La
incesante lluvia de noticias sobre el Partido Popular, sobre sus cuentas y
sobre Bárcenas estará causando entre los votantes y, sobre todo, entre los
militantes populares mucho desconcierto, desasosiego o indignación y más entre
aquellos que llevan en el Partido Popular toda la vida, los que no provienen de
otros partidos, porque seguramente se resistirán a creer lo que oyen o leen y
porque no se identificarán con la imagen pública que se está creando. Hay que
dejar cierto reposo y reflexionar bastante antes de otorgar credibilidad a lo
que estamos escuchando.
Es
cierto que esa supuesta contabilidad que se ha hecho pública y que nadie ha
desmentido refleja gastos que no son acordes con lo que los populares hemos
venido defendiendo como criterios de actuación política en el ámbito de las
administraciones públicas. Esos gastos reflejados pueden desvelar muchas cosas,
pero desde luego no se puede hablar ni de principios de austeridad ni de
eficacia en el gasto cuando se analizan esas partidas: lencería, tabaco, ponis,
comilonas, etc. No parece muy ético que la dirección provincial de Alicante se
gastase tan sólo en el año 2011 más de 35.000 euros en comilonas, tal y como se
ha publicado. Y más si se tiene en cuenta que un año después se pide un euro
por afiliado para tapar un agujero de más de 100.000 euros sin explicarnos de
dónde viene. ¿Qué militante daría el visto bueno a esos gastos? Más bien pocos.
El dinero gastado de tan alegre forma provenía de subvenciones públicas, de donaciones
y de cuotas de afiliados. Todo aquel que sienta que su dinero ha sido mal
empleado, por usar un término suave, tendrá cuando menos el derecho a pedir las
explicaciones que considere necesarias. Y el Partido Popular deberá darlas.
Pero
el principal asunto que está ocupando las portadas y que tiene a todo el mundo
en vilo es el asunto Bárcenas. Las últimas declaraciones del ex tesorero
popular son de lo más inquietante y están siendo aprovechadas por la izquierda
de forma bastante miserable, por cierto. Del asunto de los sobresueldos ahora
se ha pasado a una presunta financiación ilegal del Partido Popular y se exige la
comparecencia ipso facto del Presidente Rajoy tras cada nueva revelación, su
inmediata dimisión y hasta la convocatoria de elecciones anticipadas. Bárcenas
se ha convertido en el perfecto aliado de la izquierda que da por ciertas todas y cada una de sus
afirmaciones las pruebe o no, se contradiga o no con declaraciones anteriores.
¿De qué estamos hablando realmente? Hay dos asuntos importantes en todo este
embrollo: de una parta las afirmaciones de Bárcenas relativas a que ha ido
repartiendo en la cúpula popular sobresueldos, a que dichos sobresueldos han
podido ser en B (es decir, engañando a hacienda) y a que algunos de ellos podrían
haber sido percibidos por ministros de Aznar, entre los que se cita a Rajoy,
teniéndolo prohibido y, de otra parte, relativas a la posible financiación
irregular o ilegal del Partido Popular. Salvo el famoso cuaderno de Bárcenas
reflejando una hipotética contabilidad B del Partido Popular no ha aparecido
aún prueba alguna que sustente todas las acusaciones del “cabrón” de Luis. Se
sabe que el Sr. Bárcenas posee una considerable fortuna y se sospecha que su
origen no es el que él cuenta. Se sospecha, pero aún no se sabe, que ese dinero
puede provenir de donaciones superiores a las legalmente permitidas que el Sr.
Bárcenas podría haber repartido con un exceso de caridad hacia si mismo, ya se
sabe, la mitad para él, la mitad para el partido. De momento hay declaraciones
suyas contradictorias, un cuaderno con una supuesta contabilidad B que él ha
fabricado y unos SMS que no comprometen legalmente, aunque puede que moralmente
sí, al Presidente Rajoy. Y con estos ingredientes el PSOE la está montando. Hay
que reconocer que el Sr. Bárcenas le ha venido muy bien a los socialistas. Y en
esta ocasión, como en el 11M, el Partido Popular está gestionando muy mal, muy
torpemente la crisis. Por cierto, Bárcenas no chantajea al Estado de Derecho,
si está haciendo algún chantaje será, en todo caso, al Partido Popular y a sus
dirigentes. Las cosas claras.
Con
la munición de Bárcenas, el PSOE ha aprovechado para pedir que Rajoy
comparezca, para pedir su dimisión, para romper relaciones con el Partido
Popular (¡qué les importa el paro o la ruptura de España!) y para anunciar
hasta una hipotética moción de censura condenada al fracaso de antemano. El
PSOE con un candidato al que ni en su casa lo quieren como tal, sin acuerdos
parlamentarios viables y creíbles y sin los votos necesarios para que prospere
está dispuesto a usar el mecanismo de censura con total y absoluta
irresponsabilidad, sólo para hacer ruido y para desgastar más al gobierno. No
hace falta insistir, por cierto, que a los socialistas además de un candidato
solvente, además de los votos, les falta legitimidad moral para poder articular
una moción de censura y es evidente que los responsables y encubridores en
estos momento del latrocinio de más de 1.000 millones de los ERES andaluces
carecen de legitimidad moral alguna, al igual que sus cómplices encubridores de
IU de Andalucía. Estos no quieren moción de censura, quieren elecciones anticipadas para aprovechar el tirón vaticinado por las últimas encuestas. Su motivación es sólo pragmatismo electoral.
No
hay por ahora prueba alguna de la existencia de sobresueldos ilegales en la
cúpula popular (hechos en B o estando vigente alguna prohibición expresa como
en el caso de los ministros). Tampoco hay prueba de financiación ilegal. Pero
aún en este supuesto no está de más alguna observación. La financiación ilegal
de los partidos políticos no es un delito. Puede que la haya en el Partido
Popular, aún no se sabe y habrá de demostrarlo, pero hasta el día de hoy sí ha
habido partidos condenados por casos de financiación ilegal. Tenemos el caso
reciente de Unión Democrática de Cataluña y tenemos el lejano caso del PSOE con
FILESA, MALESA Y TIME EXPORT. ¿Dimitió Felipe González por aquello? ¿Dimitió por
haber nombrado en los cargos orgánicos de su partido a los que organizaron
aquel tinglado? Evidentemente no. No resulta por tanto muy coherente que
quienes entonces defendieron la continuidad de González reclamen ahora con
tanto teatro la doctrina contraria. Y esto no quiere decir, ni mucho menos, que
quienes creemos en la regeneración democrática no pensemos ni vayamos a dejar
de exigir que se depuren responsabilidades, caiga quien caiga, si se demuestran
irregularidades en la financiación de Partido Popular. Pero haya que exigir
cada cosa en su momento y hacerlo cuando se puede hacer, es decir, cuando se
tiene legitimidad moral y política para hacerlo.
A
pesar de la desazón, de la tristeza y de la incertidumbre que muchos puedan
sentir desde sus ideales políticos, ahora puestos en cuestión, hay que tener la
certeza de que de esta negativa experiencia, de esta oscuridad política saldrá
algo positivo. Más luz, más transparencia y más democracia interna que digan lo
que digan sigue siendo el mejor antídoto contra estas situaciones.
Santiago
de Munck Loyola