Hoy 3 de mayo de 2016, con la firma del Rey Felipe VI del
decreto de disolución de las Cortes Generales y de convocatoria de elecciones
generales a celebrar el próximo 26 de junio se cierra una corta, pero intensa
etapa política, que ha puesto de manifiesto tanto la incapacidad de los
partidos políticos tradicionales como de los nuevos para sacrificar sus
intereses partidistas en beneficio del interés general, la falta de cultura de
diálogo y de pacto de esta clase política y la supervivencia de los peores
vicios de la partitocracia rápidamente asimilados por los nuevos partidos.
Empieza la cuenta atrás para que los ciudadanos podamos
volver a votar y decidir cómo queremos que sea nuestro nuevo Parlamento y, por
tanto, el próximo Gobierno. Hay opiniones para todos los gustos, aunque la
mayoría se decanta por unos resultados parecidos a los del pasado mes de
diciembre. Hay una gran sensación de decepción y de frustración ciudadana por
la demostración de incapacidad de nuestros políticos, pero es difícil que ello
se traduzca en un gran cambio en los resultados electorales del próximo 26 de
junio. Los programas y los candidatos se van a mover muy poco por lo que no van
influir gran cosa en la decisión de los votantes. Y tampoco es muy probable que
vaya a ser determinante la constatación de la mezquindad e incapacidad de esta
clase política por mucho que una gran parte de la opinión pública las censure.
Probablemente pesarán más en la decisión del voto ciudadano el miedo a los
resultados de posibles pactos, ensayados ya en estos meses, reforzando el
sentido del voto del 20 de diciembre o el tedio con el consiguiente peligro de
un aumento de la abstención.
Los partidos culpables de que haya que repetir las
elecciones andan ahora proponiendo reducir los gastos electorales, como
queriéndose hacer perdonar su culpa. Propuesta que parece razonable si no fuera
porque siempre incumplen los topes previstos. Pero en todo caso se trata de una
propuesta que a los pequeños partidos, como Esperanza Ciudadana, no nos afecta.
Los pequeños partidos que vamos a concurrir a esta cita electoral nos
encontramos con muchas dificultades para poder hacerlo. De una parte una
injusta Ley Electoral que nos obliga a emplear muchos esfuerzos en reunir los
avales necesarios para poder presentar candidaturas quebrando con ello el
principio de igualdad. De otra, una nula repercusión de nuestras propuestas en
los medios de comunicación que, sin cortarse un pelo, te dicen de antemano que
o pagas publicidad o informativamente no existes por muy interesentes o
novedosas que sean tus propuestas.
En Esperanza Ciudadana hemos decidido intentar participar
nuevamente en estas elecciones generales. Nos lo impidieron con toda clase de
tretas y argucias legales el pasado 20 de diciembre, pero en esta ocasión no
van a poder impedirlo. Y vamos a participar con especial intensidad porque
estamos convencidos de que Alicante, más que nunca, necesita tener voz propia
en el Parlamento, una voz independiente que no se someta a intereses ajenos a
los de nuestra Provincia. Frente a la permanente discriminación presupuestaria
de Madrid y de Valencia, frente a la agresión a las libertades básicas ejercida
desde el tripartito valenciano, frente a la falta de regeneración de la vida
política y frente al catalanismo excluyente impulsado por la propia Generalidad
Valenciana, Esperanza Ciudadana se va a presentar a las elecciones como un
proyecto español, alicantino, de progreso y de libertad.
Somos conscientes de las enormes dificultades existentes
no solo para trasladar nuestras propuestas a la sociedad alicantina, sino
nuestra propia existencia. Y somos igualmente conscientes del peso del voto del
miedo y del voto útil que hará que mucha gente vote con la nariz tapada con tal
de alejar el peligro de un gobierno frentepopulista, pero estamos más que
convencidos de que pocas cosas puede haber más satisfactorias y gratificantes en
política que poder votar con el corazón en absoluta libertad.
Santiago de Munck Loyola