Siempre me he manifestado desde estas páginas muy crítico con
la actuación de la clase política en torno a la dación en pago de la vivienda,
a su actitud ante a las entidades financieras y al drama de de los desahucios,
Nuestra clase política ha reaccionado tarde y mal ante una situación que afecta
gravemente a miles de ciudadanos españoles y no ha sabido ni prevenir, ni
corregir a tiempo los graves problemas sociales que su propia ineptitud e
insensibilidad ha venido generando durante los últimos años. Dicho esto no
queda más remedio que denunciar también determinados comportamientos
totalitarios promovidos por la
Plataforma de Afectados por las Hipotecas y su representante
mediática Dª Ada Colau.
Hace unos meses la Sra. Colau ya anunció en su comparecencia en el
Congreso de los Diputados que su organización iba a hacer que sus Señorías se
enterasen bien de lo que su organización pretendía, de sus objetivos, y que,
para ello, les iban a “informar” detalladamente. ¡Y vaya que se están
enterando! A nadie se le escapaba que ese anuncio no era otra cosa que la señal
de partida de una campaña, no de información sino de coacción para intentar
determinar el voto de los representantes de los ciudadanos en las
instituciones. Y esta campaña informativa se ha convertido, como era de
esperar, en la coacción sistemática y el acoso personal y familiar que están
sufriendo los representantes del Partido Popular por parte de grupos de la Plataforma. Ahora
bien, el desarrollo de esta campaña coactiva lo que plantea, en primer lugar, es
el interrogante sobre su oportunidad. ¿Por qué ahora y no hace unos meses o
unos años? ¿Simple casualidad? El 22 de febrero de 2011, con un Gobierno
Socialista, el Pleno del Congreso rechazó por amplia mayoría la propuesta de IU
e ICV para que las hipotecas pudieran ser saldadas mediante la entrega de la
vivienda al banco ( http://www.diarioinformacion.com/economia/2011/02/22/congreso-rechaza-saldar-hipoteca-entregando-piso/1098025.html
) y no queda más remedio que preguntarse dónde estaba la
Sra. Colau y sus partidarios y por qué no
iniciaron entonces una campaña de acoso y coacción sobre todos los diputados,
incluidos los socialistas, que se opusieron a la dación en pago. ¿Movilizarse
contra un gobierno “progresista”? Pues fue que no. En marzo del mismo año, el
Presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero volvió a oponerse a la dación en
pago (http://youtu.be/1jS637PH82Q)
y en repetidas ocasiones manifestó que la aprobación de la misma en los
términos defendidos por sus promotores pondría en peligro la estabilidad del
sistema financiero. ¿Y dónde estaba entonces la
Sra. Colau y sus partidarios? ¿Se
movilizaron para “informar” en los domicilios de los dirigentes socialistas?
¿Los acosaron con la misma violencia verbal con que acosan hoy a los diputados
del PP? Evidentemente no.
En segundo lugar, cabe también
preguntarse sobre la validez y la naturaleza democrática de estas “campañas
informativas” promovidas por la Sra. Colau.
Es evidente que la finalidad de estas campañas no es la de informar. Por más
que lo repita la Sra. Colau
es una burda mentira. Los diputados están sobradamente informados. El objetivo
es señalarlos, criminalizarlos y coaccionarlos para que modifiquen su intención
de voto en torno a las propuestas de la Plataforma , propuestas que, incluidas hace poco
más de un año en el programa electoral de algunos partidos, no alcanzaron en
las urnas el voto mayoritario de los ciudadanos españoles. Admitir la validez
de estos métodos coactivos sería admitir que cualquier otra causa pudiera ser
promovida y defendida con métodos idénticos para conseguir que los
parlamentarios se dobleguen por miedo a las pretensiones de sus promotores. Por
muy noble que pueda ser un determinado fin no se puede alcanzar a través de
cualquier medio. Es un principio elemental que define la esencia de la
democracia.
Hay quien defiende estas
actitudes coactivas argumentando que no pasa nada, que la gente tiene que
desahogarse, que los afectados sufren más violencia institucional y financiera
que los diputados, etc. Pero son argumentos falaces. La violencia estructural,
como ellos la definen, no se combate con otro tipo de violencia, ni la
soberanía popular puede expresarse a través de otros medios distintos a los
constitucionalmente señalados. No entran en el fondo del asunto que no es otro
que el de admitir o no el uso de cualquier medio, incluido el uso de la
coacción y de la violencia moral, para la consecución de un determinado fin.
Admitirlo es abrir una peligrosa puerta para la ruptura de la convivencia y del
estado de derecho. Y quien no quiera verlo así, creo, sinceramente, que se
equivoca.
Santiago de Munck Loyola