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jueves, 25 de agosto de 2016

¿Regeneración o manita de pintura?





Da la sensación de que cuando se habla de “regeneración democrática” o, simplemente, de “regeneración” cada partido y, si se apura, cada político tiene una idea propia o un concepto particular sobre su alcance y significado. La regeneración se ha convertido en palabra talismán y ha pasado a ser de una palabra prohibida en el Partido Popular a una palabra de moda que, incluso, puede abrir o cerrar la puerta del gobierno para Mariano Rajoy. Ciudadanos ha impuesto al PP seis medidas regeneracionistas para negociar la investidura de Rajoy como si esas seis medidas fueran la clave para regenerar nuestro sistema democrático. Y se equivocan. Se han dejado en el cajón muchas otras medidas que son más importantes y que sí supondrían de verdad la manifestación de una auténtica voluntad regeneracionista.



La regeneración democrática significa volver a generar nuestro sistema democrático, sanearlo para acabar con la desafección ciudadana al mismo. Significa podar todas las ramas del sistema que con el paso del tiempo y su mal uso se han estropeado. Significa, en definitiva, eliminar todo aquello que con los años y el abuso por parte de los partidos y de buena parte de la clase política aleja al sistema democrático del interés general. Regenerar es reformar para que la democracia se revitalice y sirva más y mejor a los ciudadanos. Las seis medidas regeneradoras propuestas por Ciudadanos son claramente insuficientes. Son sólo una pose para la galería pero no abordan, ni de lejos, las causas que originan las insuficiencias democráticas de nuestro sistema político.



Al hablar de regeneración hay que hacerlo, al menos, de la necesidad de profundizar en la división de poderes, de reformas que afectan a los agentes políticos (partidos y clase política), de instaurar medidas más eficaces para combatir la corrupción y de reforzar la democracia con más transparencia, más igualdad de oportunidades y más participación ciudadana. Y no hay que olvidar que las medidas que pueden formar parte de estas cuatro grandes áreas se entrecruzan en no pocos casos.



La división de poderes no puede seguir siendo un mero enunciado que no se ajusta a la realidad institucional. Los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, deben ser realmente independientes si queremos que sirvan de contrapesos institucionales y cumplan sus funciones sin interferencias mutuas. En este sentido, ya es hora de que los partidos políticos a través del ejecutivo o el legislativo dejen de controlar a la judicatura. Como también es hora de que el poder ejecutivo abandone el legislativo. No tiene lógica alguna que miembros del poder ejecutivo como alcaldes o incluso consejeros autonómicos y ministros formen parte de las diferentes asambleas legislativas. O se pertenece al poder ejecutivo o al legislativo, pero no a los dos a la vez. Y esto está íntimamente relacionado con las reformas a impulsar que afectarían a la clase política: el establecimiento de rígidas incompatibilidades y la prohibición de simultanear varios cargos públicos.



Un asegundo gran bloque de reformas a impulsar afectaría a los principales agentes políticos de nuestra democracia, a los actores, partidos y clase política. Es imposible promover la regeneración de nuestra democracia si los que han de ejecutarla siguen anclados en los vicios políticos del pasado y presente. Es hora de trasladar a las leyes una concepción de la política como vocación de servicio público temporal. El político viene a servir a la sociedad, no a servirse de ella, su trabajo que es voluntario no puede estar rodeado de privilegios y prebendas. Por ello, es imprescindible la aprobación de un Estatuto del Cargo Público que entre otras cosas establezca: la limitación salarial (ni un sueldo público por encima del sueldo del Presidente del Gobierno), sometimiento al mismo régimen fiscal y de pensiones que el de cualquier ciudadano, supresión de coches oficiales, salvo para altos cargos, y su uso tributable como pago en especie, endurecimiento del régimen de incompatibilidades, aplicación del principio de “una persona un solo cargo”, limitación de mandatos, exigencia de experiencia previa profesional para el acceso a cargo público y la eliminación de los aforamientos. En cuanto a los partidos políticos sería necesaria una reforma de su Ley reguladora para fortalecer el poder de decisión y de elección interna de los afiliados, reforzar las garantías de los derechos de los mismos y reformar su sistema de financiación para que no sea, en gran parte, a costa del contribuyente.



Una de las grandes lacras de nuestro sistema es la corrupción y si prolifera es por varias razones. Una de ellas es porque tanto las leyes sobre contratación pública como sobre el territorio encierran una gran carga de subjetividad y, por tanto, de arbitrariedad en el proceso de toma de decisiones. No basta con sacar a los políticos como algunos proponen de las mesas de contratación que, al fin y al cabo, se limitan a analizar y recomendar, sino que es imprescindible que las normas reguladoras de la contratación pública y de la ordenación del suelo fundamenten la toma de decisiones en criterios puramente objetivos. Y entrelazando con la separación de poderes es evidente que desde la perspectiva de la persecución de la corrupción el refuerzo de la independencia judicial sería de gran ayuda.



Y, por último, el bloque referido al refuerzo de las instituciones democráticas pasa necesariamente por una reforma de la Ley Electoral que, independientemente del uso del sistema proporcional o el mayoritario, como mínimo iguale el valor del voto de cada ciudadano, sea de la provincia que sea, instaure las listas abiertas y suprima la necesidad de avales a los partidos sin representación parlamentaria. Del mismo modo, sería necesario impulsar una reforma que permita investigar parlamentariamente la presunta financiación ilegal de cualquier partido político, no sólo del PP, sin necesidad de que esa investigación dependa de una mayoría parlamentaria. Un último aspecto que redundaría a favor de la igualdad y la transparencia democrática, en detrimento de los partidos como agencias de colocación,  sería reforzar la profesionalización de las administraciones públicas prácticamente eliminando los miles de puestos de asesores y cargos de confianza en las administraciones públicas.



Como puede verse se trata unas cuantas pinceladas de lo que constituiría un proceso de regeneración democrática con mucho más alcance y profundidad de lo que algunos ahora enarbolan como “el no va más”. Y, seguramente, habrá muchas otras medidas aquí no expuestas que bien podrían integrarse en un catálogo de auténtica política regeneracionista. Pronto veremos si lo que estamos observando estos días es un simple juego floral de cara a la galería o si, de verdad, ha empezado un auténtico proceso de regeneración democrática. Mucho me temo que a la vista de los interlocutores nos vamos a quedar en lo primero.



Santiago de Munck Loyola






miércoles, 10 de agosto de 2016

Ciudadanos amaga.




Bueno, por fin algo se ha movido desde el pasado 26 de junio. Ayer martes, Albert Rivera anunció que negociará el apoyo de sus diputados a la investidura de Mariano Rajoy si antes el PP acepta seis medidas para promover la regeneración democrática, uno de los supuestos puntales ideológicos de la formación liderada por Rivera. Se trata de seis medidas que pueden encajar perfectamente en un catálogo regeneracionista:

1. Apartar a imputados por corrupción. Se trata de una propuesta lógica a la vez que compleja desde el punto de vista jurídico pues es necesario preservar la presunción de inocencia y, en todo caso, articular mecanismos de reposición de los derechos políticos del imputado cuando resulta finalmente declarado inocente.
2. La eliminación los aforamientos. Los más de 10.000 aforados que existen en España son una muestra evidente del abuso de un instituto creado para defender el libre ejercicio de la actividad política para quienes representan a la soberanía popular y que la clase política ha hecho extensivo a toda suerte de cargos públicos.
3. Una nueva ley electoral. Ciudadanos reclama listas desbloqueadas, la reforma del sistema de voto para los españoles que viven en el extranjero y acabar con la ley D'Hondt, lo que fragmentaría aún más el Congreso, pero no reivindica, como antes, la eliminación del filtro de los avales para presentar candidaturas impuesto en 2011 por los socialistas y que atenta al principio de igualdad entre los españoles para el acceso a cargos públicos ni la reforma del sistema para garantizar la igualdad del valor del voto entre los españoles de forma que no valga 3 veces más el voto de un catalán que el de un alicantino, por poner un ejemplo.
4. Acabar con los indultos por corrupción.
5. Limitar mandato a dos legislaturas. Se trata simplemente de regular y extender una norma no escrita a todas las administraciones públicas.
6. Mayor transparencia. Por último, parece que esta exigencia viene ligada a la necesidad de investigar parlamentariamente (porque judicialmente ya está en marcha) la financiación irregular del PP, aunque lo lógico sería hacerla extensiva a todos los partidos políticos.

Estas seis condiciones son positivas porque, por una parte, su mera presentación supone un desbloqueo parcial en el camino hacia un debate de investidura y, por otra, su contenido encaja con una cierta voluntad de regeneracionismo político.

Sin embargo, da la sensación de que Ciudadanos, por las razones que sean, no propone una regeneración democrática en profundidad poniendo sobre la mesa de la negociación aspectos esenciales para que la regeneración del sistema y, sobre todo, de los partidos políticos sea una realidad. Se limita a proponer seis medidas que siendo regeneracionistas no abordan ni plantean los problemas de fondo que han conducido a la política española a los niveles en los que ahora se encuentra.

Se dejan en el tintero reformas cruciales para que la regeneración del sistema político pueda avanzar y la primera de esas reformas afecta al funcionamiento, estructura y financiación de los partidos políticos que son los agentes que han de regenerar el propio sistema. Unas de las principales causas de la corrupción son la falta de democracia interna dentro de los partidos políticos, la incapacidad de la militancia para elegir y controlar a sus candidatos en las instituciones así como para fiscalizar la gestión económica de sus propios partidos y la ausencia o limitación del debate interno. Del mismo modo, el sostenimiento de los partidos políticos con cargo a los presupuestos públicos y su financiación privada los desvincula de sus bases sociales y los empuja a la defensa de intereses ajenos a las mismas.

Ciudadanos tampoco plantea al PP una condición indispensable para la regeneración democrática como es profundizar en la división de poderes y en la despolitización del poder judicial. La confusión entre poder ejecutivo y legislativo es enorme y se ha extendido a todos los parlamentos regionales. Una correcta interpretación de la división de poderes debería conducir a que los alcaldes, por ejemplo, no puedan simultanear su cargo municipal (poder ejecutivo) con un escaño en el parlamento o asamblea autonómica. Por higiene democrática debería haberse puesto encima de la mesa negociadora el principio de “una persona, un solo cargo público”, sea retribuido o no. Y reforzar la independencia judicial haciendo que los partidos políticos saquen sus zarpas de los procesos de designación de jueces y magistrados es también una condición inexcusable para poder enarbolar la regeneración democrática de la política.

Nada exige Ciudadanos sobre la necesidad de acabar con los privilegios económicos y sociales de la clase política a parte de la supresión de los aforamientos, privilegios de tipo fiscal y tributario, de pensiones, de medios a costa de los contribuyentes, etc.

Ni tampoco se plantean reformas legislativas para acabar con los criterios subjetivos en manos de los políticos en el ámbito de la legislación sobre contrataciones de las administraciones públicas o sobre el suelo, dos de los grandes campos en los que la corrupción ha florecido por doquier.

En definitiva, da la sensación de que la propuesta de Ciudadanos, con ser en si misma positiva, responde más a un movimiento táctico en busca del aplauso que a la necesidad de plantear un verdadero cambio regeneracionista que necesariamente tendría que ir mucho más allá de las seis condiciones impuestas al Partido Popular. Pero, algo es algo.

Santiago de Munck Loyola


miércoles, 13 de julio de 2016

Las nuevas vestales.


Parece que las vestales han vuelto, que han resucitado o que se han reencarnado en algunos de nuestros líderes políticos. Las vestales, una excepción en el orden del clero pagano romano, tenían la responsabilidad de mantener el fuego encendido del templo de Vesta por lo que no podían alejarse mucho de ese lugar ya que eran duramente castigadas si, estando de servicio, la llama sagrada se apagaba. Estas sacerdotisas mantenerse vírgenes durante los treinta años que duraba su mandato, pero gozaban de algunos privilegios en comparación con el estatus del resto de las mujeres romanas.

Y al modo de las vestales da la sensación de que líderes políticos como Rivera o Sánchez, por citar solo dos, anteponen su supuesta obligación de velar por que no se apague el fuego sagrado de sus respectivos programas a la necesidad de que España cuente con un gobierno solvente y estable. Vírgenes, vírgenes políticas se entiende, la verdad es que no lo parecen mucho. Ambos yacieron juntos para engendrar un pacto de gobierno no viable y a ambos se les apagaron sus respectivas llamas sacrosantas y programáticas, por lo que parece que fueron sancionados en las urnas el 26 de junio.

Andan ahora mareando la perdiz con la posibilidad de permitir o no que España pueda contar con un próximo gobierno y hasta el más pintado se pierde con sus declaraciones o las de sus acólitos. Van y vienen, suben y bajan, vetan o votan, pero todo antes de sentarse a estudiar los papeles que, precisamente hoy, les ha entregado el Presidente en funciones con las propuestas para un acuerdo. Tanto la dirección del PSOE, como la de Ciudadanos ya han acordado el sentido de su voto en las dos hipotéticas sesiones de investidura a las que habría de someterse Rajoy sin haber leído una solo línea de las propuestas de acuerdos del Partido Popular y sin que, y es lo más grave, ni tan siquiera sea seguro que vayan a producirse esas sesiones de investidura.

Y cuando no se esconden tras la llama sagrada del programa lo hacen tras la llama sagrada de la interpretación de la voluntad de sus votantes. Olvidan, cuando les conviene, que nuestra democracia no descansa en el mandato imperativo, sino en el representativo. Dicen las últimas encuestas que  7 de cada 10  votantes socialistas tienen claro que, si fuera el único modo de que no se repitieran las elecciones, el PSOE debería pactar reformas con el PP y permitir con su abstención que el candidato popular pudiera poner en marcha un Ejecutivo. ¡Qué sabrán! ¿Quién mejor que Sánchez y sus acólitos para interpretar la voluntad de sus votantes en el Templo de Ferraz?

Tampoco podemos olvidar que según Alberto Rivera "la regeneración democrática y política pasa por gente nacida en democracia” y que, por tanto, él y los de su quinta están más que legitimados para orientarnos y dirigirnos a los que, para bien o para mal, nacimos antes de 1977. Un servidor contaba con 17 años cuando murió Franco y vivió con plena conciencia e interés el nacimiento de nuestra democracia. Es muy probable que por ello, el “vestal” pretendidamente centrista Rivera no haya podido empaparse del verdadero significado de verbos como acordar, negociar, pactar, consensuar, ceder o comprometer. Es una verdadera lástima que mientras intentaba medrar en las NNGG del PP no dedicase algo de tiempo a aprender y a aprehender un poco de lo que ocurrió durante la transición, de la capacidad de acuerdo y de diálogo de políticos ideológicamente irreconciliables pero capaces de ponerse de acuerdo para sentar las bases de la convivencia pacífica que hoy aún disfrutamos. No negociaron minucias, no. No alcanzaron acuerdos para una o media legislatura, no. Fueron capaces de algo mucho más grande, con sus defectos sí, pero cuya vigencia y bondades nos alcanza de lleno.

El peligro, Sres. Rivera, Rajoy y Sánchez, no es la vuelta a las urnas, salvo para ustedes. No traten de engañarnos una vez más. El peligro real para España es que de sus conversaciones y pactos salga un gobierno débil, hipotecado e inoperante que sea incapaz de ofrecer estabilidad, progreso y confianza para combatir de una vez y con decisión las lacras del paro, de la corrupción y de la ruptura de España. Ese sí que es un verdadero peligro. Afortunadamente aún conservamos un rayo de esperanza, el mandato de las nuevas “vestales” no es de treinta años.

Santiago de Munck Loyola



viernes, 5 de febrero de 2016

Formando gobierno: España lo único que no importa.


Las dos rondas de consultas del Rey con los líderes parlamentarios que se han saldado con la designación de Pedro Sánchez, uno de los grandes perdedores de las pasadas elecciones generales, para intentar formar Gobierno han servido, entre otras cosas, para ir avanzando y conociendo las verdaderas intenciones y ambiciones de los protagonistas políticos de estos días.

No está nada fácil el panorama político. El resultado de las últimas elecciones dejó un parlamento sumamente fragmentado en el que a las tensiones del eje izquierda derecha se suman las tensiones del eje centro periferia y la formación de un nuevo gobierno depende de la combinación y el equilibrio entre ambos ejes a la vez. Algo que complica extraordinariamente el panorama es la composición política de Podemos que combina en su interior la pugna de las tensiones de ambos ejes y, por tanto, su capacidad de alcanzar acuerdos parlamentarios está fuertemente condicionada a la primacía de uno de los dos ejes en disputa. Intentar jugar con la equivalencia o el equilibrio de ambos sin una clara definición estratégica es un juego que las demás fuerzas políticas no parecen dispuestas a aceptar. O pesa más la vertiente social o lo hace la territorial, pero las dos a la vez parece difícilmente asumible por algunos de sus hipotéticos aliados de Gobierno. La duda que sí ha despejado Podemos, desde el primer momento, es que quiere sillones en la Moncloa (una Vicepresidencia y seis ministerios), que tiene decidido para quién son (el Sr. Sánchez, si alcanza la Presidencia, se los tendría que comer) y que vetan a determinados socialistas, como al Sr. Jordi Sevilla, para determinados ministerios. ¿Para hacer qué? No está muy claro lo del programa de gobierno. Ya no se sabe si se trata de un programa seudo -bolivariano, socialdemócrata danés o greco – luso. Minucias. Lo importante es pillar “cacho”.

Mariano Rajoy, pírrico ganador de las elecciones, declinó la oferta del Rey para intentar formar gobierno eludiendo así tener que someterse a una sesión de investidura para la que no le salían las cuentas. El “no es no”, sectario e intransigente, de Pedro Sánchez no abría las puertas, ni tan siquiera, para negociar una posible abstención del PSOE en la sesión de investidura para que un hipotético gobierno del PP y C’s (163 escaños) pudiera iniciar la legislatura. La única opción que le quedaba al PP para haber podido encarar esa sesión de investidura era negociar abstenciones con Podemos o los independentistas, algo absolutamente impensable. Mariano Rajoy evitó así un desgaste personal ante una sesión infructuosa pero, con ello, impidió a los españoles que pudieran conocer las contradicciones de sus adversarios y la ausencia real de una alternativa sólida basada en ideas y programas y no sólo en el reparto de poltronas.

Puestas así las cosas, el Rey encargó al “líder” socialista Pedro Sánchez que intentara someterse a la investidura para ser elegido Presidente del Gobierno. Pedro Sánchez lo estaba deseando porque sus días al frente del PSOE, tras haberle conducido a los peores resultados electorales de su historia, estaban contados. Y va a hacer todo lo posible por conformar una mayoría suficiente para ser investido, aunque después no pueda gobernar. No se trata, ni mucho menos, de la defensa de un proyecto para España, sino simplemente de una cuestión de pura supervivencia política personal. O lo consigue o los “barones” le jubilan ya. Ahora, el que se negaba a hablar con el PP con su “no es no”, quiere hablar con ellos para pedirles que se abstengan, para hacer exactamente lo mismo que él se negó a hacer y poder conformar un posible gobierno con Ciudadanos (130 escaños) o con Podemos + IU (161 escaños). Y no le faltan corifeos al Sr. Sánchez que apelan al “patriotismo” del PP para que se abstenga (no tuvieron valor para pedirle lo mismo a Sánchez) y evite así un gobierno más radical o la repetición de elecciones que, con la reciente encuesta del CIS en la mano, no augura cambios electorales positivos. Y aprovechando que al PP le ha explotado un nuevo escándalo de corrupción en Valencia, el Sr. Sánchez intenta deslegitimar al PP aún más para que pueda formar Gobierno, aunque eso sí, no lo suficiente como para no querer contar con su abstención. Pero el Sr. Sánchez, en ese juego tan hipócrita de airear la corrupción ajena y esconder la propia, olvida que mientras pretende presentarse como el Mr. Proper de la política a su partido le llueven los escándalos de corrupción, aunque la mayoría de los medios de comunicación usen sordina con ellos. 

Como bien recordaba un amigo (Juan Gayá) en la misma semana que saltaba el escándalo del PP de Valencia  se ha hecho público el informe de la Intervención de la Junta de Andalucía que cifra en 3.000 millones de euros el dinero perdido en los cursos de formación; han dimitido el Viceconsejero de Igualdad y Políticas Sociales de la Junta de Andalucía al ser imputado en el caso de los ERES, y el Interventor General de la Junta, al tener que comparecer en una Comisión de Investigación del Parlamento sobre el fraude de los cursos de formación; anticorrupción pide prisión para el Viceconsejero socialista del gobierno de Aragón por el saqueo de 147 millones de euros; la alcaldesa socialista de Jerez ingresa en la cárcel para cumplir cuatro años y seis meses de prisión; se hace público que las empresas del ex viceconsejero de la Junta Ojeda recibieron 52 millones en subvenciones para cursos de formación; es noticia que han desaparecido de la caja del ayuntamiento socialista de Dos Hermanas 1.870.669 €, según la Cámara de Cuentas; dimite el Alcalde Socialista de Punta Umbría ( Operación Eduende) por autoconcederse ayudas para cursos de formación a una empresa de la que era administrador; anticorrupción pide al juez que cite a declarar como imputados a los ex presidentes de la Junta de Andalucía, Chaves y Griñán y a los ex Consejeros Viera, Carmen Martinez Aguayo, Ávila y Zarrías; la Audiencia Nacional juzga el 2 de febrero al ex Presidente de la Caja Castilla la Mancha, el socialista Hernandez Moltó, acusado de un delito societario al falsear las cuentas de dicha entidad a la que el Estado tuvo que aportar 9.000 millones de € para su rescate. El PSOE tiene abiertas 264 causas judiciales por corrupción. Más que el PP. Este hecho no puede servir de ninguna manera para justificar lo que ha hecho gente del PP y ni la pasividad y lentitud de este partido para atajar el problema. Pero es indudable que el Sr. Sánchez debe buscarse otro argumento, ser más sincero y honesto para alcanzar cierta credibilidad a la hora de justificar por qué con el PP ni agua. Porque si la justificación es la corrupción ajena, también el PSOE es merecedor de un cordón sanitario.

Durante las próximas semanas se irán despejando muchas incógnitas. Descartados desde el primer día el patriotismo de muchos, la responsabilidad política, el sentido de Estado y el espíritu de consenso ante una de las situaciones más extraordinaria y peligrosa para la supervivencia de España como Nación hay poco margen para la esperanza. La vieja clase política y la nueva se están fundiendo en una misma cosa y las consecuencias de ello las pagaremos, una vez más, todos los ciudadanos.



Santiago de Munck Loyola 

lunes, 28 de diciembre de 2015

Incertidumbre política.


Ha pasado una semana desde la celebración de las elecciones generales y el horizonte de la gobernabilidad de España sigue tan nublado o más a como lo estaba a la luz de las encuestas electorales previas. El resultado electoral dejado por las urnas es sumamente complejo y, sea cual fuere, la combinación de partidos que sea capaz de formar un gobierno, todo parece indicar que la legislatura no se agotará. En lo que parecen coincidir los expertos económicos es en que este complejo resultado electoral, además de entorpecer la formación de un Gobierno sólido, puede ralentizar la incipiente y frágil recuperación económica y restar al crecimiento de nuestra economía entre medio punto y un punto del PIB. Algunos economistas van más lejos y calculan que hasta la mitad del avance previsto de crecimiento para el 2016,  el 3% estimado, puede perderse.

Así que los resultados de la jornada electoral nos dejan como regalo no sólo la incertidumbre de la gobernabilidad, sino también y unido a ello un frenazo económico para el año 2016. Mariano Rajoy y su equipo son los responsables del pésimo resultado electoral obtenido por el Partido Popular. Han dinamitado a la derecha española y han puesto en serio peligro la gobernabilidad de España y la recuperación de su economía. Está claro que no se trataba sólo de arreglar la economía sino de hacer Política, de cumplir el programa, de atender a las personas, de abrirse a la sociedad, de escuchar a la militancia, de democratizar el partido y de combatir la corrupción. No han sabido, querido o podido hacerlo y ésto es lo que han cosechado. Desde la soberbia no se puede gobernar. Y si no leen bien los resultados, si se duermen en la autocomplacencia terminarán por destruir lo que tantos años y esfuerzos costó a decenas de miles de honrados militantes populares. La falta de autocrítica en las filas populares es asombrosa y constituye, en todo caso, el anticipo de nuevas y mayores derrotas. “Hemos ganado” repiten machaconamente los voceros populares y se conforman con ello en lugar de ponerse manos a la obra para corregir todo aquello que les ha llevado a perder la confianza de más de 4 millones de ciudadanos. Ser los primeros no es ganar cuando se trata de poder o no gobernar. En cualquier democracia avanzada un candidato que pierde 65 escaños y 4 millones de votos presentaría inmediatamente su dimisión al frente de su partido.

Y otro tanto ocurre con el principal partido de la oposición. “Hemos salvado los muebles” dicen y no se plantean por qué un partido que ha sido un pilar básico del sistema político no ha sido capaz de rentabilizar su labor de oposición y ha perdido 20 escaños y 1,5 millones de votos. En Gran Bretaña, en Francia o Alemania un líder de la oposición que hubiese cosechado el mismo resultado que Pedro Sánchez ya habría dimitido de forma inmediata e irrevocable.

La falta de reacción de los dos grandes partidos a la hora de reconducir las estrategias y las políticas que les han llevado hasta estos malos resultados ¿querrá decir que son incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos y que son irrecuperables como instrumentos para canalizar la participación política de los ciudadanos? Sólo el tiempo lo dirá aunque los primeros signos no son alentadores. Algunos dan ya por muerto el bipartidismo imperfecto que venía imperando en nuestro sistema político pero no parece que el grado de consolidación y de cohesión de los partidos llamados emergentes sea aún lo suficientemente alto como para lograrlo.

Tenemos por delante unas semanas bastante intensas en las que observaremos los movimientos tácticos de cada partido para intentar la formación de un gobierno más o menos estable. Ya de antemano hay que resaltar el trazado de las famosas “líneas rojas” por parte de algunos. Destacan las de Ciudadanos por un lado respecto a Podemos por la voluntad manifiesta de esta formación de romper la soberanía nacional y por otro las propias de Podemos tratando de imponer al PSOE, como condición ineludible para cualquier pacto, que los socialistas traguen con la ruptura de la soberanía nacional y acepten la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Veremos donde queda todo. Mientras tanto mejor mantenerse en modo “pre-elecciones” por si acaso.

Santiago de Munck Loyola


viernes, 11 de diciembre de 2015

Votar nulo, una opción razonada y razonable.


Una reciente encuesta realizada por el Instituto DYM arroja unos curiosos resultados sobre la intención de voto considerando la ideología de los entrevistados.  A nueve días de las elecciones generales parte del electorado sigue dudando, sin saber qué hacer o por quién optar.

Según esta encuesta la mayor parte de los indecisos se encuentra entre quienes se consideran de centro. El 53,6% de ellos todavía no manifiesta su voto frente a un 46,4% que sí lo tiene decidido. De éstos, los que ya lo tienen decidido, el 15,2% apuesta por Ciudadanos y el 10,2%, por el PSOE.

Entre los que se definen como de centro-derecha un 66,4 % ya tiene decidido su voto. Parece que lo tienen más claro: un 30,8% para el PP y casi un 20% para Ciudadanos. Y de los que se etiquetan como votantes de derechas, el 65,3% ya tiene claro su próximo voto: el 42,5% se inclina por el PP y un escaso 6,6% por Ciudadanos. Resulta cuando menos llamativo que un partido que se autodefine como de centro izquierda coseche tan buenas expectativas entre los votantes, sobre todo, de centro-derecha. O bien el partido naranja es muy camaleónico o bien buena parte de su electorado carece de escrúpulos ideológicos o programáticos.

Pero, si uno se identifica con posiciones políticas de centro, de centro-derecha o de derechas, si vive en la Provincia de Alicante, si cree en la regeneración política y si además quiere ejercer su voto el próximo 20 de diciembre con coherencia y con responsabilidad, la verdad es que lo tiene bastante difícil porque las ofertas electorales que finalmente concurren son bastante limitadas y adolecen de bastantes defectos y carencias como para poder elegir una de ellas con plena satisfacción. Eliminada de forma arbitraria e injusta la candidatura de Esperanza Ciudadana, la única candidatura alicantinista y regeneradora, algunos nos tenemos que plantear a quién votar en las elecciones generales. No se trata de elegir a unos para evitar que otros ganen, sino de elegir la opción política que por su trayectoria y sus propuestas pueda defender mejor los intereses de los alicantinos desde unos principios ideológicos concretos, los que no comparte la rancia izquierda que ahora gobierna nuestras tierras.

Desde esta perspectiva, es decir, desde la coherencia con determinados principios y valores, la opción de Ciudadanos es plenamente descartable. Su posicionamiento ideológico, sus propuestas fiscales, su intervencionismo, sus tics autoritarios internos y su compadreo con el Gobierno Socialista en una de las Comunidades Autónomas más castigada por la corrupción no son elementos suficientes como para poder compensar los aspectos positivos de su programa, que los tiene. Y este descarte se reafirma, además, si se tiene en cuenta el posicionamiento de los concejales de Ciudadanos a lo largo y ancho de la Provincia de Alicante en la que desgraciadamente este partido se ha nutrido en muchos casos de un aluvión de oportunistas sin escrúpulos.

Por el lado derecho, tampoco parece que VOX sea una opción válida para los ciudadanos comprometidos con Alicante, con la regeneración y con los valores del centro-derecha. En un tiempo record, lo que nació como un proyecto ilusionante al servicio de unos determinados valores se ha convertido en un instrumento de supervivencia personal del prototipo de la casta política, en un experimento fallido en el que la democracia interna agoniza y en un proyecto escorado cada vez más hacia posiciones ultraconservadoras. Un partido en el que sus máximos dirigentes no predican con el ejemplo personal.

Y la última opción a valorar es la que representa el Partido Popular. Dejando al margen consideraciones personales hay una serie de hechos objetivos que no invitan precisamente a votarle. Hacer un repaso de los sistemáticos incumplimientos del programa del año 2011 y de sus propios principios llevaría páginas enteras: el Plan Hidrológico Nacional, la Ley de Memoria Histórica, la regulación del aborto, la bajada de impuestos, la lucha contra el endeudamiento público, la independencia de la Justicia, los recortes de prestaciones públicas, la hoja de ruta de ZP respecto a ETA, etc. La lista de incumplimientos sería tan larga como la lista de casos de corrupción que salpican a cargos públicos del PP. A ello se podría añadir la falta de democracia interna cuyo mejor reflejo es la propia candidatura popular al congreso por la Provincia de Alicante, impuesta desde Madrid y con un paraca a la cabeza, o la candidatura al Senado encabezada por una acaparadora de empleos públicos, como Adela Pedrosa, prototipo de los profesionales de la política en el peor sentido de la expresión. Nada pues invita a otorgar el voto al PP que en nuestra provincia sigue siendo dirigido por los responsables de su hundimiento electoral, por los protectores de los comportamientos políticos más indignos y por los enemigos declarados de la regeneración democrática como son el Sr. Ciscar y su acólito el Sr. JJ Zaplana. Un partido que utiliza los escaños de nuestra provincia, no para defenderla, sino para colocar a sus dirigentes sin sitio en su propia circunscripción electoral, no merece la confianza de los ciudadanos alicantinos ni de centro, ni de centro-derecha, ni de derechas.

Ante este triste panorama, abstenerse no es una solución. Votar en blanco supone que el voto terminará sumando como resto a alguno de los partidos mayoritarios gracias a la denostada ley electoral. No queda, por tanto, otra salida responsable que la del voto nulo para la gente que no es de izquierdas, para los ciudadanos que quieren que nuestra provincia recupere el protagonismo y la importancia que le han robado durante tantos años y para todos cuantos quieren una regeneración profunda del sistema político. Una regeneración desde los valores de la libertad, la democracia, la transparencia, la ejemplaridad, la defensa de la familia, la vida, la defensa del medio ambiente, la solidaridad, la igualdad de derechos entre los españoles y la unidad de España. No queda otra opción sensata y responsable que la del voto nulo. Y un servidor lo hará el próximo 20 de diciembre. No me van a engañar más.

Santiago de Munck Loyola


lunes, 23 de marzo de 2015

El anticipo andaluz.


Parece que los resultados de las elecciones andaluzas no han diferido mucho de lo que venían vaticinando las encuestas publicadas. El PSOE con Susana Díaz ha desbancado al PP como partido más votado en Andalucía. Susana Díaz ha logrado repetir, aunque perdiendo más de 100.000 votos, el número de escaños con los que contaba en el Parlamento andaluz. Con ello, el PSOE ha resistido bastante bien el crecimiento de PODEMOS, pero no ha logrado el objetivo que se propuso Susana Díaz al anticipar estas elecciones: lograr una mayor estabilidad parlamentaria para el gobierno andaluz. Todo lo contrario, esta convocatoria anticipada ha servido, y a la vista está, para que la gobernabilidad sea aún más difícil. No va a pactar con el PP ni con PODEMOS, así lo anunció Susana Díaz en repetidas ocasiones. Y para poder pactar con Ciudadanos, salvo que éstos incumplan su palabra en favor de la gobernabilidad, el PSOE debería deshacerse de Chaves y Griñán por su vinculación con los mayores casos de corrupción de la historia de España, el caso de los ERE’s y el de los cursos de formación. Pronto lo veremos.

El PP por su parte se ha llevado un varapalo sonado. Ha perdido su condición de partido ganador, el partido más votado en Andalucía, para pasar a la segunda plaza y, con ello, ha pasado de 50 a 33 escaños. Casi un 40 % de los andaluces que en 2012 votaron al PP ha dejado de hacerlo. Casi la mitad de esos ex votantes del PP se ha decantado por el candidato ex socialista de Ciudadanos y por un programa de centro izquierda y la otra mitad seguramente se ha decantado por la abstención o, incluso, por PODEMOS, como en las últimas elecciones europeas. El PP no ha sabido rentabilizar su labor de oposición, ni el impresionante desembarco de ministros durante la campaña electoral ni los efectos de la recuperación económica que aún no son percibidos por la inmensa mayoría de los ciudadanos. La falta de reacción del PP frente a sus propios casos de corrupción, su inmovilismo regenerador y su falta de democracia interna subrayada con el nombramiento a dedo del candidato Moreno, han debido pesar en la decisión de los votantes fugados. Moreno era una apuesta personal de Mariano Rajoy, la expresión más pura del dedazo, y la apuesta ha fracasado. Nadie asumirá responsabilidad política alguna por ello, lo veremos.

Izquierda Unida ha sido el otro gran perdedor de estas elecciones. No ha rentabilizado su gestión compartida con el PSOE en la Junta y seguramente su tibieza, cuando no complicidad, en las investigaciones parlamentarias sobre los ERE’s le ha pasado factura. Su voto se ha ido con los podemitas, lo que sin duda constituye una mala noticia para la estabilidad y futuro de una izquierda necesaria y responsable.

Con todo, el votante de derechas que cree en la decencia, en la participación, en la ejemplaridad y en las políticas serias al servicio de los ciudadanos y no de los poderosos sigue sin encontrar su partido. Vox ha perdido la mitad de los votos que obtuvo en las elecciones europeas y cada día es más evidente que se ha transformado en el chiringuito de un líder para su sustento personal. Buena parte de los antiguos votantes del PP han apostado por Ciudadanos porque representa un soplo de aire fresco en la coyuntura actual y pesan más sus propuestas regeneradoras que las medidas de su programa ideológicamente alejadas del pensamiento liberal conservador.

Estas elecciones son, sin duda, un anticipo de las tendencias electorales que en dos meses se concretarán en las elecciones municipales y autonómicas: el PSOE no va remontar allí donde no toque poder, el PP se va a estrellar, los podemitas y Ciudadanos van a crecer e Izquierda Unida va a ser fagocitada. Queda poco tiempo para enderezar las estrategias y algunos partidos son extremadamente lentos en sus reacciones. El toro les va a pillar.

Santiago de Munck Loyola


lunes, 26 de mayo de 2014

Elecciones europeas: varapalo general.


Cerradas las urnas y finalizado el recuento de los votos, empieza la resaca electoral o la comedia titulada “todos hemos ganado”, aunque en muchos casos la procesión vaya por dentro. Lo cierto es que el análisis de los resultados electorales será muy diferente, incluso contradictorio, según se haga desde las portavocías de los partidos políticos o por los analistas políticos en los medios de comunicación.

Tras una aburrida campaña en la que los problemas reales de Europa y de los propios ciudadanos españoles han estado bastante ausentes se abre un nuevo panorama político según los resultados electorales. Hay que señalar, en primer lugar, que aunque algunos interesadamente pretendan lo contrario no es posible extrapolar estos resultados al ámbito de la política interna. Los resultados de las elecciones europeas son orientativos de ciertas tendencias políticas, de ciertos movimientos en el ámbito doméstico, pero no pueden ser tomados como un reflejo exacto, de un pronóstico certero de lo que hubiera ocurrido o de lo que va a ocurrir en el caso de que se tratase de unas elecciones nacionales, autonómicas o municipales. Conviene, en segundo lugar, hacer un repaso pausado de la serie histórica de los datos electorales en comicios europeos anteriores para poder evaluar en su justo término el significado y la trascendencia de esta votación.

Tradicionalmente, los electores no tenemos conciencia de la verdadera trascendencia e importancia de los comicios europeos. Tenemos la sensación de que Europa nos queda lejos y que, por tanto, no nos jugamos gran cosa en el partido. Y de ahí que la participación sea escasa. Si a ello sumamos que la campaña electoral que los contendientes desarrollan no invita precisamente a la participación y que supone un elemento más de desmovilización electoral, es perfectamente comprensible que el auténtico ganado de estas elecciones europeas sea la abstención. Y el triunfo sin paliativos de la abstención es un auténtico fracaso de todos los partidos que han concurrido, desde Podemos de Pablo Iglesias hasta el PP de Arias Cañete. Juntos no han sido capaces de convencer a los votantes de que hagan uso de su derecho al voto, de que sean actores en el sistema político.

El segundo gran dato que a primera vista observamos es el fuerte castigo que han sufrido los dos gran partidos, el PP y el PSOE, que juntos no llegan a sumar el 50 % de los sufragios cuando antes superaban el 80%. Es un varapalo sin paliativos para el partido del Gobierno y para el partido que se pretendía ser su alternativa, para dos partidos cuyas candidaturas habían sido impuestas a dedo.  El PSOE sigue en caída libre sin ser capaz de rentabilizar su posición de oposición. Tras su desastrosa etapa de gobierno no ha sido capaz de realizar la más mínima autocrítica, no ha procedido a regenerarse y no es capaz de construir un discurso nacional y alternativo. Para colmo se ha empeñado en la campaña en centrarse en un error dialéctico de su adversario, como si el machismo fuese el principal de nuestra sociedad, ratificando con ello lo que era evidente, que la Sra. Valenciano carecía de suficiente talla política para tan alta misión. El voto de la izquierda se ha fragmentado como nunca. El desmoronamiento socialista ha alumbrado y propiciado parte del crecimiento de UPyD, el de IU y el de la extrema izquierda de Podemos, un conglomerado antisistema por la izquierda tan peligroso para la democracia como por la derecha el de Nuevo Amanecer en Grecia.

Y si el varapalo al PSOE ha sido sonado, no lo ha sido menos el que ha recibido el Partido Popular. Hoy mismo, el director de la campaña popular, Carlos Floriano, en declaraciones a un medio de comunicación achacaba este varapalo a que el votante popular o bien no había aceptado o bien no había comprendido la actuación del Gobierno de Mariano Rajoy. Ni una sola frase de autocrítica. Y se equivoca: el votante popular ha comprendido perfectamente el alcance de las medidas de Rajoy y no las acepta porque suponen lisa y llanamente una traición a los principios políticos y al propio programa electoral del Partido Popular. Por ello, la inmensa mayoría de la abstención proviene de las filas del centro derecha español. Mientras la izquierda y la ultraizquierda se han movilizado y ahí están los resultados, el votante de centro derecha en gran medida ha preferido no votar. El PP ha perdido, respecto al año 2009, más de un 16 % de sus votantes y sólo una parte de los mismos ha sido recogida por partidos como UPyD, Ciudadanos o VOX. En concreto y suponiendo que todo el incremento de UPyD provenga del PP, que no es así, estos partidos han recogido el 9,1 % de los votos. Es muy probable que parte del crecimiento de UPyD provenga de antiguos votantes del PP, algo curioso tratándose de un partido de izquierdas, y otra parte de ex votantes socialistas. Y ciudadanos y VOX por su parte han crecido a costa del Partido Popular, eso es indudable, pero no han sabido o no han podido capitalizar eficientemente el desencanto del votante popular, pese al triunfalismo de Ciudadanos que en Cataluña, su feudo, no ha obtenido unos resultados precisamente brillantes.

Debería abrirse ahora un serio período de reflexión y, consecuentemente, de reacción en los partidos políticos, sobre todo, entre los que hasta ahora han venido siendo la base de la estabilidad del sistema político. Si no son capaces de renovarse, de conectar con los problemas reales de los ciudadanos, de ofrecer soluciones, de ser ejemplares, de acabar con la corrupción, de regenerarse y de regenerar el propio sistema democrático serán dinamitados políticamente y con ellos el propio sistema del que se han venido sirviendo impunemente en detrimento del interés general.

Santiago de Munck Loyola