Las consecuencias de los
resultados de las pasadas elecciones generales no pueden ser más desalentadoras
a la luz de los comportamientos políticos que estamos viendo estos días, ni las
perspectivas de gobierno menos halagüeñas. Es tal el cúmulo de disparates y de
dislates de los partidos políticos que conviene hacer una pequeña
recapitulación para situarnos en este tragicómico escenario político. No hay
que olvidar que en la misma noche electoral casi todos los dirigentes políticos
se apresuraron, entre otras cosas, a señalar que habían entendido el mensaje de
cambio que el electorado había transmitido con su voto. Y ¡hay que ver cómo lo
han hecho!
El Partido Popular, tras perder
60 diputados, ya ha hecho gestos muy significativos. Se nota que entiende el
mensaje del electorado y por ello, para empezar, nada de más democracia
interna, ni de autocrítica. Ahora no es el momento, como tampoco lo era hace
uno o dos años. Y para que se note el cambio, sus deseos de regeneración y
renovación, Rajoy ha vuelto a situar en la Mesa del Congreso a una joven “promesa”, Celia
Villalobos, la pro-abortista y especialista en el Candy Crush, como
vicepresidenta de la cámara. Por cierto, mucho más preocupada por la estética
ajena que por la ética propia. Y en la
Mesa del Senado, además del sempiterno y anodino Pío García
Escudero como Presidente, a una imputada, la senadora alicantina sin estudios
pero experta en simultanear cargos públicos, Adela Pedrosa.
Los socialistas también se han estrenado
bien. Han situado en una vicepresidencia de la Mesa del Congreso a su Presidenta del partido,
Micaela Navarro, acusada por la prensa de falsear su declaración de bienes. Y
como son más generosos que nadie y han detectado que era un anhelo de todos los
españoles, según su secretario de organización, han decidido ceder dos
senadores a los independentistas de ERC y otros dos a los independentistas de
la antigua Convergencia para que así tengan grupo propio, cobren más
subvenciones y dispongan de más tiempo en el Senado para continuar con sus
machacona soflamas independentistas.
Y siguiendo por la banda
izquierda del circo político ha habido y hay de todo y para todos los gustos.
Nadie podrá negar que supone un verdadero cambio político, y de una
trascendencia histórica indudable, el hecho de acudir a la sesión constitutiva
del Congreso acompañados por una banda de música, como hicieron los diputados
de Compromis, los podemitas levantinos. Como lo es también prestar promesa o
juramento de la
Constitución usando fórmulas ridículas y hasta infantiles.
Dar la nota, alguno la da, aunque sea usando a su propio bebé para ello. Luego
unas lagrimitas en la calle de Pablito, el amigo de los carniceros iraníes, y
fotos al canto. Desde luego que estos nuevos parlamentarios van a dar mucho
juego en el “hemicirco” del Congreso. Y qué decir del ciudadano Garzón dando
cuenta a la prensa de su entrevista con el Rey. ¿Acaso el hecho de ser
republicano exige para referirse al Rey usar hasta la saciedad “el ciudadano D.
Felipe de Borbón? Si la palabra Rey le produce urticaria puede usar “Jefe del
Estado” y así sus comparecencias serían algo menos tediosas.
Pero si ha habido algo
especialmente llamativo estos días, en los primeros pasos de esta nueva
izquierda ha sido su peculiar forma de entender la regeneración política. Los
que clamaban, y con razón, contra la existencia de las llamadas “puertas
giratorias” en la política han inventado algo mucho más “democrático”, los
“escaños giratorios”. La técnica consiste en usar el escaño que te han dado los
electores bajo unas siglas para “girarlo”, adscribirte a un determinado grupo
parlamentario, pillar la pasta de las subvenciones parlamentarias y volver a
“girarlo” para abandonar ese grupo y volver donde te pusieron los votantes. Que
lo haga el PSOE con sus senadores por cortesía parlamentaria, por estulticia o
por falta de respeto al votante es normal, al fin y al cabo pertenece a la
“vieja” política. Pero que lo hagan o lo intenten hacer los supuestos adalides
de la “nueva” política, comunistas, podemitas y demás mareantes es, cuando
menos, llamativo. Sin embargo, no hay que extrañarse demasiado, la falta de
principios y el saqueo de las arcas públicas siempre van de la mano, sea con la
vieja o con la nueva política. La que nos espera.
Santiago de Munck Loyola