y la fuga de 2.500.000 votos. Salvo alguna llamada a la reflexión interna, como si fuese tan difícil entender por qué se ha producido este fuerte castigo, y salvo alguna autocrítica más seria como la de la Presidenta popular madrileña, Esperanza Aguirre, que ha estado una vez más absolutamente certera en su análisis y en sus propuestas para enderezar la situación, lo cierto es que poco más se ha podido escuchar de interés de los dirigentes populares. Es más, algunos de ellos parecen empeñados en no querer enterarse de lo que pasa y de culpar el empedrado. Es el caso, nada menos, de la propia Secretaria General, Mª Dolores de Cospedal, que su supuesta llamada a la reflexión ante lo que es mucho más que un simple toque de atención de los votantes se limitaba a hacer autocrítica sobre la “forma de comunicar” del partido a los ciudadanos las actuaciones del Gobierno. Es decir, que a su juicio, el principal problema del PP es que no comunica bien con el ciudadano y que por eso éste no entiende bien lo que hace el gobierno. ¡Acabáramos! La culpa, en el fondo, es del votante que no termina de sintonizar. Pues bien, se equivoca una vez más la Sra. De Cospedal y todos los demás dirigentes populares que no son capaces de asumir y expresar públicamente lo que es una realidad incontestable: buena parte de los votantes populares se han quedado en casa precisamente porque entienden bien, perfectamente bien, lo que está haciendo el Partido Popular en el gobierno. Se han quedado en casa o han elegido otras opciones políticas porque entienden que el PP no sólo no está cumpliendo el programa electoral, que hasta hace muy poco era “vendido” como un contrato entre el candidato y el votante, sino que, además, está traicionando los propios principios que siempre han inspirado al Partido Popular. Así de claro y de sencillo.

Y la misma falta de reacción y de autocrítica que se aprecia en el PP nacional se observa en la Comunidad Valenciana, en el PPCV, donde el varapalo ha sido aún mayor. La desafección ciudadana y en especial la del votante popular que algunos, por cierto, veníamos anunciando hace tiempo como consecuencia de la escandalosa tolerancia de los dirigentes del PPCV ante los innumerables casos de corrupción que le salpican se ha puesto de manifiesto con especial fuerza en nuestra tierra. Así, mientras el PP ha perdido una media del 16 % de sus votos en toda España, en la Comunidad Valenciana esa pérdida de votos se ha elevado hasta el 23 %. Este castigo electoral no es casual. Su origen está en la política de un PPCV escasamente democrático, controlado por rancias camarillas, en el que el afiliado no cuenta para nada y en el que la democracia interna no existe lo que ha producido, como era de esperar, una delirante política que ha arruinado a la Comunidad Valenciana y un cúmulo de casos de corrupción a los que nadie ha sido capaz de poner freno. 

Cerca de 500.000 ciudadanos de la Comunidad Valenciana han decidido no volver a depositar en estas elecciones su confianza en este PPCV y no vale achacarlo exclusivamente al desgaste provocado por las medidas del Gobierno de Rajoy porque la pérdida de votos es casi un tercio más a la media nacional. La fuga de estos 500.000 votantes es mérito también y ganado a pulso por Alberto Fabra, un líder artificial y sin palabra, por Serafín Castellano, por Javier Moliner, por Alfonso Rus, la personificación de la sutileza política y el pluriempleo, por José Ciscar y su acólito, JJ Zaplana, el dúo protector de imputados, y por la larga ristra, hasta 127, de cargos públicos populares imputados en diferentes casos de corrupción. Esos son los responsables del varapalo electoral levantino y, con seguridad, ninguno de ellos tendrá la decencia de dimitir. 

Lo más sorprendente es la capacidad de resignación y de lealtad hacia unas nobles siglas secuestradas por semejante tropa que no se merecen los 507.000 votos recibidos. Sin autocrítica, sin reacción positiva, sin regeneración política terminarán esfumándose estos votos también. Han dejado el campo del centro derecha alicantino, que es lo que nos toca más de cerca, hecho unos zorros y todavía no se ha estructurado una nueva opción política, a la vista de los resultados del pasado domingo, capaz de resucitar la confianza ciudadana en unos principios e ideales que siguen siendo sociológicamente mayoritarios en la provincia. Pero pronto van a cambiar las cosas.

Santiago de Munck Loyola


jueves, 17 de abril de 2014

Alicante sí.


La provincia de Alicante, nuestra provincia, necesita iniciar un profundo cambio en su tejido político para conquistar el puesto y el protagonismo que por su peso le corresponde en el mapa español. Esta necesidad de cambio se deduce claramente de la constatación de dos circunstancias que objetivamente no pueden negarse y que están íntimamente ligadas. La primera circunstancia es que Alicante no recibe ni del Estado ni de la Comunidad Autónoma el trato inversor que por su población y características merece. Las cifras cantan y demuestran una realidad más que preocupante. Nuestras actuales circunstancias económicas, tasa de desempleo o renta media, por ejemplo, son consecuencia directa de años de desequilibrio inversor, del lastre que supone una administración autonómica arruinada que asfixia nuestra potencialidad y de la ausencia de políticas y proyectos nacidos desde Alicante y para Alicante. Somos la cuarta provincia española más poblada con 1.950.00 habitantes, la quinta en densidad de población y la tercera provincia española en número de residentes extranjeros (más del 24 % de la población) de los cuales más de 184.000 son ciudadanos comunitarios. Y, sin embargo, por poner dos ejemplos, la inversión en infraestructuras del Estado en la provincia nos situó este año en el puesto 40 y tradicionalmente somos la provincia que menos inversiones percibe de la Generalidad Valenciana. Tenemos una tasa de desempleo superior a la media nacional a pesar de la peculiaridad que supone la población residente comunitaria, las pensiones medias de los alicantinos son inferiores a la media nacional y nuestro nivel de bienestar es un 14 % inferior a la media española. Da la sensación que para muchos Alicante no existe desde una perspectiva política.

La segunda circunstancia que exige un profundo cambio es la situación, la composición y la actuación de su actual tejido político. Son los actuales actores del sistema político y el propio sistema en si los causantes de que Alicante esté como está. Es evidente que la fotografía actual de nuestra provincia se debe a quienes han gobernado sus instituciones durante los últimos años y a quienes han sido incapaces de promover alternativas creíbles. Todos los resultados electorales de nuestra provincia de los últimos años señalan que el electorado alicantino se inclina de forma mayoritaria por opciones de centro derecha, casi el 60 % de los votantes, y dentro de este espectro político la fuerza mayoritaria ha venido siendo el Partido Popular. Mientras, la izquierda se ha mantenido fragmentada (UPyD, PSPV, EU, Compromìs, etc.) y dentro de ella el partido mayoritario, el PSPV, ha sido incapaz de apaciguar sus disputas internas y de generar, al menos en la capital, un discurso mínimamente creíble; en el campo del centro derecha el PPCV ha mantenido una clara hegemonía que, sin embargo, empezó a quebrarse en los últimos años. De hecho, ya en los comicios municipales, los partidos independientes nacidos de escisiones del PP alcanzan la nada despreciable cifra del 10 % de los votos en la provincia. Grupos y partidos organizados en torno a figuras como Domigo Soler en la Vega Baja, Miguel Picher en Elche o Gema Amor en Benidorm, por citar solo a algunos, ponen de manifiesto que el monolitismo popular está terminando un ciclo político. Orihuela, Elche, Catral, Benidorm, Torrevieja, Albatera,… son algunos de los municipios en los que este fin de ciclo se está poniendo de manifiesto.

El centro derecha alicantino no puede seguir monopolizado por un partido incapaz de combatir la corrupción, enemigo de la regeneración democrática, dirigido por arribistas, medradores e incompetentes, camarillas de incapaces que han arruinado esta Comunidad y que no pueden defender los legítimos derechos de los alicantinos porque son individuos sometidos a condicionantes e hipotecas exteriores. La manifiesta incompetencia de José Ciscar, la falta de escrúpulos éticos de su mano derecha José Juan Zaplana y los variopintos clanes y tribus familiares que desde hace años controlan, monopolizan y manipulan el centro derecha no pueden, ni quieren apostar por una provincia fuerte y pujante.

Alicante cuenta con un potencial humano y territorial de primer orden que se encuentra frenado por una clase política y unas estructuras políticas que la asfixian. La dependencia política y administrativa de la Generalidad Valenciana es otra losa sobre el futuro y el progreso de nuestra provincia. Por ello es la hora de la valentía y de la responsabilidad, de la generosidad y de la altura de miras, sin complejos y con convicción. Los ciudadanos y los políticos que no tienen otra hipoteca que la del servicio a sus vecinos, los que creen en Alicante y en su gente, los que  creen en los principios éticos y políticos que comparte ese 60 % del electorado y los que creen que no es posible avanzar sin regenerar nuestro sistema político tienen ante si un importante reto, aparcar diferencias, nominalismos y localismos para construir una alternativa sólida, un movimiento político de y para la provincia de Alicante. Hay gente, hay ganas, hay razones y hay, sobre todo, una causa, Alicante. ¿Por qué no ponerse ya manos a la obra?

Santiago de Munck Loyola




domingo, 10 de noviembre de 2013

Al rescate de los valores traicionados.


El cierre de la RTVV es la constatación del fracaso, no de unas ideas ni de un proyecto político, sino de un determinado modo de hacer política que desde hace muchos años se ha ido instalando en buena parte de la clase política y, especialmente, de aquella que al acceder y perpetuarse en el poder olvida por qué y para qué está ahí. Y esa especial forma de hacer política consiste en olvidarse del objetivo fundamental de toda acción política, la vocación de servicio público de transformación del entorno de acuerdo con unos principios y programas, de acuerdo con una ética política concreta. Cualquier parecido entre la gestión del ente RTVV durante los últimos 18 años y los principios y programas del Partido Popular es pura coincidencia. Si esta gestión hubiese estado presidida por la austeridad, la eficacia, la ejemplaridad, la imparcialidad, la honradez o el respeto a las más elementales normas de transparencia democrática, conceptos todos ellos que se pueden leer y releer en infinidad de documentos y programas del Partido Popular, hoy la RTVV seguiría funcionando y lo estaría haciendo como un ente informativo de servicio público ejemplar. Pero no ha sido así y el resultado está a la vista, como lo está también en muchos otros ámbitos de la gestión pública en la Comunidad Valenciana. Es evidente que esa forma de hacer política que prescinde de los principios y los programas es la causa de tanto desacierto y de tantos errores que nadie asume como se hace en una democracia, dimitiendo.

No somos pocos los que, compartiendo esos principios y esos programas por los que, además, hemos trabajado durante años, nos sentimos profundamente desilusionados y avergonzados. Algunos hemos constatado que es imposible intentar desde dentro promover cambios que desde la regeneración permitan una recuperación de los valores y los principios en los que seguimos creyendo. Y también hemos llegado a la conclusión de que no podemos permanecer pasivos ante una situación política que nos produce rechazo. Ninguna organización política, por poderosa que sea, tiene el monopolio de las ideas y los valores en los que creemos. Cuando una bandera deja de representar nuestros valores y quienes la enarbolan son mercenarios de la política es mejor ir al rescate de esos valores y volverlos a situar en primera línea de la acción política.

Los ciudadanos que creemos en el valor de la persona, de la vida humana, de la libertad, de la unidad de España, de la igualdad de derechos y de obligaciones entre los ciudadanos de cualquier territorio; los ciudadanos que creemos que los derechos son de las personas y no de los territorios, que la economía debe estar al servicio de la política y no a la inversa, que la educación, la sanidad, las pensiones y la prestaciones sociales básicas han de estar garantizadas para todos y por igual con independencia de la región, que hay que promover vínculos de unión y no de separación; los ciudadanos que queremos que la clase política sea ejemplar, que no goce de los privilegios que hoy ostenta, que se regulen y limiten todos los sueldos públicos, que los partidos políticos, los sindicatos y las organizaciones empresariales vivan exclusivamente de las cuotas de sus afiliados y no de las subvenciones públicas, que se persiga la corrupción y que los corruptos no se beneficien de indultos; los ciudadanos que aspiramos a una paz con vencedores y vencidos, que exigimos más firmeza frente a los terroristas, que cumplan íntegramente sus condenas y que no se les beneficie con anómalas sentencias de Estrasburgo; los ciudadanos que creemos imprescindible una reforma fiscal que suponga el fin de la asfixia a la clase media, que queremos menos estado y más sociedad, menos impuestos y más crédito, menos recortes y mejor inversión pública; los ciudadanos que, en definitiva, creemos que hay una forma diferente de hacer política, una forma basada en la participación ciudadana, en la permeabilidad de los partidos a las corrientes de opinión, en la responsabilidad política del gestor frente a los administrados y en el respeto a los programas electorales y a los compromisos adquiridos, tenemos la obligación de ponernos en movimiento. Nada cambiará si no lo hacemos nosotros.

En nuestra Comunidad, el desencanto de los electores de centro y centro derecha ha ido propiciando la aparición de multitud de pequeños grupos y organizaciones de ámbito local o comarcal. Y al margen de la existencia de posibles personalismos, como algunos pretenden de forma maliciosa  justificar su aparición, lo cierto es que en la inmensa mayoría de estos grupos subyace una profunda sensación de decepción, de estafa política. Hoy por hoy, muchos electores de centro derecha, si tuvieran que votar, o bien se quedarían en casa o bien terminarían por votar, paradójicamente, a un partido de izquierdas como UPyD. Nada más absurdo. El rescate de los valores usurpados, abandonados o traicionados por algunos debería pasar necesariamente por un movimiento de convergencia y de coordinación de todos esos pequeños grupos y, además, con la generosidad política tan ausente en otro sitio.

Los ciudadanos en movimiento podemos rescatar esos valores y principios que los hechos han demostrado que no se aplican, que sólo son la tapadera de incompetentes y medradores de la política. No es tarea fácil, pero es ilusionante. Hay viento favorable y tenemos la ventaja de saber a qué puerto queremos llegar.


Santiago de Munck Loyola