Hace
unos días el Papa Francisco ordenó a diez sacerdotes de la Diócesis de Roma. En
dicha ceremonia el Papa les pidió que ejerciesen el sacerdocio con “claridad y
caridad sincera”, con el único deseo de “gustar a Dios y no a uno mismo”.
Dirigiéndose a los nuevos sacerdotes les pidió "sean pastores, no funcionarios. Sean
mediadores, no intermediarios" y que "no se cansen de ser
misericordiosos". Estas palabras del Papa Francisco me han venido a la
memoria a propósito de la polémica suscitada en Monforte del Cid por la
negativa del Párroco a que una niña discapacitada mental pueda entrar en la
Catequesis para hacer la Primera Comunión.
Vaya la que ha organizado el bueno del Párroco, D. Damián Luis Abad, con su negativa. Ha conseguido
movilizar y a interesarse por los asuntos de la Iglesia a muchos que hace años
no la pisan, pero que se sienten obligados a opinar sobre este asunto interno,
sobre todo, si con ello pueden meter un poco el dedo en el ojo eclesiástico.
Pero, a lo que vamos, todo parece indicar que lo que ha hecho el Párroco no ha
sido negar la Primera Comunión a la menor, sino que ante la discapacidad de la misma
que no le permitiría, como es lógico, participar en la Catequesis previa, es
ofrecer a la madre un plan de formación
específico y diferenciado que permitiese conocer su evolución. De ahí muchos
han deducido que el Párroco, aplicando de forma literal los preceptos de la
Iglesia, entiende que, dado que la menor es incapaz de comprender "con un
mínimo grado de entendimiento y razonamiento", el sentido que tiene el
sacramento de la eucaristía no puede comulgar. La postura del sacerdote ha sido
respaldada por el Obispado ya que se ajusta a las normas canónicas, no se trata
de una arbitrariedad, como algunos sugieren, del párroco de Monforte del Cid.
Es
verdad que, al parecer, la niña no puede participar con aprovechamiento los
cursos de catequesis para hacer la Primera Comunión. Pero puestos a ser
exigentes ¿Cuántos de los niños y adultos que habitualmente comulgan comprenden
"con un mínimo grado de entendimiento y razonamiento" lo que es la
transubstanciación? Y al hablar de transubstanciación no se está hablando de
algo extraño o de un elemento accidental de la Eucaristía, sino de su esencia,
de la Doctrina de la Iglesia de la Eucaristía definida hace tiempo, en el Concilio
de Trento. Pues bien, repitiendo la pregunta ¿Cuántos de los que comulgan han
oído hablar de ello o cuántos la entienden con un mínimo grado de entendimiento
y razonamiento? Muy pocos, poquísimos. Y ¿se pone algún reparo a que reciban la
comunión? Evidentemente no. Y si hablamos de otros sacramentos lo cierto es que
la Iglesia ha venido admitiendo su administración a personas que no son
creyentes o no son practicantes plegándose a los convencionalismos sociales y
sin ponerse tan exigente como en el caso del matrimonio.
Los
funcionarios debemos regir nuestra actuación profesional mediante la aplicación
de la Ley, nos guste o no. “Dura lex, sed Lex” es el principio rector y en el
que no cabe margen para la discrecionalidad o para la aplicación de otras
consideraciones que no sean las que la misma ley permite. D. Damián, el Párroco
de Monforte, ha actuado como un probo “funcionario” de la Iglesia y parece que
en su decisión no han entrado otras consideraciones que las impuestas por las
normas canónicas. Sin embargo y como bien acaba de decir el Papa debería haber
sido más pastor que funcionario y la misericordia y la caridad deberían haber
primado sobre la norma. Quizás así habría podido tener en cuenta que intentar
establecer un “plan diferenciado e individualizado” de formación cristiana para
la niña previo a la comunión choca frontalmente con la pretensión universal de
todas las familias que buscan y aspiran a la máxima integración posible y sin
diferencias de sus seres queridos afectados por una discapacidad. Se trataría,
en este caso, de que la niña participe en igualdad de condiciones con los demás
niños en su caminar hacia la Primera Comunión y a ello añadir los refuerzos
formativos que el párroco estime necesarios para lograr lo mejor para ella y
para su familia. Integrar no es separar, sino sumar y reforzar.
No
cabe la más mínima duda de que la actuación del Párroco ha estado presidida por
la mejor voluntad, como tampoco cabe la más mínima duda que la misma ha sido
aprovechada por algunos para hacer un ruido mediático innecesario y
contraproducente simplificando unos hechos hasta tal punto que la realidad ha
quedado desvirtuada.
Como
creyente, uno tiene el convencimiento de que con catequesis o sin ella, con
comprensión o sin ella sobre el alcance y significado de la Eucaristía, el
cuerpo de Cristo no encontrará mejor alojamiento que el corazón limpio y puro
de esta pequeña, un regalo de Dios que afortunadamente permanece ajeno a esta
artificial e interesada polémica.
Santiago
de Munck Loyola