No es difícil imaginar cómo se
deben de sentir estos días millones de votantes del Partido Popular y miles de
sus abnegados y honestos militantes con la lluvia incesante de noticias
relacionadas con la corrupción que salpica a diferentes dirigentes del partido.
Junto a cierta indignación, por lo que a todas luces es un tratamiento
informativo sesgado y comparativamente injusto ante la sordina mediática a los
escándalos socialistas tan graves o más que los del PP, la mayoría sentirá
desencanto, impotencia y rabia, se sentirán engañados y defraudados por tanto
comportamiento político miserable y delictivo.
He sido del Partido Popular durante
31 años hasta que la cuadrilla que dirige el PP de Alicante promovió que me
expulsaran en octubre de 2013 por denunciar la corrupción y pedir la
regeneración del partido. Fundé el PP en Rivas-Vaciamadrid en 1989 y fui su
Presidente Local hasta 2003. He sido concejal del Partido Popular durante 12
años en tiempos muy difíciles. He sufrido insultos, desprecios,
descalificaciones y amenazas por ser representante electo del Partido Popular.
He pasado miedo, no me avergüenza decirlo, y mi familia también lo sufrió. He visto mi nombre pintado en fachadas y he padecido durante años el sectarismo y la violencia verbal de mucha gente de izquierdas en el que era mi municipio, Rivas-Vaciamadrid. He visto como se incorporaban al Partido medradores, espabilados, amigotes de los de arriba, gente sin escrúpulos y sin ideología, he visto como gracias a los “dedazos” ascendían en la estructura del Partido y hoy los veo en los titulares menos edificantes de los medios de comunicación.
No pertenezco al Partido Popular
y, sin embargo, siento mucha pena e indignación ante cada una de las noticias
que le salpican. Creía y sigo creyendo en unos principios y unos valores que
enarbolaba el Partido Popular y es evidente que muchos dirigentes del mismo
nunca han creído en ellos. Más bien los han usado y manipulado para alcanzar el
poder en beneficio propio. Pensaba y pienso que todos los sacrificios y
esfuerzos de tanta gente honesta y trabajadora merecían la pena para ayudar a
transformar nuestra sociedad y es evidente que muchos dirigentes los han
empleado para su enriquecimiento personal.
Me duele y me indigna cuando
algunos aprovechan para pedir la ilegalización del Partido Popular a causa de
todos los casos de corrupción que vamos conociendo día a día porque el Partido
Popular no es su cúpula pusilánime, el Partido Popular no es el conjunto de
cargos públicos corruptos o presuntamente corruptos que se van destapando, el
Partido Popular es otra cosa. Son los cientos de miles de afiliados honestos y
los miles de cargos públicos decentes a los que unos cuantos han denigrado con
sus comportamientos. La corrupción no tiene un ADN político concreto, no tiene
ideología. Pero si de algo adolece el Partido Popular, si hay algo que ha
facilitado esta escandalosa situación, es precisamente la falta de democracia
interna, unos estatutos que impiden al afiliado elegir y controlar a sus
representantes. En definitiva, la ausencia de mecanismos internos de elección y
de control.
Hoy por hoy, la gente de derechas
o de centro derecha está más huérfana que nunca. Muchos votaron al PP el 20D
con la nariz tapada. Muchos lo hicieron por miedo a los podemitas y a sus
aliados y pocos con una profunda convicción moral y ética. ¿Cuántos votantes
del PP el 20D pensaron que su voto iba a servir para situar, por ejemplo, a
Celia Villalobos en la Vicepresidencia del Congreso?
Y frente a tanta voz oportunista
dentro del propio PP, hay que decir claro que esto no se arregla con una
refundación teledirigida del Partido Popular. Muchos de los dirigentes del PP
tienen que seguir el ejemplo de Esperanza Aguirre y hacerse a un lado. Hoy más
que nunca, España necesita un nuevo proyecto reformista, liberal y conservador
que aúne voluntades, que promueva la confluencia de tantos y tantos ciudadanos
comprometidos con la defensa de los principios que el PP abandonó y que hoy se
encuentran muy lejos de los dictados de Génova 13. Con la pena, con los
lamentos o con la decepción el centro derecha no va a ir a ningún sitio. Es
hora de ”ppasar ppágina”. Hace falta ya una reacción colectiva para reconstruir
un proyecto que sea capaz, desde las bases, de hacer frente a esta izquierda
demagoga, revanchista y profundamente sectaria que amenaza el futuro y la
propia unidad de España.
Santiago de Munck Loyola