Parece que las vestales han
vuelto, que han resucitado o que se han reencarnado en algunos de nuestros
líderes políticos. Las vestales, una excepción en el orden del clero pagano
romano, tenían la responsabilidad de mantener el fuego encendido del templo de
Vesta por lo que no podían alejarse mucho de ese lugar ya que eran duramente
castigadas si, estando de servicio, la llama sagrada se apagaba. Estas
sacerdotisas mantenerse vírgenes durante los treinta años que duraba su mandato,
pero gozaban de algunos privilegios en comparación con el estatus del resto de
las mujeres romanas.
Y al modo de las vestales da la
sensación de que líderes políticos como Rivera o Sánchez, por citar solo dos,
anteponen su supuesta obligación de velar por que no se apague el fuego sagrado
de sus respectivos programas a la necesidad de que España cuente con un
gobierno solvente y estable. Vírgenes, vírgenes políticas se entiende, la verdad
es que no lo parecen mucho. Ambos yacieron juntos para engendrar un pacto de
gobierno no viable y a ambos se les apagaron sus respectivas llamas sacrosantas
y programáticas, por lo que parece que fueron sancionados en las urnas el 26 de
junio.
Andan ahora mareando la perdiz
con la posibilidad de permitir o no que España pueda contar con un próximo
gobierno y hasta el más pintado se pierde con sus declaraciones o las de sus
acólitos. Van y vienen, suben y bajan, vetan o votan, pero todo antes de
sentarse a estudiar los papeles que, precisamente hoy, les ha entregado el
Presidente en funciones con las propuestas para un acuerdo. Tanto la dirección
del PSOE, como la de Ciudadanos ya han acordado el sentido de su voto en las
dos hipotéticas sesiones de investidura a las que habría de someterse Rajoy sin
haber leído una solo línea de las propuestas de acuerdos del Partido Popular y
sin que, y es lo más grave, ni tan siquiera sea seguro que vayan a producirse
esas sesiones de investidura.
Y cuando no se esconden tras la
llama sagrada del programa lo hacen tras la llama sagrada de la interpretación
de la voluntad de sus votantes. Olvidan, cuando les conviene, que nuestra
democracia no descansa en el mandato imperativo, sino en el representativo.
Dicen las últimas encuestas que 7 de
cada 10 votantes socialistas tienen
claro que, si fuera el único modo de que no se repitieran las elecciones, el
PSOE debería pactar reformas con el PP y permitir con su abstención que el
candidato popular pudiera poner en marcha un Ejecutivo. ¡Qué sabrán! ¿Quién
mejor que Sánchez y sus acólitos para interpretar la voluntad de sus votantes
en el Templo de Ferraz?
Tampoco podemos olvidar que según
Alberto Rivera "la regeneración democrática y política pasa por gente
nacida en democracia” y que, por tanto, él y los de su quinta están más que
legitimados para orientarnos y dirigirnos a los que, para bien o para mal,
nacimos antes de 1977. Un servidor contaba con 17 años cuando murió Franco y
vivió con plena conciencia e interés el nacimiento de nuestra democracia. Es
muy probable que por ello, el “vestal” pretendidamente centrista Rivera no haya
podido empaparse del verdadero significado de verbos como acordar, negociar,
pactar, consensuar, ceder o comprometer. Es una verdadera lástima que mientras
intentaba medrar en las NNGG del PP no dedicase algo de tiempo a aprender y a
aprehender un poco de lo que ocurrió durante la transición, de la capacidad de
acuerdo y de diálogo de políticos ideológicamente irreconciliables pero capaces
de ponerse de acuerdo para sentar las bases de la convivencia pacífica que hoy
aún disfrutamos. No negociaron minucias, no. No alcanzaron acuerdos para una o
media legislatura, no. Fueron capaces de algo mucho más grande, con sus
defectos sí, pero cuya vigencia y bondades nos alcanza de lleno.
El peligro, Sres. Rivera, Rajoy y
Sánchez, no es la vuelta a las urnas, salvo para ustedes. No traten de engañarnos una vez más. El peligro real para
España es que de sus conversaciones y pactos salga un gobierno débil, hipotecado
e inoperante que sea incapaz de ofrecer estabilidad, progreso y confianza para
combatir de una vez y con decisión las lacras del paro, de la corrupción y de
la ruptura de España. Ese sí que es un verdadero peligro. Afortunadamente aún
conservamos un rayo de esperanza, el mandato de las nuevas “vestales” no es de
treinta años.
Santiago de Munck Loyola