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lunes, 14 de noviembre de 2016
viernes, 11 de noviembre de 2016
Todo “patas arriba”.
La
victoria del candidato republicano a la Presidencia de los Estados
Unidos, Donald Trump, nos ha cogido desprevenidos a la mayoría de
los ciudadanos españoles. Contra todo pronóstico Trump ha barrido a
su oponente, la demócrata Hillary Clinton, y ha levantado toda clase
de alarmas. ¿De dónde venían esos pronósticos? Parece que, al
margen de las encuestas electorales que siempre las carga el diablo,
los pronósticos provenían fundamentalmente de los medios de
información, tanto norteamericanos como europeos, que transmitían
más los deseos de las élites y los grupos de presión que de los
votantes estadounidenses. Hace tiempo que los medios de información
han sobrepasado los márgenes de su opinión antes contenida a la
línea editorial o a los artículos de autor para pasar a convertirse
en medios de deformación u orientación de la opinión pública. El
tiente de las empresas propietarias o de la propia adscripción
ideológica de muchos informadores traspasa todos los límites y la
información como tal es controlada, manipulada u omitida en función
de los intereses ideológicos a los que sirve el medio de
información. La inmensa mayoría informa o comunica desde una
perspectiva cargada de subjetivismo y con una finalidad concreta.
Reconozco
que el Sr. Trump no me gusta, como tampoco la Sra. Clinton, pero
mientras que en el segundo caso poseo elementos de juicio sustentados
en una trayectoria y actuaciones políticas determinadas, reconozco
que en el caso del primero mis prejuicios provienen de una percepción
derivada fundamentalmente de lo que los medios de comunicación han
querido contar u omitir sobre el Presidente electo. Poco más que su
estampa a veces grosera, tosca o chabacana nos han dejado conocer
sobre el Sr. Trump y, por pura lógica, alguna cualidad, algún
mensaje de valor o alguna esperanza sensata ha debido ser capaz de
transmitir el Sr. Trump a los electores para haber ganado las
elecciones presidenciales, a pesar de los obstáculos de la casta
republicana, de la casta demócrata, de la casta periodística y de
los grupos de intereses que están infiltrados en todo el sistema
social norteamericano. A título de ejemplo, basta recordar el empeño
de muchos en subrayar el carácter machista del candidato republicano
sobre la base de unas grabaciones de hace diez años al mismo tiempo
que ensalzaban la figura de la Sra. Clinton como referente de los
derechos de la mujer.
Pero la historia reciente nos recuerda como el
demócrata Clinton usaba su situación de poder presidencial para
desarrollar actividades sexuales que no dignificaban precisamente el
papel de la mujer y sobre las que Sra. Clinton no mantuvo una actitud
condenatoria y combativa como se supone que debería haberlo hecho
una mujer comprometida con la dignidad de la mujer. ¡Ah! Eso no es
censurable porque la Sra. Clinton, como su marido son de izquierdas.
Frente al muro de descrédito institucionalizado por el sistema
político y social, algo positivo han debido percibir los votantes
norteamericanos para finalmente elegir a Trump Presidente.
El
sistema político norteamericano es un sistema sólido y
experimentado que puede sobreponerse con relativa facilidad a la
sorpresa de esta elección e incluso a la actitud antidemocrática
que estos días están exhibiendo en algunas ciudades norteamericanas
algunas decenas de miles de izquierdistas que protestan y no aceptan
la elección del pueblo norteamericano, por cierto, con la
complacencia de algunos medios de desinformación y de políticos
españoles, aún no recuperados del disgusto que les ha provocado
esta elección presidencial, pronto quedará en el recuerdo.
Hay
varias lecciones que podemos extraer de estas elecciones
presidenciales norteamericanas. De una parte que los todopoderosos
medios de comunicación no lo son tanto y que su descarado empeño en
moldear el voto en un determinado sentido puede provocar el efecto
contrario. De otra que las encuestas deben analizar mejor el voto
oculto porque su incidencia es mayor cuanto más maniqueo sea el
contexto electoral provocado por los medios de comunicación. Y, por
último, que la movilización de votantes tradicionalmente no
participativos, hábilmente explotada por el equipo de Trump, puede
hacer cambiar la estructura electoral y política de un país. No hay
partidos inamovibles, no hay candidatos seguros y todo puede ser
puesto “patas arriba” por el simple ejercicio de ir a votar.
Santiago
de Munck Loyola
jueves, 3 de noviembre de 2016
Empieza lo más difícil.
Ha costado, pero al final se ha
logrado. España vuelve a tener un gobierno y no en funciones, más de un año
después de que se disolvieran las Cortes el 26 de octubre de 2015. Tras un fin
de semana intenso, aderezado con vergonzosos espectáculos en el Congreso de los
Diputados durante la sesión de investidura y con alguna que otra sorprendente
entrevista televisiva, hoy jueves 3 de noviembre Mariano Rajoy ha anunciado su
nuevo equipo de Gobierno.
Habrá quien piense que el
mecanismo constitucional no ha funcionado bien y que un año sin gobierno es una
evidencia de su fracaso. Pero conviene echar la vista atrás, repasar la
historia y, en especial, la génesis de nuestra Constitución. Es evidente que la
Constitución del 78 no es perfecta y que abrió vías muy peligrosas sobre todo
en lo referente a la estructura del Estado que afectan a la unidad de los
españoles. Pero, con todo, ha sido un modelo que ha funcionado razonablemente
bien y que nos ha dotado de una estabilidad política extraordinaria. La
Constitución del 78 supuso sobre todo un enorme esfuerzo de reconciliación
entre las dos Españas, la izquierda y la derecha. Este esfuerzo se plasmó en un
texto con concesiones ideológicas por ambas partes y, como es lógico, con
quizás demasiadas indefiniciones. Los políticos de entonces, ahora denostados
por algunos, fueron capaces de realizar enormes cesiones, de dialogar y de
buscar acuerdos para que la norma fundamental del Estado fuera capaz de
garantizar la estabilidad y la alternancia política. Personas provenientes del
más puro franquismo y sus adversarios políticos, incluso enemigos de la guerra
civil, hablaron, dialogaron y pactaron. Y esta fórmula, el consenso en aspectos
esenciales, ha sido clave en la arquitectura constitucional. Sin embargo, el
camino escogido para sellar la reconciliación entre las otras dos Españas, la
del centro y la periferia, ha fracasado. El paso de un Estado centralista a un
estado autonómico, descentralización administrativa y política, no sólo no ha
servido para acabar con la tensión centro-periferia, sino que a la luz de los
resultados no ha hecho más agravarla.
La responsabilidad de que España haya
estado sin gobierno durante más de un año quizás hay que buscarla en las
actitudes y los valores de gran parte de la actual clase política que no
comulga con los sentimientos políticos que animaron a los constituyentes a
superar los odios y enfrentamientos del pasado para buscar puntos de encuentro,
lugares comunes sobre los que cimentar la convivencia de los españoles. Las líneas
rojas, los cordones sanitarios, los vetos personales han primado más durante el
último año que la búsqueda de consensos básicos y esenciales para que España
pudiera ser gobernada. Y es, cuando menos curioso, que son algunos de los
nuevos y más jóvenes políticos los que encarnan ese desprecio al consenso y al
diálogo. Son precisamente buena parte de quienes se han criado a la luz de la
Constitución del 78 los que más desprecian sus valores más sólidos para
construir una política de diálogo y de pacto. Y para romper el círculo vicioso
en que se había convertido la investidura de un Presidente del Gobierno han
tenido que intervenir algunos de los protagonistas del 78.
El fin de semana nos deparó el
espectáculo poco edificante del diputado Rufián, un personaje cuyo partido solo
quiere romper España, intentando insultar y descalificar a todos, especialmente
a los socialistas a base de frases tuiteras y latiguillos inconexos, pero
absolutamente incapaz de construir un discurso constructivo e intelectualmente
comprensible.
O el espectáculo del Sr. Iglesias que todavía no sabe bien si su sitio
está dentro o fuera del Congreso, que se suma a la manifestación "Rodea el Congreso" promovida por Bildu, que no condena las agresiones a Diputadas de Ciudadanos, pero que no tiene inconveniente moral alguno
en aplaudir, junto con sus compañeros, a la gente más indigna que ha pisado ese
hemiciclo como son los de Bildu. El Sr. Iglesias, ahí lo tiene claro, nada de líneas
rojas con los representantes políticos de la banda asesina etarra. Y también
pudimos escuchar las confesiones del defenestrado Pedro Sánchez, más cerca de
los podemitas que de los constitucionalistas y más cerca de los que quieren
romper España que de quienes defienden su unidad. Ha evidenciado que le daba
igual el mandato de su Comité Federal, que creía que podía construir una
alternativa de gobierno de la mano de los podemitas, de los independentistas y,
si hubiera hecho falta, de los bilduetarras. Curiosamente, de la mano de todos
aquellos para quienes, por unas u otras razones, la Constitución del 78 es
papel mojado.
Tenemos Gobierno y ya es algo,
pero estamos lejos de reconstruir un espacio de convivencia y un espectro
político que vuelva a garantizar progreso y estabilidad. Son necesarias muchas
reformas empezando por todas aquellas que impliquen una sustancial mejora en la
calidad democrática de los partidos constitucionalistas. Hay que volver a
revitalizar los principios de dieron paso a nuestra Constitución y atraer a la
inmensa mayoría de los ciudadanos hacia ellos. Regenerar no es tarea fácil,
pero es imprescindible. Nos jugamos demasiado.
martes, 11 de octubre de 2016
¡Viva España y Viva la Hispanidad!
Parecía
que no cabía un tonto más en el panorama político nacional, pero no es así.
Cada vez que la españolidad se pone en juego, sea en su vertiente deportiva,
histórica o política, salta a la palestra toda una recua de majaderos que
vomitan su hispanofobia y exhiben sin vergüenza alguna su profunda ignorancia. La
democracia tiene sus ventajas, pero también sus inconvenientes y uno de ellos, dadas
las particularidades de nuestro sistema electoral, es que cuando votas a unas
siglas te tragas la lista entera, mentecatos incluidos.
La
caverna hispanofóbica izquierdista e independentista viene asomando la patita
cada vez que puede y sus sectarios exabruptos históricos y políticos se
traducen, cuando tiene la posibilidad de tomar decisiones desde un ejecutivo,
en manifestaciones de odio como la prohibición de ver partidos de la Selección
Nacional de fútbol en las calles de Barcelona o en desprecios institucionales
hacia nuestros campeones olímpicos que se enorgullecen de su españolidad.
Ahora
le ha tocado a nuestra Fiesta Nacional, el 12 de octubre, el Día de la
Hispanidad. Toda una caterva de indocumentados se ha puesto en fila para ver quien
dice la gilipoyez más grande y ofensiva buscando su minuto de gloria en el ranking
de su cochiquera populista o independentista. Por segundo año consecutivo,
Pablo Iglesias, líder de Podemos, no asistirá a ninguno de los actos
conmemorativos del 12 de octubre, con lo que, por cierto, ganarán en categoría,
pero su actitud denota un profundo desprecio a lo español mientras no tiene
inconveniente alguno en asistir a actos y conmemoraciones separatistas, ni
empacho alguno en apoyar consultas ilegales separatistas diseñadas con el único
propósito de destruir la unidad de España. El Sr. Iglesias podrá dar las
lecciones de patriotismo que quiera, pero su versión del mismo es tan
incompatible con la idea de España como la de “los patriotas” que se llevan el
dinero a los paraísos fiscales.
Y
si se desciende al escalón de los Ayuntamientos, el panorama es desternillante.
Los llamados “alcaldes del cambio” constituyen un conjunto digno de estudio.
Cuentan que Churchill en los inicios de su carrera solo se preguntaba cómo
hacer para alcanzar un escaño y que tras conseguirlo y observar la inteligencia
y preparación de muchos de sus colegas solo se preguntaba cómo diantres lo
habían conseguido éstos. Pues algo parecido ocurre con buena parte de esta
colección de ediles del cambio. La Alcaldesa de Badalona gracias al PSC, Mª
Dolores Sabater, de profesión docente, que sólo obtuvo 5 concejales frente a
García Albiol (que obtuvo 10) encabezando la lista de “Guanyem Badalona en Comú”, candidatura transversal, alternativa, rupturista y soberanista (casi nada), ha
alcanzado cierta notoriedad entre los hispanófobos al manifestar su intención
de que la Fiesta Nacional fuese laboral en su sufrido Ayuntamiento al entender
que el 12 de octubre es el Día de Franco y del racismo. Y no estaba sola con
semejante estupidez ya que su teniente de alcalde de Hacienda y Recursos
Humanos, Jose Téllez, militante de la CUP subrayó que "es una fecha que
conmemora un genocidio, el de la ocupación de América, y tiene connotaciones
franquistas, cuando se celebraba el Día de la Raza".
Y el pasado mes de
septiembre, los colegas de la esta Alcaldesa en Barcelona, la CUP, presentaron
una moción al Pleno para que se retirase la estatua de Colón por tratarse de un
monumento “que enaltece el colonialismo y el esclavismo”. Claro que parece
que la cosa es normal en la ciudad condal si tenemos en cuenta que en el mismo
Ayuntamiento el Concejal de Arquitectura, el socialista Daniel Mòdol califica a
la Sagrada Samilia de “pseudo obra de Gaudí”, de una “gran farsa que
arrastramos desde hace tiempo” y como “una mona de pascua gigante que hace su
camino de la mano de unos privados” y nadie le pone en su sitio.
Pues sí, es evidente
que todavía caben muchos más tontos. Los majaderos están a la orden del día,
están de moda y lo saben, por eso se afanan en destacar en fechas especialmente
señaladas. La conquista de América fue un episodio histórico con sus luces y
sus sombras, una proeza realizada hace más de 500 años que no es posible
enjuiciar solo ni desde la perspectiva tan extendida de la leyenda negra bien
tejida y mejor comprada por los enemigos de España, ni desde la perspectiva de
un maniqueísmo simplista.
Quedémosnos con lo
positivo, con el legado que supone una gran comunidad cultural de más de 600
millones de personas. El 12 de octubre es nuestra Fiesta Nacional, el Día de la
Hispanidad, la conmemoración de una gesta que supuso una gran base para la
construcción de España como Nación y de su proyección internacional durante
siglos. Y, si a los que padecen hispanofobia les jode, que se jodan (y perdón
por la expresión) en su caverna de odio e inquina. ¡Viva España y Viva la Hispanidad!
miércoles, 5 de octubre de 2016
Y, a pesar de todo, terceras elecciones.
Tras el entretenido y vergonzoso
espectáculo que los socialistas han ofrecido este fin de semana a los españoles
y a pesar de los cambios surgidos del mismo en el seno del PSOE, el fantasma de
unas terceras elecciones generales no ha desaparecido del horizonte. Es
evidente que la radicalidad de Pedro Sánchez y de su equipo solo llevaban a una
alternativa: o gobierno del “cambio”, es decir, gobierno socialista con el
populismo e independentistas o terceras elecciones, es decir, la constatación
del fracaso de una clase política egoísta y sectaria a más no poder. Pero no
sería justo achacar en exclusiva al defenestrado líder socialista la
responsabilidad de esa posición imposible porque se trata de una
responsabilidad compartida por el conjunto de una organización que desde hace
tiempo ha ido alejándose del centro político y de la moderación para instalarse
en los campos de la radicalidad. Un PSOE podemizado, tal y como acaba de declarar el presidente de la nueva gestora socialista, para el que todo valía y de la mano de quien fuera con tal
de arrebatar cuotas de poder local o autonómico.
La organización socialista, como la
popular cuando tocaba, ha evitado exigir responsabilidades políticas a su
dirección y solo a última hora algunos han echado mano de ello para recordar
que un político que ha cosechado seis derrotas electorales durante su corto
mandato y que elección tras elección va empeorando los resultados electorales
de su partido debería haber asumido responsabilidades y haber presentado su
dimisión. Tarde se han atrevido a decir en voz alta lo que en cualquier
democracia consolidada es una norma básica y ello, como es lógico, ha sido
interpretado por muchos ciudadanos como una simple excusa. Es, cuando menos
llamativo, que hasta el mismo día en que Felipe González no cargó contra Pedro
Sánchez no se desató la tormenta que ha acabado con Pedro Sánchez y su equipo.
Felipe González ha evitado, entre otras cosas, que el Rey se viera abocado a
proponer a Pedro Sánchez como candidato a la Presidencia con un acuerdo bajo el
brazo suscrito con Podemos que defiende el derecho a la autodeterminación y los
independentistas. Menudo papelón habría tenido que asumir el Rey.
La nueva dirección socialista sigue
transmitiendo un mensaje imposible, un mensaje que por mucho que pretendan no
cuadra: NO a la investidura de Rajoy + NO a terceras elecciones + NO a un
gobierno apoyado por independentistas. Las tres posiciones a la vez no son
posibles, son incompatibles y lo saben. Es verdad que modificar el primer NO
requiere tiempo, pero el principal problema es que éso es precisamente lo que
no hay, tiempo. Y el segundo NO está íntimamente ligado a que se sustituya el
primer NO por una abstención en la investidura del candidato popular.
Por su parte, en el Partido Popular
conscientes de que el PSOE, dividido y sin candidato, no puede permitirse ahora ir a unas terceras
elecciones están dispuestos a subir el listón. Ya no quieren una simple
abstención socialista, ahora reclaman cierta estabilidad para poder aprobar los
próximos presupuestos y ciertas leyes. Se han hartado a decir que lo último que
querían era unas terceras elecciones, que esas elecciones nos expondrían al
ridículo internacional, etc. Y ahora, visto como está el PSOE y con un ojo
puesto en algunas encuestas, parece que ya no les desagrada tanto esa
posibilidad. No cabe la menor duda de que cambiarán el discurso como están
cambiando la Ley Electoral. Dirán con toda seguridad que lo que en agosto les
parecía de perlas, la abstención del PSOE, ahora es insuficiente porque no les
garantiza la gobernabilidad, echarán mano de la imprescindible estabilidad y
nos llevarán a esas terceras elecciones generales que, se supone, nunca han
querido.
Deberían tener en cuenta, antes de
aventurarse a ello, que las elecciones las carga el diablo y que, a la luz de
las encuestas, podrán arañar diez escaños más si es que el calvario judicial
que les toca no lo impide, pero con toda seguridad conseguirán que la oposición
esté encabezada por un crecido Pablo Iglesias, cada vez más engreído y
prepotente, que tras haberse comido y digerido a Izquierda Unida se comerá otra
buena porción de voto socialista. ¿Es éso lo que le conviene a España? Como se
dice ahora, si el PP fuerza esas terceras elecciones, si cree que es bueno para
España hacerlo debería hacerselo mirar.
Santiago de Munck Loyola
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martes, 27 de septiembre de 2016
De mal en peor.
Si alguien pensaba que el resultado de las pasadas elecciones autonómicas celebradas en Galicia y el País Vasco iba a servir para desbloquear la situación política y facilitar la formación de un Gobierno para España se ha equivocado. Del resultado de estas elecciones se han sacado tantas lecturas como comentaristas políticos existen y cada cual ha tratado de arrimar el ascua a su sardina. Sin embargo, tras diez meses sin gobierno y tras los resultados de estas elecciones sí que es posible confirmar dos peculiaridades de nuestra cultura democrática.
La primera es que hemos perdido o, mejor dicho, nuestra clase política ha perdido toda capacidad de diálogo, de acuerdo o de consenso, que tan importante fue en nuestra transición, en unos momentos especialmente difíciles para el conjunto de la Nación y, en especial, para millones de españoles cuya supervivencia económica se encuentra en un estado dramático. Nadie o muy pocos hablan ahora de los más de 4 millones de desempleados, de los miles de desahucios que anualmente se siguen produciendo, de las míseras pensiones de muchos ciudadanos, de la subsistencia de todos los privilegios de la clase política, de los riesgos del terrorismo islamista o del avance del proceso de ruptura de nuestra Nación. Todo lo más se habla y como arma arrojadiza de la corrupción que pesa sobre los grandes partidos y sobre las corruptelas de los recién llegados.
La segunda peculiaridad es la inexistencia de asunción de responsabilidades políticas por los resultados electorales. En los países europeos con más larga tradición democrática, que deberían servirnos de espejo para asimilar sus mejores conductas, no se concibe que tras un fracaso electoral un líder, un candidato, no presente su dimisión. Ya tras las elecciones generales del pasado mes de diciembre, la lógica democrática exigía que quien siendo Presidente de Gobierno con una mayoría aplastante de 186 diputados la deja en 123 escaños hubiese presentado su dimisión. Es evidente que muchos justificarán aquel resultado pero los hechos son los que son. Y también entonces un líder de la oposición que no sólo no fue capaz de rentabilizar el desgaste del gobierno y deja a su partido con 20 escaños menos, pasando de 110 a 90, debía igualmente haber presentado su dimisión, como debería haberlo hecho seis meses después al lograr pasar de 90 a 85 diputados. Todo un récord. Y esta peculiaridad, incomprensible para nuestros vecinos europeos, se ha visto reforzada tras las elecciones autonómicas del pasado domingo. ¿Ha dimitido alguien en el PSOE? ¿Ha dimitido alguien en el PP del País Vasco por empeorar unos resultados anteriores ya de por si malos? Nadie.
Es evidente que los resultados de las pasadas elecciones autonómicas no ayudan a despejar el panorama nacional. Todo lo contrario. La situación, a la luz de los últimos acontecimientos se complica enormemente. De una parte, el PSOE se ha convertido en una olla a presión y su Secretario General está forzando la maquinaria interna para sostenerse en el poder. De otra parte, el Partido Popular, tan necesitado de una profunda regeneración, ha decidido posponer cualquier movimiento en esa dirección y limitarse a observar la posible “voladura” del PSOE. Ciudadanos no ha terminado de asimilar que el batacazo en Galicia y País Vasco limita enormemente y quizás de forma definitiva su proyección como partido de ámbito nacional. Y Unidos Podemos, tras fagocitar completamente a Izquierda Unida, contribuye interesadamente a agitar las aguas de Ferraz rompiendo, de momento, los pactos de gobernabilidad que mantenía con el PSOE en Castilla la Mancha y en Extremadura a costa, sin ningún rubor, de la necesaria gobernabilidad para los ciudadanos de esas dos regiones. Todo vale con tal de primar los intereses partidistas por encima de los intereses de los ciudadanos.
Eso sí, podemos estar tranquilos. Todos los partidos han manifestado por activa y por pasiva que lo último que desean es que tengamos que celebrar unas terceras elecciones generales, pero, por si acaso, sí se han puesto de acuerdo para reformar la Ley Orgánica de Régimen Electoral por el procedimiento de urgencia para que esas indeseadas terceras elecciones se celebren el próximo 18 de diciembre, recortando una semana la campaña electoral, y que así no tengamos que votar en día de Navidad. Para que luego digamos que esta clase política no piensa en el bienestar de los españoles.
Santiago de Munck Loyola
https://santiagodemunck.blogspot.com.es
domingo, 18 de septiembre de 2016
Puig, un impresentable Presidente.
Vaya por delante que defiendo desde hace mucho el apartamiento de los imputados de los cargos públicos. Pero dicho ésto me parece impresentable la necesidad de algunos de exagerar hasta la hipérbole sus declaraciones sobre los adversarios políticos. Hoy, el Presidente de la Generalidad Valenciana el Sr. Puig ha dicho que Rita Barberá "representa lo peor de la política: la financiación ilegal de un partido para ganar elecciones". Pensaba que lo peor de la política es servirse de ella para el enriquecimiento personal y de los allegados apoderándose de los recursos públicos. Pero parece que no, que para el Sr. Puig lo más execrable es la financiación ilegal de los partidos, algo que, por cierto, es moneda corriente en nuestro país.
Y el Sr. Puig, el Presidente de la Generalidad Valenciana menos votado de su historia, lo dice el mismo día en que el Fiscal pide 6 años de cárcel para su compañero del PSOE Griñán por el asunto de los ERES falsos: 741 millones de euros malversados para construir una red clientelar. ¿Y para qué se han malversado esos 741 millones? Pues para seguir ganando elecciones con el dinero que estaba destinado a ayudar a empresas en crisis. Ni más ni menos que otra forma de financiar ilegalmente al PSOE.
Del Sr. Griñán y del Sr. Chaves, para el que se piden 10 años de inhabilitación, responsables del reparto ilegal de esos 741 millones de euros, el Sr. Puig no dice ni pío. Claro son coleguitas. Ni dirá nada cuando toque hablar de los cientos o miles de millones de euros de los cursos de formación en Andalucía. Pero por los 1.000 euros supuestamente blanqueados por Barberá el Sr. Puig se rasga las vestiduras y se arranca el peluquin. No hay para la Sra. Barberá ni siquiera presunción de inocencia, el protofascista de Puig ya la ha enjuiciado y condenado: "representa lo peor de la política: la financiación ilegal de un partido para ganar elecciones", sin juicio ni nada. Ya está. ¡Sr. Puig, váyase usted a la mierda! ¡Usted es un déspota, un cínico, un mentiroso y un hipócrita! ¡La Generalidad Valenciana no se merece un Presidente como usted incapaz siquiera de respetar los derechos procesales más básicos! ¡La Generalidad Valenciana no se merece un Presidente que toma por tontos a sus conciudadanos! ¡Sr. Puig menos aspavientos y más intelecto!
Santiago de Munck Loyola
https://santiagodemunck.blogspot.com.es
lunes, 5 de septiembre de 2016
Y llegan las “fuerzas del cambio”.
Tal y como estaba anunciado la
investidura del candidato Mariano Rajoy fracasó. 170 votos a favor (PP y sus
coaligados Foro Asturias y UPN + C’s + CC) frente a 180 votos contrarios. ¿Y
ahora qué? Pues difícil está la cosa. El partido más votado, el Partido
Popular, tiene muy difícil intentar una segunda investidura con o sin Mariano
Rajoy de candidato. Su pacto con Ciudadanos tenía fecha de caducidad, algo
realmente extraño cuando tanto se apela desde esta formación al diálogo y al
consenso. Aunque tampoco importa mucho, visto lo que entiende el PP por regeneración al proponer al ex ministro Soria para ocupar un puesto representando a España en el Banco Mundial. Como el Sr. Soria no "valía" para seguir siendo Ministro se lo endosamos a los extranjeros. Y por otra parte, el Partido Popular se reafirma en la candidatura de
Mariano Rajoy y frente a quienes desde otros partidos, con toda la hipocresía
del mundo pues en el fondo “no es no” sea quien sea el candidato del PP,
señala, no sin razón, que si el candidato más votado en las últimas elecciones
ha de renunciar o dimitir ¿por qué no lo hacen quienes han perdido votos y
escaños en las últimas elecciones?
El líder socialista, Mister
“Noesno”, fracasada la investidura de Rajoy, se apresuró a hacer un llamamiento
a lo que denomina “las fuerzas del cambio” para que esos 180 votos negativos se
conviertan ahora en positivos para investir a un presidente del llamado cambio.
La verdad es que queda hasta bonito, lo de las fuerzas del cambio, encarnadas
en los 180 votos del no frente a los 170 de las fuerzas del inmovilismo o del
“no cambio”. Pero, seamos serios, a parte del no en común ¿hay algún otro
elemento aglutinador que permita hablar de un grupo homogéneo de “fuerzas del
cambio”? Parece que no y es que entre los 180 votos negativos hay de todo,
hasta de lo peorcito. Vamos a intentar aclarar lo que significan las llamadas “fuerzas
del cambio”.
Podría pensarse a primera vista
que el Sr. Sánchez intenta sumar a los 180 votos de las “fuerzas del cambio” a
Ciudadanos. Es decir que para intentar arreglarlo, el Sr. Sánchez tendría en
cuenta a parte de los 170 votos favorables a la investidura de Rajoy, es decir,
a los 32 diputados de Ciudadanos que ya no serían considerados inmovilistas, ni
marca blanca del PP, ni cómplices de Rajoy. ¡Faltaría más! Y así, los
socialistas vuelven a su proyecto fracasado de hace unos meses, PSOE + PODEMOS
+CIUDADANOS, y Pedrito Presidente. Pero, hete aquí, que al líder de Ciudadanos,
Sr. Rivera, le ha faltado tiempo para decir que con Unidos Podemos, que
propugna el derecho de autodeterminación entre sus filas, ni a la vuelta de la
esquina. Nuevo portazo para el Sr. Sánchez cuyas desmesuradas ansias de “tocar
pelo” al precio que sea ya son más evidentes que nunca.
Y vuelta a empezar. Los 180 votos
de las “fuerzas del cambio” se componen de lo siguiente:
-
85 diputados de lo que queda del PSOE,
socialdemócratas confusos.
-
71 diputados de Unidos Podemos, comunistas,
populistas, aspirantes a socialdemócratas, separatistas y talibanes
variopintos.
-
9 diputados de ERC, separatistas enemigos de la
soberanía popular y de España.
-
8 diputados de CDC, iguales que los anteriores
pero menos izquierdistas.
-
5 diputados del PNV, iguales que los anteriores
pero derechistas.
-
2 diputados de EH BILDU, iguales que los
anteriores pero izquierdistas y brazo político de los asesinos etarras.
Et voilà! Ya tenemos a las “fuerzas
del cambio”, ese maravilloso cóctel que tanto fascina al Señor Sánchez y a
muchos españoles que de buena fe creen en que en realidad existe una auténtica
alternativa de gobierno bajo la falaz denominación de las “fuerzas del cambio”.
Algunos de los que forman parte de este heterogéneo grupo de los 180, de las “fuerzas
del cambio”, ya han anunciado que estarían dispuestos a apoyar al Sr. Sánchez o
a cualquier otro de los 180 con ciertas condiciones. A saber: para empezar derecho
a la autodeterminación, con o sin referéndum, para Cataluña y País Vasco (si me
apuran para Galicia y el resto de los Países Catalanes como dicen los de
Compromis, también) y los presos etarras bajo la tutela del PNV o, para el caso
amnistiados, que ya está bien de “venganzas” según la impresentable portavoz de
BILDU. Y para continuar ya se sabe: ministerios sociales como Defensa o
Justicia para IU Podemos, amén del control sobre el CNI, los medios públicos de
Comunicación, etc. Pero, con todo, ya tendríamos a D. Pedro Sánchez Pérez Castejón
(de los Castejón sublevados contra la II República) como Presidente del
Gobierno de lo que pueda quedar de España. Y ya está. ¡Fácil! ¿Verdad? Nunca
más volvería hacer falta votar en Navidad, es más, sería imposible porque
seguramente sería borrada del calendario, por reaccionaria y por
heteropatriarcal que diría Garzón.
Santiago de Munck Loyola
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jueves, 25 de agosto de 2016
¿Regeneración o manita de pintura?
Da la sensación de que cuando se
habla de “regeneración democrática” o, simplemente, de “regeneración” cada
partido y, si se apura, cada político tiene una idea propia o un concepto
particular sobre su alcance y significado. La regeneración se ha convertido en
palabra talismán y ha pasado a ser de una palabra prohibida en el Partido
Popular a una palabra de moda que, incluso, puede abrir o cerrar la puerta del
gobierno para Mariano Rajoy. Ciudadanos ha impuesto al PP seis medidas
regeneracionistas para negociar la investidura de Rajoy como si esas seis
medidas fueran la clave para regenerar nuestro sistema democrático. Y se
equivocan. Se han dejado en el cajón muchas otras medidas que son más
importantes y que sí supondrían de verdad la manifestación de una auténtica
voluntad regeneracionista.
La regeneración democrática
significa volver a generar nuestro sistema democrático, sanearlo para acabar
con la desafección ciudadana al mismo. Significa podar todas las ramas del sistema
que con el paso del tiempo y su mal uso se han estropeado. Significa, en
definitiva, eliminar todo aquello que con los años y el abuso por parte de los
partidos y de buena parte de la clase política aleja al sistema democrático del
interés general. Regenerar es reformar para que la democracia se revitalice y
sirva más y mejor a los ciudadanos. Las seis medidas regeneradoras propuestas
por Ciudadanos son claramente insuficientes. Son sólo una pose para la galería
pero no abordan, ni de lejos, las causas que originan las insuficiencias
democráticas de nuestro sistema político.
Al hablar de regeneración hay que
hacerlo, al menos, de la necesidad de profundizar en la división de poderes, de
reformas que afectan a los agentes políticos (partidos y clase política), de
instaurar medidas más eficaces para combatir la corrupción y de reforzar la
democracia con más transparencia, más igualdad de oportunidades y más
participación ciudadana. Y no hay que olvidar que las medidas que pueden formar
parte de estas cuatro grandes áreas se entrecruzan en no pocos casos.
La división de poderes no puede
seguir siendo un mero enunciado que no se ajusta a la realidad institucional.
Los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, deben ser realmente
independientes si queremos que sirvan de contrapesos institucionales y cumplan
sus funciones sin interferencias mutuas. En este sentido, ya es hora de que los
partidos políticos a través del ejecutivo o el legislativo dejen de controlar a
la judicatura. Como también es hora de que el poder ejecutivo abandone el
legislativo. No tiene lógica alguna que miembros del poder ejecutivo como
alcaldes o incluso consejeros autonómicos y ministros formen parte de las
diferentes asambleas legislativas. O se pertenece al poder ejecutivo o al
legislativo, pero no a los dos a la vez. Y esto está íntimamente relacionado
con las reformas a impulsar que afectarían a la clase política: el
establecimiento de rígidas incompatibilidades y la prohibición de simultanear
varios cargos públicos.
Un asegundo gran bloque de
reformas a impulsar afectaría a los principales agentes políticos de nuestra
democracia, a los actores, partidos y clase política. Es imposible promover la
regeneración de nuestra democracia si los que han de ejecutarla siguen anclados
en los vicios políticos del pasado y presente. Es hora de trasladar a las leyes
una concepción de la política como vocación de servicio público temporal. El
político viene a servir a la sociedad, no a servirse de ella, su trabajo que es
voluntario no puede estar rodeado de privilegios y prebendas. Por ello, es
imprescindible la aprobación de un Estatuto del Cargo Público que entre otras
cosas establezca: la limitación salarial (ni un sueldo público por encima del
sueldo del Presidente del Gobierno), sometimiento al mismo régimen fiscal y de
pensiones que el de cualquier ciudadano, supresión de coches oficiales, salvo
para altos cargos, y su uso tributable como pago en especie, endurecimiento del
régimen de incompatibilidades, aplicación del principio de “una persona un solo
cargo”, limitación de mandatos, exigencia de experiencia previa profesional
para el acceso a cargo público y la eliminación de los aforamientos. En cuanto
a los partidos políticos sería necesaria una reforma de su Ley reguladora para fortalecer
el poder de decisión y de elección interna de los afiliados, reforzar las
garantías de los derechos de los mismos y reformar su sistema de financiación
para que no sea, en gran parte, a costa del contribuyente.
Una de las grandes lacras de
nuestro sistema es la corrupción y si prolifera es por varias razones. Una de
ellas es porque tanto las leyes sobre contratación pública como sobre el
territorio encierran una gran carga de subjetividad y, por tanto, de
arbitrariedad en el proceso de toma de decisiones. No basta con sacar a los
políticos como algunos proponen de las mesas de contratación que, al fin y al
cabo, se limitan a analizar y recomendar, sino que es imprescindible que las
normas reguladoras de la contratación pública y de la ordenación del suelo
fundamenten la toma de decisiones en criterios puramente objetivos. Y
entrelazando con la separación de poderes es evidente que desde la perspectiva
de la persecución de la corrupción el refuerzo de la independencia judicial
sería de gran ayuda.
Y, por último, el bloque referido
al refuerzo de las instituciones democráticas pasa necesariamente por una
reforma de la Ley Electoral
que, independientemente del uso del sistema proporcional o el mayoritario, como
mínimo iguale el valor del voto de cada ciudadano, sea de la provincia que sea,
instaure las listas abiertas y suprima la necesidad de avales a los partidos
sin representación parlamentaria. Del mismo modo, sería necesario impulsar una
reforma que permita investigar parlamentariamente la presunta financiación
ilegal de cualquier partido político, no sólo del PP, sin necesidad de que esa
investigación dependa de una mayoría parlamentaria. Un último aspecto que
redundaría a favor de la igualdad y la transparencia democrática, en detrimento
de los partidos como agencias de colocación,
sería reforzar la profesionalización de las administraciones públicas
prácticamente eliminando los miles de puestos de asesores y cargos de confianza
en las administraciones públicas.
Como puede verse se trata unas
cuantas pinceladas de lo que constituiría un proceso de regeneración
democrática con mucho más alcance y profundidad de lo que algunos ahora
enarbolan como “el no va más”. Y, seguramente, habrá muchas otras medidas aquí
no expuestas que bien podrían integrarse en un catálogo de auténtica política
regeneracionista. Pronto veremos si lo que estamos observando estos días es un
simple juego floral de cara a la galería o si, de verdad, ha empezado un auténtico proceso de regeneración democrática. Mucho me temo que a la vista de
los interlocutores nos vamos a quedar en lo primero.
Santiago de Munck Loyola
martes, 16 de agosto de 2016
CARTA ABIERTA A ORANGE.
En menos de 20 días, alguien ha accedido a mi cuenta de cliente de Orange y ha realizado pedidos de móviles por importe de 8.400 euros. Esta es la carta que he remitido a Orange quien es incapaz de detener estos intentos de fraude y de garantizar la confidencialidad y los accesos a mi cuenta de cliente.
Desde el pasado mes de julio
vengo sufriendo intentos de fraude que ya alcanzan un valor de 8.400 euros a
través del área de clientes de Orange. Dos intentos fueron el 26 y 27 de julio,
tres intentos fueron los días 9, 10 y 11 de agosto y ayer, día 15 un nuevo
intento. La sistemática siempre es la misma: alguien entra en mi carpeta de
usuario de Orange, denuncia la pérdida o extravío de mi móvil y el de mi mujer,
pide la restricción de llamadas, cambia mi teléfono de contacto, mi dirección
de correo electrónico y mi domicilio y, a continuación encarga dos móviles (los
más caros) para que le sean entregados de forma urgente.
Puesto en contacto con ustedes me
indicaron que debía denunciar los hechos ante la policía y, para ello, me
remitieron dos correos electrónicos con los números de pedido, dirección de
entrega, teléfono y correo de contacto del defraudador. Presenté denuncia con
el primer correo y amplié la misma con la recepción de su segundo e-mail,
remitidos ambos por cliente.tranquilidad@orange.com
Sin embargo, a pesar de haber sufrido 4 intentos más y a pesar de haberlo
solicitado en repetidas ocasiones, ustedes ahora se niegan a remitirme los
datos de los nuevos intentos de fraude con los que poder seguir ampliando la
denuncia ante la policía. Alegan para justificar su negativa la necesidad de
proteger los datos. ¿De qué hablan? Se trata de datos que me afectan
directamente, es decir, de pedidos que alguien hace a mi nombre a través de mi
carpeta de usuario en Orange. ¿Qué protección de datos se supone que están
ustedes haciendo? ¿La del defraudador? ¿Lo están encubriendo?
En repetidas ocasiones ustedes
han cambiado mi clave de usuario y, sin embargo, una y otra vez el defraudador
la burla y repite su jugada sin que a ustedes les extrañe nada. He sometido a
nueva limpieza mi ordenador por si acaso, he devuelto a los valores de fábrica
mi móvil, tal y como ustedes me indicaron, pero todo sigue igual. Ni siquiera
son capaces de responder a los correos que les remito para que adopten de una
vez las medidas necesarias para que esto no se repita más.
Su grado de incompetencia,
incapaces de asegurar la confidencialidad de los datos de sus clientes, y de
resolver un problema técnico como éste sólo es comparable al grado de
desatención y de desamparo que como cliente estoy sufriendo.
Es por ello que les comunico que
he decidido hacer todo lo posible para que los usuarios sepan cómo funcionan
ustedes y rescindir mi relación con ustedes, contratando a partir de hoy con
otra operadora.
Santiago de Munck
Loyola
Y ésta es la respuesta de Orange:
¡Hola!
Hemos recibido la documentación necesaria para gestionar tu solicitud. Si tenemos alguna duda o es necesario disponer de más información, contactaremos de nuevo contigo.
Si todo es correcto, procederemos a tramitar tu solicitud y te informaremos de ello.
Un saludo.
Tranquilidad Orange.
Hemos recibido la documentación necesaria para gestionar tu solicitud. Si tenemos alguna duda o es necesario disponer de más información, contactaremos de nuevo contigo.
Si todo es correcto, procederemos a tramitar tu solicitud y te informaremos de ello.
Un saludo.
Tranquilidad Orange.
Todo un detalle por su parte ¿no?
Santiago de Munck Loyola
https://santiagodemunck.blogspot.com.es
miércoles, 10 de agosto de 2016
Ciudadanos amaga.
Bueno, por fin algo se ha movido
desde el pasado 26 de junio. Ayer martes, Albert Rivera anunció que negociará
el apoyo de sus diputados a la investidura de Mariano Rajoy si antes el PP
acepta seis medidas para promover la regeneración democrática, uno de los
supuestos puntales ideológicos de la formación liderada por Rivera. Se trata de
seis medidas que pueden encajar perfectamente en un catálogo regeneracionista:
1. Apartar a imputados por
corrupción. Se trata de una propuesta lógica a la vez que compleja desde el
punto de vista jurídico pues es necesario preservar la presunción de inocencia
y, en todo caso, articular mecanismos de reposición de los derechos políticos
del imputado cuando resulta finalmente declarado inocente.
2. La eliminación los
aforamientos. Los más de 10.000 aforados que existen en España son una muestra
evidente del abuso de un instituto creado para defender el libre ejercicio de
la actividad política para quienes representan a la soberanía popular y que la
clase política ha hecho extensivo a toda suerte de cargos públicos.
3. Una nueva ley electoral. Ciudadanos
reclama listas desbloqueadas, la reforma del sistema de voto para los españoles
que viven en el extranjero y acabar con la ley D'Hondt, lo que fragmentaría aún
más el Congreso, pero no reivindica, como antes, la eliminación del filtro de
los avales para presentar candidaturas impuesto en 2011 por los socialistas y
que atenta al principio de igualdad entre los españoles para el acceso a cargos
públicos ni la reforma del sistema para garantizar la igualdad del valor del
voto entre los españoles de forma que no valga 3 veces más el voto de un
catalán que el de un alicantino, por poner un ejemplo.
4. Acabar con los indultos por
corrupción.
5. Limitar mandato a dos
legislaturas. Se trata simplemente de regular y extender una norma no escrita a
todas las administraciones públicas.
6. Mayor transparencia. Por
último, parece que esta exigencia viene ligada a la necesidad de investigar
parlamentariamente (porque judicialmente ya está en marcha) la financiación
irregular del PP, aunque lo lógico sería hacerla extensiva a todos los partidos
políticos.
Estas seis condiciones son
positivas porque, por una parte, su mera presentación supone un desbloqueo
parcial en el camino hacia un debate de investidura y, por otra, su contenido
encaja con una cierta voluntad de regeneracionismo político.
Sin embargo, da la sensación de que
Ciudadanos, por las razones que sean, no propone una regeneración democrática
en profundidad poniendo sobre la mesa de la negociación aspectos esenciales
para que la regeneración del sistema y, sobre todo, de los partidos políticos
sea una realidad. Se limita a proponer seis medidas que siendo
regeneracionistas no abordan ni plantean los problemas de fondo que han
conducido a la política española a los niveles en los que ahora se encuentra.
Se dejan en el tintero reformas
cruciales para que la regeneración del sistema político pueda avanzar y la
primera de esas reformas afecta al funcionamiento, estructura y financiación de
los partidos políticos que son los agentes que han de regenerar el propio
sistema. Unas de las principales causas de la corrupción son la falta de
democracia interna dentro de los partidos políticos, la incapacidad de la
militancia para elegir y controlar a sus candidatos en las instituciones así
como para fiscalizar la gestión económica de sus propios partidos y la ausencia
o limitación del debate interno. Del mismo modo, el sostenimiento de los
partidos políticos con cargo a los presupuestos públicos y su financiación
privada los desvincula de sus bases sociales y los empuja a la defensa de
intereses ajenos a las mismas.
Ciudadanos tampoco plantea al PP
una condición indispensable para la regeneración democrática como es
profundizar en la división de poderes y en la despolitización del poder
judicial. La confusión entre poder ejecutivo y legislativo es enorme y se ha
extendido a todos los parlamentos regionales. Una correcta interpretación de la
división de poderes debería conducir a que los alcaldes, por ejemplo, no puedan
simultanear su cargo municipal (poder ejecutivo) con un escaño en el parlamento
o asamblea autonómica. Por higiene democrática debería haberse puesto encima de
la mesa negociadora el principio de “una persona, un solo cargo público”, sea
retribuido o no. Y reforzar la independencia judicial haciendo que los partidos
políticos saquen sus zarpas de los procesos de designación de jueces y
magistrados es también una condición inexcusable para poder enarbolar la regeneración
democrática de la política.
Nada exige Ciudadanos sobre la
necesidad de acabar con los privilegios económicos y sociales de la clase
política a parte de la supresión de los aforamientos, privilegios de tipo
fiscal y tributario, de pensiones, de medios a costa de los contribuyentes,
etc.
Ni tampoco se plantean reformas
legislativas para acabar con los criterios subjetivos en manos de los políticos
en el ámbito de la legislación sobre contrataciones de las administraciones
públicas o sobre el suelo, dos de los grandes campos en los que la corrupción
ha florecido por doquier.
En definitiva, da la sensación de
que la propuesta de Ciudadanos, con ser en si misma positiva, responde más a un
movimiento táctico en busca del aplauso que a la necesidad de plantear un
verdadero cambio regeneracionista que necesariamente tendría que ir mucho más
allá de las seis condiciones impuestas al Partido Popular. Pero, algo es algo.
Santiago de Munck Loyola
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