Ha pasado una semana desde la
celebración de las elecciones generales y el horizonte de la gobernabilidad de
España sigue tan nublado o más a como lo estaba a la luz de las encuestas electorales
previas. El resultado electoral dejado por las urnas es sumamente complejo y,
sea cual fuere, la combinación de partidos que sea capaz de formar un gobierno,
todo parece indicar que la legislatura no se agotará. En lo que parecen
coincidir los expertos económicos es en que este complejo resultado electoral, además
de entorpecer la formación de un Gobierno sólido, puede ralentizar la
incipiente y frágil recuperación económica y restar al crecimiento de nuestra
economía entre medio punto y un punto del PIB. Algunos economistas van más
lejos y calculan que hasta la mitad del avance previsto de crecimiento para el
2016, el 3% estimado, puede perderse.
Así que los resultados de la
jornada electoral nos dejan como regalo no sólo la incertidumbre de la
gobernabilidad, sino también y unido a ello un frenazo económico para el año
2016. Mariano Rajoy y su equipo son los responsables del pésimo resultado electoral
obtenido por el Partido Popular. Han dinamitado a la derecha española y han
puesto en serio peligro la gobernabilidad de
España y la recuperación de su economía. Está claro que no se trataba sólo de
arreglar la economía sino de hacer Política, de cumplir el programa, de atender
a las personas, de abrirse a la sociedad, de escuchar a la militancia, de
democratizar el partido y de combatir la corrupción. No han sabido, querido o
podido hacerlo y ésto es lo que han cosechado. Desde la soberbia no se puede
gobernar. Y si no leen bien los resultados, si se duermen en la
autocomplacencia terminarán por destruir lo que tantos años y esfuerzos costó a
decenas de miles de honrados militantes populares. La falta de autocrítica en
las filas populares es asombrosa y constituye, en todo caso, el anticipo de
nuevas y mayores derrotas. “Hemos ganado” repiten machaconamente los voceros
populares y se conforman con ello en lugar de ponerse manos a la obra para
corregir todo aquello que les ha llevado a perder la confianza de más de 4
millones de ciudadanos. Ser los primeros no es ganar cuando se trata de poder o
no gobernar. En cualquier democracia avanzada un candidato que pierde 65
escaños y 4 millones de votos presentaría inmediatamente su dimisión al frente
de su partido.
Y otro tanto ocurre con el
principal partido de la oposición. “Hemos salvado los muebles” dicen y no se
plantean por qué un partido que ha sido un pilar básico del sistema político no
ha sido capaz de rentabilizar su labor de oposición y ha perdido 20 escaños y
1,5 millones de votos. En Gran Bretaña, en Francia o Alemania un líder de la
oposición que hubiese cosechado el mismo resultado que Pedro Sánchez ya habría
dimitido de forma inmediata e irrevocable.
La falta de reacción de los dos
grandes partidos a la hora de reconducir las estrategias y las políticas que
les han llevado hasta estos malos resultados ¿querrá decir que son incapaces de
adaptarse a los nuevos tiempos y que son irrecuperables como instrumentos para
canalizar la participación política de los ciudadanos? Sólo el tiempo lo dirá
aunque los primeros signos no son alentadores. Algunos dan ya por muerto el
bipartidismo imperfecto que venía imperando en nuestro sistema político pero no
parece que el grado de consolidación y de cohesión de los partidos llamados
emergentes sea aún lo suficientemente alto como para lograrlo.
Tenemos por delante unas semanas bastante
intensas en las que observaremos los movimientos tácticos de cada partido para
intentar la formación de un gobierno más o menos estable. Ya de antemano hay
que resaltar el trazado de las famosas “líneas rojas” por parte de algunos.
Destacan las de Ciudadanos por un lado respecto a Podemos por la voluntad
manifiesta de esta formación de romper la soberanía nacional y por otro las
propias de Podemos tratando de imponer al PSOE, como condición ineludible para
cualquier pacto, que los socialistas traguen con la ruptura de la soberanía
nacional y acepten la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña.
Veremos donde queda todo. Mientras tanto mejor mantenerse en modo “pre-elecciones”
por si acaso.
Santiago de Munck Loyola