Translate

martes, 16 de junio de 2015

El Pacto del Botánico.


Pronto la administración autonómica cambiará de manos. Tras la desastrosa gestión del Partido Popular, la Generalidad Valenciana pasará a estar gobernada por un bipartito compuesto por el PSPV y Compromís, presidido por Ximo Puig, y apoyado parlamentariamente por Podemos. Estas tres fuerzas políticas han firmado el 11 de junio de 2015 un acuerdo, el Pacto del Botánico, que siendo desconocido por la mayoría de los ciudadanos marcará el rumbo político de los próximos cuatro años. Este acuerdo, que no llega a ser un programa de gobierno, fija una serie de directrices políticas que van más lejos, según algunos comentaristas políticos, de lo que el PSPV postulaba en su propio programa y obliga a este partido a asumir las propuestas de Compromís y Podemos.

El Pacto del Botánico se divide en cinco grandes grupos de propuestas: el Rescate de personas, la Regeneración democrática y lucha contra la corrupción, Gobernar para las personas, un Nuevo modelo productivo y una Financiación justa y auditoría ciudadana. En cada uno de estos apartados se enumeran una serie de propuestas y se hace, por regla general, de forma bastante imprecisa y, por supuesto, sin cuantificar. El trasfondo ideológico de este documento ya es conocido, llevamos meses escuchándolo en los medios de comunicación a los tertulianos de Podemos. Se promete establecer la renta garantizada de ciudadanía sin cuantificar, por supuesto su coste económico ni su alcance social; se promete “asegurar que todas las familias puedan acceder a un consumo mínimo” de luz, agua y gas y no cabe más remedio que preguntarse qué quieren decir con esto porque el derecho al acceso a un consumo mínimo de estos suministros ya existe y otra cosa muy diferente es lo relativo al pago de ese consumo mínimo. Cuando hablan de “todas las familias” ¿significa realmente todas?; prometen crear una “Oficina de lucha contra el fraude y la corrupción, que debe ser un organismo independiente con autonomía presupuestaria encargado de la investigación y la prevención”, es decir, más gasto público, otra poltrona innecesaria que pretende suplantar las funciones de la policía y la fiscalía; omiten, en el apartado de la regeneración, algo tan importante y elemental como potenciar las incompatibilidades para que nadie pueda ocupar simultáneamente dos cargos públicos; prometen una “auditoría ciudadana” de la deuda de la Generalidad pero no explican en qué consiste ese nuevo invento y proponen la “creación de una Agencia Tributaria propia, de acuerdo con lo establecido en el Estatuto de Autonomía” algo que, por cierto, no está recogido como tal en el Art. 69.1 del Estatuto y olvidan o desconocen, además, que ya ha sido creado al amparo de ese artículo el Instituto Valenciano de Administración Tributaria.

Pero este documento que es de por si preocupante por la falta de consistencia de muchas de sus medidas lo es también, además, por lo que omite y que afecta de forma especial a la discriminada Provincia de Alicante. No se olvidan los del tripartito de mencionar la reclamación de la Deuda Histórica al Estado, pero sí se olvidan de la Deuda Histórica de la Generalidad Valenciana con la Provincia de Alicante a la que lleva décadas discriminando presupuestariamente. Se trata de una deuda real y cuantificable que ningún partido salvo Esperanza Ciudadana se atreve a reconocer y a exigir. Reclaman la dotación de infraestructuras estratégicas pero no dedican ni una línea a las infraestructuras hidrológicas que nuestra sedienta provincia necesita para su agricultura y su desarrollo empresarial. Y, para colmo, dicen que van a impulsar la integración de las diputaciones en la Generalidad asfixiando así la más mínima capacidad gestora de carácter provincial.

En definitiva, el Pacto del Botánico no augura nada bueno para nuestra provincia. Ni por las políticas de sobrecarga del gasto público que pretende desarrollar con una administración ya arruinada, ni por la deliberada omisión de las necesidades más elementales para garantizar el progreso de Alicante. Si la Generalidad Valenciana ya ha demostrado su inviabilidad económica, terminará con esta línea por demostrar su inviabilidad política. Y sorprende mucho el silencio sobre este documento de los dos principales partidos de la futura oposición, quizás porque uno anda aún noqueado y porque el otro no se sabe si sube o si baja.

Santiago de Munck Loyola


domingo, 7 de junio de 2015

La hora de la reconstrucción.


Tras los resultados electorales del pasado 24 de mayo se empiezan a hacer públicos diferentes estudios que tratan de explicar qué es lo que realmente ha sucedido, cómo y por qué se ha producido este vuelco electoral. Uno de los primeros en aparecer ha sido un estudio publicado en el Diario ABC que trata de explicar dónde han ido a parar los votos de 1.500.000 de españoles que han dejado de votar al Partido Popular. Según apunta este diario la formación encabezada por Mariano Rajoy ha pasado de casi 8,5 millones de votos y 26.500 concejales a seis millones de votantes y 22.750 ediles. En porcentajes, el PP se ha dejado más de diez puntos: el 37,54 por ciento de los votantes españoles que apostaron por estas siglas en 2011 se quedaron el domingo en un 27,05 por cien de los sufragios. Según ABC “el resultado final apunta a que los votos perdidos por el PP que no han ido a parar a Ciudadanos han acabado nutriendo a la izquierda, rentabilizados por Podemos, bien porque una parte del electorado de centro que en su día confió en el PP ha virado hacia opciones de izquierdas, bien porque se han tornado en abstención”.

Sin embargo, más escandaloso es el resultado en la Comunidad Valenciana. De 1.211.000 votos obtenidos en 2011, el PP pasa a 653.000 votos en 2015, casi la mitad de sus votos perdidos, lo que en porcentajes supone pasar del 48,61 % al 26,25 %. De estos 558.000 votos perdidos parece que Ciudadanos recoge algo más de la mitad, 306.000 votos. Y algo parecido ha ocurrido en la Provincia de Alicante donde el PP pasa de 405.000 votos en 2011, a 223.000 en 2015, pescando C’s 114.000 votos. Todo parece indicar que el crecimiento electoral de Ciudadanos no se debe únicamente al trasvase de votos populares, sino también y considerando el derrumbe de UPyD, a la captación de votos del partido de Rosa Díez.

En resumen, prácticamente la mitad de los antiguos votantes del PP le ha retirado su confianza en la Comunidad Valenciana y en concreto en la Provincia de Alicante. Y casi la mitad de esos votos fugados ha ido a parar a un partido de centro izquierda, Ciudadanos, mientras que otra buena parte, casi la mitad, se ha refugiado en la abstención.

No puede ser más desolador el panorama electoral para el votante de centro derecha, al menos en nuestra provincia. Tiene ante sí un Partido Popular que además de haberle traicionado sistemáticamente y de haber gobernado a caballo entre la incompetencia y la inmundicia, no es capaz de iniciar un profundo cambio de estructuras y de proyecto. Siguen los mismos, sin asumir responsabilidades y con una única misión: encontrar un salvavidas personal en medio del naufragio. Y tiene ante sí pequeños proyectos políticos, unos incapaces de traspasar el dique mediático y otros incapaces de desprenderse de sus ataduras localistas para embarcarse en una gran tarea como es construir un proyecto alicantino moderno y anclado en los principios y valores abandonados por los populares.

Y, sin embargo, hay madera, hay leña con la que encender un buen fuego. Hay cerca de 100.000 alicantinos que han abandonado al PP y que se han abstenido y seguramente habrá más votantes populares que, vista la pusilánime reacción de sus dirigentes provinciales, terminarán por abandonarlo también.

No es hora de lamentos; no es hora de levantar miedos frente a quienes legítimamente han ganado las elecciones; no es hora de azuzar odios ni discordias. Es la hora de la generosidad, del trabajo, de la imaginación y de la política con mayúsculas. Es hora de construir entre todos un proyecto liberal, moderado, regenerador y alicantinista que ofrezca soluciones a los ciudadanos y que sepa exigir y conseguir lo que a esta tierra pertenece. Un proyecto político que no dependa de los despachos de Madrid, ni de Valencia o de Barcelona como en estos días vemos en relación a los pactos poselectorales. Es hora de ponerse manos a la obra y de converger voluntades, porque si no dentro de cinco meses los alicantinos seguiremos sin una representación genuina en las Cortes Generales.

Santiago de Munck Loyola