Al día de hoy y tal y como van
las cosas, no podemos saber si antes del próximo 2 de mayo habrá o no acuerdo
de gobierno de la mano del socialista Pedro Sánchez, pero una cosa es segura:
si finalmente hay fumata blanca no será porque hayan prevalecido los principios
políticos, sino más bien los cálculos electorales hechos sobre las previsiones
ante una nueva convocatoria electoral.
Sabemos que el valor de la
palabra de nuestros políticos, de la casta o de la nueva casta, es más bien
escaso. Siempre encuentran algo que justifique sus constantes rectificaciones.
Se han enfrascado en un juego de estrategias en el que lo que hoy se afirma con
aplomo, mañana mismo puede ser matizado o desmentido según reaccionen los otros
participantes en el juego. Basta recordar la evolución dialéctica del podemita
Pablo Iglesias que es capaz sin soltarse la coleta del “yo no formaré parte de un gobierno que yo no presida” al “quiero la vicepresidencia y seis carteras
con Pedro Sánchez de Presidente” y posteriormente al “si mi nombre es un obstáculo renuncio a la vicepresidencia”.
La cuadratura del círculo es uno
de los viejos problemas de las matemáticas y de la geometría sin resolver. Estos
días asistimos a un espectáculo esperpéntico ideado a mayor gloria de su
promotor, el perdedor de las últimas elecciones generales, el Sr. Pedro Sánchez
que pretende construir un gobierno triangular contando tan sólo con dos puntos
posibles sobre el plano del tablero político. El Sr. Sánchez sólo cuenta hasta
ahora con el acuerdo con Ciudadanos, un punto en el tablero. Y si renunciara a
ese acuerdo quizás podría contar con un acuerdo con Podemos, otro punto y
menudo punto del tablero político. Pero lo que le han dicho tanto Ciudadanos como
Podemos, por activa y por pasiva, es que el triángulo amoroso no puede ser, que
es imposible. Ciudadanos afirma de momento que un gobierno con Podemos es
imposible, que ellos no estarían y que, incluso, no estando se opondrían a tal
hipótesis. La negativa de Ciudadanos se irá fortaleciendo además en la medida
que las encuestas le sean favorables para el caso de unas nuevas elecciones.
Podemos, por su parte, le ha pedido al Sr. Sánchez dos cosas básicas: la
vicepresidencia y seis ministerios y que se divorcie de Ciudadanos. Y además
Podemos no va sólo, quiere un gobierno basado en el PSOE, en Podemos y en los
independentistas.
Así que el Sr. Sánchez lo tiene
francamente difícil para hacerse con la Presidencia del Gobierno. Un Gobierno triangular
es imposible de todo punto porque imposible es mezclar el aceite con el agua. Y
un Gobierno con Podemos, con el beneplácito de los independentistas está fuera
de su alcance porque le costaría una rebelión a bordo de su propio barco que ya
está bastante tocado después del batacazo histórico al que le ha conducido el
liderazgo de D. Pedro Sánchez.
Así las cosas, parece evidente
que sólo el miedo a que los ciudadanos volvamos a votar, como si fuese una
enfermedad, estos demócratas y patriotas de boquilla sólo alcanzaran un acuerdo
de gobierno forzados por las expectativas electorales, es decir, a golpe de
encuesta. No nos engañemos, no se trata de responsabilidad porque de serlo así
el Sr. Sánchez ya se habría reunido con el ganador de las elecciones, el Sr.
Rajoy, para explorar la posibilidad de formar un gobierno, aunque fuese a dos
años, que permitiese a España abordar con urgencia temas tan graves e
importantes como el relanzamiento de la recuperación económica, la situación de
los más de 4.100.000 parados, el terrorismo del DAESH, el déficit público o la
crisis de los refugiados por citar sólo algunos de los temas más candentes. El
Sr. Sánchez sigue empeñado en un imposible del mismo modo que el Sr. Rajoy
sigue enrocado en el “no, sin mi” sin querer asumir que él es el principal
responsable de los pésimos resultados electorales del PP el pasado 20 de
diciembre y que, en cualquier democracia avanzada de nuestro entorno, habría
supuesto su inmediata dimisión, al igual que habría ocurrido con el liderazgo
del Sr. Sánchez.
Santiago de Munck Loyola